La teoría económica, al menos en su forma general, no tiene un autor definido. Ello se debe a que describe aspectos observables y evidentes, que pueden simbolizarse de la siguiente manera:
1- División o especialización del trabajo
2- Intercambio en el mercado
3- Ahorro productivo
4- Innovación
Una descripción detallada y rigurosa de este proceso requiere de la elaboración de teorías parciales, como la teoría del valor, de la inflación o de las fluctuaciones económicas.
Los principios generales sirven esencialmente para poder razonar sobre la conveniencia de utilizar la economía de mercado y la adopción de determinados hábitos o actitudes favorables para una adaptación a la misma, mientras que las teorías parciales serán de utilidad principalmente para los economistas profesionales que asesoran a gobiernos o empresas.
Es posible incluir un principio adicional, a la lista anterior, y es aquel que tiene en cuenta los porcentajes de personas con vocación de empleados y de aquellos con vocación de empresarios, ya que de ello dependerá en bastante medida el nivel económico que una sociedad podrá alcanzar. Este “principio cero” podrá expresarse como una suma de porcentajes:
Principio 0: Empleados + Desempleados + Empresarios = 100
Ello implica que, por ejemplo, si un empleado se convierte en empresario, disminuye el porcentaje de empleados en la misma medida en que aumenta el de los empresarios. También, si disminuye el porcentaje de empresarios, aumentará tanto el de empleados como el de desempleados. Los países subdesarrollados económicamente son aquellos que tienen un insuficiente porcentaje de empresarios, por lo cual tendrán una excesiva cantidad de empleados como de desempleados.
Cuando la cantidad de empresarios es pequeña, no será posible el surgimiento de verdaderos mercados competitivos, por lo cual no podrá decirse que tal sistema constituya una “economía de mercado”, por cuanto no existe un mercado. Como consecuencia, puede decirse que el desarrollo económico se da juntamente con una economía de mercado, o capitalista, mientras que el subdesarrollo se da juntamente con economías mercantilistas, o pre-capitalistas.
En cuanto al porcentaje ideal de empresarios y de empleados, puede estimarse en, al menos, un 20% de empresarios y 80% de empleados. Es posible que este ideal se cumpla para determinado país y no para otros, ya que es factible que grandes empresas puedan absorber gran cantidad de empleados, funcionado en forma eficaz una economía con un porcentaje de empresarios menor al señalado.
Teniendo en cuenta este principio adicional de la economía, es importante que en un país se promueva el surgimiento de muchos empresarios haciendo consciente a toda la población de que en ello consistirá la posibilidad de llegar al pleno desarrollo, y que toda mentalidad anti-empresarial y anti-capitalista, sólo habrá de favorecer el subdesarrollo.
Los países muy pobres, que presentan un cuadro económico deprimido, muestran una pequeña cantidad de empresarios, con muchos desocupados y muchas necesidades. Si existen necesidades y existe desocupación, no resulta difícil advertir que lo que hace falta son empresarios.
El principio cero es tan importante que pocas veces se lo tiene en cuenta, ya que se sobreentiende su existencia, siendo el mismo caso del nombre del país, cuando se envía por correo correspondencia interprovincial. El rol desempeñado por el empresario cumple, en la economía, una función similar al de las columnas de un edificio, de ahí el gran esmero de la izquierda política para desprestigiarlo o incluso destruirlo.
Como ejemplo puede citarse el rumor por el cual, se decía, que la empresa MacDonald utilizaba lombrices en lugar de carne vacuna para sus distintos productos elaborados. El odio izquierdista, carente de toda lógica, no advierte que resulta mucho más sencillo y barato adquirir carne vacuna en un lugar urbano que ir a buscar lombrices a lugares alejados,
Las actitudes en contra del sector productivo surgen en todas partes por cuanto la envidia es parte de nuestra naturaleza humana. Ludwig von Mises escribía al respecto: “No basta a los escritores socialistas la descripción de las condiciones en que viven las víctimas del capitalismo. También se interesan por reflejar la vida y milagros de los beneficiarios del sistema, los empresarios. Se esfuerzan por descubrir a los lectores cómo se enriquecen”.
“Como quiera que ellos –gracias a Dios sean dadas- no dominan tan turbios negocios, buscan, ante todo, información en autorizados libros de historia. He aquí lo que los especialistas les cuentan acerca de cómo los «gangsters financieros» y los «voraces tiburones» hicieron sus millones: «Empezó su carrera como turbio traficante de ganado, que compraba a los campesinos y lo llevaba a vender al mercado. Vendía los animales a peso en las carnicerías. Poco antes de conducirlos al mercado les daba sal para que bebieran agua en abundancia. Un galón de agua pesa unas ocho libras. Dadle a la vaca tres o cuatro galones de agua y lograréis un sobrebeneficio al venderla»”.
“Así es como describen en docenas y docenas de novelas y obras teatrales las torpes transacciones del personaje más vil de la trama, el hombre de negocios. Los repugnantes capitalistas se hicieron ricos vendiendo acero agrietado y alimentos putrefactos, zapatos con suelas de papel y piezas de algodón que hacían pasar por tejidos de seda. Sobornaban a gobernadores y senadores, jueces y policías y estafaban a sus clientes y operarios. Es una historia bien sabida”.
“Estos escritores se hallan muy lejos de pensar que sus relatos implícitamente vienen a calificar de perfectos idiotas a todos los americanos víctimas fáciles de la superchería de cualquier bribón. El timo de las vacas infladas es el método de estafa más primitivo. Difícil resulta creer que existan en ningún sitio carniceros tan estúpidos como para caer en la trampa. Desde luego es confiar demasiado en la candidez del lector al suponer que existen comerciantes en los EEUU tan fáciles de timar. Lo mismo ocurre con todas las fábulas similares”.
“Para el escritor «izquierdista» el hombre de negocios en su vida privada es un bárbaro, un jugador, un borracho. Pasa los días en los hipódromos, las noches en los cabarets para después dormir con su querida. Como Marx y Engels hacían notar «no bastándoles a los burgueses las esposas e hijas de sus obreros, sin mencionar las prostitutas declaradas, se complacen en seducirse, unos a otros, sus mujeres». Es de esta suerte como gran parte de la literatura americana describe al empresario estadounidense” (De “La mentalidad anticapitalista”-Fundación Ignacio Villalonga-Valencia 1957).
Es oportuno mencionar el hecho de que el principal capital del comerciante es su clientela. De ahí que el comerciante sensato la cuida con esmero y nunca se le va a ocurrir estafar a un cliente porque el principal perjudicado va a ser él mismo. Como existen otros comerciantes y proveedores, el cliente estafado lo abandonará apenas descubra la estafa. Por lo tanto, sin negar la posible existencia de comerciantes estafadores, puede asegurarse que aquellos que han tenido éxito empresarial lo han logrado por ser honestos con sus clientes.
En los países subdesarrollados predomina la vagancia y el trabajo a desgano, de ahí que la mayoría huye de las responsabilidades y de las preocupaciones propias de toda actividad autónoma. Sin embargo, todos quieren ganar sueldos similares al de las entradas mensuales del empresario exitoso. La situación casi terminal en la que se encuentra la Argentina se advierte en el hecho de que son 8.000.000 los contribuyentes con impuestos mientras que llegan a 18.000.000 los que viven, total o parcialmente, del Estado.
En cuanto a la mentalidad predominante en el subdesarrollo, Nélida Rebollo escribió: “Reconocía un gran conocedor de la psicología humana que el ideal de la inmensa mayoría de los hombres es hacer en las profesiones lo menos que se pueda, y lograr que se les pague lo más posible y «romper cuanto antes la dura cadena que les mantiene amarrados como viles galeotes»”.
“Desde la elección de la profesión se crea como objetivo no la realización de la vocación y las aptitudes, sino afanarse a lo que produzca más hasta conquistar la libertad de «vivir sin trabajar»”. “Todo el horizonte futuro pareciera descansar en la inacción, en la cesación de sí mismo para la entrega al placer y a la opulencia” (De “Nuestro tiempo y nuestras razones”-Editorial Fraterna SA-Buenos Aires 1986).
La idea prevaleciente en materia de justicia social es aquella que presupone que la naturaleza ha brindado a los hombres todo lo necesario para nuestra supervivencia y que si algunos tienen mucho, ello se debe a que se lo han quitado a quienes poco poseen. Desde este punto de vista, el empresario es el voraz consumidor de lo que a él le corresponde y también de lo que le corresponde a otros. Sin embargo, a excepción del agua y del aire, la mayor parte de lo que necesitamos para vivir, debe ser logrado con trabajo e innovación. Y si existen necesidades y desocupación laboral, ello se debe principalmente a la ausencia de empresarios en una cantidad suficiente. Ludwig von Mises escribió: “La naturaleza no es generosa sino avara. Todos los bienes indispensables para la vida humana los escatima. Ha poblado al mundo de animales y plantas con innata tendencia a destruir la vida y el bienestar del hombre. Desata fuerzas y provoca fenómenos que perjudican la vida humana, dificultando los esfuerzos del hombre por conservarla”.
“La supervivencia y el bienestar es un triunfo alcanzado gracias a la habilidad con que maneja el arma principal con que le dotó la naturaleza: la inteligencia. Ha sido el hombre, cooperando con sus semejantes bajo el signo de la división del trabajo, quien ha creado todas aquellas riquezas que los eternos soñadores consideran gracioso donativo. En su consecuencia, al tratar de «la distribución» de esta riqueza, carece de sentido invocar principios de derecho natural o divino. No se trata de repartir un caudal obsequio de la naturaleza. El problema estriba en hallar aquellos sistemas que mejor permiten mantener e incrementar la producción de los bienes necesarios”.
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