Cuando Cristo indica que sus dos mandamientos (amor a Dios y amor al prójimo) sintetizan “la Ley y los profetas”, prioriza los aspectos relevantes de la religión moral. Con el tiempo, tal prioridad es negada y reemplazada por misterios sagrados de cierta complejidad que alejan al creyente de la religión original y dan lugar a discordias y divisiones. De ahí que el cristianismo actual esté dividido entre católicos, protestantes y ortodoxos, además de una gran cantidad de sectas menores. Annick de Souzanelle escribió: “De ahí los primeros concilios que, en la contemplación, se atreven a decir lo indecible en dos dogmas. Dos en total, que son los dos pilares del templo cristiano: se trata, por una parte, del misterio de la Encarnación, misterio de las dos naturalezas divina y humana de la Persona de Cristo; y, por otra, del misterio de la divina Trinidad, el de las tres Personas divinas en un solo Dios, tres Personas de las que cada una contiene la divinidad entera. Dos afirmaciones de una loca paradoja, tan inaccesible a nuestra lógica que no pueden, en ningún caso, encerrar al Hombre” (De “La palabra en el corazón del cuerpo” de A. de Souzenelle y J. Mouttapa-Editorial Kier SA-Buenos Aires 1997).
Posteriormente surgen predicadores que agregan otros principios de acción sectoriales que también tienden a reemplazar la prioridad de los mandamientos cristianos. Este es el caso de predicadores, que con sus principios de pobreza, castidad y obediencia aspiran a la perfección moral. Resulta evidente que tales principios no derivan necesariamente de los mandamientos cristianos. Se advierte en estos casos la existencia de una “religión de Cristo” (la de los mandamientos bíblicos), por una parte, y de varias “religiones acerca de Cristo” (la de los misterios y de las normas de acción indicadas), por otra parte. Vicente María Bernardot escribió respecto de la pobreza, castidad y obediencia: “Este triple renunciamiento por un acto magnífico que lo eleva al punto culminante de la grandeza moral, lo hace no por un día o una época de su vida, sino para siempre. Se obliga a la perfección usque ad mortem, como dice la fórmula de profesión dominicana. Escapa así a las vicisitudes de la fragilidad, a las recaídas de la miseria humana. Ciñéndose a la caridad perfecta, se une indisolublemente a Dios y participa –tanto como es posible acá abajo- de la inmutabilidad misma de los bienaventurados” (De “La orden de los frailes predicadores”-Ediciones Veritas-Buenos Aires 1954).
Cristo es el intermediario entre Dios y el hombre, o entre el orden natural y el hombre. Al ser elevado a la categoría de Dios, se crea simultáneamente la misión de los intermediarios, de donde surge el reemplazo de su religión por la de sus intermediarios. De ahí la casi total ineficacia actual de la religión moral.
En una breve síntesis, puede decirse que la principal labor de quien cumpla con la Segunda Venida, ha de ser la de restaurar la prioridad establecida por Cristo junto a una fundamentación adicional de sus mandamientos en base a aspectos evidentes contemplados desde la Psicología Social u otras ciencias sociales.
En cuanto al conflicto entre católicos y ortodoxos, puede decirse que son dos intermediaciones, entre Cristo y el ciudadano común, que difieren en sus planteos teológicos como también mantienen abiertas las viejas heridas de otras épocas. Poco o nada tienen en cuenta la sugerencia cristiana del perdón y del "amor al enemigo". Jean Meyer escribió: "Para los «occidentales», «latinos», «romanos» o «papistas», durante siglos, hasta el Concilio Vaticano II, los ortodoxos eran «cismáticos» y se cultivaba la ilusión, eso hasta hoy, incluso después del concilio, de que la reunificación de las iglesias sería muy fácil, que tomaría la forma de un «regreso» de los extraviados a los brazos generosamente abiertos de Roma; la ilusión de que no había más problema que el reconocimiento por parte de las «iglesias cismáticas» de la autoridad suprema del Papa sobre la Iglesia universal".
"En cuanto a los «orientales», «ortodoxos», «greco-rusos», presentaban, del otro lado del espejo, la misma imagen pero invertida. Los cismáticos, los herejes, peores que los inocentes e ignorantes paganos, eran -son- los orgullosos y execrables latinos, cristianos que dejaron de serlo hace tiempo y acumulan doscientas cincuenta herejías, como sostiene un manual todavía en uso en ciertos seminarios rusos" (De "La gran controversia"-Tusquets Editores SA-Barcelona 2006).
Fiodor Dostoievski, una de las figuras literarias representativa de la ortodoxia rusa, escribía en el siglo XIX: "El catolicismo belicoso se pone con toda vehemencia y pasión de parte de los turcos y en contra de nosotros. Ni en Inglaterra ni en Hungría existen hoy enemigos tan acérrimos de Rusia como estos belicosos clericales. No ya algún prelado, sino el Papa mismo, ha hablado con alborozo del triunfo de los turcos y profetizado un porvenir pavoroso para Rusia. Ese anciano moribundo que todavía se llama jefe de la cristiandad no ha tenido reparo en confesar públicamente que las victorias de los turcos le producen siempre alegría. Tan tremendo odio resulta comprensible en cuanto se reconoce que el catolicismo romano está haciendo efectivamente la guerra, que realmente y espada en ristre lucha hoy en Europa contra sus fatales enemigos".
"¿Qué es en el fondo la cuestión de Oriente sino la cuestión del destino de la ortodoxia? Pero la suerte de la ortodoxia está íntimamente ligada al destino de Rusia. «¿Pero qué camino es ése?», me preguntaréis. El catolicismo romano que vendió a Cristo por los bienes temporales, lo que fue causa de que la Humanidad se apartase de él, y causa principal de la difusión del materialismo y del ateísmo en Europa...Ese catolicismo ha engendrado también, en Europa, naturalmente, al socialismo. Pero la doctrina de Cristo, en Occidente falseada, se ha conservado en toda su pureza en el seno de la ortodoxia...Rusia -me refiero al pueblo y al zar juntos- reconoce y siente que es el único portavoz del cristianismo y que la palabra de la ortoxia está haciendo en ella asumir la forma de una magna gesta" (Citas en "La gran controversia").
La Iglesia ortodoxia rusa mantiene (¿o mantenía?), al igual que la Iglesia católica, sus esperanzas de liderar un universalismo cristiano. Jean Meyer escribió: "A la Iglesia católica Dostoievski le atribuye el vacío místico, el déficit espiritual, la considera como el armazón institucional heredado de Roma, como la fábrica de un «Cristo nuevo listo para todos los acomodamientos»; aliada secular de los grandes de este mundo, los va a abandonar ahora que los pequeños parecen destinados a ser los nuevos amos. Pero en el desastre universal, un pueblo se mantiene de pie, fuerte, sano, preparado para salvar al mundo: el pueblo ortodoxo ruso. Dostoievski no es eslavófilo; rechaza a los eslavófilos porque quiere para su Rusia un destino universal: «lo que constituye un gran pueblo, es su creencia en la universalidad»; como los eslavófilos, desea la unión de todos los hermanitos eslavos, al amparo de Rusia, tras la toma de Constantinopla-Zargrad, ciudad de Constantino, emperador y obispo, cuna de la ortodoxia. Porque después vendrá lo más importante, la misión universal del Cristo ruso, la instauración de una fraternidad cristiana universal".
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1 comentario:
Tanto la iglesia occidental como la oriental quisieran estar a la cabeza de las naciones cristianas aliadas entorno a ellas. También en esto se les puede considerar como herederas del Imperio romano.
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