ENTREVISTA CON UN EMPRENDEDOR
Tom G. Palmer entrevista a John Mackey. En esta entrevista, John Mackey, empresario, cofundador y co-CEO de Whole Foods, explica su filosofía del “capitalismo con conciencia” y expone sus pensamientos sobre la naturaleza y la motivación humana, el carácter de la vida empresarial y la distinción entre “capitalismo de libre mercado” y “capitalismo de compinches”.
John Mackey participó en la fundación de Whole Foods Market en 1980. Está a la vanguardia de la promoción de una alimentación sana, el trato ético de los animales y la participación comunitaria positiva de las empresas. Es miembro del consejo del Conscious Capitalism Institute.
Palmer: John, eres una rara avis del mundo empresarial: un emprendedor al que no le avergüenza defender la moralidad del capitalismo. También se te conoce por afirmar que el interés propio no es suficiente para el capitalismo. ¿A qué te refieres con eso?
Mackey: Basar todo en el interés propio implica valerse de una teoría muy incompleta de la naturaleza humana. Me recuerda a los debates en la universidad con personas que argumentaban que todo lo que uno hace racionalmente es por interés propio pues de lo contrario no lo haría. Es una postura irrefutable y en última instancia sinsentido, dado que, aunque uno realice cosas que no estén basadas en el propio interés, ellos afirman que sí lo son, porque de lo contrario uno no las haría. Es un argumento circular.
Palmer: ¿En qué sentido crees que otras motivaciones además del interés propio son importantes para
el capitalismo?
Mackey: No me gusta esa pregunta, porque las personas tienen distintas definiciones del interés propio y uno termina sin entenderse con el otro cuando se trata este tema. Por eso mencionaba los debates sofistas que se dan en la universidad acerca de que todo es propio interés. Sostengo que los seres humanos somos complejos y tenemos muchas motivaciones distintas. El propio interés es una de ellas, pero de ningún modo es la única. Nos motivan muchas cosas que nos importan, lo cual incluye, pero no se limita a nuestro propio interés. En algún sentido creo que el movimiento libertario –quizá a causa de la influencia de Ayn Rand y muchos economistas– ha llegado a un callejón ideológico sin salida que, en mi opinión, no le hace justicia al mundo de los negocios, al capitalismo
ni a la naturaleza humana.
Si reflexionamos, cuando somos jóvenes y emocionalmente inmaduros es probablemente la época de la vida en que más actuamos por interés propio. La mayoría de los niños y adolescentes son egocéntricos o narcisistas. Actúan de acuerdo con su interés propio tal como lo perciben. A medida que maduramos y crecemos, nos hacemos más capaces de sentir empatía, compasión y amor, y un abanico más amplio de emociones humanas. Las personas hacen cosas por muchísimos motivos distintos. Suele establecerse una falsa dicotomía entre el interés propio o el egoísmo y
el altruismo. Para mí, es una dicotomía falsa, porque es evidente que somos las dos cosas. Actuamos por interés propio pero no solo por interés propio. También nos importan otras personas. Suele importarnos mucho el bienestar de nuestra familia; así como nuestra comunidad y la sociedad en la que vivimos. También puede importarnos el bienestar de los animales y el medio ambiente. Tenemos ideales que nos motivan a intentar hacer un mundo mejor. Por definición estricta, esas motivaciones parecerían contradecir el interés propio, a menos que volvamos a meternos en el argumento circular de que todo lo que nos importa y lo que queremos hacer es en pos del interés propio.
Por eso no creo que el interés propio sea suficiente. No creo que afirmar que todos nuestros actos sean
por interés propio sea una buena teoría de la naturaleza humana. Creo que el capitalismo y el mundo de los negocios deberían refl ejar plenamente la complejidad de la naturaleza humana. Y también considero que esa idea le hace mucho daño a las “marcas” de las empresas y al capitalismo, porque permite a los enemigos del capitalismo y de los negocios describirlos como egoístas, codiciosos y explotadores. Eso me molesta mucho, Tom, porque el capitalismo y la actividad empresarial son las fuerzas más poderosas del bien en el mundo. Ha sido así por lo menos durante los últimos trescientos años... y no se les atribuye el mérito que les corresponde por el impresionante valor que crean.
Palmer: Además de procurar satisfacer su propio interés o generar ganancias, ¿qué hacen las empresas?
Mackey: En líneas generales, las empresas exitosas crean valor. Lo estupendo del capitalismo es que, en
última instancia, se basa en el intercambio voluntario para beneficio mutuo. Por ejemplo, veamos el caso de
una empresa como Whole Foods Market: creamos valor para nuestros clientes a través de los bienes y servicios que les proveemos. No están obligados a comerciar con nosotros; lo hacen porque quieren, porque consideran que les conviene. Es decir, creamos valor para ellos. Creamos valor para las personas que trabajan con nosotros: los miembros de nuestro equipo. No tenemos ningún esclavo. Todos trabajan voluntariamente porque es un trabajo que quieren hacer; la paga es satisfactoria; obtienen muchos beneficios por trabajar en Whole Foods, tanto psíquicos como monetarios. Es decir, creamos valor para ellos. Estamos creando valor para nuestros inversores, porque, bueno, nuestra capitalización de mercado es de más de 10.000 millones de dólares, ¡y empezamos de cero!
Es decir que creamos más de 10.000 millones de dólares de valor para nuestros inversores en algo más de treinta años. Ninguno de nuestros inversores está obligado a tener acciones nuestras. Todos lo hacen voluntariamente porque consideran que creamos valor para ellos. Creamos valor para nuestros proveedores, que comercian con nosotros. Lo vi con el correr de los años, vi crecer sus empresas, los vi florecer, y todo eso discurrió de manera voluntaria. Ellos ayudan a que Whole Foods sea mejor y nosotros los ayudamos a ellos a ser mejores.
Palmer: Has denominado a tu filosofía “capitalismo con conciencia”. ¿Qué quieres decir con eso?
Mackey: Usamos ese término para distinguirlo de las demás denominaciones que generan mucha confusión cuando se amontonan, como “responsabilidad social corporativa” y el “capitalismo creativo” o “capitalismo sustentable” de Bill Gates. Nosotros tenemos una definición muy clara del capitalismo con conciencia, que se basa en cuatro principios.
El primer principio es que la actividad empresarial tiene la capacidad de aspirar a un objetivo trascendental, que podría ser ganar dinero, pero no se limita únicamente a ello. Todas las empresas pueden tener un propósito más trascendental. Si te fijas, todas las demás profesiones de nuestra sociedad están motivadas por propósitos, algo que supera la interpretación estrecha de propósito como la maximización de las ganancias.
Los médicos son unos de los profesionales mejor remunerados de nuestra sociedad y, sin embargo, tienen un propósito –curar a las personas– y esa es la ética profesional que se les enseña en su formación. Eso no significa que no haya médicos codiciosos, pero a muchos de los que yo conozco, por lo menos, les importan sinceramente sus pacientes y tratan de curarlos cuando están enfermos. Los docentes educan, los arquitectos diseñan construcciones y los abogados –dejando de lado todos los chistes sobre el tema– promueven la justicia y la equidad en nuestra sociedad. Todas las profesiones tienen un propósito que excede el de maximizar las ganancias, y lo mismo pasa con la actividad empresarial. Whole Foods es un mercado de productos orgánicos; vendemos alimentos naturales y orgánicos de alta calidad y ayudamos a las personas a llevar una vida más larga y saludable.
Palmer: ¿Y el segundo principio?
Mackey: El segundo principio del capitalismo con conciencia es el principio de las partes interesadas, al que aludí antes: que hay que pensar en las distintas partes interesadas para las que crea valor la empresa y que pueden afectarla. Hay que pensar en la complejidad de la empresa para crear valor para todas esas partes interesadas interdependientes: clientes, empleados, proveedores, inversores y comunidades.
El tercer principio es que la empresa necesita líderes sumamente éticos, que den prioridad al fin de la empresa por encima de todo. Que trabajen en pos de ese propósito y que sigan el principio de las partes interesadas. Tienen que predicar con el ejemplo.
Y el cuarto principio del capitalismo con conciencia es que hay que crear una cultura que sea capaz de
sostener conjuntamente el propósito de la empresa, a las partes interesadas y a los líderes, para que todo
encaje.
Palmer: ¿Esos principios te motivan en lo personal cuando te levantas por la mañana? ¿Dices “Voy a ganar
dinero” o “Voy a ser fiel a mis principios esenciales”?
Mackey: Supongo que soy un poco extraño en ese sentido, porque llevo casi cinco años sin cobrar un
sueldo en Whole Foods. Ni bonificaciones. Las opciones de compra de acciones que me corresponderían quedan en la Whole Planet Foundation y se usan para otorgar microcréditos a las personas pobres de todo el mundo. Me motiva mucho el propósito de Whole Foods, más que cuánto dinero podría generar con la empresa como remuneración. Considero que tengo más que suficiente riqueza con las acciones que todavía mantengo en la empresa.
Palmer: Una vez más, ¿cómo defines ese fin?
Mackey: El propósito de Whole Foods es... bueno, si hubiera más tiempo podríamos explayarnos sobre el objetivo trascendental de Whole Foods. Hace unas dos semanas di una charla para nuestro Grupo de Líderes. Lo que puedo decir más o menos en un minuto es que nuestra empresa se organiza en torno a siete valores centrales. Nuestro primer valor central es satisfacer y deleitar a nuestros clientes. Nuestro segundo valor básico es la felicidad y la excelencia de los miembros de nuestro equipo. (Por cierto, todo esto está en nuestro sitio web, porque nos gusta hacerlo público.) El tercero es crear riqueza a través de las
ganancias y el crecimiento. El cuarto es ser buenos ciudadanos en las comunidades donde operamos. El
quinto es procurar realizar nuestras actividades con integridad ambiental. El sexto es que consideramos
a nuestros proveedores nuestros socios e intentamos plantear con ellos relaciones donde ambos ganamos. Y el séptimo es que queremos educar a todas nuestras partes interesadas en el estilo de vida y la alimentación saludables.
Nuestros fines trascendentales son una extensión directa de estos propósitos centrales. Por ejemplo: intentar curar a los Estados Unidos; tenemos un país gordo y enfermo, llevamos una dieta terrible y morimos de enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes. Son enfermedades determinadas por el estilo de vida, en gran medida evitables o reversibles, por esta razón ese es uno de nuestros objetivos. Tenemos un propósito fundamental relacionado con nuestro sistema agrícola: procurar que sea un sistema de agricultura más sustentable y que al
mismo tiempo sea muy productivo.
El tercer propósito fundamental se relaciona con nuestra Whole Planet Foundation: trabajar con Grameen Trust y otras organizaciones de microcrédito [nota del editor: Grameen Bank y Grameen Trust promueven las microfinanzas en países pobres, en especial para las mujeres, como camino hacia el desarrollo] a fin de ayudar a poner fin a la pobreza en todo el mundo. Actualmente estamos en 34 países –serán 56 en dos años–, y ese trabajo ya tiene un impacto positivo en cientos de miles de personas. Nuestro cuarto objetivo trascendental es difundir el capitalismo con conciencia.
Palmer: Hablaste de los propósitos de una empresa. Entonces, ¿para qué son las ganancias? ¿No es la empresa una organización que se dedica a maximizar las ganancias? ¿No podría hacerse todo eso sin tener ganancias? ¿No podría ganarse solo el dinero suficiente para cubrir los costos?
Mackey: Una respuesta es que no sería muy efectivo, porque, si solo ganas dinero suficiente para cubrir los costos, el impacto será muy limitado. Hoy Whole Foods tiene un impacto mucho mayor que hace treinta, veinte, quince o diez años. Gracias a que somos una empresa altamente rentable y que podemos crecer y realizar nuestros propósitos cada vez más y más, llegamos y ayudamos a millones de personas en lugar de solamente a algunas miles. Por eso creo que las ganancias son esenciales para cumplir mejor con el propósito que uno tiene. Además, al generar ganancias se genera el capital que necesita el mundo para innovar y progresar: sin ganancias no hay progreso.
Son completamente interdependientes.
Palmer: Pero si las ganancias van a parar a los bolsillos de tus accionistas, ¿ayudan a realizar la misión tanto como podrían?
Mackey: Por supuesto que la mayor parte de nuestras ganancias no va a parar a los bolsillos de nuestros accionistas. Solamente el porcentaje relativamente pequeño que pagamos en dividendos va al bolsillo de los accionistas. Más del 90% del dinero que ganamos se reinvierte en la empresa para crecer. En términos estrictos, si pagáramos el 100% de nuestras ganancias en dividendos, tendrías razón, pero no sé si hay alguna empresa que haga eso, aparte de las sociedades de inversión inmobiliaria. Todos los demás reinvierten para crecer. Además, las ganancias que reciben los accionistas son las que los inducen a invertir en la empresa, algo imprescindible para contar con capital que permita realizar los propósitos trascendentales. La capacidad de incrementar el valor del capital de una empresa significa tener la capacidad de crear valor, y una buena medida de eso es el precio de las
acciones. A eso me refería cuando decía que en los últimos treinta y algo de años creamos más de 10.000
millones de dólares en valor.
Palmer: A veces las personas dicen que el libre mercado genera desigualdad. ¿Qué piensas de esa idea?
Mackey: Que no es cierto. La pobreza extrema ha sido la condición humana normal de la mayoría de las personas en toda la historia. Todos los seres humanos eran igualmente pobres y vivían pocos años. Hace 200 años, el 85% de las personas que vivían en el planeta tenían un ingreso diario de menos de un dólar en dólares actuales. ¡El 85%! Hoy esa cifra bajó a apenas el 20% y, cuando termine este siglo, debería ser prácticamente el 0%. Es decir que la tendencia es positiva. El mundo se está enriqueciendo. Las personas salen de la pobreza. La humanidad avanza de verdad.
Nuestra cultura avanza. Nuestra inteligencia avanza.
Estamos en una espiral ascendente, si es que logramos no autodestruirnos, que sin duda es un riesgo,
porque las personas también pueden ser belicosas a veces. Y, por cierto, ese es uno de los motivos por los
que deberíamos promover la actividad de las empresas, los negocios y la creación de riqueza como un
canal de desahogo de energía más saludable que el militarismo, el conflicto político y la destrucción de
riqueza. Pero ese es otro tema.
Palmer: Entonces, ¿esto aumenta la desigualdad?
Mackey: Supongo que no es tanto que el capitalismo cree desigualdad como que ayuda a las personas a ser más prósperas. Inevitablemente, eso significa que no todos progresarán al mismo ritmo, pero en última instancia todos terminan por mejorar su situación. Ya hemos visto eso, sobre todo en los últimos veinte años, cuando literalmente cientos de millones de personas salieron de la pobreza en China e India gracias al avance del
capitalismo. La realidad es que algunas personas sencillamente escapan de la pobreza y se vuelven prósperas más rápido que otras. Eso no es provocar pobreza, es ponerle fin. No genera desigualdad en el sentido en el que la mayoría de las personas entienden este término. A lo largo de la historia, siempre hubo desigualdad en todos los tipos de organizaciones sociales. Hasta el comunismo, que se suponía que generaría una sociedad con igualdad de riqueza, estaba sumamente estratificado y tenía élites con privilegios especiales. Así que no veo que haya que echarle la culpa de la desigualdad al capitalismo. El capitalismo les permite a las personas escapar de la pobreza y ser más prósperas y ricas, y eso es muy positivo. Eso es en lo que nos deberíamos concentrar.
La gran brecha que hay en el mundo es la que existe entre los países que adoptaron el capitalismo de libre mercado y se enriquecieron, y los que no lo hicieron y permanecieron pobres. El problema no es que algunos se hayan enriquecido, sino que otros hayan seguido siendo pobres. ¡Y eso no tiene por qué ser así!
Palmer: Hiciste una distinción entre el capitalismo de libre mercado y otros sistemas en los que las personas
también generan ganancias y tienen empresas, pero que suelen describirse como “capitalismo de compinches”. ¿Qué diferencia hay entre tu visión moral y lo que hay en muchos países del mundo?
Mackey: Tiene que haber Estado de Derecho. Las personas tienen que contar con reglas que se apliquen a todos por igual y que se hagan cumplir mediante un sistema judicial que tenga conscientemente este
objetivo como prioridad. La aplicación igualitaria de la ley tiene que ser la meta principal, no puede haber
privilegios especiales para algunos. Lo que ocurre en muchas sociedades, y creo que cada vez más en los Estados Unidos, es que se conceden favores a personas que tienen contactos políticos. Eso es incorrecto. Está mal. Cuando una sociedad padece el capitalismo de compinches, o lo que mi amigo Michael Strong llama “crapitalism”, deja de ser una sociedad de libre mercado y no optimiza la prosperidad; hace que muchas, muchas personas sigan siendo innecesariamente menos
prósperas de lo que serían en un verdadero orden de libre mercado apoyado en el Estado de Derecho.
Palmer: ¿Qué pasa en el país en el que vives, los Estados Unidos? ¿Crees que hay capitalismo de compinches?
Mackey: Te daré mi ejemplo actual preferido. En realidad tengo dos. Uno es que actualmente tenemos más de mil exenciones que ha otorgado la administración Obama para sus regulaciones bajo la ley de reforma de salud (Obamacare). Esa es una forma de capitalismo de compinches. Las normas no se aplican a todos por igual. Y el poder de otorgar una exención también es el poder de denegarla. Y se la puede denegar a quienes no hacen donaciones adecuadas al partido político en el poder o que, por algún motivo, no son de su agrado. Es un derecho arbitrario que se puede aplicar
selectivamente a algunos sí y a otros no.
El otro es que veo al capitalismo de compinches en todos esos subsidios que se están asignando a la “tecnología ecológica”, por ejemplo. Se están subsidiando algunas empresas y, en última instancia, puesto que el gobierno no tiene dinero propio, lo hace con dinero de los contribuyentes que redistribuye entre personas que cuentan con su favor político. Veo lo que está pasando con General Electric, en términos de los tipos de impuestos que están pagando, con todas las exenciones y deducciones especiales que se están incluyendo en las leyes tributarias. Y como están orientándose tanto a esas tecnologías de energía alternativa, o a algunas de ellas, están llegando al punto en el
que casi no pagan impuestos sobre su ingreso, solo porque tienen contactos políticos. Eso me ofende. Me
parece muy mal.
Palmer: ¿Dirías que es inmoral?
Mackey: Sí, así es... Bueno, yo lo llamaría inmoral. Pero eso te obliga a definir qué es la inmoralidad. Sin duda, esto es algo que viola mi ética y mi sentido del bien y el mal. Si viola la ética de otras personas o no, es algo más difícil de determinar. A mí no me gusta. Me opongo. No es compatible con mi idea de cómo debería gobernarse la sociedad. Son cosas que no deberían ocurrir en una sociedad con un Estado de Derecho fuerte.
Palmer: ¿Quiénes crees que son los que más ganan con el capitalismo de libre mercado que propugnas?
Mackey: ¡Todos! Todos los miembros de la sociedad son beneficiarios. Es lo que sacó a gran parte de la humanidad de la pobreza. Es lo que hizo rico a este país. Éramos tremendamente pobres. Los Estados Unidos era una tierra de oportunidades pero no era un país rico. No es un país perfecto, pero gozó de uno de los mercados más libres del mundo durante un par de siglos y, como resultado, pasamos de ser muy pobres a ser un país próspero, auténticamente rico.
Palmer: En su libro Bourgeois Dignity, Deirdre McCloskey sostiene que un cambio en el modo en que las personas pensaban en la actividad empresarial y en la innovación emprendedora fue lo que posibilitó la prosperidad de las personas. ¿Crees que podemos recuperar ese respeto por la empresa creadora de riqueza?
Mackey: Creo que sí, porque vi lo que pasó cuando Ronald Reagan ganó las elecciones. En los años se-
tenta, los Estados Unidos estaban en decadencia, de eso no hay duda; fíjate qué pasaba con la inflación,
dónde estaban las tasas de interés, adónde se dirigía el producto interno bruto (PIB), la frecuencia de las
recesiones, sufríamos una “estanfl ación” que dejaba al descubierto las profundas fallas de la filosofía keynesiana. Y entonces llegó un líder que recortó los impuestos y liberó un montón de industrias por medio de la desregulación, y Estados Unidos experimentó un renacimiento, un volver a nacer, que nos impulsó en los últimos veinticinco años o más. En líneas generales, transitamos una espiral ascendente de crecimiento y progreso. Por desgracia, últimamente volvimos a retroceder, por lo menos unos pasos.
Primero, con... bueno, podría culpar a todos y cada uno de estos presidentes y políticos, y Reagan mismo
distaba de ser perfecto, pero últimamente Bush aceleró mucho ese retroceso, y ahora Obama está yendo mucho más allá en esa dirección que ningún otro presidente anterior. Pero ya sabes: soy emprendedor, por lo tanto soy un optimista. Pienso que es posible revertir la tendencia. No creo que estemos en una decadencia irreversible aún, pero sí creo que muy pronto tendremos que hacer algunos cambios profundos. Para empezar, vamos a la quiebra. A menos que estemos dispuestos a tomarnos eso en serio y a enfrentar el problema sin aumentar los impuestos y ahogar la actividad empresarial de los Estados Unidos, la decadencia me parece inevitable. ¡Pero por ahora tengo esperanzas!
Palmer: ¿Crees que el capitalismo genera conformismo hacia la homogeneización o genera espacio para la diversidad? Pienso en las personas que prefieren comidas kosher o halal, o en las minorías religiosas, culturales o sexuales...
Mackey: El hecho de que hayas podido listar esas cosas casi responde tu pregunta. En definitiva, el capitalismo no es más que personas que cooperan entre sí para crear valor para otras personas y para ellas mismas. Eso es el capitalismo. Claro que también está el elemento del interés propio. La clave es poder crear valor por medio de la cooperación y hacerlo tanto para uno como para los demás. Y eso permite una diversidad de esfuerzo productivo, porque los seres humanos somos muy diversos en nuestras necesidades y deseos. El capitalismo, la cooperación en el mercado, apuntan a satisfacer esas necesidades y deseos. Eso crea un enorme espacio para la individualidad. En
una sociedad autoritaria, un grupo con algún interés especial, ya sea una jerarquía religiosa o un grupo
de intelectuales universitarios o unos fanáticos que creen saber lo que es mejor para todos, pueden im-
poner sus valores a todos. Pueden dictaminar cómo deben vivir los demás. En una sociedad capitalista,
hay mucho más espacio para la individualidad. Hay espacio para que crezcan y florezcan millones de flores, sencillamente porque el florecimiento humano es el fin último del capitalismo, su creación más grandiosa.
Palmer: ¿Cuál es tu visión de un futuro justo, emprendedor y próspero?
Mackey: Lo primero que quisiera es que los defensores del capitalismo empezaran a entender que la estrategia que vienen usando les va como anillo al dedo a sus oponentes. Cedieron el territorio moral y permitieron que los enemigos del capitalismo lo pintaran como un sistema explotador, codicioso y egoísta que genera desigualdad, explota a los trabajadores, defrauda a los consumidores, destruye el medio ambiente y desgasta la comunidad. Los defensores del capitalismo no saben cómo responder a eso porque ya cedieron mucho territorio a sus críticos. Lo que deben hacer es superar su obsesión con el interés propio y empezar a ver el valor que crea el capitalismo, no solo para los inversores –aunque ese valor también existe, por supuesto–, sino para todas las personas que comercian con empresas: crea valor para los clientes; crea valor para los trabajadores; crea valor para los proveedores; crea valor para la sociedad como un todo; crea valor para el gobierno. ¿Dónde estaría nuestro gobierno sin un fuerte sector empresarial que creara empleos e ingreso y riqueza que luego el gobierno puede gravar? Y que quede claro que esa parte no siempre me entusiasma. El capitalismo es una fuente de valor. Es el vehículo más asombroso para la cooperación social que haya existido jamás. Esta es la historia que debemos contar. Debemos cambiar el relato. Desde el punto de vista ético, debemos cambiar el relato del capitalismo para demostrar que se trata de crear valor común, no para unos pocos, sino para todos. Si las personas pudieran verlo como yo, amarían al capitalismo como lo amo yo.
Palmer: Agradezco tu tiempo.
Mackey: Un placer, Tom
(De https://www.elcato.org/pdf_files/La_Moralidad_del_Capitalismo.pdf)
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