El accionar de los diversos movimientos políticos se fundamenta en alguna justificación, de manera de mostrar a la sociedad cierta legitimidad de sus acciones. En el caso de los totalitarismos, tal justificación radica en la real o supuesta existencia de enemigos cuya perversidad se exagera hasta niveles insospechados, de manera que la sociedad llegue al extremo de aceptar su aniquilación completa, incluida la vida de sus integrantes. En forma complementaria, el ideólogo totalitario trata de mostrar exageradas virtudes en su sector, por lo general inexistentes, para que la lucha política adquiera el aspecto de la antigua contienda bíblica entre el bien y el mal. De ahí que algunos autores denominen a los diversos totalitarismos como “las nuevas religiones paganas”.
Entre los disfraces utilizados por los marxistas, al menos hasta el acceso al poder, es el de “partido democrático”. De esa forma, tal acceso resulta menos dificultoso que lograrlo a través de métodos violentos (revolución o guerra civil). Jacques Paternot y Gabriel Veraldi escribieron: “No hay que olvidar que la difusión planetaria del marxismo se ha realizado por dos caminos principales, el leninismo y el fabianismo. Este último, a partir de la fundación en 1884 y en Londres, donde acababa de morir Karl Marx”.
“Un producto de la Fabian Society, que sin duda ha tenido éxitos menos espectaculares que la conquista y la expansión del imperio ruso. Sin embargo, sus resultados efectivos son considerables, y quizá más seguros a largo plazo. Carlos Rangel hace observar que «el socialismo a la inglesa» ha formado prácticamente a todos los dirigentes del Tercer Mundo anglófono –es decir, unos cincuenta países que ingresaron en las Naciones Unidas a partir de 1947-. Esa doctrina se diferencia del marxismo-leninismo en virtud del rechazo de la revolución violenta en favor del «gradualismo», de acuerdo a la consigna permanente: «Cambiadlo todo, salvo las apariencias exteriores»”.
“En vez de asesinar al zar, no se toca la monarquía; pero el «discurso del trono» expuesto por la boca de la reina es el programa del Labour Party. Sus objetivos declarados son sustituir «la producción por el beneficio» a favor de «la producción en el interés general»; la «competencia» por la «cooperación»; el «interés personal egoísta» por el «interés colectivo altruista» A estos efectos, los medios de producción son nacionalizados al máximo y la economía no estatizada es estrictamente controlada”.
“Los problemas sociales son, siempre gradual y legalmente, resueltos con el igualitarismo. Desde el principio los fabianistas han despreciado el crecimiento económico, juzgado «vulgar y superfluo», al estimar que -¡a fines del siglo XIX!- había bastantes riquezas como para lograr el bienestar de todos, si fuesen equitativamente repartidas” (De “¿Está Dios contra la economía?”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1991).
Es oportuno señalar que, a la mínima señal del Estado por comenzar con la estatización de los medios de producción, se inicia el éxodo de empresas, capitales y capital humano hacia otros países. La destrucción de la economía adquiere el mismo ritmo que la socialización o estatización de tales medios. Es oportuno aclarar que, en el socialismo real, la redistribución socialista no va a manos de los necesitados, sino de quienes constituyen el nuevo gobierno y la “nueva clase” dirigente.
En las sociedades en donde coexisten empresas privadas y estatales, orientadas por ideas socialistas, "Las empresas privadas con controladas por el Estado, mientras que las empresas estatales no son controladas por nadie".
En cuanto a la eliminación de la competencia, puede observarse que de inmediato surge el monopolio. El monopolio estatal tiende a acentuar todos los errores atribuidos por los marxistas al capitalismo. Cuba y Venezuela son actualmente los ejemplos más concretos de los resultados del socialismo real. Además, en el intercambio permanente en el mercado, se produce la cooperación social en libertad, sin necesidad de establecer alguna forma de totalitarismo.
La justificación socialista se basa en argumentos como el siguiente: Si el periodismo, las empresas, la cultura, la religión, la educación, etc., muestran defectos o ineficacia, todo debe ser sometido al Estado socialista, cuyos abnegados dirigentes están moralmente y mentalmente capacitados para resolver toda forma de crisis existente.
Cualquier persona normal, que compra en un negocio desde hace unos 20 o 30 años, supone que lo hace por cuanto se beneficia de alguna forma, de lo contrario dejará de hacerlo. El dueño del negocio, por otra parte, le sigue vendiendo por cuanto también se beneficia con los intercambios. Sin embargo, el ideólogo socialista dirá que “necesariamente, en todo intercambio, alguien se beneficia y alguien se perjudica”. Como la ideología ha reemplazado en la mente del socialista a la propia realidad, resulta casi inútil intentar convencerlo con los hechos que acontecen en el mundo real. Los autores antes citados agregan: “El tercer pecado capital del socialismo consiste en que debe seguir creyendo que la economía es un juego de suma nula. Que «para dar a unos es necesario quitar a otros», como decía un primer ministro francés de esta confesión en 1981”.
“A pesar de las revisiones a las que se han visto obligadas en este momento todas las variedades del socialismo, el sistema no puede realmente despojarse de esa concepción arcaica puesto que ella suministra los fundamentos morales del dirigismo en nombre del bien común. Cuando quiere integrar la creación de riquezas, el socialismo pretende determinarla previamente por medio de una planificación que, cuando no resulta puramente ficticia y desprovista de efecto alguno, tiene como consecuencia el paralizar el dinamismo económico. Aunque parezca más técnico que general, dicho error de pensamiento determina pecados de toda clase”.
Una de las formas más perversas de socialismo se ha desarrollado en la Argentina. La igualdad socialista implica que el que trabaja arduamente gana mensualmente igual o menos que el que no trabaja, pudiendo hacerlo, y es mantenido, junto a su grupo familiar, por el resto de la sociedad a través del Estado kirchnerista.
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1 comentario:
Los socialistas fabianos y demás izquierdistas postmarxistas ya no quieren asaltar los medios de producción, lo que quieren es condicionar la demanda, es decir a los consumidores, persuadirlos de cómo comprar, elegir o vivir en general (lo que incluye la movilidad o el tipo de relaciones a entablar), y por supuesto también quieren la mayor parte posible de los frutos de la productividad económica, aunque prefieren que la obtengan otros y ellos acceder a ella y distribuirla por medio de los impuestos. Siguen teniendo una voluntad de control sobre la población pero con métodos no directos, sino sutiles e indirectos, algo que no evita, pese al disimulo, la pérdida de la libertad y autodeterminación personal. Y así, en economía, se pasa de la competencia del libre mercado a una tecnocracia que la dirige por medio de regulaciones y acreditaciones administrativas excluyentes.
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