La condición de libertad plena surge de una situación en la que se puede hacer todo lo que se quiere. Por el contrario, la ausencia de libertad implica que no se puede hacer nada de lo que se quiere hacer. La vida de todo individuo se encuentra entre ambos extremos, en el que la plena libertad está asociada al poder, ya sea social, económico o político, mientras que su ausencia implica la condición del esclavo, o de quien está en una cárcel. Esta situación ha sido descripta en base a una sencilla relación matemática:
Libertad = Poder / Querer
Cuando alguien tiene el poder suficiente como para hacer o tener todo lo que desea, el cociente de ambos factores es la unidad. Por el contrario, cuando una persona está imposibilitada de lograr todo lo que desea hacer o tener, el cociente da cero. La mayor parte de los hombres disponemos de una libertad comprendida entre 0 y 1, calificando con 0 la esclavitud y con 1 a la libertad plena. Bertrand de Jouvenel escribió: “Hemos de ver que de la libertad se tienen ideas muy diversas; nos dedicaremos a precisarlas y a presentar sus relaciones. Se trata desde luego de la libertad del hombre en sociedad; los problemas del libre arbitrio pertenecen a otro orden de preocupaciones”.
“Las cadenas que yo arrastro son para mí una molestia, un obstáculo; pero además constituyen para mí una vergüenza, una indignidad. De ahí dos posibles enfoques de nuestro tema: la libertad en tanto que consiste en la remoción o supresión de obstáculos; la libertad como acrecentamiento de la dignidad”.
“Identificada con el poder de hacer lo que quiero, mi libertad toma la forma de una relación entre lo que puedo (numerador) y lo que quiero (denominador), la cual estará afectada por las diversas causas susceptibles de actuar sobre el numerador o sobre el denominador” (De “La soberanía”-Ediciones Rialp SA-Madrid 1957).
Si buscamos mayor libertad, trataremos de lograr más poder, como lo hace el hombre ambicioso. Por lo general, la búsqueda de poder casi siempre va asociada a nuevas necesidades o nuevos deseos, por lo que tales individuos no logran los resultados esperados. Peor aún cuando el incremento de poder personal se establece a costa de restringir parcial o totalmente la libertad de los demás.
La otra opción consiste en reducir nuestros deseos de manera de sentirnos libres de la influencia de otros hombres restringiendo al máximo todo aquello que queremos, especialmente objetos materiales. El citado autor agrega: “Todos los obstáculos a mi poder, que provienen individual o colectivamente del hombre, de la naturaleza, de la debilidad de mis fuerzas y medios, tendentes todos a mantener mi poder muy acá de los límites de mi querer, aparecerán como contrarios a mi libertad, la cual, por el contrario, se acrecentará por la remoción o debilitamiento de los obstáculos humanos, la remoción o debilitamiento de los obstáculos naturales por el acrecentamiento de mis fuerzas o medios propios, y, finalmente, por la puesta al servicio de mi querer de fuerzas o medios extraños”.
“Pero también entran en cuenta las causas que actúan sobre el denominador: con un poder de actuar igual, seré más libre restringiendo mis deseos (estoicismo), y, al contrario, con un creciente poder de actuar (si se quiere, con libertad «objetiva» mayor) seré, según la definición, menos libre si mi querer se desarrolla más deprisa que mi poder (si se quiere, con libertad «subjetiva» cada vez más débil)”.
El hombre no sólo busca libertad sino también seguridad. Y la seguridad implica generalmente restringir parte de nuestra libertad. De ahí que muchos prefieran trabajar en relación de dependencia, y aún con sueldos bajos, priorizando la seguridad a la libertad. “Rivarol compara esta operación a la del seguro, que supone la enajenación de una parte del haber con vistas a la garantía del resto. Si es cómodo para el individuo que no le sea quitado nada de su poder de acción, que su libertad permanezca intacta, es necesario para su seguridad que el poder actuar de los demás hombres esté reprimido de forma que no le sea perjudicial, y de esta ambigüedad de su interés resulta una transacción, tanto mejor para cada uno cuanta menos independencia abandona para una mayor seguridad”.
Las leyes y las costumbres tienden a restringirnos parte de nuestra libertad. De ahí que una forma de adaptarnos al medio implique reducir nuestros deseos para no entrar en conflicto con lo que está prohibido. Sin embargo, tales leyes y costumbres, en el mejor de los casos, tienen como objetivo brindarnos cierta seguridad tratando de evitar nuestro perjuicio y el de los demás, es decir, tratando de evitar una pérdida mayor de libertad respecto a una situación en que no estuviesen presentes las restricciones mencionadas.
Si bien las leyes y costumbres humanas pueden estar equivocadas, no ocurre así con la ley natural, cuya existencia nos impone cierta obligación racional por conocerlas para, luego, adaptarnos a ellas. De ahí la expresión bíblica: “La verdad os hará libres”. También Marco Tulio Cicerón advierte que es esencial para el hombre conocer las leyes naturales que rigen nuestra existencia, escribiendo al respecto: “La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana”. “Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres”.
Una vida en la que se busca la libertad a toda costa, surgida de la necesidad de mostrar a los demás y a uno mismo que disponemos en exceso alguna forma de poder, tiende a la larga a perjudicarnos por cuanto toda búsqueda con fines egoístas tiende a excluir a los demás. Cicerón escribió al respecto: “La libertad excesiva conduce a los pueblos y a los particulares a una excesiva esclavitud”. “Libre es aquel que no está esclavizado por ninguna torpeza”.
Mientras que el concepto de libertad es poco conocido entre los pueblos del Oriente antiguo, resulta ser una característica esencial entre los pueblos de Occidente. Orlando Patterson escribió: “En la Roma imperial ocurrió también el tercer gran desarrollo de la historia de la libertad: el surgimiento del cristianismo. La misma clase de gente que dominaba la economía y la cultura popular romanas y que había hecho de la libertad un valor secular masivo fue la que transformó la rústica secta judía en una religión mundial. Durante ese proceso rehicieron a su imagen la religión original de Jesús y la convirtieron en la primera, y única, religión mundial que sitúa la libertad –la libertad espiritual, la redención- en el centro mismo de su teología. De ese modo iba a ser entronizada la libertad de la conciencia de todos los pueblos de occidente; allí donde el cristianismo se enraizaba proveía a los conversos no sólo la salvación en Cristo, sino el ideal de la libertad. Y en cuanto sobrevivía el cristianismo también sobrevivía, al menos en forma espiritual, el profundo compromiso occidental con el ideal de libertad” (De “La libertad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1993).
Un error frecuente es el de quienes prioritariamente ubican sus deseos y ambiciones en lugar de hacerlo simultáneamente con la capacitación necesaria para conseguirlos. Por ejemplo, alguien aduce “desear” tener algún día un automóvil deportivo. Sin embargo, poco o nada hace por capacitarse para obtenerlo por los medios legales disponibles. De ahí que no deba decirse que “quiere” obtener ese automóvil; ya que sólo cuando busque los medios para lograrlo tendrá sentido esa expresión.
Cuando los deseos o ambiciones superan la capacidad para lograrlos, la persona padece cierta frustración. De ahí que sea importante establecer metas que sean siempre inferiores a nuestra capacidad para alcanzarlas. Sin embargo, es frecuente observar que, tanto individuos como pueblos, en lugar de reconocer sus errores para subsanarlos, tienden a culpar a la sociedad o al sistema capitalista por sus fracasos, o bien al imperialismo yanqui como el “mayor frustrador de pueblos” que haya existido.
En una época en que predomina la búsqueda de valores materiales en desmedro de los valores éticos e intelectuales, predominan los deseos no sustentados por una capacidad laboral suficiente para lograrlos. De ahí que se vislumbre un futuro con gente frustrada y con poca predisposición a lograr la libertad personal ya que predomina el querer al poder. A ello se le suma la tendencia impuesta por el Estado de bienestar, ya que las necesidades económicas estatales para la redistribución superan a la capacidad productiva de la sociedad, agregando otro motivo de frustración que involucra a la mayor parte de la población.
La persona frustrada aspira a delegar su voluntad y su libertad al Estado, o a quienes lo dirigen, en un intercambio de libertad por protección, De esa manera se satisface la ambición del tirano totalitario que busca disponer del máximo poder posible mientras que sus súbditos optan por renunciar a sus libertades esenciales por cuanto sus deseos y ambiciones les son dictadas y elegidas por el tirano. El individuo colectivizado carece de proyectos personales y de capacidad para emprenderlos; de ahí que transfiera toda su libertad al tirano de turno.
En cada súbdito se mantiene el espíritu dictatorial de su líder, que ha de surgir en ciertas ocasiones frente a los “enemigos” u opositores al partido populista gobernante. Por algo se ha dicho: “Si quieres conocer a alguien, dadle poder”.
Desee el punto de vista considerado, puede decirse que el socialismo es el sistema más desigualitario respecto de la libertad, por cuanto todo el poder y toda la libertad han sido transferidos al líder y a sus secuaces, mientras que el individuo común sólo tiene una libertad: la de obedecer. Por el contrario, los sistemas democráticos tienden a establecer una distribución de libertad más equitativa por cuanto tanto gobernantes como gobernados están limitados por un marco legal similar.
Lo esencial del liberalismo consiste en promover en cada individuo el respeto por la autonomía personal y por sus derechos de propiedad. De esa manera se permite a cada uno desarrollar el máximo de sus condiciones personales. Por el contrario, toda tendencia a limitar la acción de los demás, tiende a anular tales potencialidades; algo perverso en un mundo en el cual la mayor parte de la población padece de necesidades esenciales. Orlando Patterson agrega: “La libertad personal, en su nivel más elemental, da a la persona, por una parte, la sensación de que nadie la está coercionando o restringiendo para hacer algo que desea, y, por otra parte, la convicción de que puede hacer lo que le plazca dentro de los límites del deseo de otra persona por hacer lo mismo”.
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