El pensamiento individual, considerado como un pensamiento libre de toda influencia exterior, es poco frecuente. Incluso resulta indeseable por cuanto todo individuo debería basar sus pensamientos en el conocimiento aportado por las generaciones anteriores, luego de adoptar como referencia a la propia realidad. De ahí que debe distinguirse entre un pensamiento compartido y coincidente, como el de quienes muestran una preferencia por la verdad, del pensamiento coincidente de grupo, caracterizado por una pobre predisposición de sus integrantes a pensar individualmente.
Debemos distinguir entre la coincidencia que surge entre los científicos, quienes aceptan conocimientos verificados experimentalmente, de la coincidencia existente entre los políticos que integran un partido, por cuanto en este caso, generalmente tienden a repetir lo que ha sido impuesto por los ideólogos más influyentes. A pesar de las coincidencias, en ambas situaciones, los primeros tienen la predisposición a pensar individualmente, mientras que los políticos abandonan esa “saludable” predisposición.
El pensamiento de grupo, que en realidad es la difusión del pensamiento individual de uno de sus integrantes, aparece preferentemente en la religión y en la política, aunque también surge en otros ámbitos, como en la filosofía e incluso en la ciencia experimental. En este último caso, el sectarismo se observa en las fronteras de la ciencia, es decir, en el campo de las teorías en gestación, y no tanto en el campo de lo ya verificado, como es el caso de las interpretaciones filosóficas de las teorías verificadas.
Podemos distinguir entre quienes viven para la ciencia y quienes viven de la ciencia, ya que, cuando ésta constituye una actividad que permite la supervivencia individual, puede aparecer la predisposición a priorizar el trabajo a la verdad. Esto ha pasado en años recientes con la “teoría de cuerdas”, en física, cuyos adeptos tienen mayores posibilidades de lograr trabajos universitarios que aquellos que optan por teorías alternativas. Lee Smolin escribió al respecto: “En nuestros intentos de evaluar objetivamente el trabajo de nuestros colegas, los profesores tendemos de una forma casi refleja a premiar a los que están de acuerdo con nosotros y a penalizar a los que no lo están…Las modas intelectuales han adquirido demasiada importancia y la carrera académica de quienes las ignoran conlleva una cierta dosis de riesgo”.
“Aun cuando la mayoría de los teóricos de cuerdas son personas íntegras que llevan a cabo su trabajo con la mejor de las intenciones, algunos aspectos de la sociología de este ámbito son aberrantes, comparados con los ideales que definen a la más amplia comunidad científica, y han llevado a patologías en la metodología de la física teórica que retrasan el progreso. No se trata de si vale la pena seguir apoyando a la teoría de cuerdas o seguir trabajando en ella, sino de por qué la teoría de cuerdas, a pesar de la acuciante carestía de predicciones experimentales, ha monopolizado los recursos disponibles para hacer adelantar la física experimental y, por tanto, bloqueado la investigación de otros enfoques alternativos igual de prometedores” (De “Las dudas de la física en el siglo XXI”-Crítica-Barcelona 2007).
La actitud sectaria de varios de los partidarios de la teoría mencionada ha sido descripta por JoAnne Hewett de la siguiente manera: “La arrogancia de algunos teóricos de cuerdas me parece pasmosa, incluso según los patrones de los físicos. Algunos creen de verdad que todos los teóricos que no estudian las cuerdas son científicos inferiores, algo que se refleja en las cartas de recomendación que se envían entre ellos, incluso alguno de ellos me lo ha dicho a la cara…Se percibe que la teoría de cuerdas tiene tanta importancia que debe ser practicada a expensas de cualquier otra teoría. Dos son las manifestaciones de esta actitud: por una parte, los teóricos de cuerdas han sido contratados en los cuerpos docentes a un nivel desproporcionadamente alto, que no se corresponde necesariamente con la capacidad de todos los candidatos, y por la otra, los jóvenes teóricos de cuerdas no suelen estar bien formados en física de partículas; algunos tienen graves problemas en nombrar partículas fundamentales de la naturaleza. Ambas manifestaciones resultan preocupantes para el futuro a largo plazo de nuestra disciplina”.
Smolin relata el caso de un ganador del Nobel que fue criticado por un adepto a la teoría de cuerdas: “La arrogancia que describe la doctora Hewett constituye una característica de la comunidad de los teóricos de cuerdas desde sus inicios. A Subrahmanyan Chandrasekar, sin duda el más grande de los astrofísicos del siglo XX, le encantaba explicar la historia de una visita que realizó a Princeton a mediados de la década de 1980 donde fue festejado con motivo de su reciente premio Nobel. Durante la cena se encontró sentado junto a un joven de aspecto serio y, tal como hacen los físicos a menudo para entablar conversación, Chandrasekar preguntó a su compañero de mesa: «¿En qué está usted trabajando?». El joven respondió: «Trabajo en teoría de cuerdas, el avance más importante de la física del siglo XX», tras lo cual el joven físico pasó a recomendarle a Chandra que dejara lo que fuera que estuviera haciendo y se pasara a la teoría de cuerdas si no quería arriesgarse a convertirse en igual de obsoleto que aquellos físicos que en los años veinte no se pasaron de inmediato a la teoría cuántica”.
“«Joven –contestó Chandra-, yo conocí a Werner Heisenberg y puedo asegurarle que Heisenberg nunca habría sido tan maleducado, ni le habría dicho a nadie que abandonara lo que fuera que estuviera haciendo y que se dedicara a la teoría cuántica. Y desde luego, nunca se habría mostrado tan irrespetuoso diciéndole a alguien que consiguió su doctorado hace cincuenta años que estaba a punto de convertirse en obsoleto»”.
“Cualquiera que frecuente a los teóricos de cuerdas tropieza regularmente con este tipo de confianza sublime. No importa cual sea el problema que se esté debatiendo, la única opción que nunca aparece (a menos que la introduzca alguien ajeno a la comunidad) es la posibilidad de que la teoría pueda ser errónea. Si la discusión se desvía hacia el hecho de que la teoría predice un amplio horizonte y que, en consecuencia, no realiza predicciones, algunos teóricos de cuerdas mostrarán gran entusiasmo en intentar cambiar la definición de ciencia”.
El comportamiento sectario y fanático, tan común en política, e incluso en sociología, ha sido descrito por Lee Smolin, a partir de sus observaciones personales en el ámbito de la física, de la siguiente manera:
1- «Una tremenda confianza en sí mismos» de los miembros de la comunidad, que conduce a la sensación de sentirse privilegiados y de pertenencia a una comunidad de elite de expertos.
2- Una «comunidad monolítica poco habitual», con un sentido muy fuerte de consenso, alentado o no por las pruebas, y una rara uniformidad de puntos de vista acerca de cuestiones por resolver. Estos puntos de vista parecen estar relacionados con la existencia de una estructura jerárquica donde las ideas de unos pocos dirigentes dictan los puntos de vista, la estrategia y la dirección a seguir en este campo.
3- En algunos casos, «un sentido de identificación con el grupo», similar a la identificación con una fe religiosa o con una plataforma política.
4- Un fuerte sentido de la existencia de una «línea divisoria entre el grupo y otros expertos»
5- El «desdén y la falta de interés hacia» las ideas, opiniones y trabajo de expertos que no formen parte de este grupo, y una preferencia a restringir la comunicación a los otros miembros de la comunidad.
6- Tendencia a «interpretar las pruebas de un modo optimista», a creer afirmaciones o resultados exagerados o incorrectos, y a desdeñar la posibilidad de que la teoría esté equivocada, lo que enlaza con una tendencia a creer que los resultados son ciertos porque «se creen ampliamente», aun cuando uno no haya verificado (ni siquiera visto) por sí mismo la comprobación.
7- Falta de apreciación por el punto hasta el cual un programa de investigación debería de implicar riesgo.
El pensamiento de grupo no es otra cosa que una forma de gobierno mental del hombre sobre el hombre. Se establece tal tipo de gobierno cuando se imparte información falsa que surge de quienes tratan de destacarse de los demás, posiblemente para compensar algún complejo de inferioridad, o bien surge de quien padece de negligencia para pensar por cuenta propia. Este proceso es esencialmente el de la masificación del hombre y del acceso posterior al gobierno por parte del totalitarismo; o el que lleva a conflictos religiosos y a los nacionalismos exagerados que generan guerras.
Una descripción general de este proceso es citado por Smolin, advirtiendo la semejanza con sus propias conclusiones: “He aquí una descripción de pensamiento de grupo extraído de un sitio web de la Universidad del Estado de Oregón que trata del tema de la comunicación. Esta lista no coincide punto por punto con mi caracterización de la cultura de la teoría de cuerdas, pero se acerca lo suficiente para ser preocupante”: «Los miembros de la comunidad se ven a sí mismos como formando parte de un grupo hacia el que sienten un deber de lealtad y de respeto, que trabaja en contra de un clan externo, por el que se siente desprecio, oposición o el deseo de competir, que se opone a sus objetivos. Se puede diagnosticar que un colectivo padece de pensamiento de grupo si:
1- Sobreestima su invulnerabilidad o su postura altamente moral;
2- Racionaliza colectivamente las decisiones que toma;
3- Demoniza o crea estereotipos de los grupos externos y de sus líderes;
4- Tiene una cultura de uniformidad donde los individuos se censuran a sí mismos y a los otros de modo que se mantenga la fachada de unanimidad del grupo, y
5- Algunos de sus miembros asumen por sí mismos la protección del líder del grupo ocultándole información, suya o de otros miembros del grupo»”.
Puede concluirse que, si tal proceso distorsivo del pensamiento se produce en un sector racional como es el de la física teórica, no debe extrañar a nadie que un proceso similar se dé en el caso de los intelectuales y la política, ámbitos en donde predomina el pensamiento de grupo influenciado ampliamente por el marxismo-leninismo. Sin embargo, mientras que la teoría de cuerdas todavía no ha sido descartada por los experimentos, el socialismo ha constituido un fracaso indiscutible. Chantal Millon-Delsol escribió: “El error del totalitarismo es haber identificado sociedad y comunidad, haber soñado con un consenso natural o fabricado. El pensamiento del Estado de derecho, por el contrario, funda su política en la existencia inevitable de la sociedad/diversidad”. “Era de desprecios: las esperanzas de sociedad perfecta desembocan en la opresión, mientras la política somete rápidamente lo que pretendía liberar. El sovietismo, que sin duda representaba la más grande esperanza del siglo, no deja un solo logro positivo, lo que revela una suerte de éxito sin par en el fracaso” (De “Las ideas políticas del siglo XX”-Editorial Docencia-Buenos Aires 1997).
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1 comentario:
Me parecen ideas certeras, una vez dije que algo parecido ocurre con los negocios piramidales tipo "Amway", pues también se comportan como si fueran cultos.
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