viernes, 3 de septiembre de 2021

Economía popular vs. Economía populista

Por lo general, la economía propuesta por la izquierda política, va acompañada de un discurso netamente político, relegando aspectos estrictamente económicos. La propaganda que acompaña a las economías de tipo socialista, hace notar que se trata de una "economía popular" (en realidad, populista, o falsamente popular), ya que supone beneficiar a los sectores más humildes. Sin embargo, la esencia anti-mercado de esa propuesta genera lo contrario.

El proceso del mercado, despreciado por los socialistas, está constituido por las millones de decisiones cotidianas establecidas por los actores de la economía nacional. Como el socialista desconfía y desprecia a la gran mayoría de la población, mientras aduce poseer cierta superioridad intelectual y moral, propone la abolición del mercado, o bien su estricta regulación, pretendiendo suplantar esas millones de decisiones cotidianas. De ahí que el socialista propone una economía dirigida por una elite mientras rechaza lo verdaderamente popular, es decir, es partidario de una economía elitista mientras que afirma todo lo contrario en sus mensajes partidarios. Al igual que un vulgar estafador, debe encubrir sus intenciones bajo un manto de engaño y disimulo.

Mediante la propaganda partidaria habla de igualdad económica y de una inserción social del trabajador. Sin embargo, la dirección centralizada de la economía relega a todo trabajador a cumplir órdenes eximiéndolo de toda responsabilidad, lo que implica una forma efectiva de marginación social. Cuando la ayuda social llega incluso a quienes no trabajan, se los convierte en parásitos sociales anulándoseles toda capacidad de lucha por la vida. No existe mayor destrucción de capital humano que el establecido por la "redistribución socialista", al transferir recursos del sector productivo al sector parasitario.

Debido a las diversas habilidades y capacidades individuales, si se busca una optimización de la economía, se debe establecer un marco de libertad para el desarrollo de las potencialidades individuales. En esa optimización se ha de producir necesariamente una desigualdad económica, sólo perjudicial para los envidiosos. Se ha llegado al extremo de considerar como "desigualdad social" a la "desigualdad económica", al considerar prioritariamente los valores materiales relegando otro tipo de valores personales, como los morales, los intelectuales y los estéticos. Sólo existe una forma posible de igualdad económica, y es la igualdad en la pobreza. De ahí que las personas decentes, no envidiosas, prefieran una desigualdad en la riqueza antes que una igualdad en la pobreza.

La redistribución de lo que produce el sector productivo, bajo una confiscación parcial de ganancias y de capitales, tiende a limitar las inversiones y, por consiguiente, la cantidad de empleos y el nivel de producción. Incluso llegándose al extremo de que, tanto empresas como capitales y gente capacitada, emigren hacia países con economías de mercado. Mientras el socialista reniega cotidianamente del "imperialismo yanqui", al promover el éxodo del sector productivo hacia EEUU y otros países, es el principal promotor de la consolidación del imperio al que, supuestamente, se opone. A la vez, traiciona a su propio pueblo al debilitar al sector productivo.

En la Argentina kirchnerista se pueden observar, magnificados, todos los defectos producidos por la izquierda política. Entre sus creencias básicas se advierte la idea de que la oferta y la producción no se fortalecen con el trabajo, la inversión y el ahorro productivo, sino con la emisión monetaria para "llenarle el bolsillo" a la gente y así aumentar la demanda y, como consecuencia, la producción. El proceso inflacionario que le sigue, tiende a perjudicar seriamente a la gente de menores recursos, de donde se advierte que la "economía nacional y popular" genera serios perjuicios a quienes, aducen, protegen de la "voracidad" del sector productivo.

Como de costumbre, el gobierno populista culpa al empresariado y establece precios máximos, limita exportaciones de productos alimenticios, por lo que restringe la entrada de dólares y se deteriora un sector de la economía aun cuando la situación económica sea desastrosa. De ahí que la denominación corriente de "popular" deba ser en realidad entendida como "anti-popular". En los países serios, se advierte que un control de precios efectivo proviene de la libre competencia entre empresarios, ya que quien quiera cobrar precios excesivos, habrá de quedarse con pocos clientes y habrá de cerrar su comercio.

Respecto de la inflación, Hans F. Sennholz escribió: "Durante cientos de años, la emisión de cantidades excesivas de papel moneda por parte del Estado se llamo «inflación». Se consideraba que el alza de los precios de los bienes y servicios era el resultado inevitable de dichas emisiones y que tal aumento era una medida indicativa del grado de inflación monetaria existente en ese momento. Pero en medio de la confusión semántica imperante en nuestros días, ahora se denomina «inflación» al aumento de precios; y se dice que el emisor de moneda, el gobierno dispendioso que la causa, «combate la inflación»".

"¡Qué situación tan cómoda y rentable para funcionarios y políticos! Pueden gastar cuanto quieran, sin preocuparse mayormente de los déficit fiscales, que se financian mediante la emisión de nueva moneda. La terminología moderna responsabiliza del alza de los precios a cualquier persona que se atreva a aumentarlos, a la «codicia» de los empresarios y obreros, de los especuladores y de los extranjeros. Esta confusión causa estragos y pobreza en innumerables víctimas, que ven reducidos sus ingresos y destruidos sus ahorros. Empobrece a la «clase media», que ahorra para los momentos de apremio y para cuando llegue el momento de la jubilación" (De "Ideas sobre la libertad" N° 37-Centro de Estudios sobre la libertad-Buenos Aires 1979).

La inflación tiende a perjudicar con mayor dureza a los sectores más humildes, que son por lo general los que mayor predisposición tienen para votar a favor de los gobiernos populistas. De ahí la imperiosa necesidad de los políticos de culpar al sector empresarial por la elevación de los precios. El citado autor escribió: "Las clases sociales más pobres, que cuentan con magros recursos para la subsistencia, son las más afectadas por la depreciación monetaria. En especial, los pobres que viven con ingresos fijos, como pensiones, jubilaciones o beneficios sociales que se ajustan tardíamente con relación al alza de los precios; ellos pueden llegar a experimentar verdaderas privaciones, incluso hasta pasar hambre. Otros se ven en la necesidad de encontrar, si pueden, un empleo suplementario para compensar el poder adquisitivo cada vez menor. Cierta mano de obra no especializada que prefería el apoyo del Estado en vez de ganarse el propio sustento, se tiene que volcar nuevamente hacia los empleos productivos. Otros recurrirán al vicio y a la delincuencia para apuntalar sus ingresos declinantes".

Con inflación alta, prácticamente desaparece el crédito, debido a los elevados intereses existentes. De ahí la caída de la demanda y la producción. Adviértase, por otra parte, la ajustada descripción del proceso inflacionario, del citado autor, respecto del presente de la Argentina, a pesar de haber sido escrita hace más de 40 años en base a observaciones realizadas en otro país, lo que denota la invariabilidad de las leyes económicas y también de las leyes psicológicas aplicadas a los políticos irresponsables y a las masas engañadas por tales politicos.

Para colmo de males, existe un importante sector de la población que es absolutamente incondicional a todo lo que esté asociado al peronismo, apoyando cualquier decisión gubernamental en forma independiente de los efectos que produzca. Manuel Adorni escribió: "Festejan un 3% de inflación mensual, festejan que las grandes empresas multinacionales se van del país, festejan cada intento de estatización que pueda existir, festejan cada nuevo impuesto y cada amenaza pública por sobre la actividad privada, festejan cada cepo y prohibición. Festejan cada regulación y festejan cada plan social. Por desgracia, son promotores del pobrismo y el subdesarrollo, de la miseria y la decadencia, del pasado y del olvido. Argentina, un lugar que ya no puede más" (De www.infobae.com).

Los procesos inflacionarios son mantenidos por los gobiernos de tipo totalitario como pretexto para avanzar sobre las libertades individuales. Hans F. Sennholz escribió: "El peligro más grave para la producción y el bienestar reside en la intervención repentina del Estado. Al haber depreciado temerariamente la moneda hasta alcanzar una tasa compuesta por dos dígitos, el gobierno puede llegar a pretender legislar y regular las actividades económicas de la gente, imponiendo sorpresivamente controles de precios, salarios y alquileres, restricciones a las importaciones y exportaciones, gravando a la población con nuevos impuestos, o cometiendo cualquier otra locura con el fin de encontrar un paliativo para la sintomatología aguda de su propia política".

1 comentario:

agente t dijo...

Pues el intervencionismo estatal en la economía de los países supuestamente con mercado libre está llegando a cotas nunca alcanzadas con la excusa de la lucha contra el calentamiento global y contra los efectos económicos y sociales de la pandemia de Covid. Uno de sus principales aspectos es la creación de dinero a partir de la nada, por puro voluntarismo monetario, cuyo efecto inevitable está siendo una inflación de precios preocupante, inevitable si se piensa en que una parte de esa inmensa suma acaba llegando a los circuitos comerciales de la economía real.