A la civilización occidental se le asocia un origen greco-latino como también judeo-cristiano. El vínculo entre ambas tradiciones ha sido, posiblemente, el estoicismo, filosofía de origen griego que tiene gran influencia en el mundo romano. La actitud estoica respecto del orden natural, que supuestamente nos exige una adaptación a sus leyes, resulta cercana a la actitud cristiana de adaptarnos a la voluntad de Dios. Sin embargo, todo el que desconfía de la validez o de la efectividad de la religión, tiende a negar al cristianismo como fundamento de la cultura occidental. Julián Marías escribió: “En manos de Platón y Aristóteles, la filosofía alcanza una precisión y un rigor intelectual desconocidas antes y que han resultado ejemplares para la idea posterior que se ha tenido del filosofar…Estos dos sistemas han tenido –y siguen teniendo- una vigencia milenaria, hasta el punto de que de ellos se ha nutrido casi toda la filosofía medieval y moderna”.
“Pues bien, hacia el año 300 AC, Zenón de Citium…establece una escuela de filosofía en el Pórtico. Desde entonces, el estoicismo, cada vez más floreciente, suplanta las doctrinas anteriores y se convierte, de un modo casi absoluto, en la filosofía de la época. De una época, por cierto muy larga, que alcanza por lo menos cinco siglos” (De “Biografía de la Filosofía”-Alianza Editorial SA-Madrid 1980).
Mientras que en la Edad Media europea predomina la religión cristiana, o católica, que supone la existencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, a partir de la Ilustración resurge el espíritu del estoicismo en la forma de religión natural o deísmo. Esta forma de cristianismo rechaza la revelación y los milagros, quedándose sólo con la ética cristiana. De esa manera se va conformando un cristianismo sin templos que subyace en los pensadores representativos de la cultura occidental. Stephen R. C. Hicks escribió: “Los pensadores modernos parten de la naturaleza, en lugar de partir desde alguna forma de lo sobrenatural, lo cual fue el punto de partida característico de la filosofía medieval premoderna. Subrayan que la percepción y la razón son los medios humanos para conocer la naturaleza, en contraste con la dependencia premoderna respecto de la tradición, la fe y el misticismo” (De “Explicando el posmodernismo, la crisis del socialismo”-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2014).
La caída del muro de Berlín no implicó el repliegue del marxismo-leninismo, opositor de todo lo occidental, sino sólo un cambio de estrategia. Tales fuerzas disolventes se identificaron con el posmodernismo, movimiento que busca destruir los legados de la modernidad y de la Ilustración. El denominado “marxismo cultural” propone el relativismo moral y la oposición a todo tipo de moral, especialmente cristiana., tomándola incluso como referencia para proponer todo lo contrario.
Puede decirse que la ética cristiana ha sido puesta en práctica suficientemente para advertir sus resultados. Quienes se oponen a esa ética no son sólo los marxistas, sino también sectores autodenominados “liberales” que sostienen que el auge del capitalismo y el posterior éxito de la economía de mercado poco se debieron al nivel moral de la sociedad. Aducen, por el contrario, que el éxito se debió enteramente a dicho ordenamiento económico. Al igual que los marxistas, los “marxistas de mercado” sostienen que el desarrollo humano y social depende exclusivamente del sistema de producción adoptado y que toda forma de religión, incluso la religión natural, es un estorbo para el pleno desarrollo del sistema económico propuesto.
Luego del mayor riesgo sufrido por la civilización occidental ante el surgimiento de los totalitarismos del siglo XX, los principales intelectuales liberales (o democráticos), se reunieron en Suiza para constituir la Sociedad de Mont Pelerin, donde la proclama final implicó promover la economía de mercado y la democracia política con la finalidad de salvar la civilización occidental de todos los intentos destructivos que la amenazan. En la Manifestación de Propósitos aparece lo siguiente: “Los valores centrales de la civilización están en peligro. Sobre grandes extensiones de la superficie de la Tierra, las condiciones esenciales de la libertad y la dignidad humana ya han desaparecido. En otras están bajo continua amenaza proveniente del desarrollo de actuales tendencias políticas. La posición del individuo y la de las agrupaciones voluntarias se ven progresivamente socavadas por los avances del poder arbitrario”.
“Hasta aquella muy preciada posesión del hombre occidental, la libertad de pensamiento y expresión, está amenazada por la divulgación de credos que, clamando por el privilegio de la tolerancia mientras están en minoría, buscan sólo establecerse en una posición de poder desde la cual puedan suprimir y borrar cualquier punto de vista que no sea el propio”.
“El grupo sostiene que estos acontecimientos han sido alentados por el crecimiento de una visión de la historia que niega todas las normas morales absolutas y por el desarrollo de teorías que cuestionan el imperio de la ley. Sostiene además que los hechos aludidos se han visto fomentados por una declinación de la creencia en la propiedad privada y en el mercado competitivo ya que, sin la difusión del poder y la iniciativa asociados con estas instituciones, es difícil imaginar una sociedad donde la libertad pueda ser preservada en forma efectiva” (Citado en “Bases liberales para un programa de gobierno” de Álvaro C. Alsogaray-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1989).
Hay sectores “liberales” (o pseudoliberales) que interpretan el amor al prójimo propuesto por el cristianismo como idéntico al altruismo propuesto por el socialismo, es decir, lo interpretan de la misma manera que los marxistas. Junto a los jesuitas, principalmente, han contribuido a que la Iglesia Católica haya terminado siendo quizá el principal difusor del socialismo a nivel mundial. La traición y la irresponsabilidad de los economicistas “liberales” tienden a favorecer el avance arrollador del marxismo cultural en gran parte de Occidente.
La burla y el desprecio hacia el cristianismo, por parte de muchos pseudoliberales, surge de la ignorancia de no tener en cuenta que la religión natural, desprovista de revelaciones y milagros, se identifica con la ciencia experimental. Llegan al extremo de considerar como rivales, y hasta enemigos, a los sectores conservadores por la manifiesta adhesión de éstos a las diversas variantes de religión cristiana. El pseudoliberal tiende a promover la libertad sin responsabilidad, es decir, a promover el simple libertinaje de hacer lo que a cada uno le venga en ganas amparado por el “sagrado” relativismo moral.
Como el Occidente ha sido el más avanzado en cuestiones científicas y económicas, se lo trata de denigrar, como casi siempre ocurre en situaciones en que hay ganadores y perdedores. Los éxitos de Occidente son imperdonables para sus opositores. Hicks escribió respecto de la actitud posmoderna: “La teoría de la deconstrucción dice que ninguna obra tiene significado. Cualquier significado aparente puede ser transformado en su opuesto, en nada, o descubierto como una máscara que oculta algo desagradable”.
“La estrategia no es nueva. Si odias a alguien y quieres herirlo, entonces golpéalo en donde le importa. ¿Quieres herir a un hombre que ama a sus niños y odia a los abusadores de menores? Planta indicios y propaga rumores de que él es adicto a la pornografía infantil. ¿Quieres lastimar a una mujer que se enorgullece de su independencia? Corre la voz de que ella se casó con ese hombre porque él es rico. La verdad o la falsedad de los rumores no importan realmente…Lo que importa es anotar un golpe directo”.
“El mundo contemporáneo de la Ilustración se enorgullece de su compromiso por la igualdad y la justicia, de su amplitud de mente, de su capacidad de poner las oportunidades al alcance de todos, y de sus logros en la ciencia y la tecnología. El mundo de la Ilustración está orgulloso, está confiado, y sabe que es la ola del futuro. Esto es insoportable para alguien que lo invirtió todo en un criterio opuesto y fallido. Ese orgullo es lo que esa persona desea destruir. El mejor objetivo para atacar es el sentido de la Ilustración de su propio valor moral. Atacarlo como sexista y racista, dogmático intolerante y cruelmente explotador. Socavar la confianza en su razón, su ciencia y su tecnología. Las palabras incluso no tienen que ser ni verdaderas ni consistentes para causar el daño necesario”.
"La Ilustración se basó en premisas opuestas a las del Posmodernismo, pero mientras fue capaz de crear un mundo magnífico sobre las bases de esas premisas, las articuló y las defendió de manera incompleta. Esa debilidad es la única fuente del poder del Posmodernismo en su contra. Completar la articulación y la defensa de esas premisas es entonces esencial para mantener el futuro progreso de la visión de la Ilustración, y protegerla contra las estrategias posmodernas" (De “Explicando el posmodernismo, la crisis del socialismo”).
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