Una vez que una hipótesis ha sido verificada en forma experimental, surge cierta unanimidad en el ámbito de la ciencia respecto de la veracidad de tal hipótesis. Ello ocurre generalmente con el paso del tiempo. Aún así, es posible que no exista unanimidad acerca de las interpretaciones o de las conclusiones al respecto. Tampoco existe unanimidad en cuanto a las hipótesis no verificadas y mucho menos sobre el desarrollo de la ciencia en el futuro.
Si bien surgen algunos disidentes respecto de lo que ya ha sido verificado, como en el caso de los creyentes en la “Tierra plana”, debe aclararse que se trata de personas que están fuera del ámbito científico. Si alguien de ese ámbito compartiera esa creencia, seguramente, y en poco tiempo, quedaría fuera de su lugar de trabajo.
También en otros ámbitos, como el religioso, se advierte cierta unanimidad respecto de los principios, o dogmas de fe, que deben aceptarse en forma obligatoria. De no aceptarse, se lo apartará de la institución religiosa. De ahí que algunos disidentes debieron quedarse callados, como en el caso de Isaac Newton, quien no estaba de acuerdo con el misterio de la Trinidad, y con mayor razón siendo integrante del Trinity College de la Universidad de Cambridge.
La unanimidad, en el ámbito de la política, funciona en forma similar al caso religioso, como ocurre con los movimientos totalitarios. Los sectores “no creyentes” en el líder político son considerados enemigos y es posible que sean atacados por los fanáticos que exigen unanimidad de creencias y pensamientos. Juan José Sebreli escribió: “No hay mejor ejemplificación de delirio colectivo, de locura social, de lo que Reich llama «peste emocional»…El momento de la peste emocional, cuando una sociedad entera se vuelve loca, es la condensación de uno de los rasgos característicos del autoritarismo fascista”.
“Lo que caracteriza precisamente a éste es la uniformidad, la unanimidad, la unidad, que implica como su contracara, la falta de sentido crítico, oposición, pluralidad, diversificación, multiplicidad, separación. La disidencia es vista como crimen y la mayoría por el solo hecho de serlo adquiere el derecho de destruir las minorías”.
“El unanimismo que provoca esas frecuentes explosiones de peste emocional, se da en los momentos históricos claves como 1973 –donde todos los antiperonistas de ayer se volvieron peronistas- y llegó al punto culminante en 1982 durante la Guerra de las Malvinas, cuando prácticamente desapareció toda forma de oposición. El lema peronista «la unión de todos los argentinos», o el galtierista «todos juntos será más fácil» difundido durante la guerra era una expresión de la tendencia totalitaria a la unidad”.
“El concepto nacionalsocialista de la «comunidad organizada» usado por el peronismo como fundamento de su doctrina, opone la unión colectiva construida por lazos inmediatos, instintivos, afectivos, irracionales, a la sociedad política racional, al intercambio cumplido por individuos autónomos y libres. La participación corporativa o comunitaria debe sustituir al pluralismo disolvente de los partidos políticos”.
“El concepto de comunidad opuesto al de sociedad –formulado por Fernand Tönnies antes que por los nazis-, es paralelo a la noción de «movimiento» opuesto al de «partido», difundido por el paneslavismo y el pangermanismo antes que por los fascistas. El peronismo, como el fascismo, prefirió definirse a sí mismo como «movimiento nacional» más que como «partido»”.
“Desde que en 1952 se aprobó la ley designando al Justicialismo, «Doctrina Nacional», la diversidad de pensamiento quedó de hecho anulada porque toda oposición a aquélla fue calificada de traición a la patria. Ya el propio Perón…había establecido el carácter obligatorio para todos los argentinos de la Doctrina Justicialista: «…y ningún argentino bien nacido puede dejar de querer, sin renegar de su nombre de argentino, lo que nosotros queremos (…) Por eso afirmamos que nuestra doctrina es la de todos los argentinos y que por la coincidencia de todos sus principios esenciales ha de consolidarse definitivamente la unidad nacional»” (De “Los deseos imaginarios del peronismo”-Editorial Legasa SRL-Buenos Aires 1983).
Mientras que los países europeos abandonaron los sistemas totalitarios (fascismo, nazismo, comunismo), en la Argentina sigue plenamente vigente el totalitarismo peronista. Se habla siempre de la “grieta social” que impide toda forma de unidad y progreso, pero pocas veces se aclara que la grieta moral fue iniciada por el peronismo y desde allí deberá intentarse su finalización.
Si la persona decente, o que pretende serlo, es considerada por el peronista como “enemigo”, “traidor a la patria”, etc., no debe esperarse otra cosa que un rechazo total y profundo a tales calificativos. Sebreli agrega: “El movimiento nacional es, de ese modo, la expresión política de la doctrina nacional que a su vez no es sino la explicitación de un metafísico «ser nacional», por lo tanto el que no integre el movimiento nacional y se oponga a la doctrina nacional, está atentando contra el «ser nacional», con lo cual se convierte en un paria, un apátrida, un traidor a la patria, un antiargentino, un vendepatria”.
Generalmente se habla de “populismo” en referencia al peronismo, aunque en realidad debería hablarse de “totalitarismo”, por cuanto desde el Estado peronista se avasalló la libertad individual envenenando de odio a todos los sectores partidarios, y de temor y repugnancia a los sectores decentes. Sebreli escribió: “El Estado totalitario destruye la autonomía de la sociedad civil, las sociabilidades múltiples no totalizables, la heterogeneidad, la variedad de los modos de vida, la dispersión individual; enmascara el antagonismo de los intereses particulares, la división social, la lucha de clases bajo una falsa unidad. De ahí que no sólo sea perseguida la libertad de pensamiento, de prensa, de reunión, de asociación, de investigación, sino que con más saña aún, se persiguen los aspectos más íntimos, espontáneos de la vida privada, los gustos, las costumbres, las modas, las diversiones, las lecturas, los espectáculos, la circulación por las calles, las amistades, cuya diversidad pone en peligro la uniformización. Todo es controlado, tratando de suprimir la autonomía de la vida privada. Toda relación social libremente establecida, toda forma de sociabilidad espontánea, imprevista, incontrolable, resulta subversiva…”.
Algunos economistas liberales, cuando hablan acerca del peronismo, critican sólo los aspectos económicos de la gestión del líder totalitario, ocultando la perversidad del régimen en su siembra cotidiana de rencor contra la oligarquía, los traidores a la patria, y todos los demás calificativos que solo podían surgir de rencorosos, vengativos y antisociales individuos como Perón y Eva. Ante la nueva versión peronista, el kirchnerismo, la Argentina ha llegado a una etapa en que más son los habitantes que quieren abandonar el país que los que quieren quedarse, siendo esta situación un indicador del grado de desconfianza en la población respecto del gobierno totalitario existente, o en vías de serlo.
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1 comentario:
Es de suponer que detrás de la aventura militar de las Malvinas había en realidad una huida hacia delante de un gobierno incapaz de hacer frente con métodos más convencionales a una situación económica y social peliaguda.
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