Toda conducta o acción humana que se desee promover, requiere de una de las dos alternativas extremas posibles. La primera requiere de un previo convencimiento para que cada individuo la adopte en forma libre o voluntaria; la segunda alternativa implica que, desde algún poder colectivo, en forma compulsiva u obligatoria, todo individuo la acate. Es evidente que la primera alternativa es la que mejores resultados ha de producir respecto de la adopción de una conducta determinada. La pobreza voluntaria puede asociarse al cristianismo, mientras que la pobreza obligatoria es la impuesta por un gobierno socialista.
Como ejemplo puede mencionarse el caso de quienes proponen que todo individuo deje de consumir alimentos de origen animal y sólo consuma vegetales. Algunos de estos activistas han realizado actos ilegales o violentos para que ciertas empresas dejen de elaborar alimentos a partir de la matanza de animales. Dejando de lado por un momento las ventajas o desventajas que la nueva propuesta ofrece, puede decirse que tal método ha de fracasar por cuanto no ha existido un previo convencimiento para que, en forma libre o voluntaria, se deje de lado la actual producción de alimentos.
También existen casos intermedios, como el del ideólogo que miente y distorsiona la realidad para que luego, en forma falsamente libre o voluntaria, el individuo engañado adopte la actitud deseada por el pseudo-intelectual, quien poco o nada se interesa por conocer y por difundir la verdad.
En el caso de la posesión de bienes materiales también encontramos las dos alternativas extremas. Así, desde el cristianismo se alaba la pobreza y la frugalidad cuando esta situación es la consecuencia de haber priorizado la búsqueda de valores morales e intelectuales por encima de la posesión de tales bienes. Cuando un individuo está convencido que a la felicidad se la encuentra principalmente en los vínculos afectivos, dejará de tener como meta principal la de adquirir riquezas materiales. Ello no significa que deba dejar de valorar las ventajas de la posesión de bienes materiales y de las comodidades asociadas, sino que ha de valorarlas en forma limitada, y no prioritaria.
La pobreza material, por otra parte, favorece en algunas personas la búsqueda de valores morales o afectivos, como una sana compensación de lo que no pudo alcanzar respecto de lo material. La pobreza en sí, como incapacidad individual o social para evitarla, no es ninguna virtud, sino que resulta ser un medio que puede conducir a la virtud. Existe también un sector de la población que rechaza su situación de pobreza buscando compensarla con el ocio o con el delito.
Algunos sectores de la Iglesia Católica asocian la virtud a la pobreza material y suponen que, a mayor cantidad de pobres, mayor será el nivel de virtud de la sociedad. Incluso han llegado al extremo de asociarse a los marxistas para promover la “igualdad en la pobreza” en forma similar a cómo el pseudo-intelectual logra adeptos, lo que implica atacar al sector productivo aumentando los niveles de pobreza, inseguridad e injusticia.
Al tratar de imponer de esa forma la eliminación de la propiedad privada, y no sólo de los medios de producción sino de los bienes en general, se limitan severamente las motivaciones para la creación de riqueza, sumiendo a la sociedad en una situación de miseria y encarcelamiento que exceptúa sólo a la clase dirigente de la sociedad comunista, siendo del agrado del ocioso y del envidioso, ya que la miseria generalizada alcanzará a quienes los superaban en la situación previa a la instauración del socialismo.
Debido a que la Iglesia, como institución, predica abiertamente el socialismo, la prédica cristiana ha quedado limitada principalmente en los sectores protestantes. Georgia Harkness menciona algunos principios bíblicos que favorecen las posesiones personales:
1- El pleno desarrollo de la personalidad demanda la propiedad o las posesiones personales. La inseguridad económica produce la inseguridad personal. El que tiene algo que poseer y sobre lo cual tiene dominio absoluto posee más motivos para vivir.
2- La eficiencia económica tiene relación con el derecho de poseer, y da como resultado que eleva el nivel de vida considerablemente. Si el hombre sabe que va a beneficiarse directamente en proporción a la cantidad de producción, entonces habrá más motivos para trabajar.
3- La ganancia personal tiene que estar presente para dar ímpetu al trabajo. Son muy pocos los que trabajan sin dar consideración alguna a lo que van a ganar, o los que trabajan solamente por el placer o la satisfacción personal que recibe. Más bien hay tantas «espinas» en la mayoría de los deberes de los hombres, que tiene que existir otro motivo más alto que el de la satisfacción personal. (Citado en “Bases bíblicas de la Ética” de Jaime E. Giles-Casa Bautista de Publicaciones-Cali 1977).
Desde la época en que la Iglesia apoya los sistemas generadores de pobreza (socialismo, socialdemocracia), se ha reducido en muchos países la defensa de los valores éticos tradicionalmente asociados al cristianismo. Debido al fracaso reiterado del socialismo totalitario, gran parte de la sociedad apoya la socialdemocracia; democrática en política y socialista en economía. Sin embargo, tampoco el “Estado benefactor” (la sociedad propuesta por la socialdemocracia) ha logrado solucionar el problema de la pobreza.
Mientras que, bajo el socialismo, se estatiza la propiedad privada, bajo la socialdemocracia se estatizan las ganancias empresariales a través de elevados impuestos. Pero de lo expropiado poco llega a los pobres, ya que la mayor parte queda en manos de la burocracia estatal. Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escribieron al respecto: “Los graves problemas por los que atraviesan los más necesitados se pueden mitigar o, si acaso, resolver a través de dos caminos. El primero consiste en el establecimiento de marcos institucionales que estimulen al máximo el crecimiento del capital y, el segundo, se canaliza a través de la benevolencia que, a estos efectos, se concreta en la beneficencia y la caridad”.
“Todas las políticas que tiendan a debilitar la producción afectan los salarios de la gente y, al mismo tiempo, se reducen las posibilidades filantrópicas”.
“En los Estados Unidos, el país más eficiente y más respetuoso de la justicia, se gastaron billones de dólares en combatir la pobreza. Con la cifra gastada en los últimos 30 años se podrían adquirir los activos netos de las 500 empresas más importantes y toda la tierra dedicada a la agricultura de los Estados Unidos. El resultado de tamaña erogación es que la cantidad de personas bajo la línea de pobreza en relación a la población total aumentó y que de cada dólar gastado sólo 30 centavos llegó a los destinatarios y los 70 restantes fueron a parar a los bolsillos de la burocracia”.
“En cambio, si se analiza la actividad caritativa privada antes de que irrumpiera aquella contradicción en términos, conocida como «Estado benefactor», se observan las notables tareas realizadas y los muchos objetivos logrados” (De “En defensa de los más necesitados”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).
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1 comentario:
Una parte de la Iglesia asocia la virtud a la pobreza... ajena.
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