En las sociedades actuales es posible advertir actitudes compatibles con la moral cristiana, tal la de alentar al justo para que continúe en su actitud cooperativa mientras deslegitima toda actitud pecaminosa de quien actúa en forma egoísta o envidiosa. Podría decirse que en ello radica la esencia de una sociedad normal, con justos y con pecadores, pero con claras intenciones de aumentar el porcentaje de los primeros. El justo es el que cumple los mandamientos bíblicos mientras que el pecador es el que los incumple, en forma independiente a sus creencias religiosas o posturas filosóficas.
También existen sectores que, abiertamente, legitiman a los pecadores mientras que, además, desalientan el accionar de los justos. Ello implica promover el triunfo del mal sobre el bien, porque es distinto apuntar hacia el bien y, aun quedándose a mitad de camino, intentar alcanzarlo, que apuntar hacia el mal para que predomine sobre el bien; buscando el predominio de la infelicidad sobre la felicidad y de la injusticia sobre la justicia.
Entre las causas que favorecen este despropósito aparece el relativismo moral, creencia que sostiene que los efectos de nuestras acciones no dependen de nuestras actitudes, o bien que ni siquiera tiene sentido hablar de efectos positivos o negativos. Incluso se sospecha que la felicidad dependería sólo del dinero adquirido ignorándose en todo planteo la existencia de valores afectivos e intelectuales.
Así como el ciego, al perder su visión, intensifica los demás sentidos ante la necesidad de adaptarse a la vida cotidiana, quien no dispone de bienes materiales suficientes puede intensificar sus valores afectivos e intelectuales para compensar aquella carencia. Sin embargo, mientras que algunos ciegos se rebelan contra la situación que padecen, negándose a aceptarla, algunos carenciados, materialmente hablando, se rebelan contra su situación negándose a hacer esfuerzos por revertirla.
Los promotores del mal sobre el bien, encuentran en los “pobres buenos” una posibilidad para sembrar el rencor contra la sociedad. Por ello, a aquellos que hacen esfuerzos por salir de su incómoda situación les arengan en contra del sistema capitalista y en contra de las clases media y alta, inculcándoles que de su situación no son culpables sino que la culpa es del “sistema” y de las “clases opresoras”. En cuanto a los “pobres malos”, les inculcan disimuladamente volcarse a la delincuencia considerando que sus actos agresivos son legítimos ya que previamente las clases media y alta los han marginado de la sociedad.
Así como existe un criterio político y económico para distinguir entre izquierda y derecha, en función del rol que ha de ocupar el Estado, puede decirse también que la izquierda, en el ámbito social, es la que legitima al pecador y desalienta al justo, mientras que la derecha alienta al justo tratando de deslegitimar al pecador. Los conceptos de izquierda y derecha aparecen en la Biblia y guardan cierta relación con los actualmente empleados; tras el juicio final, los justos estarán a la derecha de Dios y los condenados a su izquierda. “Colocará las ovejas a su derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces dirá también a los de la izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo).
Mientras que la izquierda política apoyaba en los años 70 al terrorismo y la guerrilla marxista-leninista, autora de asesinatos, atentados y secuestros extorsivos, en la actualidad apoya la violencia urbana, ya que produce efectos similares a los mencionados. De ahí que la “justicia” abolicionista o garantista actúe abiertamente a favor del delincuente. Diana Cohen Agrest escribió: “El minimalismo y el abolicionismo penal colaboran en tanto y en cuanto se trata de concepciones del derecho que aspiran al borramiento de una construcción que la civilización sostuvo, pese a sus deficiencias; ¿cómo es posible que desde la ley se propicie la eliminación de las columnas que sostuvieron la arquitectura social cuyo fundamento ético es que al crimen le sigue un castigo? ¿Acaso un ideario asumido como política de Estado, que probablemente se aplique al pie de la letra sólo en la República Argentina, puede discriminar inversamente las conductas delictivas para exonerarlas? Porque se trata, a fin de cuentas, de una política cuyo costo es la segregación de los derechos de las víctimas; y su contraparte es la justificación del delito por la proveniencia «marginal» (que le da el nombre al ideario) de los delincuentes. Aunque es una «verdad de Perogrullo» -como le gusta decir a Zaffaroni-, el delito constituye una forma de vida adquirida a la que pocos renuncian”.
“Una vez que Zaffaroni reconoce el apartamiento del delincuente de la ley, paternalistamente lo desculpabiliza, eliminando incluso la noción de culpabilidad asociada al crimen y desplazada al sistema o a la sociedad. Zaffaroni cae así explícitamente en una apología del delito” (De “ausencia permanente”-Debate-Buenos Aires 2013).
Un sector de la sociedad se muestra en contra del castigo o del encierro del peligroso delincuente aduciendo que fue “marginado” previamente por la sociedad y que por ello se debe intentar su reinserción en la misma. Mientras se reinserta, habrá de cometer varios crímenes adicionales siendo los justos quienes sufrirán mientras dure tal proceso adaptativo.
También dicho sector festeja el asesinato de empresarios, ya que el empresario es el principal actor del sistema económico de tipo capitalista. Cierta vez, la esposa de un bodeguero fue asesinada por un delincuente urbano mientras entraba (o salía) de su casa. Un kirchnerista justificaba dicho asesinato aduciendo que el marido de la víctima “robó antes o robó ahora” (sólo por ser empresario). El delincuente urbano se convierte así en un factor compensador de las injusticias sociales pasando a ser un héroe de la justicia social.
También Jorge Bergoglio apoya a los delincuentes, ya sea que hayan cometidos actos de corrupción durante su paso por el Estado o aunque sean difamadores y sembradores de odio a nivel colectivo. Nunca se le ha escuchado protestar contra los jueces que liberaron delincuentes que cometieron nuevos asesinatos apenas se les concedió una salida provisoria. Tampoco se le escuchó protestar contra los asesinos. Solamente protestó cuando se enteró de que un grupo de vecinos, ante la complicidad manifiesta de la ley con el delito, ajustició por mano propia, mediante un linchamiento callejero, a un ladrón.
Los gobiernos totalitarios, por lo general, se caracterizan por sembrar el odio contra los mejores o contra los exitosos, hasta llegar a su exterminio, legitimando de esa forma el accionar de los peores. Promueven una alteración total del ideal bíblico por cuanto los justos son perseguidos y los pecadores exonerados. También los totalitarismos están “a la izquierda”: la izquierda roja (marxismo-leninismo) y la izquierda negra (nazi-fascismo), cuya similitud es manifiesta, ya que sólo difieren en el objetivo aparente de sus acciones y por el simple intercambio en el uso de las palabras “clase social” por la palabra “raza”.
Durante el stalinismo, en la Unión Soviética, se da el caso de que los mejores científicos terminaban en la cárcel. Si bien se culpa exclusivamente a Stalin por estos hechos, no debe olvidarse que la concentración total y absoluta del poder en manos de un solo hombre conlleva estos riesgos. Kip S. Thorne escribió: “La publicación de Lev Landau sobre los núcleos de neutrones era realmente un grito pidiendo ayuda: las purgas de Stalin se hallaban en pleno apogeo en la URSS y Landau estaba en peligro. Landau esperaba que dando un golpe de efecto en los periódicos con su idea del núcleo de neutrones podría protegerse del arresto y la muerte”.
“La limusina llevó a Landau a una de las más famosas prisiones políticas de Moscú, la Butyrskaya. Allí le dijeron que sus actividades como espía alemán habían sido descubiertas, y tenía que pagar un precio por ellas. El que los cargos fueran ridículos (¿Landau, un judío y un ardiente marxista espiando para la Alemania nazi?) era irrelevante. Los cargos casi siempre eran ridículos. En la Rusia de Stalin raramente sabía uno la razón real de que hubiese sido encarcelado- aunque en el caso de Landau existen indicios…que había criticado al Partido Comunista”.
“Landau tuvo suerte. Su encarcelamiento duró sólo un año, y sobrevivió a él –aunque a duras penas. Fue liberado en abril de 1939, después de que Pyotr Kapitsa, el más famoso físico experimental soviético de los años treinta, apelase directamente a Molotov y Stalin para que le dejasen salir con el argumento de que Landau y sólo Landau, de entre todos los físicos teóricos soviéticos, tenía la capacidad para resolver el misterio de cómo se produce la superfluidez” (De “Agujeros negros y tiempo curvo”-Crítica-Barcelona 1995).
Cuando Stalin logra convencer a Pyotr Kapitsa de dirigir el proyecto soviético para lograr una bomba de fisión, Kapitsa reúne a su personal científico luego de recorrer las diversas cárceles soviéticas. A. M. Biew escribió: “Como a todos los hombres de ciencia en el momento en el que pisan un OKB se les cambia el nombre, y Kapitsa no confía en listas, pidió viajar y explorar él personalmente el reino de las sombras”.
“Durante tres semanas están de viaje; recorren por lo menos 30.000 kilómetros, no tienen ni un accidente, ni siquiera un atraso. Kapitsa debe de haber visto a algunos miles de especialistas; alrededor de 600 nombres se agregan a la lista”.
“En el «OKB Troschkin» de Tupolev, Kapitsa anota en su memoria una docena de nombres entre los que está…el ingeniero Gurevitsch, más tarde uno de los constructores de los MIG, célebres aviones de caza” (De “Kapitsa, el zar del átomo”-Editorial Troquel SRL-Buenos Aires 1956)
Otra víctima del stalinismo es un pionero de la gravedad cuántica. Pedro Naranjo Pérez escribió: “El 18 de febrero de 1938 un pelotón de fusilamiento acababa con la vida de un reo en una prisión de Leningrado. Su nombre, Matvéi Petrovich Bronstein; su legado, ser la primera persona en comprender la profundidad del problema de la gravedad cuántica. Este físico soviético predijo «la eliminación de nuestros conceptos ordinarios de espacio y tiempo, sustituyéndolos por otras ideas mucho más profundas y nada evidentes»” (De “La gravedad cuántica”-RBA Coleccionables SA-Navarra 2017).
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