Por Salvador de Madariaga
Para el europeo, la libertad no es sólo una condición política sobre la que se admite discusión; sino la verdadera esencia de su vida. Para nosotros, los hombres del Atlantis, la vida es un proceso creador que se manifiesta en cada latido de cada corazón gracias a la facultad de decidir qué combinación de eventos posibles va a escoger en cada momento. Esta facultad es precisamente lo que llamamos libertad.
El proceso creador así definido presenta dos aspectos: uno, social, puesto que por su decisión el individuo influye sobre la corriente general vital, impulsándola en tal o cual sentido; y otro, individual, puesto que con su decisión el individuo contribuye a dar forma a su propia vida, o, como diría Platón, a escoger su propia alma.
Esta fe en la libertad descansa implícitamente en dos axiomas o presuposiciones. La primera es que, en libertad de escoger, todo hombre elegirá el mejor de los caminos que se le ofrezcan; de modo que, en conjunto, por integración de todos estos momentos individuales de selección hacia lo mejor, el nivel general irá subiendo.
Este axioma se impone al ánimo a condición de matizarlo con una observación realista, que constituye nuestro segundo axioma: y es que la selección del camino "mejor" se entiende según las luces del individuo en el momento en que la hace. Aun así, más vale su selección que la de otro, por más "sabio" que sea el otro, ya que lo que importa es la experiencia de cada cual. Algo de esto ronda por el ambiente del famoso refrán: más sabe un loco en su casa que un cuerdo en la ajena.
Todo lo cual, a su vez, descansa en otra presuposición más general, que es la existencia de un criterio general de perfectibilidad, aceptable para todos. Esta idea es universal y procede, sin duda, de una intuición del espíritu humano total como una esfera de espíritu donde las facultades se hallan representadas en su máximo esplendor: la poesía en la dimensión de Dante y Shakespeare, la novela en la de Cervantes y Dostoievski,...., y así de los demás órdenes de la creación humana. Dentro de tan augusta esfera cada ser humano vive en sus dimensiones modestas pero en comunicación abierta con las más vastas -y de aquí su sentido de su propia perfectibilidad.
La libertad lleva, pues, en su seno una semilla de desarrollo y mejoramiento individual y social; una aspiración creadora. Y por haberlo comprendido así, es por lo que Europa lleva la Historia desde hace lo menos quinientos años. Así como el aire se compone de cantidades inmensas de átomos de oxígeno y nitrógeno, así la Historia se compone de cantidades inmensas de átomos de decisión de chispas de voluntad-inteligencia-pasión de todos los hombres.
El grupo humano que más ámbito dé a estos actos individuales, que mejor permita el máximo rendimiento de cada cual, será el grupo que dirija la Historia. Así se echa de ver el papel primordial de la libertad en la evolución ascendente del hombre a través de la Historia; porque la libertad abre anchura, hondura y largura al ámbito creador de cada cual.
Y ocurre que cada cual nace con un radio de acción natural que le es peculiar en cantidad y en calidad. La naturaleza no es igualitaria. En cantidad, el radio de acción de Bolivar o de San Martín era continental; el de sus amas de cría era mucho más modesto. El radio de acción de Winston Churchill y el de Picasso, ambos universales en cantidad, son en calidad muy distintos. Ábrase el vasto abanico de los destinos humanos y se verá a qué asombrosa riqueza de matices se presta esta doble gama de calidades y de cantidades de los radios de acción de los seres humanos.
La libertad es el principio que permite a cada cual un ámbito de acción que corresponde con su radio, un espacio que baste y no sobre para su actividad natural. Sustitúyase la libertad por otro principio cualquiera, y al instante surge un hombre, un grupo, una casta, una profesión, una institución, que se arroga la facultad de distribuir ámbitos de acción a cada cual, como si supiera lo que piensa o siente o adivina cada cual con sus propias facultades. La libertad se atiene a ese profundo dicho castellano: nadie sabe lo que piensa nadie. Y mediante su ejercicio, cada cual halla el ámbito que conviene en calidad como en cantidad a su radio de acción.
(Extractos de "Europa y América" en "Obras escogidas. Ensayos"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1972)
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1 comentario:
Queda claro que estos pensamientos de Madariaga han quedado obsoletos en lo que se refiere a Europa y a su papel en el mundo. Por otra parte, rezuman idealismo porque para nada es indiscutible que el criterio de perfectibilidad sea el que con preferencia guíe a todos los individuos. Una cosa es la objetiva superioridad del criterio de perfectibilidad y otra que se sienta en la práctica y subjetivamente como la querencia dominante.
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