Algunas figuras representativas del liberalismo resumen tal postura en la búsqueda prioritaria de la libertad, la propiedad privada y la vida, valores que, bajo denominaciones similares o distintas, han sido previamente promovidos por las religiones bíblicas. De ahí que se advierta cierta compatibilidad entre ambas posturas.
Debe aclararse que, en este caso, se dejan de lado los misterios y demás complejidades asociados a la religión teísta para hacer recaer el interés en los aspectos éticos de la religión, es decir, en los mandamientos y en sus efectos concretos.
Respecto de la libertad, se advierte que se entiende por libertad la independencia de todo ser humano respecto del gobierno mental y material de otros seres humanos. Friedrich A. Hayek escribió: “Esta obra hace referencia a aquella condición de los hombres por la que la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida, en el ámbito social, al mínimo. Tal estado lo describiremos a lo largo de nuestra investigación como estado de libertad”.
“El estado en que un hombre no se halla sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros se distingue a menudo como libertad «individual» o «personal», y cuantas veces pretendamos recordar al lector que utilizamos la palabra «libertad» en tal sentido, emplearemos dicha expresión” (De “Los fundamentos de la libertad”-Unión Editorial SA-Buenos Aires 2013).
Tal forma de libertad aparece en la Biblia bajo la denominación de Reino de Dios, es decir, se propone a todo ser humano acatar las leyes de Dios (leyes naturales) antes que a las leyes humanas o a toda forma de gobierno del hombre sobre el hombre. En realidad, una parte importante de los creyentes bíblicos consideran tal Reino como si estuviese materializado mediante decisiones cotidianas de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos.
Otra de las propuestas liberales es la propiedad privada, que resulta aconsejable por motivos económicos y también sociales. Al respecto cabe señalar que, en oposición al liberalismo, toda forma de socialismos y utopías proponen a la propiedad común como un vínculo material entre seres humanos, conduciéndonos a sociedades artificiales similares a un hormiguero o una colmena, además de quitarnos las libertades elementales y necesarias para una vida compatible con las leyes naturales.
Al sugerirnos la Biblia “amar al prójimo como a uno mismo”, se advierte que el vínculo de unión entre seres humanos ha de ser emocional, o ético; de ahí que los Evangelios hacen recaer toda la atención en la actitud o predisposición ética que deberemos acentuar.
En cuanto a la promoción de la vida, ella implica no sólo nuestra supervivencia biológica, sino también el pleno desarrollo de las potencialidades humanas individuales, algo que queda trunco bajo la coacción de otros seres humanos cuando éstos nos restringen la libertad.
El liberalismo promueve la economía de mercado, una economía de intercambios en la cual se benefician ambas partes intervinientes, de lo contrario los intercambios se restringen. Para ello debe predominar en todo individuo la actitud por la cual tenemos la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias, sin necesidad de llegar a un vínculo emocional concreto. De ahí que tanto el egoísmo como el altruismo deben dejarse de lado, ya que ambos contemplan un beneficio unilateral. Sólo resulta aceptable la ética natural o bíblica.
Algunos autores consideran que la Escuela de Salamanca, integrada por seguidores de Tomás de Aquino, fue la precursora de la actual Escuela Austriaca de Economía. Al respecto, Jesús Huerta de Soto escribió: “Rothbard tenía un profundo conocimiento de las aportaciones de los teóricos de la Escuela de Salamanca de nuestra España del Siglo de Oro”. “De acuerdo con Rothbard, los fundamentos de la moderna economía de la Escuela Austriaca deben retrotraerse al menos hasta los escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII, que no sólo desarrollaron la teoría subjetiva del valor, sino que además la aplicaron al dinero y al estudio de las instituciones sociales” (De la Introducción a “La ética de la libertad” de Murray N. Rothbard-Unión Editorial SA-Buenos Aires 2012).
El propio Rothbard se siente identificado con la filosofía tomista, por lo que Huerta de Soto escribió: “La defensa del iusnaturalismo tomista efectuada por Rothbard fue tan enérgica que llegó a correrse el rumor de su conversión al catolicismo. Aunque Rothbard desmintió este rumor, continuó no obstante siendo un «tomista agnóstico», tal como lo calificó el padre Robert Sirico…”.
En cuanto a la necesidad de un fundamento ético de la libertad, Rothbard escribió: “Nunca he creído que ningún análisis –sea economista o utilitarista (la filosofía social estandarizada de los economistas)- que prescinda de los juicios valorativos puede proporcionar base suficiente para defender la causa de la libertad”.
“La economía puede contribuir aportando numerosos datos a favor de una posición libertaria, pero no es capaz de implantar por sí sola esta filosofía política. Para emitir juicios políticos se requieren juicios de valor, de donde se sigue que la filosofía política es necesariamente ética y que, por tanto, es preciso implantar un sistema ético positivo para defender con sólidos argumentos la causa de la libertad individual”.
En cuanto a su postura compatible con el tomismo, Rothbard escribió: “La tradición tomista reclama la independencia de la filosofía frente a la teología y afirma que la razón humana posee la capacidad de comprender y descubrir las leyes tanto físicas como morales, del orden natural. Si la creencia en la existencia de un orden sistemático de leyes naturales puesto al alcance de la razón humana es per se antirreligiosa, entonces fueron antirreligiosos santo Tomás de Aquino, la Escolástica tardía y el devoto jurista protestante Hugo Grocio”.
“La afirmación de que existe un orden de la ley natural deja, en definitiva, abierto el problema de si ha sido –o no- Dios quien lo ha creado. Y la declaración de que la razón humana tiene capacidad para descubrir el orden natural deja asimismo abierto el problema de si ha sido –o no- Dios quien ha concedido al hombre esta facultad. La aseveración de que existe un orden de leyes naturales accesible a la razón no es, en sí misma, ni pro ni antirreligiosa”.
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1 comentario:
La cuestión fundamental aquí es que las leyes naturales son matematizables y pueden ser experimentadas, son susceptibles de falsación, pero esas cualidades no se extienden a los enunciados de carácter sobrenatural tales como “Dios” o “Espíritu Santo”, y además, es imposible producir en nuestro cerebro imágenes materiales o mentales sobre ellos que no caigan en una burda antropomorfización.
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