Es de gran importancia admitir que el proceso de adaptación de los seres humanos, tanto al orden social como al orden natural, se establecen en base a "prueba y error". Sin embargo, no a todo nuevo conocimiento lo debemos probar por nosotros mismos, ya que varias generaciones anteriores lo hicieron ya.
Una vez admitido este proceso, debemos tener presente que no somos la excepción y que nuestra vida se ha ido realizando cometiendo errores frecuentes. Como nuestro pasado lo llevamos grabado en nuestra memoria, no es raro que algunas veces retornen a nuestros pensamientos algunos sucesos que actualmente nos pueden avergonzar. Y de ahí la necesidad de "perdonarnos" a nosotros mismos por haberlos cometido.
El avergonzarnos nos indica que estamos arrepentidos por esos hechos, por lo que nuestro auto-perdón resulta legítimo. Una vez admitida esta realidad personal, podemos fácilmente imaginar que a muchos les habrá sucedido algo similar y de ahi que surja en nosotros una predisposición a admitir errores ajenos y a perdonar a sus autores si nos han perjudicado, siempre que en ellos exista cierto arrepentimiento.
Como los errores cometidos tienden a avergonzarnos, no nos parece bien exigir pedidos de perdón ni tampoco a sugerir tales pedidos, ya que resultan ser situaciones incómodas. Si cada uno pudo auto-perdonarse por sus errores, de alguna forma nos enteraremos de ello. Así podremos mirar hacia adelante sabiendo que se ha hecho algún progreso personal.
El cristianismo promueve el perdón como una actitud opuesta a la venganza. Giovanni Papini escribió: "La historia del hombre es la historia de una enseñanza. Historia de una guerra entre los menos fuertes de espíritu y los más fuertes en número. Es la historia de una educación siempre fallida y siempre reanudada, de una educación ingrata, dificultosa, soportada con disgusto, frecuentemente rechazada, abandonada de vez en cuando y, poco después, reasumida".
"Los hombres, trabados pero reacios, habían caído en la simulación de la obediencia; hacían un poco de bien a la vista de todos a fin de estar más libres para hacer el mal en secreto, y exageraban la observancia de los preceptos exteriores para burlarse mejor del fundamento y del espíritu de la ley".
"Jesús va derechamente a los extremos. No admite ni siquiera la posibilidad de matar; no quiere pensar que haya un hombre capaz de matar a un hermano. Ni aún de herirlo. No concibe siquiera la intención, la voluntad de matarlo. Un solo instante de ira, una sola palabra de insulto, un solo arranque de ofensa, equivalen al asesinato. Los espíritus muelles y flojos gritarán: ¡Exageración! Porque no hay grandeza donde no hay pasión, es decir, exageración".
"Jesús tiene su lógica y no se equivoca. El homicidio no es más que la última manifestación de un sentimiento. De la ira se pasa a las malas palabras, de las malas palabras a las malas acciones, de los golpes al asesinato. No basta, pues, prohibir el acto final, acto material y externo. Este no es más que el momento resolutivo de un proceso interior que, al fin, lo ha hecho como necesario. Conviene, en cambio, cortar el mal desde su primera raíz; quemar la mala planta del odio, que reproduce frutos venenosos, desde la primera semilla".
"Pero Jesús no ha llegado aún a la más estupenda de sus subversiones. «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Mas yo os digo que no resistáis al mal; antes si alguno te hiere la mejilla derecha, preséntale también la otra...»".
"La vieja Ley del Talión no podía ser subvertida con palabras más absolutas. La mayor parte de los que se dicen cristianos, no sólo no han observado nunca este mandamiento nuevo, pero ni aún han querido simular que lo aprobaron. El principio de la no resistencia al mal ha sido para una infinidad de creyentes el escándalo insoportable e inaceptable del cristianismo".
"La respuesta de los hombres a la violencia puede ser de tres maneras: la venganza, la fuga y el presentar la otra mejilla. La primera es el principio bárbaro del talión, hoy ennoblecido y disfrazado en los códigos; pero todavía dominante en la práctica....La Ley del Talión puede ser un consuelo bestial para quien ha sido herido primero, pero lejos de disminuir el mal, lo multiplica".
"La fuga no es mejor expediente que el primero. Quien se oculta redobla el valor del enemigo. El temor de la venganza puede, algunas veces, detener la mano del violento. Pero quien huye invita con esto mismo al otro a que lo persiga...El único camino, no obstante el absurdo aparente, es el impuesto por Jesús. Si uno te da una bofetada y le respondes con dos, el otro replicará con puñetazos y tu incurrirás a los puntapiés y saldrán a relucir las armas y uno de vosotros perderá, frecuentemente por una minucia, la vida. Si huyes, tu enemigo te perseguirá o bien, apenas te vuelva a encontrar, envalentonado con la primera prueba, te tomará a puntapiés" (De "Historia de Cristo"-Ediciones del Peregrino-Rosario 1984).
Si bien la mejor táctica para defenderse de la violencia depende de cada circunstancia concreta, es oportuno mencionar que la no resistencia al mal es la táctica que mejor se adapta a los casos en que un individuo es asediado por un delincuente urbano. No se hubiesen perdido muchas vidas inocentes si hubieran optado por no oponerse al robo o al asalto. Cometieron el error de no advertir que el delincuente renunció a sus atributos humanos y que la víctima ocasional debió proceder casi como lo hubiese hecho ante un perro rabioso, es decir, con la serena frialdad de quien sólo busca salvar su vida. El citado autor agrega: "Presentar la otra mejilla significa no recibir la segunda bofetada. Significa cortar desde el primer eslabón la cadena de males invisibles. Tu adversario, que espera la resistencia o la fuga, se siente humillado ante ti y ante sí mismo. Se lo esperaba todo menos esto. Está confundido y con una confusión rayana en la vergüenza. Tiene tiempo para recapacitar. Tu inmovilidad le hiela la cólera, le da tiempo para reflexionar. No puede acusarte de miedo desde que estás dispuesto a recibir el segundo golpe...".
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1 comentario:
Es dudoso que presentando la otra mejilla no recibas la segunda bofetada (en la gran mayoría de casos al menos). Soy más partidario de la versión civilizada de la venganza: la aplicación del código penal. Pero sí, el perdón es una actitud muy válida y noble si es sincera.
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