En una síntesis muy general, puede decirse que el liberalismo tuvo su principal influencia a finales del siglo XIX y principios del XX a través de pensadores como Juan Bautista Alberdi y su Constitución Nacional, una vez superada la etapa de las guerras civiles del siglo XIX. El predominio liberal fue decayendo en la misma medida en que fue ascendiendo el fascismo totalitario hasta llegar al populismo peronista. El principal intento por reinstalarlo provino de Álvaro C. Alsogaray mientras que en la actualidad pareciera tener mayor atractivo el anarcocapitalismo (anarquismo de mercado).
Innovar no implica necesariamente crear o inventar algo novedoso, nunca antes realizado, sino también incorporar en el país algo inexistente pero que ha sido realizado exitosamente en el extranjero. Así, Alberdi es un estudioso del derecho constitucional de otros países pudiendo establecer el marco legal adecuado a las circunstancias de su nación, basándose en lo que funcionaba bien en otros países, especialmente en EEUU. En forma semejante, Alsogaray intenta introducir la Economía Social de Mercado que tanto éxito tuvo en Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Alemania.
La Economía Social de Mercado se diferencia de otras posturas liberales en el rol asociado al Estado. La participación del Estado en la economía nacional resulta importante, pero sin llegar al extremo de perturbar el sistema autorregulado constituido por el mercado. Justamente, tal intervención implica apoyar al sector productivo y promover las reglas que aseguren la vigencia y la continuidad de tal proceso. Alfred Müller-Armack escribió: "La economía social de mercado no presupone un Estado débil, sino que ve más bien en un Estado democrático fuerte la garantía del funcionamiento de este orden. El Estado no sólo está presente en función de la seguridad del ejercicio del derecho privado. Precisamente gracias a la economía social de mercado se ha visto confirmado en una de sus tareas esenciales: intervenir en favor del mantenimiento de una auténtica competencia como función política (en el sentido de Eucken, Frank Böhm y Miksch). El orden de competencia, asegurado por el Estado, anula asimismo factores de poder y los canaliza hacia el mercado".
"De esta suerte, una competencia socialmente apta para funcionar tiende a prevenir la acumulación de fortunas unilaterales provenientes de privilegios económicos. Por otra parte, este proceso también sienta bases para correcciones y transferencias de ingresos del Estado a los sectores más alicaídos de la población. Pero condición previa para cualquier intromisión de esta clase por parte del Estado es su compatibilidad con la economía de mercado y la correspondiente formación de réditos. Es decir, que el objetivo social debe ser logrado con medidas conformes con el mercado, sin estorbar el desarrollo de precios propiamente de mercado".
"Este postulado de la conformidad de Estado y mercado constituye el decisivo contraste entre este tipo de economía y el dirigismo. En este último, mercados enteros son paralizados por precios decretados. Y con ello amplios sectores de la población se ven perjudicados y padecen finalmente una notoria falta de los bienes indispensables para la vida. Por la conformidad con el Estado se distingue asimismo la economía social de mercado del intervencionismo. Este mezcla los entre sí contradictorios elementos del dirigismo con los de la economía de mercado según su conveniencia, hasta tanto se eliminen mutuamente e impidan la producción" (De "El orden del futuro" de Ludwig Erhard y A. Müller-Armack-EUDEBA-Buenos Aires 1981).
En el mismo sentido, Álvaro C. Alsogaray escribió: "El Estado no debe proceder como espectador impasible frente a situaciones especiales que impliquen un daño social. La intervención del Estado es necesaria para trazar el marco de la actividad económica, establecer las reglas del juego y atender a dichas situaciones especiales".
"La competencia juega un papel decisivo a los efectos del funcionamiento del mercado. Es función de los gobiernos establecer condiciones de competencia efectiva. Para ello hay que combatir los monopolios y eliminar las trabas e interferencias burocráticas que la dificultan".
"El Estado debe «planificar la economía». Pero esta planificación supone el uso de métodos muy distintos a los de la economía dirigida, con sus torpes disposiciones y rígidas reglas. El mejor plan, el que según ya hemos señalado resuelve en forma espontánea la mayor parte de los casos, es el del mercado. Por lo tanto la planificación estatal debe, como objetivo primordial, asegurar el funcionamiento del mismo". (De "Bases para la acción política futura"-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).
La tendencia anarquista de mercado, o anarcocapitalista, por el contrario, promueve la abolición del Estado, ya que, pareciera, su objetivo es hacer todo lo contrario a lo propuesto por el socialismo, en lugar de advertir la compatibilidad de su propuesta con la propia realidad. Mientras que la Economía Social de Mercado ha sido probada exitosamente en varias oportunidades, el anarcocapitalismo no pasa de ser un proyecto o una tendencia a concretarse en el futuro.
Se advierte en este sector una tendencia destructiva hacia todo lo que sea estatal, incluyendo la educación pública. Bajo la consigna de que "el amor al prójimo es inmoral", tiende a romper los vínculos tradicionales que han ligado el liberalismo con la civilización occidental. Varios de sus seguidores comparten con el marxismo una actitud anti-cristiana, como así también critican al liberal tradicional como "fascista" por oponerse a la legalización del aborto o bien por aceptar la existencia del Estado. Descalifican como ignorantes a quienes "no entienden", o "no saben interpretar" el supremo postulado de "la virtud del egoísmo", como base racional de la acción futura.
Puede hacerse una síntesis de las principales tendencias político-económicas:
Economía Social de Mercado = Mercado + Estado no invasivo
Socialdemocracia = Estado invasivo + Mercado
Socialismo = Estado
Anarco-capitalismo = Mercado
Los ideólogos socialistas engañan a la gente cuando aducen que la seguridad económica individual ha de consolidarse cuando la mayoría de los ciudadanos releguen sus propias responsabilidades personales y las dejen en manos de quienes dirigen al Estado benefactor. Por el contrario, los liberales aducen que la seguridad económica se logra, no cuando todos renuncian a sus responsabilidades individuales sino cuando las asumen plenamente. Ludwig Erhard escribió: "El justo deseo de dar al individuo mayor seguridad sólo puede cumplirse, en mi opinión, proporcionando a cada uno, con el aumento de la prosperidad general, el sentimiento de su dignidad humana y la conciencia cierta de su independencia respecto a cualquier poder. El ideal que yo sueño es que cada cual pueda decir: «Yo quiero afianzarme por mi propia fuerza, quiero correr yo mismo el riesgo de la vida, quiero ser responsable de mi propio destino. Vela tú, Estado, porque esté en condiciones de ello». El grito no debería ser: «¡Estado, ven en mi ayuda, protégeme, asísteme!», sino: «No te metas tú, Estado, en mis asuntos, sino dame tanta libertad y déjame tanta parte del fruto de mi trabajo, que pueda yo mismo organizar mi existencia, mi destino y el de mi familia»" (De "Bienestar para todos"-Ediciones Omega SA-Barcelona 1957).
Si bien los liberales coinciden en la prioritaria libertad individual que todo ciudadano debe poseer, principalmente respecto del Estado, existen diferencias en cuanto al acatamiento de los diversos tipos de leyes que deberíamos aceptar y respetar. Cuando se adopta como referencia el conjunto de leyes naturales, puede decirse que se trata de un conservador. Cuando se adoptan las leyes del Estado democrático, tenemos al liberal tradicional. Finalmente, en una época en que predomina el relativismo moral, el anarcocapitalista tiende a adoptar como referencia la ideología de algún pensador que propone una actitud antirreligiosa y antiestatista.
Es posible, por supuesto, que se den algunas otras posibilidades respecto de la referencia adoptada y la actitud respecto del Estado. La clasificación anterior parece ser la que mejor se adapta a la realidad del liberalismo actual, aceptando excepciones a la misma.
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