Los seres humanos hemos llegado a ser lo que somos por causa de dos procesos principales: evolución biológica y evolución cultural. Ello implica que cada uno de nosotros hemos adquirido nuestros atributos individuales por la herencia genética recibida y también por la influencia cultural del medio social en donde se ha desarrollado nuestra vida. Mientras que, del proceso biológico, no heredamos ninguno de los caracteres adquiridos durante la vida de nuestros antepasados, sino tan sólo una combinación de sus genes, del proceso cultural recibimos cierta información que posee un carácter acumulativo. En el primer caso predomina el proceso de “prueba y error” seguido de una selección de tipo adaptativo (selección natural), aceptándose lo que favorece nuestra supervivencia y rechazándose lo que la perjudica. En el segundo caso, el proceso de selección se lleva a cabo casi exclusivamente en el ámbito de la ciencia experimental, esencialmente en las ciencias exactas, por lo cual se advierte un atraso en las humanidades respecto de aquellas.
El proceso biológico requiere de mutaciones genéticas para que pueda luego actuar la selección natural, mientras que su equivalente, en el proceso cultural, será el surgimiento de una nueva idea para ser luego puesta a prueba en función de lo que se espera de ella. Ludwig von Mises escribió: “La historia de la humanidad es la historia de las ideas. Son las ideas, las teorías y las doctrinas las que guían la acción del hombre, determinan los fines últimos que éste persigue y la elección de los medios que emplea para alcanzar tales fines”.
“Los acontecimientos sensacionales, que excitan emociones y despiertan el interés de los observadores superficiales, no son otra cosa que la consumación de cambios ideológicos. No existen transformaciones bruscas y arrasadoras en los asuntos humanos. Lo que en una terminología algo inexacta se conoce como «punto decisivo de la historia», consiste en la aparición de fuerzas que por largo espacio de tiempo estaban ya en acción detrás del telón. Ideologías nuevas que desde antes habían substituido a las anteriores, dejan caer el último velo que las cubría, y aun las personas de criterio menos despierto perciben los cambios que antes no habían podido notar” (De “Socialismo”-Editorial Hermes SA-México 1961).
De la misma manera en que el programador de computadoras debe tener presente las rígidas características de los circuitos que las conforman, las ideas que aspiran a constituir algún día alguna mejora social deben tener presentes las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales. El citado autor agrega: “En la naturaleza no existe lo que llamamos libertad. Sólo existe la rigidez inconmovible de las leyes de la naturaleza, a las que debe someterse el hombre incondicionalmente si quiere alcanzar cualesquiera fines. Tampoco existió libertad en las imaginarias condiciones del Paraíso, que conforme a la fantástica palabrería de muchos escritores antecedió al establecimiento de los vínculos sociales. Donde no hay gobierno, cada individuo se encuentra a merced del vecino más fuerte. La libertad únicamente puede lograrse dentro de un Estado organizado, que esté pronto a impedir que el malhechor mate y robe a sus prójimos más débiles. Pero sólo el régimen de derecho impide que los gobernantes se conviertan en la peor clase de malhechores”.
En el mismo sentido, Alfred North Whitehead escribió: “El título de este libro, «Aventura de las Ideas», tiene dos significados, aplicables ambos al tema de que trata. Uno se refiere al efecto que ejercen ciertas ideas en el lento desplazamiento de la humanidad hacia la civilización; es decir, la aventura de las ideas en la historia del hombre. Otro es la aventura del autor al bosquejar un esquema de ideas que puede explicar tal aventura histórica”.
“La obra es en realidad un estudio del concepto de civilización y una tentativa para comprender cómo han surgido los seres civilizados. Sobre un punto se insiste especialmente en ella: la importancia de la aventura para promover y preservar la civilización” (De “Aventura de las Ideas”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1961).
Puede decirse que una idea es una imagen mental que formamos a través de la percepción visual de algún objeto o fenómeno natural, o bien del aspecto espacial sugerido por otros sentidos. Este es el caso de las ideas del científico que intenta describir la realidad tal cual es. En el mejor de los casos se asemejará a un espejo plano que refleja la realidad sin ninguna distorsión.
También constituyen ideas los inventos asociados a la tecnología, siendo dispositivos o métodos nunca antes vistos en la naturaleza, al menos en forma completa. De ahí que el proceso mental no radica sólo en la percepción de la realidad sino también en el razonamiento, o acción de relacionar imágenes previamente depositadas en nuestra memoria.
Las ideas que favorecen el proceso de adaptación cultural son aquellas que describen en primera instancia lo que el hombre es (en forma similar al diagnóstico que hace un médico) para sugerir luego lo que el hombre debe ser (remedio recetado). Lo que el hombre “debe ser” ha de constituir una optimización de lo que “el hombre es”. Se advierte en este caso que, sin una descripción fidedigna, no podrá sugerirse algo que favorezca “la salud” del individuo. Incluso en el proceso de conformación de las sociedades utópicas se advierte un total desconocimiento de la realidad del hombre, es decir, tal como la biología lo formó. Agustín Caballero Robredo escribió: “Al espectáculo habitual del mundo en torno siempre ha ido ligado, en mayor o menor grado, un sentimiento de insatisfacción. Nace este sentimiento del contraste que cada individuo y cada cultura perciben entre la realidad concreta que les ha tocado vivir y cualquier otra realidad ideal por la que suspiran; nace de lo que el autor del presente libro denomina «tensión entre lo que es y lo que debiera ser». Ya se sitúe en un inocente y remoto estado de naturaleza, gobernado por la más silvestre espontaneidad, como en Rousseau, o en un futuro Estado racional, regido por el más severo autoritarismo filosófico, como en Platón; ya en un marco programático de viabilidad política, como en Tom Paine, o en el puramente ficticio de la alegoría novelesca, como en la caricatura futurista de Huxley…” (Del Prefacio de “Las ideas y los hombres” de Crane Brinton-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1952).
Mientras que el científico va y viene de la idea a la realidad, o de la hipótesis (idea en elaboración) a la verificación (experimento), el filósofo idealista, por el contrario, razona en “circuito cerrado” sin interesarse demasiado por la compatibilidad de sus ideas con el mundo real, sino preocupándose sólo por la coherencia lógica de sus pensamientos, por cuanto de alguna forma pretende imponerlos al resto de la sociedad. Jaime Balmes escribió: “Salido el hombre de la esfera de las sensaciones, de esos fenómenos que le ponen en relación con el mundo exterior, se encuentra con otro orden de fenómenos, igualmente presentes a su conciencia. No puede reflexionar sobre las sensaciones mismas sin tener conciencia de algo que no es sensación; no puede reflexionar sobre el recuerdo de las sensaciones, o sobre la representación interior de ellas, sin experimentar algo distinto de ese recuerdo y de esa representación”.
“Aristóteles dijo «Nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en el sentido»; y las escuelas han repetido durante largos siglos el pensamiento del filósofo. Así, los conocimientos humanos procedían de lo exterior a lo interior. Descartes vino a invertir este orden, pretendiendo que debía procederse de lo interior a lo exterior: su discípulo Malebranche hizo más: en su concepto le conviene al entendimiento encerrarse en lo interior, no comunicar con lo exterior sino lo menos posible; según él no hay aliento más nocivo a la salud intelectual que el del mundo de los sentidos; las sensaciones son un perenne manantial de error, y la imaginación es una hechicera tanto más peligrosa cuanto que tiene su habitación a la puerta misma del entendimiento, donde le espera para arrastrarle con su belleza seductora y brillantes atavíos” (De “Filosofía fundamental”-Editorial Sopena Argentina SRL-Buenos Aires 1942).
A partir de los resultados logrados por la ciencia experimental, caben pocas dudas acerca de cuál es el método más adecuado para acceder a la verdad. Ello se debe a que la ciencia experimental emplea tanto el razonamiento lógico como la evidencia de los sentidos, o de los instrumentos de medición, en un doble control. De ahí su superioridad respecto de la filosofía racional y de la religión.
La coherencia lógica de las hipótesis establecidas resulta ser un requisito necesario e imprescindible para establecer razonamientos posteriores. La ausencia de coherencia lógica genera un rechazo, muchas veces involuntario, de quien pretende aceptar alguna hipótesis que le parece eficaz. Este es el caso de la religión católica, por cuanto, ante el inicial atractivo de los Evangelios, quien pretende profundizar al respecto, se encuentra con ideas incompatibles con la lógica elemental, como la del “Dios que envía a su hijo para morir y así salvar la humanidad”, o la del “Dios que se hace hombre”, etc.
El autor del presente escrito recuerda haber intentado razonar acerca del cristianismo para poder aceptarlo y para poder establecer razonamientos posteriores, advirtiendo la completa imposibilidad de tal objetivo. Sin embargo, al asociar el Reino de Dios al gobierno de Dios sobre el hombre a través de la ley natural, interpretando luego tal religión como una religión natural, no revelada, pudo darle un sentido pleno y concreto y así advertir que el cristianismo constituye una postura entendible y compatible con la realidad.
De todas formas, para otras personas puede resultar entendible la religión revelada y la versión tradicional, quedando siempre en duda la forma en que realmente funciona el mundo real, si bien la coherencia lógica resulta ser un indicio de que la propia realidad es la fuente inicial de toda coherencia mental. Georg W. Hegel manifestaba que “todo lo real es lógico y todo lo lógico es real”. La parte primera de la expresión resulta posible, mientras que la segunda parte tiende a conducir a engaños.
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1 comentario:
Deduzco que el atraso de las ciencias sociales respecto de las exactas o experimentales está en que las primeras cumplen generalmente con la condición de coherencia lógica (o interna) pero no alcanzan siempre la coherencia con la realidad fáctica (externa) que caracteriza a las segundas.
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