Uno de los axiomas básicos de la mecánica newtoniana es el de Acción y Reacción, el cual implica que a toda fuerza aplicada le corresponde otra igual y de sentido contrario. Esto podemos observarlo subiendo a una balanza y levantando de golpe ambos brazos. En ese momento la balanza acusará un peso algo mayor que antes, indicando que nuestro movimiento generó una reacción igual y contraria, esto es, dirigida hacia abajo.
Es posible aplicar este principio, sólo como una analogía, a nuestras actitudes básicas, ya que no existe ningún vínculo aparente entre el proceso físico mencionado y las actitudes humanas. Así, la acción y reacción más evidente se encuentra en el caso del odio, manifestado mediante la burla y la envidia. Quien se burla de otras personas, alegrándose de las tristezas, penurias o debilidades de otros, en otras ocasiones se entristecerá por las alegrías, gozos y éxitos ajenos, advirtiéndose que el castigo de la envidia surge como sanción ante la actitud de la burla.
En el caso del amor al prójimo se advierte que, al compartir las penas y las alegrías ajenas como propias se produce cierta “ganancia” de felicidad al compartir la ajena. De ahí que se diga que “Alegría compartida es doble alegría y dolor compartido es medio dolor”. Téngase presente que la actitud mencionada deriva de una previa idea de dignidad personal por la cual, cuando nos interesamos por los demás, no pensamos prioritariamente en los demás, sino en nosotros mismos al sentir la necesidad de responder como personas virtuosas ante toda situación social.
La oposición a esa dignidad personal está asociada al egoísmo, actitud por la cual ignoramos toda idea asociada a contemplarnos como partes de un orden natural preexistente. Con el egoísmo mostramos carecer de tal dignidad y, como consecuencia, carecemos de amor propio suficiente, ignorando a los demás de nuestro centro de interés. Luego, los demás responderán en una forma similar (acción y reacción), advirtiéndose la existencia de una justicia natural elemental que ha de regular nuestras acciones cotidianas. En el caso de la indiferencia, o negligencia, ocurre algo similar al caso del egoísmo.
Las religiones éticas, o bíblicas, tienden a impulsar el crecimiento de la dignidad personal en todo individuo, asociándola a la exigencia de un Dios que espera de cada uno de nosotros una plena adaptación a sus leyes. Quienes comparten esa visión, es posible que emprendan una actitud orientada hacia una plena adaptación a dichas leyes, que no son otras que las leyes naturales que rigen todo lo existente.
Si, mediante este principio, análogo al de acción y reacción de la mecánica, se advierte cierta justicia natural que premia y sanciona nuestras actitudes cotidianas, tratando de encauzarnos por la buena senda, se advierte que no resulta necesaria una intermediación divina para “redistribuir” adicionalmente premios y sanciones, como muchas veces se cree. Si tratamos de asociar algo concreto al concepto de “justicia natural”, o “justicia divina”, podemos hacerlo con el principio mencionado. De ahí la expresión de Cristo: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”.
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1 comentario:
La consideración más sencilla que puede hacerse al respecto de este escrito es que parece de puro sentido común que nuestra actitud respecto de los demás obtiene una respuesta u otra dependiendo de en qué consista aquélla.
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