El filósofo romano Epicteto sugería ocuparnos con preferencia de lo que resulta accesible a nuestras decisiones, relegando un tanto a lo que no depende de nosotros. Si se hubiese hecho caso a esta recomendación, principalmente en el ámbito de la religión, se hubiesen evitado muchos conflictos. Así, en lugar de discutir acerca de los atributos asignados a Dios, o a sus posibles intervenciones, o a su voluntad aparente, deberíamos haber acentuado nuestro interés en el cumplimiento y significado de los mandamientos bíblicos. Epicteto escribió: “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros: otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbos ni impedimentos; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno. Recuerda, por tanto, que si lo que por naturaleza es esclavo lo consideras libre y lo ajeno propio, sufrirás impedimentos, padecerás, te verás perturbado, harás reproches a los dioses y a los hombres, mientras que si consideras que sólo lo tuyo es tuyo y lo ajeno, como es en realidad, ajeno, nunca nadie te obligará, nadie te estorbará, no harás reproches a nadie, no irás con reclamos a nadie, no harás ni una sola cosa contra tu voluntad, no tendrás enemigo, nadie te perjudicará ni nada perjudicial te sucederá”(Del “Manual”-Editorial Gredos SA-Madrid 2001).
En el mismo sentido, describiendo el pensamiento de Spinoza, Emile Chartier escribió: "Los hombres son, en su mayoría, malos y desgraciados. Son malos porque ponen su felicidad en la posesión de objetos que no pueden ser de varios a la vez, como los honores y el dinero; así que la felicidad de los demás les hace desgraciados, y no pueden, en desquite, ser felices, sino si sus semejantes sufren. De ahí nacen la envidia, el odio, el desprecio; de ahí nacen las injurias, las calumnias, las violencias y las guerras".
"Así comprenden todos confusamente que la verdadera dicha no depende de las cosas perecederas, y que les es preciso, si quieren estar a salvo de la miseria, del terror y de la muerte, acudir a otra cosa, a algo que no pase, a algo que permanezca. Por eso encontramos siempre en boca de los hombres esta palabra profunda: «Es preciso amar a Dios». Y de ahí han nacido todas las religiones: todas quieren hacer participar al hombre de lo eterno, de la vida eterna" (De "Filósofos modernos"-Casa Editorial Estudio-Barcelona 1914).
A nivel de los países puede observarse, en el caso de los subdesarrollados, una evasión de culpas o una justificación de errores, atribuyéndoselas al imperialismo extranjero, supuesto culpable de todos nuestros males. Aún si así fuera, resulta evidente que depende de nosotros solucionar muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Si el "imperialismo" no quiere que progresemos, este deseo debe ser un aliciente para trabajar e invertir con mayor entusiasmo para revertir ese deseo perverso. Sin embargo, quienes culpan al "imperialismo" por los males que nos aquejan, son los que promueven el odio masivo contra los supuestos "colaboracionistas del imperio", acentuando nuestra decadencia.
Investigaciones relativamente recientes, en psicología, describen los efectos producidos tanto por la creencia de que la mayor parte de lo que nos ocurre depende de nosotros mismos y también por la creencia de que depende de "fuerzas impersonales", ajenas a nuestra voluntad. D. P. Schultz y S. E. Schultz escribieron: "A lo largo de un amplio programa de investigación, Julian Rotter descubrió dos cosas: algunos individuos creen que los reforzadores dependen de sus acciones y otros piensan que los reforzadores están controlados por otras personas y por fuerzas externas. Llamó a este concepto locus de control".
"Reforzamiento: Acción de fortalecer una respuesta introduciendo una recompensa, con lo cual se aumenta la probabilidad de que se repita".
"Los individuos que tienen un locus de control interno están convencidos de que su conducta controla el reforzamiento que reciben. Los que tienen un locus de control externo piensan que otras personas, el destino o la suerte controlan las recompensas que reciben. En otras palabras, están convencidos de que no pueden hacer nada respecto de esas fuerzas del mundo exterior".
"Así pues, la fuente del locus de control influye de un modo decisivo en la conducta. Los individuos que tienen un locus de control externo, convencidos de que ni sus acciones ni sus capacidades influyen en los reforzadores, concederán poco o nulo valor al esfuerzo por mejorar su situación. ¿Tiene caso intentar si poco o nada cambiará en el presente ni en el futuro?".
"Por el contrario, los individuos que tienen locus de control interno están convencidos de que dominan la situación y por lo mismo hacen algo al respecto. Su rendimiento en las tareas de laboratorio es mejor que el de aquellos que tienen locus de control externo. Además, son menos vulnerables a los intentos por influir en ellos, conceden más valor a sus habilidades y prestan más atención a las señales ambientales que usan para dirigir su conducta. Muestran también menos ansiedad y más autoestima, actúan en forma más responsable y gozan de mejor salud física y mental" (De "Teorías de la personalidad"-Cengage Learning Editores SA-México 2010).
También el creyente religioso, que supone que Dios ordena o dirige todos los acontecimientos de su vida cotidiana, en cierta forma adopta un supuesto control exterior que le impide afrontar la realidad de una manera activa. Otros, en cambio, pueden encontrar en su creencia una fuerza adicional para motivar su vida y fortalecer su personalidad.
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