Los descubrimientos científicos promueven el avance del conocimiento, además de nuevos adelantos tecnológicos que facilitarán nuestra vida cotidiana y liberarán a muchos hombres de tareas repetitivas. También las nuevas tecnologías permiten reducir costos de fabricación, aunque ello frecuentemente se logre reemplazando con máquinas a numerosos puestos de trabajo, lo que constituye el “desempleo tecnológico”. También las excesivas demandas laborales, promovidas por sindicalistas que incurren en presiones extorsivas al sector productivo, aceleran la necesidad de reducir empleos. Norbert Wiener escribió: “Es una degradación para un ser humano encadenarlo a un remo y usarlo como fuente de energía, pero es casi igual degradación asignarle tareas puramente repetitivas en una fábrica, que exigen menos de una millonésima parte de su poder cerebral. Es más sencillo organizar una fábrica o una galera, que utiliza individualidades humanas aprovechando sólo una fracción trivial de su valía, que preparar un mundo en el que estas pueden alcanzar su plena dimensión” (Citado en “El impacto de la automatización” de Walter Buckingham-Editorial Hobbs-Sudamericana SA-Buenos Aires 1964).
Si bien los puestos de trabajo perdidos son compensados por los nuevos que requiere la fabricación de máquinas y nuevos dispositivos, todo parece indicar que la velocidad de destrucción de viejos empleos supera la velocidad de generar los nuevos. La reducción de costos, en principio, permite al empresario disponer de mayor capital para la inversión, lo que llevará a generar puestos de trabajo adicionales. No siempre el adelanto tecnológico lleva como objetivo la reducción de costos, sino también la necesidad de lograr tareas de precisión que no pueden ser realizadas con efectividad por algún operario.
También el avance tecnológico ha permitido disminuir la cantidad de accidentes de trabajo, ya que las tareas de mucho riesgo han sido asignadas a los nuevos dispositivos tecnológicos. Walter Buckingham escribió: “La automatización mejora las condiciones de trabajo de varias maneras. Primero, en casi todos los casos proporciona mayor seguridad. Esto se debe a la manipulación mecanizada de materiales, eliminación de las tareas arriesgadas y reducción de la cantidad de personas en zonas de producción directa, gracias a los controles remotos”.
El campo laboral cambiante induce a la población a ser conciente de la necesidad de disponer de conocimientos suficientes para adaptarse rápidamente a un cambio de actividad para cuando su antiguo trabajo sea desplazado por una máquina. En la actualidad, más que nunca, se requiere de una capacitación laboral e intelectual que permita a un individuo desplazarse a otras actividades.
El problema no es nuevo; se tienen noticias que ya en el siglo XVIII, al aparecer las máquinas de hilar y de tejer, reemplazan al trabajo manual, promoviendo en los trabajadores desplazados actitudes de rechazo que los llevaba incluso a destruir las nuevas máquinas. Leonard M. Fanning escribió: “Mientras pasaba por Standhill, Lancashire, en 1767, Richard Arkwright oyó decir que los hilanderos habían atacado la casa de James Hargreaves, un hilandero de humilde origen, de quien se sospechaba con razón que poseía un método que le daba ventajas sobre los demás”.
“El invento de Hargreaves había surgido por accidente. Un día su hija Jenny, en una travesura infantil, derribó su torno de hilar. Éste cayó de tal forma que el huso, normalmente horizontal, quedó vertical. Continuó girando, y el pobre hilandero pensó: «¿Por qué no instalar una serie de husos verticales, conectados mecánicamente, de manera de poder hilar varios hilos al mismo tiempo?»”.
“Con ocho husos verticales, el «jenny» de Hargreaves –como se lo llamó en recuerdo de su hija- fue el primer mecanismo que hiló más de una hebra en forma simultánea. En un momento aumentó ocho veces su producción. Pero le fue imposible ocultar su secreto. Su gran producción despertó las sospechas y la furia de los hilanderos. Atacaron su casa y destruyeron el nuevo invento. Después de eso Hargreaves abandonó Standhill para radicarse en Nottingham” (De “Padres de la industria”-Plaza & Janés SA Editores Argentina-Buenos Aires 1965).
La reducción de puestos de trabajo, en la agricultura y en la industria, ha llegado al extremo de que, con un pequeño porcentaje de la fuerza laboral, se logra abastecer las necesidades que demanda la población en esos rubros. Robert L. Heilbroner escribió: “Hacia mediados del siglo pasado [se refiere al siglo XIX], las cosas empezaron a cambiar. Cyrus McCormick inventó la segadora, John Deere el arado de acero, el tractor hizo su aparición. Como consecuencia de ello, en el último cuarto de siglo, la proporción de fuerza de trabajo nacional en el sector agrícola había disminuido desde unas tres cuartas partes a la mitad, hacia 1900 a un tercio, en 1940 a una quinta parte y en la actualidad a un 3%”.
“¿Qué ocurrió con las personas cuyos empleos fueron sustituidos por máquinas? Se trasladaron a otros campos de actividad, en los que las nuevas tecnologías estaban creando nuevas posibilidades de empleo”.
“Durante todo el tiempo en el que los obreros fueron empujados hacia las fábricas, para ser posteriormente despedidos, un tercer gran sector ofrecía grandes oportunidades y posibilidades para el empleo. Se trata de la creciente oferta de «servicios»: profesores y abogados, enfermeras y médicos, asistentes y cuidadoras de niños, funcionarios gubernamentales y agentes de tráfico, administrativos de archivo y mecanógrafas, guardas de seguridad o vendedores….De este modo el empleo en el sector servicios permitió salvar estas y otras modernas economías del terrible efecto devastador del desempleo” (Del Prólogo de “El fin del trabajo” de Jeremy Rifkin-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1999).
La automatización creciente ha hecho que muchos trabajos sigan siendo tan rutinarios como antes, mientras que otros requirieron de mayores conocimientos. “Un empresario francés expresaba: «La rapidísima evolución de la industria del vidrio y el espejo en los últimos treinta años, el aspecto muy técnico de la fabricación actual y los medios de control científico han transformado el oficio de vidriero, el cual ya nada tiene en común con el de antes. Los hombres de Chantereine hoy son controladores, calculadores, expertos electrónicos, mecánicos, supervisores de hornos, operarios de tractores o grúas […] con todo, el oficio de vidriero ha conservado su espíritu particular, hecho de devoción a la artesanía y al sentido del trabajo en equipo, y ha mantenido sus tradiciones»” (De “El impacto de la automatización”).
La automatización no sólo desplaza el trabajo manual, sino también el mental. Jeremy Rifkin escribió: “Mientras que las primeras tecnologías reemplazaban la capacidad física del trabajo humano sustituyendo máquinas por cuerpos y brazos, las nuevas tecnologías basadas en los ordenadores prometen la sustitución de la propia mente humana, poniendo máquinas pensantes allí donde existían seres humanos, en cualquiera de los muchos ámbitos existentes en la actividad económica”.
El poderío económico de las empresas multinacionales ha permitido incrementar el avance tecnológico, favoreciendo a las sociedades que se han preparado lo suficiente para adaptarse a los cambios y perjudicando a las que no se prepararon para tal adaptación. Rifkin agrega: “Incluso los países más desarrollados se tienen que enfrentar a un desempleo tecnológico creciente a medida que las empresas multinacionales construyen y ponen en marcha métodos productivos basados en las últimas tecnologías, a lo largo y ancho del mundo, provocando que millones de trabajadores no puedan competir con el rendimiento de los gastos, el control de calidad y la rapidez de entrega garantizados por los sistemas de producción automatizados”.
La ausencia de capital suficiente no implica que una economía no pueda ser eficaz. E. S. Buffa y R. G. Newman escribieron: “Un sistema de producción eficiente en una economía subdesarrollada es el que emplea mucha mano de obra y relativamente poco capital para producir, con costo mínimo de mano de obra, capital y materia prima por unidad del producto” (De “Administración de producción”-Hyspamérica-Buenos Aires 1986).
En cuanto a la evolución de la automatización de plantas industriales, Eliyahu M. Goldratt escribió: “Antes de los ’70 utilizábamos equipo electromecánico convencional que poco había cambiado en los últimos 40 o 50 años. Para 1975 habíamos introducido la tecnología de las computadoras a las operaciones de producción en la forma de equipos de control numérico”.
“Para 1980, aun antes de que la tecnología de control numérico se hubiera difundido, ya habíamos introducido las siguientes generaciones: equipo de control numérico por computadora y de control numérico directo. En lugar de máquinas de control numérico solas, ahora teníamos celdas, o grupos de máquinas, interconectadas y controladas desde una sola computadora fuente. A pesar de este rápido cambio, para 1985 nos vimos obligados a invertir enormes sumas de dinero para seguir a los japoneses en la introducción de los sistemas flexibles de manufactura. Los mercados cambiantes y las percepciones gerenciales cambiantes demandaban equipo controlado por computadora flexible capaz de manejar lotes de producción pequeños, y ajustarse a los rápidos cambios en el diseño de los productos”.
“Mientras invertimos en los sistemas flexibles de manufactura podemos ver que el siguiente paso está a la vuelta de la esquina. Muchos grandes fabricantes ya están invirtiendo millones de dólares en un intento por construir fábricas completamente automatizadas, plantas sin iluminación, una tecnología que aún hoy no está clara en cuanto a diseño y uso” (De “La carrera”-Ediciones Granica SA-Buenos Aires 2009).
El desempleo tecnológico todavía no ha provocado los desastres ocupacionales previstos por las visiones pesimistas. Ello se debe a que en muchos países existe un adecuado plantel de empresarios que pudieron incorporar bastante mano de obra; calificada o no. Por el contrario, en países subdesarrollados, en los cuales la mentalidad populista y socialista predominante combate y difama la actividad empresarial, el desempleo tecnológico ha incidido de distinta manera. Incluso la promoción exagerada de derechos, sin una igual promoción de deberes, ha popularizado la idea de que el Estado debe garantizar el mantenimiento diario de cada habitante, aun cuando no trabaje. El igualitarismo ha promovido, además, la quita de premios y castigos en los establecimientos educacionales, por lo cual la indisciplina consiguiente impide a la mayoría adquirir una capacitación acorde a las exigencias de la época. Subdesarrollo nacional implica mercados subdesarrollados, y ello, a su vez, implica ausencia empresarial en la proporción necesaria.
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