La ética tiene como misión sugerir conductas que permitan lograr objetivos previamente establecidos. Tales objetivos serán, por ejemplo, lograr la felicidad, o la vida eterna, adaptarnos al orden natural, establecer el socialismo, etc. Seguidamente se clasificarán las acciones humanas como buenas o malas según permitan alcanzar, o no, el objetivo propuesto.
A partir de la definición (o descripción) anterior, podrá suponerse que existirán varias éticas propuestas y que todas tendrán una similar validez cuando se buscan iguales objetivos (relativismo moral). Sin embargo, al estar el ser humano regido por leyes naturales invariantes, las diferentes propuestas éticas (que buscan un mismo objetivo), producirán diferentes efectos, ya que algunas serán compatibles con tales leyes y otras no lo serán, o serán menos compatibles, por lo que la validez de cada una de ellas tendrá un carácter objetivo. De todas las éticas propuestas, alguna producirá mejores resultados que las restantes.
Cuando, desde la religión, la filosofía o las ciencias sociales, se hacen propuestas concretas para alcanzar determinados objetivos, necesariamente aparecerán dudas respecto del carácter ético de las acciones correspondientes, es decir, si serán compatibles con una “ética natural” que permite nuestra adaptación a las leyes naturales. De ahí que habrá una ética cristiana, una marxista, una capitalista, otra hedonista, etc. En el presente artículo, nuestra atención recaerá en la ética capitalista y también en la socialista.
Así como existe un socialismo teórico y un socialismo real, existirá también una ética socialista teórica y una real. Como el socialismo marxista busca esencialmente la destrucción del sistema capitalista junto a la clase social burguesa, no caben dudas de que se basa en una actitud de odio. El odio puede definirse como una “empatía negativa”, ya que si alguien siente alegría, ello provocará la tristeza de quien lo odia. También la tristeza ajena ha de provocar una alegría propia. La envidia y la burla son las expresiones típicas del odio.
Como la envidia es un defecto propio de las personas que aceptan conscientemente su inferioridad y su bajeza, se la trata de disfrazar con actitudes elevadas, como el altruismo, siendo el altruismo la actitud por la cual una persona prioriza el bien ajeno aun a costa de un perjuicio propio. Este mecanismo psicológico funciona en forma semejante al complejo de superioridad surgido ante la necesidad de compensar un previo complejo de inferioridad.
Si bien las actitudes altruistas aparecen en “situaciones de emergencia”, proponerlas o imponerlas como práctica cotidiana conduce a situaciones poco ventajosas para todos, ya que el altruismo poco o nada tiene que ver con la empatía positiva (amor) por la cual tratamos de compartir las alegrías y tristezas ajenas como propias.
Un error bastante frecuente consiste en criticar al marxismo como una filosofía que propone una ética altruista, en lugar de criticar la actitud de odio al burgués, al capitalismo, al cristianismo, a la civilización occidental, etc. Como la mayoría de la gente considera el altruismo como una gran virtud (que muchas veces lo es), la crítica al marxismo se convierte en un elogio encubierto ante la opinión pública.
Para colmo, quienes asocian el altruismo al marxismo, tienden también a asociarlo al cristianismo, por cuanto ignoran el significado de la empatía e interpretan la vida y la muerte de Cristo como una especie de masoquismo psicológico compatible con el altruismo (y no con el amor al prójimo), por lo que conducen a millones de cristianos a simpatizar con el marxismo-leninismo.
Los errores no terminan ahí, ya que también ignoran que una economía de mercado funciona aceptablemente a partir de la cooperación social, ya que en todo intercambio duradero se prioriza el beneficio simultáneo de ambas partes intervinientes. Por el contrario, si una de las partes se beneficia a costa de la otra, los intercambios tienden a finalizar, siendo el beneficio unilateral el resultado del egoísmo.
Se advierte que la cooperación social resulta enteramente compatible con la ética cristiana, que es la que promueve compartir penas y alegrías ajenas como propias, y no el egoísmo. Sin embargo, se comete el error de establecer sentencias como las siguientes: “el egoísmo es una virtud”, “el egoísmo es el motor del capitalismo”, etc.
No es lo mismo decir que el capitalismo puede funcionar bien a pesar del egoísmo humano a decir que sólo funciona gracias a tal defecto moral. Es necesario mencionar que el liberalismo propone la competencia en la economía y la división de poderes en la política, previendo la existencia del egoísmo en los seres humanos normales, sabiendo que la competencia en el mercado limita los egoísmos exagerados mientras que la división de poderes limita los peligros que implica la unificación del poder en manos de alguien demasiado egoísta.
Puede hacerse una síntesis de la forma en que la opinión pública interpreta la prédica de algunos “liberales”, ya que se termina creyendo que el socialismo es “ético” y no así el capitalismo, impidiendo que las ideas liberales alcancen la aceptación debida:
1- El marxismo es virtuoso porque promueve el altruismo.
2- El cristianismo es similar al marxismo porque también promueve el altruismo.
3- El capitalismo es pecaminoso porque sólo funciona en base al egoísmo humano.
Por el contrario:
1- El marxismo promueve el odio entre sectores.
2- El cristianismo promueve el amor-empatía (no el altruismo).
3- El capitalismo funciona a partir de la cooperación (beneficio simultáneo) y no del egoísmo (beneficio unilateral).
Entre quienes advirtieron el fundamento moral del socialismo, sin ser engañados por el disfraz del altruismo, encontramos a Ludwig von Mises, quien escribió: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán. ¡Cuantas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!” (De “Liberalismo”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1994).
Quienes piensan que la tremenda crisis que padece la Venezuela socialista habrá de desalentar a los partidarios del socialismo haciéndoles ver que el socialismo fracasó nuevamente, no tienen en cuenta que muchos encuentran en tal fracaso una íntima “felicidad”, ya que el envidioso advierte que toda la clase social burguesa padece también penurias extremas. Quienes, por otra parte, critican al socialismo sólo por el disfraz del altruismo, en realidad colaboran con la difusión de una propuesta que apunta directamente a destruir todo vestigio de civilización.
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