Existe una expresión que indica que "el que calla, otorga", implicando que el silencio ante cierta acusación es una forma de aceptación de la misma. Actualmente se vislumbra una situación similar, ante las acusaciones marxistas al capitalismo, advirtiéndose no sólo una aceptación tácita, sino cierta confirmación por parte de uno de los sectores acusados. Así, quien aduce que el capitalismo es un "sistema inmoral" por cuanto está motivado por razones egoístas, recibe como confirmación que, efectivamente, "el egoísmo es una virtud". Tal confirmación potencia la difusión de la mentalidad anticapitalista y la aceptación de posturas socialistas.
Si el egoísmo fuese imprescindible en el mercado, tendría asidero aquella creencia de que, en todo intercambio comercial, una parte se beneficia y otra se perjudica, o bien que, en el comercio internacional, un país se beneficia mientras el otro se perjudica, y muchas conclusiones por el estilo. Debemos tener en cuenta que, para que los intercambios en el mercado sean duraderos, ambas partes interactuantes deberán beneficiarse simultáneamente. De lo contrario, pronto cesarán (que es lo que ocurre cuando predomina el egoísmo en una de las partes).
Una economía de mercado, en realidad, puede funcionar aceptablemente a pesar del egoísmo de sus actores, ya que, al existir competencia entre productores, todos se ven obligados a reducir sus cuotas de egoísmo hasta niveles normales. Así, el vendedor que eleva sus precios y baja la calidad de sus productos, actuando en forma egoísta, pronto se quedará sin clientes, ya que éstos cambiarán de proveedor. Las circunstancias del mercado lo obligarán a reducir su egoísmo hasta llegar a una situación cercana a la "cooperación social", que es el verdadero objetivo al que apunta la economía de mercado, o capitalista.
El empresario es la base material de la economía de una sociedad. Es por ello que, de la misma manera en que un edificio se mantiene gracias a las columnas que lo sustentan, y que para destruirlo sólo basta con dinamitarlas, para destruir una sociedad basta con eliminar al empresariado. De hecho, las economías subdesarrolladas se caracterizan por tener un reducido plantel de empresarios, o por un plantel de baja calidad. Luego, generalizar que el empresario ha de ser necesariamente alguien egoísta, excluyendo toda posibilidad que esté motivado por la cooperación social, es algo inadecuado. Significaría que sólo el poder y el dinero son sus metas, mientras que en realidad se observan empresas con mucha antigüedad que tienen éxito precisamente por buscar el beneficio simultáneo entre cliente y empresario.
Quienes promueven "la virtud del egoísmo" cierran las puertas a una masiva difusión del capitalismo, ya que cualquiera sabe que el egoísmo es un defecto que toda persona en proceso de mejoramiento personal trata de disminuir. Si el egoísmo fuera una virtud, sería aconsejable ser cada día más egoísta. Por el contrario, las figuras representativas del liberalismo sostienen la necesidad de existencia de una base ética adecuada para el posterior desempeño en el mercado.
Quienes se han convertido en aliados del socialismo y detractores indirectos del capitalismo, son también detractores de la ética cristiana, llegando al extremo de afirmar que "el amor al prójimo es inmoral" (lo que no resulta extraño en quien afirme que el egoísmo es una virtud). El mandamiento del amor al prójimo implica una actitud, o predisposición, por la cual se trata de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Esa es justamente la ética necesaria para establecer vínculos comerciales que beneficien simultáneamente a ambas partes intervinientes en una transacción o intercambio en el mercado.
El economicismo, actitud netamente materialista, que supone que todos los aspectos sociales y culturales dependen del sistema económico vigente, como es el caso del marxismo, llega a la conclusión absurda que el vínculo que ha de unir a los seres humanos, para conformar un orden social, no han de ser los aspectos emocionales o afectivos, sino que han de ser "los medios de producción", y que por ello mismo deberán pertenecer al Estado. Pareciera que los millones de años de evolución que culminan con la vida inteligente hayan tenido como objetivo implícito lograr que los seres humanos "sean socios" en la producción de elementos para la vida cotidiana, casi el mismo objetivo de supervivencia que el asignado al resto de la vida.
El economicismo de algunos sectores capitalistas no difiere esencialmente del marxismo en cuanto a su pobre compatibilidad con los objetivos aparentes del proceso evolutivo, sino que difiere en los medios para establecer el orden social. Es por ello que algunos autores lo denominan "marxismo de mercado". No es la empatía emocional propuesta por el cristianismo el vínculo que debería conformar la sociedad humana, sino "los intercambios comerciales" orientados por el "egoísmo racional". Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (De "La virtud del egoísmo" pág.45-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).
Mientras que Cristo propone al "hombre nuevo", que adopta y cumple sus mandamientos, el marxismo-leninismo propone al "hombre nuevo soviético", adaptado al socialismo. En cuanto al "hombre nuevo" seguidor de Ayn Rand, podemos encontrarlo diariamente en aquellos deprimentes e insoportables individuos que no saben hablar de otra cosa que de sus éxitos económicos y de sus proyectos en el mismo sentido. Apenas uno intenta cambiar el tema, es ignorado para retomar el tema anterior.
Al relegar los aspectos emocionales a un lugar secundario, se observa un alejamiento evidente respecto de las leyes naturales. Ello se debe a que se propone que el ser humano desoiga el sentido impuesto por el proceso evolutivo. Implica reemplazar parcialmente la ley natural por objetivos personales subjetivos (a pesar de usarse el calificativo de "objetivismo"). Mientras que el liberalismo auténtico propone la libertad material y mental de todo ser humano respecto de sus semejantes, tanto el marxismo como el objetivismo se alejan de ese objetivo, ya que con sus directivas subjetivas tienden a reemplazar el gobierno de la ley natural sobre todo ser humano. Daniel Goleman escribió: "En la danza de sentimiento y pensamiento, la facultad emocional guía nuestras decisiones momentáneas, trabajando en colaboración con la mente racional y permitiendo -o imposibilitando- el pensamiento mismo. De la misma manera, el cerebro pensante desempeña un papel ejecutivo en nuestras emociones, salvo en aquellos momentos en que las emociones quedan fuera de control y el cerebro emocional pierde sus frenos".
"En cierto sentido, tenemos dos cerebros, dos mentes y dos clases diferentes de inteligencia: la racional y la emocional. Nuestro desempeño en la vida está determinado por ambas; lo que importa no es sólo el cociente intelectual sino también la inteligencia emocional. En efecto, el intelecto no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional. Por lo general, la complementaridad del sistema límbico y la neocorteza, de la amígdala y los lóbulos prefrontales, significa que cada uno de ellos es un socio pleno de la vida mental. Cuando estos socios interactúan positivamente, la inteligencia emocional aumenta, lo mismo que la capacidad intelectual" (De "La inteligencia emocional"-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2000).
Tanto marxistas como objetivistas, en sus afanes destructivos contra el cristianismo, caen en el error de despreciar la empatía emocional cayendo en el absurdo de pretender reemplazar lo emocional, tanto en los individuos como en la sociedad, para ubicar en su lugar vulgares materialismos que se oponen totalmente al proceso evolutivo y a la plenitud de la vida inteligente. Pero debemos comprenderlos; por carecer de lo emocional, o por despreciarlo, sus razonamientos pueden no coincidir con la realidad.
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1 comentario:
Una forma de cercenar la base material de la sociedad es la que se da cuando sectores económicos concretos están enfeudados al poder político operando con un monopolio de facto o los grandes empresarios con insalvable ventaja sobre sus competidores gracias, en ambos casos, a las barreras que establece la legislación en su favor. El resultado es que el servicio que prestan a la sociedad es notablemente peor que el tendrían que dar en caso de existir otras condiciones más equitativas.
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