En una economía en la que el Estado fija el precio del dólar oficial, o legal, en $8, accesible sólo a algunos compradores, mientras que considera ilegal al dólar cuyo precio surge del libre juego de la oferta y la demanda, que llega a veces hasta los $14, promueve tanto la especulación como el surgimiento de nuevos especuladores, ya que alguien habilitado para comprar dólares a $ 8 aprovechará la oportunidad de comprarlos para, inmediatamente, venderlos a $ 14, ganando dinero sin producir nada a cambio.
Al prohibir el libre intercambio de pesos por dólares, el Estado prohíbe una de las libertades esenciales del hombre, tal la de hacer intercambios voluntarios con sus semejantes, por lo que la ley estatal que los prohíbe, va contra la naturaleza humana, siendo, además, inconstitucional. La prohibición mencionada apunta contra la especulación sin advertir que, justamente, quien la favorece es el propio Estado con las medidas económicas propuestas, y quienes la practican son justamente los “amigos” del funcionario que autoriza la compra a $ 8.
En economías normales, el ámbito que permite tanto la inversión productiva como la especulación es la Bolsa de valores, donde concurren las empresas que buscan financiación y los propios inversores que tratan de ubicar sus ahorros en el sector productivo para obtener alguna ganancia. Debido a las fluctuaciones de la cotización de las acciones, el especulador trata de obtener elevadas ganancias en un breve tiempo comprando acciones a un precio, en momentos de suba, para venderlas a un precio superior, o bien vendiéndolas a un precio, en momentos de baja, para adquirirlas luego a un precio inferior.
El inversor, por el contrario, trata de mantener y proteger sus ahorros buscando alguna ganancia en el largo plazo. De ahí que exista una línea difusa que separa especulación de inversión. Por ello se dice que una inversión es una especulación que ha salido mal. Quienes proponen eliminar la especulación bursátil, no advierten que simultáneamente buscan eliminar la inversión, con resultados peores aun que lo que se quiere subsanar.
En cuanto a las fuerzas que promueven las acciones bursátiles, José Poal Marcet escribió: “Dentro de la estructura mental de un individuo existen, entre otros, dos impulsos mentales antagónicos y destructores: el miedo y la codicia”. ”El miedo de los inversores tiene dos vertientes. El miedo de perder y el miedo de perdernos una buena ocasión de ganar dinero”. “La codicia es otro extremo de nuestra constitución emocional. Es el resultado de la combinación de mucha confianza y del deseo de conseguir mucho dinero en el espacio más corto de tiempo posible”.
La especulación despierta atracción en las personas en forma similar a cómo la ejerce el juego, pudiendo convertirse en un vicio. “¿Cómo se convierte uno en especulador? De una manera muy parecida a cómo una tímida muchacha de pueblo acaba ejerciendo el oficio más antiguo del mundo: se empieza por curiosidad, se sigue por pasión y se acaba haciendo por dinero. En la Bolsa se respira un ambiente muy singular que, a veces, actúa como una droga” (De “La bolsa y la vida”-Ediciones Granica SA-Barcelona 2003).
Entre los especuladores podemos encontrar a personajes famosos. El citado autor agrega: “La especulación ha sido la gimnasia cerebral de multitud de hombres, desde filósofos hasta artistas, y no hay nada de extraño ni de censurable. Cicerón, que opinaba que la especulación constituía el motor de la formación de capitales, consiguió reunir una considerable fortuna”. “Isaac Newton perdió mucho dinero en el derrumbamiento de las acciones de los Mares del Sur. Acabó prohibiéndole a la gente de su entorno que mencionase la palabra Bolsa delante de él”.
“Voltaire se pasaba las horas enteras con su amante hablando de las acciones de la Compañía de Lorena. Especuló con terrenos y grano, pero consiguió más fama como contrabandista de divisas”. “Beaumarchais y el escandaloso Casanovas, al igual que Balzac, fueron empedernidos bolsistas. Balzac necesitaba importantes sumas de dinero para mantener su nivel de vida, para conseguirlo escribía relatos, novelas y ensayos, pero como no le bastaba se hizo especulador bursátil. Con frecuencia intentaba extraer alguna confidencia o consejo al Barón de Rothschild. El economista David Ricardo y el filósofo Spinoza combinaban la especulación con sus actividades intelectuales”. “Lord Keynes, quizás el más importante economista del siglo XX, fue un hábil especulador. Al pie de su retrato el gobierno británico puso esta inscripción: «Lord John Maynard Keynes, el hombre que consiguió crear una fortuna sin trabajar»”. “Paul Gauguin, Richard Strauss, Ernest Hemingway y muchos otros personajes insignes empleaban parte de su precioso tiempo en el seguimiento de los mercados financieros”.
La crisis económica de 1929, fue principalmente una consecuencia de la especulación bursátil a nivel masivo, ya que se estima en unos 2 millones de norteamericanos, sobre una población de 115 millones, quienes la ejercieron. No sólo especulaban con sus propios ahorros, sino que pedían préstamos bancarios para comprar acciones y revenderlas, motivados por la ambición de volverse ricos mediante ese procedimiento, y no a través del trabajo. “Haciendo un compendio de obras de Schiller, Le Bon, Freud y Adler, podemos decir que algunas características de la multitud son: el contagio de las ideas, la irresponsabilidad, la alucinación colectiva, la impetuosidad, el triunfalismo, la sugestión y la inferioridad intelectual. En definitiva, la locura de las masas que arrasa todo lo que encuentra en sus deseos de hacerse ricos o en su pánico para evitar la miseria”. “Los felices años 20 encontraron en la Bolsa una especie de religión material que impregnaba el espíritu de la época”.
La especulación es diferente del juego, si bien se estima en dos tercios la cantidad de especuladores que termina perdiendo dinero. Edward Chancellor escribió: “El amor por el intercambio es una característica humana innata. También está profundamente arraigado el afán de adivinar el futuro. Juntos conforman el acto de la especulación financiera”. “El nombre que recibe la incertidumbre financiera es «riesgo». Los economistas diferencian juego y especulación diciendo que el juego implica la creación deliberada de nuevos riesgos en aras de la inversión, mientras que la especulación implica asumir los inevitables riesgos del proceso capitalista. En otras palabras, cuando un jugador apuesta a un caballo está creando un riesgo, mientras que el especulador que compra acciones sólo participa en la transferencia de un riesgo existente. Se considera que la especulación es más arriesgada que la inversión” (De “Sálvese quien pueda”-Ediciones Granica SA-Barcelona 2000).
Según lo anterior, unos pocos especuladores no generan riesgos adicionales a los ya existentes, mientras que una masiva cantidad de especuladores influye en el mercado bursátil presionando la llegada de una crisis. Se advierte, en los últimos años, un acentuado aumento de la especulación masiva, incluso financiada con créditos, conformando las condiciones ideales para futuras crisis. José Poal Marcet escribió: “La Bolsa nunca había sido tan popular. Todo el mundo está en la Bolsa a través de los Fondos de Inversión y/o de los Fondos de Pensiones”. “El descenso de los tipos de interés ha permitido una extraordinaria liberación de recursos financieros que ha propiciado el desarrollo espectacular del capitalismo financiero”. “Realmente hemos asistido a una Burbuja Financiera; situación en la que, temporalmente, los altos precios de las acciones están sostenidos fuertemente por el entusiasmo de los inversores, más que por la estimación del valor real”. “La tasa de ahorro baja drásticamente y el nivel de endeudamiento alcanza cotas nunca vistas”.
Se puede definir una crisis bursátil como la generación de burbujas financieras promovidas por la especulación masiva con la posterior caída de los valores de las acciones hasta niveles muy bajos. El citado autor describe las dos secuencias:
a) La burbuja se infla: “Existe la creencia de una nueva idea o concepto que ofrece ilimitadas ganancias y la posibilidad de hacerse rico. Existe en ese momento liquidez y pocas alternativas de inversión; el germen empieza su contagio. Una vez que la manía se va popularizando la idea tiene suficiente poder para que se extienda de una minoría a una mayoría que imita a los «líderes». Los precios empiezan a subir de niveles normales a niveles de mucha sobrevaloración. Los precios sobrevalorados son aceptados como «normales». Existe miedo de perderse esa «gran oportunidad». Comienzan a presentarse oportunidades parecidas (más empresas de «alta tecnología» por ejemplo). La banca ofrece créditos para participar en el «gran negocio». Se popularizan figuras «de culto» de ese gran éxito. La burbuja dura más de lo que se esperaba y, entonces, se la considera una tendencia sólida. Atmósfera de fiesta, ganancias fáciles y comienza a conocerse grandes y «malas prácticas» de algunos de los «ídolos» del sector”.
b) La burbuja “pincha”: “La subida de precios es muy intensa y eso facilita la oferta de nuevos activos del sector. Suele coincidir con una subida de los tipos de interés por exceso de demanda de créditos para invertir en esa «manía». Los precios empiezan a bajar y se colapsan. La espiral hacia abajo se va autoalimentado. Los fraudes y los asuntos «turbios» se empiezan a conocer y eso suele representar un punto de inflexión que colapsa los precios y hace caer la pirámide de deuda que se había creado para participar en el «gran negocio». A veces los gobiernos intentan intervenir para restablecer la confianza, pero casi siempre con poco éxito o éxito muy fugaz”.
En lugar de “trabajar y ahorrar”, como sugiere el “mandamiento capitalista”, se estila “pedir prestado y especular”, que poco o nada lo tiene en cuenta. Quienes asocian la especulación financiera con el capitalismo son quienes denominan “capitalismo” a todo lo que funciona mal, sin pensar en lo que dicen. Mientras que trabajar y ahorrar es compatible con la moral natural, arriesgar el dinero ajeno pretendiendo hacerse rico sin trabajar, es incompatible con dicha moral.
Cada vez que se produce una crisis bursátil, no faltan las críticas contra la economía de mercado augurando la pronta “caída del capitalismo”. Ello se debe a que tal sistema económico no funciona bien ante quienes buscan masivamente hacerse ricos sin trabajar y sin antes haber trabajado (por cuanto piden prestado para especular). Lo grave del capitalismo sería precisamente que funcionase bien aun con elevados porcentajes de especuladores. La eficacia de un sistema debe verificarse en base al siguiente criterio:
a) Funciona bien cuando la gente busca establecer intercambios de bienes y servicios que benefician a ambas partes.
b) Funciona mal cuando la gente busca establecer un beneficio propio no vinculado a la creación de bienes y servicios.
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