A partir de la evidencia de que todo lo existente está regido por leyes naturales causales, invariantes en el tiempo y en el espacio, es posible hablar de la existencia de un orden natural. De ahí que pueda decirse que orden natural es el conjunto de leyes naturales existentes.
Cuando se habla de la existencia de un orden sobrenatural, lo asociamos a la existencia de un conjunto de leyes sobrenaturales. De inmediato surge el interrogante acerca de la diferencia entre ambos tipos de leyes, que son originadas por un mismo Creador. Suponiendo que las leyes sobrenaturales también son causales e invariantes en el espacio y en el tiempo, ello implicaría que en realidad se trataría de un mismo orden, o de un mismo conjunto de leyes.
En realidad, todo parece indicar que el orden sobrenatural es considerado, por parte de sus defensores, como una alternativa para la posible intervención del Dios creador en los acontecimientos humanos. De ahí la posibilidad de considerar a los milagros, no como unas interrupciones momentáneas de la ley natural, sino como resultado de libres decisiones del Dios creador.
Si se considera que los seres humanos hemos sido creados “a imagen y semejanza de Dios”, ello implica que el propio Dios creador posee una actitud característica por la cual respondería en forma similar ante iguales circunstancias, es decir, estaría sometido a las mismas leyes impuestas a los seres humanos. Por lo que se llega a la conclusión de que “todo lo existente está regido por leyes causales invariantes en el espacio y en el tiempo”, haciendo innecesaria la distinción entre ley natural y ley sobrenatural.
Esta simplificación implicaría la unificación de la ciencia experimental con la religión moral monoteísta, permitiendo una mayor difusión y un mejor entendimiento de la ética bíblica. Incluso resulta evidente que el “Amarás al prójimo como a ti mismo” no es otra cosa que la empatía emocional que surge de las leyes psicológicas asociadas a los atributos de todo ser humano. Quedaría así relegado todo proceso interactivo entre seres humanos que necesitaría de la intermediación de seres sobrenaturales o del propio Dios creador. Jaime Balmes escribió: “Aquí no hay medio; o la religión procede de una revelación primitiva, o de una inspiración de la naturaleza: en uno y otro caso hallamos su origen divino: si hay revelación, Dios ha hablado al hombre; si no la hay, Dios ha inscrito la religión en el fondo de nuestra alma” (De “El criterio”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).
Muchos creyentes califican con la palabra “espiritualidad” cierta vinculación personal con lo sobrenatural eludiendo la necesidad de cumplir con los mandamientos bíblicos o, al menos, dejándolos de lado. De ahí que el mérito estaría asociado a esta creencia en lugar de estarlo respecto del cumplimiento de los mandamientos bíblicos. Incluso tales "seres espirituales" se conceden a ellos mismos la posiblidad de cometer pecados libremente por cuanto, suponen, tener la gracia de Dios por la cual son permanentemente disculpados por sus faltas. Los demás individuos, que dudan de la existencia de un mundo paralelo, o sobrenatural, somos observados como simples criaturas naturales próximas a la animalidad.
Desde las altas esferas de la teología no parecen advertir la imperiosa necesidad de disponer de una religión universal que sirva para limitar el enorme sufrimiento humano padecido por sectores importantes de la humanidad. La terquedad, sin embargo, les impone la necesidad de seguir descalificando a las posturas naturalistas como “ateas” al ignorar lo sobrenatural. Incluso se las califica maliciosamente de panteístas, siendo que resulta muy distinto suponer un universo regido enteramente por leyes naturales a la creencia de que Dios implica también un insecto o cualquier otro ser viviente.
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1 comentario:
La actuación de algo simbólico como son los dioses u otros entes sobrenaturales en la existencia natural de los humanos se produce por fenómenos y causas puramente cerebrales, no puede comprobarse su existencia mediante la observación o la experimentación intersubjetiva. Razones por las cuales podemos afirmar que tales referentes carecen de existencia real, extramental.
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