La libertad, como ausencia de un gobierno mental y material de un ser humano sobre otro, resulta ser una condición indispensable para la supervivencia de la humanidad. Ello se debe a que, en caso de producirse ese gobierno, implica que un ser humano ha usurpado el lugar que le corresponde a la ley natural. No existe "alguien más sabio", para adoptar como referencia, que el propio proceso evolutivo, que ha conformado nuestros atributos mentales y físicos.
La principal actividad humana consiste en conocer las leyes naturales que rigen todo lo existente, ya que nuestra posterior adaptación cultural al orden natural implicará nuestra supervivencia. Tal adaptación nos facilitará, no sólo una disminución o eliminación de los conflictos existentes, sino también la posibilidad de ser capaces de lograr la generación de energía a partir de la fusión nuclear, ya que, tarde o temprano, el petróleo, el carbón y hasta el uranio existentes resultarán insuficientes para abastecer a más de 7.500 millones de habitantes.
Adviértase que la necesidad de descubrir, de describir luego y de adaptarnos a las leyes naturales, es el mismo proceso adoptado por el físico y el químico que por el científico social y el religioso. Este último trata de adaptarse a las leyes de Dios, que no son otra cosa que las leyes naturales estudiadas por el científico. La oposición a este proceso, puede observarse en las diversas ideologías que desconocen o ignoran tales leyes, siendo reemplazadas por "leyes humanas" y hasta por caprichos personales impuestos masivamente por algún líder.
La validez de toda propuesta ética ha de depender de sus resultados, es decir, de los efectos producidos en todos aquellos que la ponen en práctica. Luego, se advertirá que los mejores resultados serán aquellos producidos por las propuestas compatibles con las leyes naturales. Por el contrario, las propuestas que producen violencia, infelicidad, hambre y todo aquello no deseado por los seres humanos, derivan de ideologías de carácter subjetivo, ya que sus autores ni siquiera han intentado indagar acerca de cuáles son las leyes naturales que deben respetarse. Y esto sucede tanto en el ámbito de la filosofía, de la religión y de las ciencias sociales, ya que ninguna de ellas tiene sentido mientras se ignoren los aspectos básicos e inmediatos de nuestra naturaleza humana.
Entre los requisitos básicos que debe reunir toda propuesta ética, además de la compatibilidad mencionada, aparece la sencillez y la simplicidad de la propuesta, ya que debe ser de utilidad tanto para el instruido como para el más simple de los seres humanos. Por el contrario, las propuestas que no reúnen esta condición (ni tampoco la anterior) se caracterizan por su complejidad y por su alejamiento del pensamiento cotidiano, dando lugar a interminables batallas verbales que sólo sirven para mantener contentos y entretenidos a los "filósofos" de tipo sofista.
Si el ser humano responde a dos tendencias principales; cooperación y competencia, resulta eficaz la sugerencia de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, ya que de esa manera se favorece la cooperación social, mientras que la competencia con uno mismo, o bien aquella orientada a establecer una mayor cooperación, permitirá resolver la mayor parte de los conflictos y problemas que aquejan a la humanidad. Tal actitud no implica una especie de respuesta automática ante cualquier ser humano, sino una predisposición que ha de surgir cuando las condiciones lo permitan.
Esta sugerencia ética, promovida por el cristianismo, lleva implícito un acatamiento a la ley natural; de ahí el concepto del Reino de Dios sobre el hombre, es decir, el gobierno de Dios a través de sus leyes en oposición a toda forma de gobierno del hombre sobre el hombre. Es por ello que las ideas predominantes del liberalismo sean esencialmente las mismas ideas bíblicas surgidas hace más de dos mil años atrás. Sin embargo, el absurdo llega al extremo cuando presuntos "liberales" atacan al cristianismo como si fuese el principal enemigo ideológico.
La tendencia hacia el logro de mayores niveles de adaptación, produce simultáneamente mayores niveles de felicidad, y ellos se alcanzan a través del acatamiento directo de una ética natural que contempla las leyes naturales accesibles e inmediatas que rigen nuestra conducta individual. El gobierno de la ley natural sobre cada ser humano es, además, un autogobierno, por cuanto se descarta todo gobierno humano no vinculado a la ley natural.
El proceso de la evolución cultural de la humanidad puede sintetizarse en el paso de la libertad de uno, a la libertad de muchos hasta llegar finalmente a la libertad de todos; etapa final que, por el momento, no ha podido lograrse. La libertad de todos provendrá no sólo de liberarnos de todo gobierno humano, sino de liberarnos de nuestros propios defectos, que limitan nuestro nivel de felicidad y hasta nos generan importantes niveles de infelicidad. Benedetto Croce escribió: "Que la historia es la historia de la libertad es dicho famoso de Hegel...Con diversa intensión y diverso contenido se pronuncia aquí aquella frase, no para asignar a la historia el tema de verse formada por una libertad que antes no existía y algún día habrá de ser, sino para afirmar a la libertad como forjadora eterna de la historia, como sujeto mismo de toda la historia".
"Es, considerada como tal, por un lado, el principio explicativo del curso de la historia y, por otro, el ideal moral de la humanidad" (De "La historia como hazaña de la libertad"-Fondo de Cultura Económica-México 1942).
La libertad, como valor cultural, tuvo sus inicios en la antigua Grecia, aunque no implicaba una libertad para todos, sino para unos pocos, ya que se aceptaba la esclavitud de muchos. Los valores griegos, adoptados por los romanos, se difunden en Occidente, recibiendo un fuerte impulso con el cristianismo, que impone la innovación de la libertad para todos. Will Durant escribió: "El derecho fue la expresión más característica y duradera del espíritu romano. Así como Grecia representa en la historia la libertad, así Roma representa el orden; y al modo como Grecia legó la democracia y la filosofía como cimientos de la libertad individual, Roma nos dejó sus leyes y sus tradiciones de administración como bases del orden social. El unir estos dos legados, al convertir esta oposición estimuladora en una armonía es la primaria tarea de los hombres de Estado" (De "César y Cristo"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1967).
Sobre las bases greco-latinas, se instala el cristianismo perfeccionándolas para establecer los principios que darán lugar a la civilización Occidental. Orlando Paterson escribió: "En la Roma imperial ocurrió también el tercer gran desarrollo de la historia de la libertad: el surgimiento del cristianismo. La misma clase de gente que dominaba la economía y la cultura popular romanas y que había hecho de la libertad un valor secular masivo fue la que transformó la rústica secta judía en una religión mundial".
"Durante ese proceso rehicieron a su imagen la religión original de Jesús y la convirtieron en la primera, y única, religión mundial que sitúa la libertad -la libertad espiritual, la redención- en el centro mismo de su teología. De este modo iba a ser entronizada la libertad en la conciencia de todos los pueblos de occidente; allí donde el cristianismo se enraizaba proveía a los conversos no sólo la salvación en Cristo, sino el ideal de la libertad. Y en tanto cuanto sobrevivía el cristianismo también sobrevivía, al menos en forma espiritual, el profundo compromiso occidental con el ideal de libertad" (De "La libertad"-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1993).
En total oposición a los ideales occidentales, surgen en el siglo XX los totalitarismos (fascismo, nazismo, comunismo) en los que se advierte una regresión, que se opone a la libertad y la supervivencia, en la cual se advierte un sistema social en el que predomina la libertad de uno (Hitler, Stalin, Mao, etc.) y la obediencia y la esclavitud del resto.
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1 comentario:
En el pulimento de nuestros propios defectos debería tener un lugar preferente el dominio de las pasiones. Porque la libertad no es algo dado que simplemente puede cogerse sino algo costoso que necesita cultivarse. Además de la liberación de las coerciones externas es necesario conquistar la libertad interna, porque en caso contrario pasamos de estar dominados por otros a estarlo por nuestras pasiones. El aspecto más claro está en el sexo, donde no se trata en dar rienda suelta a nuestros impulsos sino, en la medida en que podamos, responsabilizarnos y moralizar su ejercicio, en humanizarlo haciéndolo libre.
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