Existen dos posturas extremas respecto de la actitud que se adopta frente al conocimiento. En el primer caso tenemos la actitud fundamentalista por la cual una ideología de origen filosófico o religioso se instala en la mente de un hombre y lo domina mentalmente, constituyendo la principal forma de gobierno del hombre sobre el hombre. Una vez instalada en la mente, el individuo renuncia a la libertad de pensamiento ya que la ideología anula todo intento de razonamiento individual. La propia realidad deja de ser una referencia para adoptar la opinión de otros hombres, que considera como la verdad absoluta, ya encontrada y elaborada. El fanatismo y la violencia posterior serán las consecuencias inmediatas.
En el segundo caso tenemos la actitud del científico mediante la cual se adopta como referencia la propia realidad. Incluso el científico admite la posibilidad de una mejora posterior del conocimiento logrado por cuanto es inherente al método de la ciencia experimental afirmar que una descripción se acepta por cuanto “no puede decirse que sea errónea”, en lugar de afirmar que se trata de una descripción de validez definitiva y universal. De todas formas, existe una gran cantidad de hechos suficientemente verificados que pueden aceptarse como verdades parciales indiscutibles.
El término fundamentalismo surge de la religión, aunque las ideologías totalitarias han resultado bastante más cercanas a la religión que a la ciencia. “Originariamente designó una tendencia interna de la Iglesia protestante norteamericana del siglo XIX que, ante el temor de la disolución de las costumbres y la deformación de los principios religiosos operada por el proceso de modernización y liberalización de la vida, propugna una vuelta a los fundamentos de la vida religiosa y su vigencia en el orden social y político”.
“En dicho movimiento, que se prolongó hasta entrado el siglo XX, se reacciona contra las teorías evolucionistas, y contra las nuevas teorías acerca de la creación, la formación de la vida, etc.; fue célebre el así llamado «juicio del mono» (1925) que llevó –por ley- a la prohibición de enseñar las teorías de Darwin en las escuelas. En las dos últimas décadas del siglo XX el término fundamentalismo vuelve a circular y se convierte en un instrumento de crítica, así como de agresión político-ideológica, estando signado su uso por una fuerte ambigüedad…” (Del “Diccionario de Sociología” de Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).
La raíz del conflicto entre fundamentalismo religioso y ciencia radica en que se olvida que la religión se ocupa esencialmente de cuestiones morales en lugar de indagar la estructura del universo. En lugar de promover una mejora ética del hombre, las discusiones de tipo filosófico terminan creando conflictos y antagonismos diversos que incluso abren de par en par las puertas al terrorismo religioso. Galileo Galilei afirmaba que “la Biblia enseña cómo llegar al cielo y no cómo está hecho el cielo”.
Mientras la ciencia estudia y describe las leyes naturales, el fundamentalismo religioso las rechaza. Así, quienes rechazan la evolución de las especies, no están rechazando una teoría, sino un fenómeno natural verificado, lo que implica esencialmente un rechazo al criterio de Dios para hacer al mundo. En nombre de Dios rechazan la obra de Dios.
El antídoto que dispone la sociedad contra el fundamentalismo es el pensamiento y la actitud científica. Sin embargo, la mayor parte de la población valora la ciencia en cuanto brinda posibilidades para las aplicaciones tecnológicas, sin advertir que, además, nos brinda un conocimiento certero, aunque limitado, de las leyes que el Creador ha empleado para realizar todo lo existente, o bien las leyes que son inherentes a la naturaleza propia de Dios.
En cuanto al fundamentalismo islámico es oportuno aclarar que el Islam se atribuye cierta continuidad con el judaísmo y el cristianismo. Sin embargo, según el propio Cristo, el futuro de la religión moral involucra la parousía, o Segunda Venida de Cristo. Como Mahoma no reúne los atributos de la profecía, el Islam desconoce esencialmente al cristianismo, por lo que no existe continuidad ni vinculo alguno. Incluso Cristo advierte acerca de la aparición de “falsos Cristos y falsos profetas”, es decir, falsos en cuanto que no reúnen los requisitos de su religión. Demás está decir que el rechazo que ofrece el Islam respecto de los “infieles”, cristianos incluidos, resulta algo totalmente opuesto al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, que es la esencia de la actitud cristiana.
Mientras que el cristianismo propone orientar nuestra actitud característica hacia una tendencia cooperativa, compartiendo las penas y las alegrías de los demás, el Islam propone una serie de sugerencias y rechazos que involucran distintos aspectos de la vida cotidiana y, sobre todo, un rechazo a otras religiones.
La violencia “religiosa” se debe esencialmente al rechazo de todo precepto moral para ser suplantados por ideologías que se trata de imponer a los demás. El odio colectivo, y la mentira, predicados desde distintos sectores, ocupa un lugar preponderante en las sociedades actuales. Incluso países que han promovido el terrorismo, dándole asilo político a muchos de quienes lo practicaron en sus propios países, deben ahora observar de cerca los efectos de tales prácticas.
Quienes promueven el multiculturalismo y el relativismo cultural, ignoran que existen principios morales de validez objetiva por cuanto las actitudes humanas producen efectos concretos y definidos. De ahí que habrá costumbres y hábitos tanto favorables como desfavorables a la ética natural. Por ello, las tendencias al “vale todo” son esencialmente destructivas para cualquier sociedad.
El cóctel destructivo que amenaza a Occidente, y a la paz mundial, presenta dos aspectos complementarios. Por una parte, la fe irracional en la propia ideología que induce a imponerla por medios violentos al resto de la humanidad; por otra parte, la ingenuidad autodestructiva de quienes les abren las puertas invocando el ahora “sagrado” principio del relativismo moral, cognitivo y cultural. Horacio M. Sánchez Parodi escribió: “Los movimientos musulmanes, dentro de este renacer religioso, cobran una importancia innegable y una significación e intensidad imposible de desconocer”. “En casi todos los casos, el objetivo último, incluso manifiesto, es la toma del poder, para comenzar desde allí un profundo proceso de instauración del orden musulmán a toda la sociedad”.
“Los países ricos en petróleo asumen un status internacional significativo. Pasan a ser los banqueros de la reislamización. Pongamos el caso de Arabia Saudita. Entre sus objetivos se encuentra, indudablemente, el difundir a nivel planetario su visión del Islam”.
“La mayor parte de esas naciones alienta movimientos islamistas revolucionarios, actuando en el meollo mismo del recambio de los «seculares marxistas» por los religiosos islámicos. Ellos, los movimientos tributarios de la «ruptura», alentados ahora por una buena base monetaria, son los encargados de lanzar la «yihad», la guerra, contra la «yahiliya» [periodo de ignorancia y barbarie]” (De “El fundamentalismo en la política”-Ediciones Depalma-Buenos Aires 1998).
Cada vez que se evidencia una crisis moral, real o imaginaria, aparecen los espíritus generosos que se ofrecen para unificar el planeta bajo su sabio gobierno y así poder imponer sus criterios personales indicando cómo debe uno pensar y cómo realizar toda actividad cotidiana. Por el contrario, los problemas morales deben resolverse mediante el autogobierno individual bajo el control de nuestra propia conciencia. Patrick M. Arnold escribió: “En términos generales, el fundamentalismo es una tendencia actual dentro de las tradiciones judía, cristiana y musulmana, que suele estallar en reacciones más o menos violentas contra todo cambio cultural. Estudios psicológicos describen a sus adeptos más celosos como personas «autoritarias», es decir, como individuos que se sienten amenazados en un mundo dominado por poderes malignos en actitud permanente de conspiración, que piensan en términos simplistas y conforme a esquemas variables, y que ante sus problemas se sienten atraídos por respuestas autoritarias y moralizantes. Cuando los cambios culturales alcanzan cierto grado crítico, tales individuos tienden a reunirse en movimientos radicales dentro de sus respectivas tradiciones religiosas” (Citado en “El fundamentalismo en la política”).
Mientras que algunos “cristianos” eligen el camino de la violencia, Cristo predicaba con métodos pacíficos. En forma opuesta, mientras que algunos musulmanes eligen el camino de la paz, Mahoma predicaba con métodos violentos. Mahoma escribió: “Diferentes profetas han venido en nombre de Dios a ilustrar sus distintos atributos. Moisés, su clemencia y providencia; Salomón, su sabiduría, majestad y gloria; Jesucristo su justicia, omnisciencia y poder: su justicia por la rectitud de su conducta, su omnisciencia por el conocimiento de los secretos de todos los corazones, su poder por los milagros que realizó. Pero ninguno de estos atributos ha bastado para lograr la conversión, y hasta los milagros de Jesús y Moisés han sido recibidos con incredulidad. Por lo tanto, yo, el último de los profetas, soy enviado con la espada. Los que promulguen mi fe no deberán entrar en argumentaciones ni discusiones, sino acabar con todos los que se nieguen a obedecer la ley. Todo el que luche por la verdadera fe, tanto si cae como si vence, recibirá una recompensa gloriosa”.
“La espada es la llave del cielo y del infierno; todos los que la sacan en defensa de la fe serán recompensados con beneficios temporales; cada gota de sangre que derramen, cada peligro y tribulación que padezcan quedarán registrados en lo alto y se les atribuirá más mérito que al ayuno y a la oración. Si caen en la batalla, sus pecados quedarán perdonados en el acto y serán transportados al paraíso, donde vivirán en medio de eternos placeres entre los brazos de huríes de ojos negros” (Citado en “Mahoma” de Washington Irving-Salvat Editores SA-Barcelona 1986).
Cuando una persona se asombra, temerosa e indignada, por los atentados terroristas producidos por Al-Qaeda o ISIS en contra de los “infieles”, debe saber que tales acciones responden a las directivas dadas en su momento por el “último de los profetas”, que recibiría incluso el apoyo del mismísimo Dios. Los países de Occidente consideran, por lo general, que todas las culturas y religiones son, en principio, válidas, a pesar de que sus efectos sean atroces. El totalitarismo islámico avanza con la protección y la complicidad del pensamiento alejado de la ciencia experimental, y apoyado sólo en la fe irracional bajo la cual “el fin justifica los medios”. Posteriormente, cuando los totalitarios logren el poder, sólo tendrá vigencia el pensamiento único, siendo el mayor peligro que afronta la civilización y el proceso de adaptación cultural al orden natural.
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