Por lo general, los especialistas en ciencias políticas, están poco satisfechos con el nivel alcanzado por su ciencia, ya que permanece en una etapa filosófica en la que coexisten tanto lo verdadero como lo falso, sin que exista la intención de separar el error para dejar sólo lo verdadero. Tampoco existen acuerdos respecto de los objetivos a los que debe apuntar la ciencia política, al menos en una forma más o menos unánime.
Un sector admite la posibilidad de que un hombre diseñe una sociedad e incluso pronostique cuándo surgirá, como es el caso del socialismo que ha de reemplazar al capitalismo, a pesar de que la realidad no parece confirmar tal pronóstico. De ahí que todavía no cesan los intentos por destruir la “sociedad burguesa”. Una adecuada descripción de la realidad política debe promover graduales mejoras, en lugar de promover la construcción de una sociedad nueva sobre los escombros de la anterior, dejando satisfechos tanto a conservadores como a innovadores. Bertrand de Jouvenel escribió: “Nuestros antepasados tenían habilidad para representarse claramente el papel ideal del poder público, creyendo (sin razón) que su sociedad era inmóvil, siempre semejante a sí misma, y pensando que era necesario mantener un orden dado. No estaban menos en lo cierto quienes, en sentido opuesto, se han figurado que existía un orden ideal que había de instaurarse revolucionariamente y sería suficiente desde entonces para mantenerse por sí mismo; fogosos destructores del presente, pero conservadores de antemano de un futuro utópico. Nosotros, sin embargo, que no pretendemos fijar el presente ni el porvenir, ¿podemos esperar encontrar criterios de conducta del poder público en una sociedad dinámica?” (De “La Soberanía”-Ediciones Rialp SA-Madrid 1957).
Mientras que la física, al desarrollar modelos matemáticos concretos, que vinculan magnitudes físicas contrastables, tiene la posibilidad de predecir parcialmente el futuro, las ciencias sociales pueden establecer descripciones cualitativas a partir de diversas variables de las que dependen los fenómenos sociales. De ahí que deba abandonarse la esperanza de establecer cualquier predicción parcial, y menos un diseño social, para apuntar sólo hacia una posible optimización del proceso social descrito.
Auguste Comte afirmaba que toda ciencia pasaba de una etapa teológica a una filosófica y finalmente a la científica. Por ello, hay quienes suponen que en el futuro, las ciencias sociales podrán emular a la física en su nivel de exactitud y de predicción. Sin embargo, no advierten que en los fenómenos sociales intervienen muchas variables, además de la incertidumbre asociada a cada individuo en particular. Ninguna ciencia podrá prever la aparición de un Hitler o de un Stalin, que influyen en el destino humano durante periodos prolongados, por lo que la ciencia social sólo podrá optimizar los sistemas políticos aduciendo, por ejemplo, que el sistema democrático, con la división de poderes, restringe la posibilidad de que un hombre al frente de una nación determine la vida o la muerte de millones de personas.
La optimización de un sistema político debe contemplar la ineficacia evidente de los sistemas totalitarios que se establecen a partir de la estatización de los medios de producción, además de concentrar en una persona, o en un pequeño grupo, todo el poder de decisión sobre lo económico, lo militar, lo político, lo cultural, etc. Si en una ciencia social se acepta tanto lo que funciona bien como lo que genera catástrofes sociales, no existe la posibilidad de optimizar sistemas, poniendo en evidencia que se trata de un campo del conocimiento cuyos cultores no poseen ni siquiera el elemental criterio de distinguir lo verdadero de lo falso, y mucho menos de poder establecer una optimización del sistema político.
El “científico social”, de esa manera, no se distingue del hombre corriente para quien resultó “exitosa” la Alemania Oriental, la del Muro de Berlín y que, además, considera un “fracaso” la Alemania Occidental, la del “milagro alemán”, por lo que, para él, resulta esperanzador el socialismo y peligroso el capitalismo. No se puede aspirar a que la política sea una ciencia seria si ni siquiera sus cultores pueden distinguir entre lo que funciona bien de lo que no. El reemplazo de la realidad por una ideología, es una de las causas de la pobreza de las indagaciones en ciencia política. Mario Bunge escribió: “¿Qué puede haber retrasado el progreso de las ciencias políticas? A mi juicio, hubo siete obstáculos principales: (a) un enfoque erróneo (holístico o individualista más que sistémico); (b) la concentración en miniproblemas y el concomitante descuido de cuestiones más amplias, como resulta obvio en el exagerado interés por la mecánica de los procesos electorales en detrimento de la sustancia, el poder real; (c) una confusión conceptual, como se advierte en el manejo de las nociones de pueblo, nación, Estado y seguridad nacional; (d) una excesiva atención al pensamiento de teóricos políticos de tiempos idos, como Hobbes y Locke, a expensas de los mitos, ideales y normas por los que realmente viven y combaten; (e) una contaminación ideológica; (f) el aislamiento respecto a las otras ciencias sociales, y (g) un análisis metateórico superficial” (De “Las ciencias sociales en discusión”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).
Un error frecuente es el de intentar definir con cierta exactitud los límites de estudio correspondientes a la ciencia política, ya que debería considerarse que los científicos sociales estudian al hombre y a la sociedad en forma completa, siendo ante todo científicos sociales antes que especialistas en economía, política, sociología, etc., por lo cual deberían tener amplios conocimientos de las otras ramas, además de la propia. Maurice Duverger escribió: “Es interesante examinar el problema de la delimitación de la ciencia política en relación con las otras ciencias sociales para tener una idea somera de lo que aquélla es, pero, en realidad, es éste un problema secundario. No hay fronteras naturales entre las diferentes ramas del saber –como tampoco las hay entre los Estados-. La clasificación de las ciencias ha sido establecida por razones prácticas, cuando no con motivo de rivalidades universitarias. Muchos científicos pierden demasiado tiempo intentando fijar límites de su disciplina respecto a las disciplinas vecinas. No es preciso que existan dos categorías de científico político: la de los que hacen la ciencia política y la de los que intentan definirla” (De “Métodos de las Ciencias Sociales”-Ediciones Ariel SA-Barcelona 1967).
Por otra parte, José Luis L. Aranguren escribió: “La ciencia política puede investigar, bien el comportamiento político (political behavior), bien las estructuras políticas. En el primer caso se orienta psicológicamente; en el segundo, sociológicamente. Una investigación sobre cómo se comporta realmente el político –o el hombre, en cuanto político- es una investigación de psicología política, como una rama de la psicología social”.
“La ciencia de la política es una ciencia positiva que quiere conocer la realidad de lo político por dentro, es decir, por debajo de su apariencia formal, jurídica e institucional. Por eso, sus precursores, lejos de ser teóricos «idealistas», han sido quienes, dotados de una mirada aguda, se han encarado con la política como hecho real, y se han atenido a ello”.
“Aristóteles, frente a Platón, proyectista de Estados ideales, ha sido el primer pensador que, renunciando al estado «mejor» -pues, como suele decirse, «lo mejor es enemigo de lo bueno»- se atuvo al Estado «posible», al que esté más asistido de seguridad y estabilidad, y por eso tomó como punto de partida para su reflexión política no la «idea» del Estado perfecto, sino las constituciones reales de los distintos pueblos” (De “Ética y Política”-Ediciones Guadarrama SL-Madrid 1963).
Mientras el marxismo aduce ser “científico” por cuanto lucha contra las posturas “idealistas”, resulta que el socialismo propuesto por Marx resulta bastante similar a la sociedad utópica propuesta por Platón, quien diseña una sociedad a la cual debería adaptarse todo ser humano. Es Aristóteles quien se acerca más al ideal científico al tratar de mejorar, u optimizar, toda sociedad real.
De la misma forma en que un individuo delata sus problemas existenciales al carecer de un adecuado sentido de la vida, las diversas ciencias delatan sus crisis cuando se conforman con coleccionar datos y hacer estadísticas sin un criterio que les dé pleno sentido a su acción cognitiva. Así, la biología, antes de la aparición de la teoría de la evolución por selección natural, consistía en una gran cantidad de datos inconexos y con poco sentido. Quienes no están conformes con la ciencia política actual, posiblemente no encuentren un principio general, u objetivo, que le dé sentido a su labor investigativa. Cesar Cansino escribió: “Tras cincuenta años de desarrollos en este sector…la ciencia política no ha alcanzado un consenso pleno sobre su objeto de estudio”.
“Lo que existe más bien en la ciencia política actual es un pluralismo teórico que ha dado lugar a múltiples interpretaciones sobre su objeto. Asimismo, considerando que no existen consensos sobre su objeto y sus métodos, ha alentado una interminable discusión en su seno sobre la pretendida cientificidad de la disciplina. Más aún, algunos autores cuestionan que sea posible (u oportuno) analizar la política con el método científico” (De “La muerte de la ciencia política”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2008).
No es posible, sin embargo, que cada rama de la ciencia social tenga sus propios objetivos y sus propios principios orientadores, ya que existen aspectos generales que les dan sentido a todas y cada una de las ramas sociales de la ciencia, como es la existencia del proceso de adaptación cultural al orden natural, que debe ser siempre tenido en cuenta.
El razonamiento que es conveniente seguir es el que surge de la visión que nos brindan las ramas no sociales de la ciencia experimental y es el siguiente:
a- Todo lo existente está regido por una ley natural.
b- Si existe una ley natural, puede decirse que existe un orden natural al que nos debemos adaptar.
c- Además de la adaptación biológica al orden natural existe, como continuación, y buscando un mismo objetivo, una adaptación cultural del hombre al orden natural.
d- Toda ciencia social debe buscar aquello que favorezca nuestra adaptación cultural y debe rechazar todo lo que nos aleje de ella. Este es el sentido, o lo que da sentido, a todas las ramas de la ciencia social.
De ahí que la política debe intentar optimizar comportamientos y sistemas sociales de manera de favorecer la consecución de mayores niveles de adaptación al orden natural. Debe renunciar a una neutralidad ética para valorar comportamientos y sistemas sociales según un criterio compatible con la ética natural elemental.
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