Cierta vez apareció en los medios de comunicación el caso de una mujer que, para evitar el extravío de alguno de los tres niños que estaban a su cargo, en un aeropuerto, decidió atarlos y limitar sus movimientos mediante cuerdas o cintos. Si bien fue injustamente criticada, ya que sólo trató de asegurar a sus niños, esta escena simboliza la seguridad en oposición a la libertad, valores que no siempre han de resultar objetivos opuestos.
Debe tenerse presente, además, que la mujer tenía cierta desconfianza en la gente que había en el aeropuerto, al menos en algunos de ellos. De ahí que, en general, quienes suponen que los seres humanos son "malos por naturaleza", tenderán a priorizar la seguridad a la libertad. Por el contrario, quienes suponen que los seres humanos son "buenos por naturaleza", tenderán a priorizar la libertad a la seguridad (especialmente en los casos en que sea necesario optar por alguna de ellas).
Los políticos totalitarios, que suponen que el hombre es malo por naturaleza (sospechado desde el autoconocimiento), encuentran en la prioritaria seguridad el sentido a sus propuestas de gobierno estatal, limitando severamente las libertades individuales. Incluso tales propuestas las intentan imponer a escala planetaria. Inventan la existencia de una necesaria lucha social de clases, como motor de la historia, para justificar sus "benévolas" intervenciones. Otros se ofrecen "generosamente" a gobernar el planeta seleccionando a las "razas superiores", que habrían de gobernar a las restantes.
Dejados un tanto de lado los antiguos totalitarismos, han aparecido en la actualidad poderosos agentes económicos e incluso organismos multinacionales, que abogan de alguna manera por imponer severas restricciones a las libertades individuales con el objetivo de establecer un aumento de seguridad a todo nivel, si bien las experiencias en el pasado no parecen confirmar los resultados esperados por cuanto la negación de la libertad no siempre conduce a la seguridad.
Un monasterio en la cima de una montaña, una cárcel o el socialismo serían ejemplos adecuados de renuncia a la libertad en la búsqueda de seguridad, al menos en teoría. Aunque solamente en un monasterio podría lograrse la seguridad por cuanto se trata de una forma de vida aceptada voluntariamente. En los demás casos, se advierte que los conflictos y la inseguridad se mantienen en forma semejante a lo que ocurre bajo otras formas de asociación.
En forma desafiante, el promotor de los primeros campos de concentración, Vladimir Lenin, escribió: "Libertad ¿para qué?". Seguramente presuponía que sus métodos harían innecesaria la libertad individual, ya que la libertad sólo habría de ser necesaria para quienes tuvieran el mando y la posibilidad de regir la vida de millones de súbditos. Lo asombroso del caso es que los socialistas hablan todo el tiempo de "igualdad" mientras preparan el terreno para la más absoluta desigualdad; la del amo y el esclavo.
Bajo los sistemas socialistas, la mayoría está rodeada de gente pobre debido principalmente a la limitada libertad del sector productivo. Ello implica que, desde el punto de vista económico, poca seguridad tendrá todo individuo, ya que también las posibilidades de sus vecinos son limitadas. En las sociedades democráticas, por el contrario, al existir libertad empresarial, mejorará notablemente la seguridad económica ya que, al menos, existirán en alguna parte los medios para satisfacer las necesidades de los menos favorecidos.
La activa inseguridad tiende a convertirse en una cómoda seguridad, mientras que una inactiva seguridad puede convertirse en una incómoda inseguridad.
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1 comentario:
El problema más importante que trae el poner la seguridad por delante postergando a la libertad es que trasluce algo grave, el que la gente sólo piensa en ella misma, en garantizar su seguridad olvidando la del resto de conciudadanos. Es decir, que cuando realizamos este planteamiento es que ya no queda fondo social común, no existe preocupación por interés general.
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