La actitud, como tendencia a responder de igual manera en similares circunstancias, resulta ser el vínculo entre el comportamiento individual y el social. De ahí que la Psicología Social resulte también el vínculo entre Psicología y Sociología. También ha de ser el vínculo entre teísmo y deísmo, por cuanto un Dios que responde de igual manera en iguales circunstancias actúa en forma similar a un orden natural regido por leyes naturales invariantes. Jean Maisonneuve escribió: “La aparición del concepto de actitud significa un progreso muy importante, porque la actitud, intermediaria entre el plano psicológico y el plano social, traduce la posición de un individuo, miembro de un grupo, frente a un problema colectivo. Por ejemplo, la actitud de Juan o Pedro en su familia, en un juego, o en una reunión política, expresa a la vez una reacción frente a ciertos hechos sociales determinados, y la intención de asumir cierta determinación, cierto rol”.
“Pero la actitud es también un concepto colectivo: podemos considerar las actitudes de un grupo frente a otro, de un público frente a una obra de teatro o una película; de un partido o de un sindicato frente a algún problema nacional o internacional. Bajo el aspecto verbal de la opinión, se presta a encuestas y a manipulaciones estadísticas que debían muy pronto alcanzar enorme desarrollo” (De “Psicología Social”- Editorial Paidós SA-Buenos Aires 1967).
Si bien alguien puede dudar de la existencia de una respuesta típica, o característica, en cada persona, se le puede responder que, de no existir, la vida en sociedad resultaría casi imposible, ya que, si cada persona respondiera en forma distinta ante iguales circunstancias, no sabríamos a qué atenernos. D. Krech, R. S. Crutchfield y E. L. Ballachey escribieron: “El hombre se halla forzado a luchar contra una serie de dificultades, a utilizar los mismos conocimientos y a responder dentro de un sistema estructurado de reacciones, puesto que el hombre es, al fin y al cabo, un animal organizador y conservador. Este bagaje de creencias, sentimientos y respuestas se pone de relieve siempre que el individuo se tiene que enfrentar con un determinado objeto. En otras palabras: se poseen como una especie de tendencias reaccionales o actitudes hacia los sujetos”.
“A medida que el individuo adquiere nuevas actitudes, esto es, en cuanto asimila nuevos objetos, sus dotes de improvisación ante dichos objetos disminuyen. Sus acciones se van haciendo cada vez más estereotipadas y, por lo tanto, más predecibles y consistentes. Por eso la vida social se convierte en una realidad, ya que, si no existieran esas expresiones, actitudes o reacciones estereotipadas, la vida social sería imposible” (De “Psicología Social”-Biblioteca Nueva-Madrid 1965).
Los citados autores mencionan la palabra “actitudes” teniendo en cuenta la gran cantidad de respuestas posibles ante la enorme variedad de objetos y personas que se nos presentan cotidianamente. Sin embargo, puede decirse que tal conjunto de respuestas individuales constituye la “actitud característica” de una persona, reservando el plural “actitudes” para designar al conjunto de respuestas características asociadas a cada una de las personas existentes en nuestro planeta.
Como cada actitud característica es un conjunto de conocimientos, creencias, sentimientos y respuestas, ha de cambiar con el tiempo, por cuanto nuestros conocimientos como nuestras creencias tienden a variar a medida que mejoramos nuestro nivel de adaptación al orden natural, o a la sociedad. También cambiarán nuestros sentimientos y, finalmente, nuestras respuestas. Todo cambio individual, o social, se logrará cambiando nuestra actitud predominante y, para ello, hemos de modificar primeramente nuestros conocimientos y nuestras creencias.
El cambio ha de ser favorable si todo nuevo conocimiento adquirido resulta verdadero, esto es, compatible con la realidad, especialmente con las leyes naturales que rigen todo lo existente. También se podrán producir cambios a partir de conocimientos falsos, incompatibles con la realidad, algo que ha de alejar al hombre de los niveles de adaptación necesarios para lograr una vida plena.
La síntesis de la visión mencionada la establece D. Krech y sus coautores a través de un ejemplo concreto, tal el caso de la opinión de un individuo respecto de un grupo social: “La forma en que este individuo trata a los judíos se apoya en las creencias, en los sentimientos y en las tendencias reactivas que mantiene con respecto a ellos. Estos conocimientos, sentimientos y tendencias reactivas forman como una estructura; es decir, se relacionan entre sí. Pues bien: es a esta estructura a lo que llamamos actitud hacia los judíos. Los fenómenos sociales, bien que se trate de fenómenos religiosos, económicos, políticos, comerciales, etc., se hallan dirigidos por las actitudes”.
Podemos sintetizar la idea considerando las reacciones como respuestas generadas mediante nuestra actitud característica al actuar sobre ciertos estímulos, que son generalmente objetos o personas:
Respuesta = (Actitud característica) x (Estímulo)
Expresado en una forma compatible:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
Podemos, entonces, considerar a la actitud característica como una “respuesta característica”, por la cual respondemos de igual manera en iguales circunstancias (al menos en determinados momentos de nuestra vida). Este vínculo entre respuesta y estímulo, no debe confundirse con el utilizado en Biología, o por los conductistas en Psicología, por cuanto esta vez no vincula respuestas de los sentidos ante estímulos determinados, sino que son esencialmente respuestas en forma de sentimientos (positivos o negativos) que dependen del estímulo concreto (personas u objetos) y de la valoración que les demos.
Como nuestra actitud característica involucra conocimientos y sentimientos, es posible encontrarle componentes cognitivas como afectivas. Para ello es necesario partir de procesos psicológicos simples y evidentes como es el caso de la “asociación de ideas” para el aspecto cognitivo, y la “empatía” para el aspecto afectivo.
Para la “asociación de ideas”, con el subyacente proceso de “prueba y error”, encontramos cuatro referencias principales que darán lugar a las cuatro componentes cognitivas básicas de nuestra actitud característica y ellas serán: la propia realidad, lo que uno mismo piensa, lo que otra persona piensa o lo que la mayoría piensa. En síntesis: Realidad – Uno mismo – Otra persona – La mayoría
En cuanto al aspecto afectivo, el fenómeno empático nos permite ubicarnos imaginariamente en la situación de otras personas para, así, poder compartir sus penas y alegrías (amor). También existe el odio, por el cual la alegría ajena nos causa tristeza y la tristeza ajena nos causa alegría. El egoísmo tampoco resulta compatible con la empatía, por cuanto el egoísta sólo se interesa por sí mismo, mientras que el negligente ni siquiera se interesa por sí mismo. En síntesis: Amor – Odio – Egoísmo - Negligencia
Las componentes afectivas mencionadas generan las dos tendencias principales consideradas por la Psicología Social: cooperación y competencia. La primera surge del amor mientras que la segunda surge del odio y del egoísmo, siendo la negligencia un tanto neutral respecto a tales tendencias.
Por lo general, cada individuo tiene las cuatro componentes afectivas, aunque en distinto grado o en distintos porcentajes. El bien y el mal existen en distintas proporciones en cada uno de nosotros.
La escala de valores adoptada para nuestra vida social, depende esencialmente de nuestra actitud afectiva predominante. Edwin Hollander escribió: “Los gustos, los modales y la moral que nos caracterizan reflejan nuestras actitudes, así como los valores sociales que les sirven de base. La visión que un individuo tiene de su mundo y el modo en que actúa frente a él pueden ser entendidos, en gran medida, observando las actitudes que conforman su campo psicológico”.
“Actitudes y valores por igual poseen propiedades que definen lo que se espera y lo que se desea. Cabe concebirlos, por consiguiente, como estados motivacional-perceptuales que dirigen la acción” (De “Principios y métodos de Psicología Social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).
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