En 1968, en la entonces Checoslovaquia (actualmente dividida en República Checa y República de Eslovaquia), se intentó establecer el primer Estado socialista y democrático, ya que todos los gobiernos socialistas hasta ese entonces habían accedido al poder mediante revoluciones. Checoslovaquia dependía del Imperio soviético, por lo que tal proceso de democratización implicaba, en cierta forma, un proceso de liberación de tal potencia militar. También en 1968, en Francia, se proclamó una orientación al socialismo debido al disconformismo de algunos sectores. De ahí que podía decirse que, al igual que en el matrimonio, los que estaban dentro del socialismo querían salir y los que estaban fuera querían entrar. Raymond Aron escribió: “Los intelectuales, despiadados para con las debilidades de las democracias, indulgentes para con los mayores crímenes, a condición de que se los cometa en nombre de doctrinas correctas…..” (De “El opio de los intelectuales”-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1967).
Por lo general, se tiene bastante información acerca del socialismo soviético, mientras que de otros países socialistas la cantidad de libros disponibles es bastante menor. Sin embargo, en todos los casos se advierten aspectos comunes derivados de la absorción, por parte del Estado, de los medios de producción y de la planificación económica subsiguiente. En Checoslovaquia se pensaba que el socialismo podría funcionar mejor bajo un régimen democrático, sin embargo, con el tiempo se fueron convenciendo que la democracia esencial y prioritaria es la económica, antes incluso que la política, ya que la posibilidad de cambiar de gobierno, manteniendo una economía socialista, implica cambiar de carcelero, en lugar de abrir las puertas de la prisión.
Es oportuno mencionar el caso de un sacerdote católico checoslovaco que decidió volver a su patria, desde la Argentina, luego de haber terminado la etapa socialista. Con las intenciones de predicar el cristianismo entre su propia gente, luego de las restricciones impuestas a la religión por las autoridades comunistas, advierte que sus compatriotas, todavía con el temor de manifestar alguna adhesión religiosa, sólo lo escuchan, pero no responden nada, razón por la cual, luego de cierto tiempo, decide volver a la Argentina. De ahí uno de los aspectos comunes a otros sistemas socialistas: ser mantenidos en base al temor y, principalmente, en base al terror. Miguel Delibes, quien viaja durante el proceso de cambios, escribió: “En Checoslovaquia se está operando una auténtica renovación. Por un lado una distensión: la del terror; por el otro una nueva tensión: el planteamiento del futuro. La gente vive el momento histórico activamente; con absoluta intensidad, pero también con absoluta sangre fría”. “«Pensar era aquí hace unos meses el supremo delito», me confesaba un profesor en Brno. Es decir, la libertad del comunismo dogmático, como la libertad de todas las dictaduras, se resumía en una simple opción: «Piensas como yo o no pienses»” (De “La primavera de Praga”-Bibliotex SL-Madrid 1998).
Entre los reclamos de los checoslovacos aparece el de pedir la reconversión de su moneda, para poder viajar por Europa. Adviértase que con esa traba, les resultaba prácticamente imposible salir de su país. Aun con la posibilidad de cambiar de gobierno vía elecciones libres, la inconvertibilidad de su moneda restringía una libertad mínima y esencial de todo ciudadano. “Otro de los problemas de la economía checa, común a todos los países socialistas, es el de la no convertibilidad de la moneda. Con koronas usted se maneja en Praga, pero una vez que llega a una frontera occidental ya puede ir cargado de billetes que son prácticamente papel mojado. El cambio de koronas en Austria es leonino”.
Las largas filas de espera, otra de las “tradiciones socialistas”, implica un fenomenal despilfarro de horas-hombre que impide realizar trabajos productivos. “Las colas ante las tiendas o ante los surtidores de gasolina no son buen indicio, por más que un profesor del país se obstinase en presentarme las colas como un síntoma de desahogado nivel de vida. No, evidentemente, a Checoslovaquia no le ha probado este experimento de marxismo dogmático que ha durado veinte años”.
La democratización buscada suponía una mejora social pero también una mejora económica. “El motivo de la histórica reunión de los escritores checoslovacos el pasado julio fue el fracaso económico del sistema, junto al riesgo de deshumanización que el mismo entrañaba. El presidente de la Unión de Escritores, señor Goldstüker, lo ha dicho en Roma y lo repite en Praga: «Los graves problemas económicos que el país tiene planteados son la causa de la actual revisión»”. “Este país tenía en 1940 un desarrollo económico parejo, quizá ligeramente más bajo, pero sólo ligeramente, al de Francia o Bélgica”.
“El cooperativismo forzoso no le gustó un pelo al campesino checo; no acababa de digerir aquello de todo de todos. Y menos aún el hecho de que unos señores desconocidos les dijeran desde Praga: «Vosotros sembráis remolacha, vosotros trigo y vosotros patatas, y luego lo que recojáis me lo entregáis a mí. ¿Habéis oído?». Otras veces, el Estado permitía que las propias cooperativas se encargaran de comercializar los productos pero por su cuenta, esto es, por cuenta del Estado. En definitiva, al pequeño labrador se le privaba de voz y voto”.
“Para nadie es un secreto que hoy la industria se monta y organiza sobre la innovación. La preocupación por la innovación corre, pues, pareja con el afán de producir más. Más y mejor debe ser el lema. Pues bien, en Checoslovaquia falla esto, es decir, falla el deseo de modernizar. De este modo llevan veinte años introduciendo mínimas innovaciones en sus máquinas, sean éstas automóviles o tractores. A esto agregue otro tópico que la realidad ha confirmado: la falta de estímulo. Un obrero especializado graduado en una escuela laboral gana prácticamente lo mismo que otro obrero especializado graduado en otra escuela laboral. Una vez con el título en el bolsillo, de poco sirve la habilidad de unas manos. Unas manos eficaces valen casi lo mismo que unas manos torpes”.
“El obrero funcionario del Estado, el campesino funcionario del Estado, el taxista funcionario del Estado, el dependiente de comercio funcionario del Estado, concluyen por no tener otra aspiración que cumplir con el mínimo esfuerzo, puesto que hacerlo con el máximo no va a reportarles ventajas tangibles; a lo sumo, ser distinguido con una medalla o con el título de Operario Modelo. Pero en la Europa actual esto ya no basta. De ahí los bajos rendimientos de la economía checa”.
En los sistemas socialistas se aduce que los trabajadores deben estar suficientemente motivados por los “estímulos morales”, pero el estimulo moral, para ser efectivo, debe contemplar una decisión libre. Es decir, una persona puede estar suficientemente motivada para beneficiar a su familia o, si se le ocurre, al vecino de enfrente. Sin embargo, si el trabajo cotidiano debe hacerlo con eficacia para compensar el trabajo deficitario del que poca predisposición laboral tiene, no tendrá ningún estímulo positivo, y quizás tenga deseos de trabajar al mismo nivel que el negligente o el irresponsable.
“Los checos están decididos, por ejemplo, a introducir estímulos en el comercio estatal, a admitir, llegado el caso, el comercio privado y a dar un margen de libertad de producción y comercialización a las Cooperativas agrícolas. Los resultados pueden cambiar rápidamente de esta manera, porque la realidad, que me asombró y me desconcertó desde mi llegada a Checoslovaquia, es que hoy el único estímulo visible en el país es la propina. Este vicio que parece tan occidental, ha adquirido carta de naturaleza en la Checoslovaquia socialista: propina a los camareros, propina a los peluqueros, propina a los mecánicos y propina –se me asegura por amigos checos- a los médicos para que examinen nuestra maquinaria con mayor meticulosidad y reposo. En una palabra, el sistema puede ser óptimo, no voy a discutirlo ahora, pero falla al ser aplicado a los hombres, seres, a lo que se ve, de una debilidad moral congénita, que precisan de incentivos para menearse”.
Hace algunos años, llegaron a la ciudad de Mendoza algunos inmigrantes de Rumania, luego de finalizada la etapa socialista. Llamaba la atención el deterioro psicológico de hombres y mujeres que se instalaban en las calles céntricas, quietos, con las cabezas inclinadas, junto a sus pequeños hijos, para recibir alguna limosna. Se pudo advertir que la costumbre de no trabajar y de ser dirigidos por los burócratas estatales de su país, los había llevado a tal extrema situación.
Teniendo en cuenta que toda la producción checa terminaba en las arcas del Estado, al menos se esperaba que los servicios y las viviendas fueran satisfactorios en cantidad y calidad. “La carreteras checas, en parte de adoquines, son malas. El bache alevoso, el badén, la curva imprevista, el cambio de firme, los bordes descarnados le sorprenden en todas partes. Y digo que le sorprenden porque la señalización no existe”. “El estado de los ferrocarriles, asimismo, deja mucho que desear y el transporte por carretera se produce mediante unas camionetas de línea anticuada y escasa capacidad”. “Pero en fin, éstos son problemas adjetivos al lado del de la vivienda. Un joven matrimonio amigo, en Brno, estaba esperando el piso que el Estado promete a los nuevos matrimonios y me decían: «Menos de tres años, nada». El problema se agudiza en Praga, donde la espera se prolonga siete años y, en ocasiones, me aseguran, hasta diez”.
El socialismo es la búsqueda de igualdad sin libertad, siendo el ideal del vago, del que no tiene motivaciones, del envidioso, y de quien, al carecer de dignidad, espera una pobreza generalizada que ha de ser padecida también por los demás. Espera liberarse de ese modo del castigo interior constituido por la envidia. También es el ideal del ambicioso y del déspota que esperan acceder al poder absoluto para satisfacer su enorme ego. Por el contrario, quien tiene pocos deseos y motivaciones para trabajar, pero tiene dignidad, acepta el capitalismo por cuanto no pretende que los más capaces y emprendedores dejen de prosperar, beneficiándose también al recibir indirectamente algo de los demás. “El principio sobre el que se ha montado la economía checa me parece muy humano y correcto. Aquello de que ningún hombre sea explotado por otro hombre es la coronación de un proceso humanístico que viene de muy atrás, pero hay que estudiar la manera, asimismo, de que ningún hombre sea explotado por el Estado, obra, asimismo, de los hombres”.
El optimismo reinante durante la “primavera de Praga” fue interrumpido y transformado en decepción ante la presencia intimidante de tanques soviéticos listos para entrar en acción si los proyectos de liberación seguían adelante. Nuevamente estaba presente el “soldado-libertador soviético”, que protegía la libre decisión de los tiranos, pero no la de los pueblos.
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