Para describir satisfactoriamente el pasado de la humanidad es necesario asociarle un sentido. De lo contrario será para nosotros un conjunto de hechos inconexos que no nos permitirá vislumbrar posibles correcciones para el futuro. Debido a que estamos individual y colectivamente regidos por leyes naturales invariantes, el sentido que adoptemos para nuestra vida individual y social será, o no, compatible con tales leyes, bajo distintos grados de compatibilidad. Francisco Sawicki escribió: “La historia universal, precisamente porque es historia, tiene por objeto los eventos como tales. El historiador quiere saber lo que ha sucedido y cómo ha sucedido. La filosofía de la historia por el contrario parte de los resultados de lo histórico para deducir reflexiones generales sobre las causas y las leyes del hecho histórico, sobre la meta final de la historia y su concatenación o engranaje a través de los sucesos” (De “Filosofía de la Historia”-Capitel-Buenos Aires 1948).
Los filósofos de la historia, cada cual a su manera, han interpretado el desarrollo de la humanidad considerando causas o fuerzas aparentes que han movilizado las conductas individuales. Una tarea propia de nuestro tiempo será la de intentar establecer una ciencia de la historia que le de sentido al pasado y que nos permita vislumbrar una segura dirección por la cual habremos de conducirnos en el futuro. Aldous Huxley escribió: “Existe en nuestra civilización y existido durante casi treinta siglos, un consenso general acerca de cuál es la meta ideal que el esfuerzo humano persigue. Con respecto a la meta, existe y ha existido desde tiempo atrás consenso general. No ocurre otro tanto con respecto a los caminos que conducen a esa meta. En este terreno, la unanimidad y la certeza ceden su lugar a una confusión total, al choque de opiniones contradictorias que se sostienen dogmáticamente y se esgrimen con la violencia del fanatismo”.
“Algunos creen –y es esta una creencia muy popular en nuestros días- que la «calle real» hacia un mundo mejor es el camino de las reformas económicas. Para otros, la «cortada» hacia la Utopía es la conquista militar y la hegemonía de una nación determinada; para otros será la revolución por las armas y la dictadura de clase. Todos éstos conciben el problema en términos de mecánica social y de organizaciones en gran escala. Hay otros, mientras tanto, que lo encaran desde el extremo opuesto, y que creen que los cambios sociales deseables pueden alcanzarse más efectivamente por la transformación de los individuos que componen la sociedad”.
“Entre los que así piensan, algunos ponen toda su fe en la educación, otros en el psicoanálisis, otros en el «behaviourism» aplicado (sistema que sostiene que la psicología debe fundarse, exclusivamente, en la observación y el análisis de los actos humanos objetivamente observables). Hay otros que creen, por el contrario, que ningún cambio deseable puede sobrevenir sin ayuda sobrenatural. Debe haber, afirman éstos, un retorno a la religión. (Desgraciadamente, no les es posible ponerse de acuerdo con respecto a cuál es la religión a que ese retorno debe dirigirse)” (De “El fin y los medios”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2000).
Entre las principales interpretaciones de la historia tenemos las siguientes: política, teológica, geográfica, racial, económica y psicológica, interviniendo los factores mencionados como causas en un fenómeno complejo, sin embargo, los diversos autores sostienen la preeminencia de uno solo de ellos, por lo que tales interpretaciones han de ser verdaderas solo parcialmente.
Bajo una ficción literaria, Will Durant expone distintas posturas acerca de la historia imaginando un diálogo entre personajes conocidos, de la cual se citan algunos fragmentos representativos:
Interpretación teológica de la historia:
Bousset: La historia era, a mi entender, el drama de la Santa Voluntad de Dios, y cada hecho una lección enseñada por el cielo a los humanos. Advertí así a Luis XV que las revoluciones eran dispuestas por Dios para enseñar humildad a los príncipes.
Anatole France: Mi querido obispo, permíteme que repita lo que el buen Bernardino de Saint Pierre decía del melón: «Que está por fuera dividido en secciones porque la naturaleza ya sabía que era para ser comido en familia». Puedo decirte que tu real discípulo resultó un pícaro de siete suelas, que tuvo demasiadas amantes, que tiranizó a los pobres y vivió hasta edad bien madura. En cambio, su sucesor, Luis XVI, fue discreto, templado y virtuoso; trató de servir a su país y evitar la violencia y la miseria…y fue guillotinado en 1792.
Bousset: Los designios de Dios sobrepasan nuestra inteligencia, por lo que siempre debemos confiar en él.
Interpretación geográfica de la historia:
Buckle: Hasta aquí sólo habíamos hablado del método de escribir la historia, sin decir nada de las causas a que deba atribuirse la grandeza y decadencia de las naciones. Después de trasladar el centro de la historia del cielo a la Tierra, de los reyes a la humanidad y de la guerra a la civilización, falta preguntar cuáles son los factores decisivos de la historia. ¿Es el genio de los hombres ilustres? ¿O el poder del conocimiento acumulado? ¿O los inventos de los científicos y de los técnicos? ¿O la sangre de razas superiores? ¿O las condiciones económicas de la producción y la distribución? ¿O las peculiaridades del clima, del suelo y de las condiciones geográficas? Montesquieu merece ser considerado como el primero que vio las causas específicas de la grandeza y decadencia de las naciones.
Montesquieu: Ya en el siglo IV antes de nuestra era escribió Hipócrates un volumen titulado «Aires, aguas y lugares», en el que hablaba brevemente de la influencia que el ambiente geográfico puede tener sobre la constitución física de los pueblos y la organización legal de los Estados. Aristóteles atribuyó el éxito de los griegos y hasta su superioridad mental al clima «intermedio» de que gozaban…aunque no creo que debamos usar esa palabra para referirnos al clima de Atenas.
Interpretación racial de la historia:
Anatole France: Sostienes, amigo, Buckle, que los factores determinantes son: o económicos, o mentales, o raciales; pero en mis tiempos casi todos los estudiosos atribuían el triunfo o la ruina de las naciones a la raza. Podían así los profesores ser al mismo tiempo hombres de ciencia y patriotas. Esto no cuenta para el conde de Gobineau, que no fue ni lo uno ni lo otro.
Gobineau: Cuando apenas tendrías diez años, jovencito, publiqué un libro titulado «La desigualdad de las razas humanas», en el que expresaba mi convicción de que todo lo tocante a las creaciones, ciencias, artes y civilizaciones de los hombres, todo lo grande, noble y fructífero de este mundo ha brotado de una misma fuente y procede de una sola raíz: la raza teutónica. Es probable que esta rama grandiosa de la familia humana tenga un origen completamente distinto del que corresponde a las razas amarillas y negras, y que haya formado una estirpe especial de hombres, cuyas diversas ramas han ido dominando todas las regiones civilizadas del globo. Es, pues, la raza lo que explica la historia.
Interpretación económica de la historia:
Voltaire: ¿Quién es ese tío barbudo que parece un dios clásico?
A. France: Es el Sócrates de las barricadas: Carlos Marx. Ha escrito un libro terrible demostrando que los fuertes explotan a los débiles.
Voltaire: ¡Pues sí que es novedad! ¿Acaso dice cómo se puede evitar eso?
A. France: Sublevándose los débiles con todas sus fuerzas unidas para derribar a los fuertes.
Voltaire: Explícanos tu teoría, amigo.
Marx: Es bien sencilla. El factor básico de la historia ha sido siempre el factor económico; los modos de producción y de distribución, la división y consumo de las riquezas, las relaciones entre el patrón y el empleado, la lucha de clases entre ricos y pobres; todas estas circunstancias determinan en último término los diversos aspectos de la vida humana: religioso, moral, filosófico, científico, literario y artístico. La suma de las relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base fundamental en que se apoyan las superestructuras políticas y legales y a la que corresponden las formas definitivas de la conciencia social.
Interpretación psicológica de la historia:
Hegel: Dios es lo Absoluto, y lo Absoluto es la suma total de todas las cosas en su desenvolvimiento. Dios es la Razón, y la Razón es esa trama y estructura de leyes naturales dentro de las cuales se mueve y crece la Vida o Espíritu. Dios es el Espíritu, y el Espíritu es la Vida. La historia es el desarrollo del Espíritu, o sea: el crecimiento de la vida. En su iniciación, la vida es una fuerza oscura que no tiene conciencia de sí; el proceso de la historia es el arribo del Espíritu o Vida a la autoconciencia y a la libertad. La libertad es la esencia de la Vida, como la gravedad es la esencia del agua. La historia es el crecimiento de la libertad; su meta consiste en que el Espíritu pueda ser total y conscientemente libre.
Voltaire: Ese lenguaje es bien revolucionario.
Hegel: Claro; así lo pretendo. Yo veo tres estadios en la historia; primero, el oriental, en el que sólo uno es libre; segundo, el grecorromano, en el que son libres unos pocos; y tercero, el moderno, en que el Espíritu llega a ser consciente de su libertad, la organiza en los Estados y libera a todos los hombres. (De “Filosofía, cultura y vida” de Will Durant-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1945).
De la misma manera en que los físicos teóricos tratan de encontrar una fuerza natural subyacente a todas las conocidas, debemos considerar una fuerza subyacente que mueve la historia y es la presión que el orden natural nos impone para que cada uno de nosotros se adapte a las dos tendencias que rigen la vida social del hombre: cooperación y competencia.
Cuando el hombre intenta alcanzar objetivos egoístas o bien renuncia a alcanzar objetivos individuales, se produce un retroceso en el proceso de búsqueda de mayores niveles de adaptación. Por el contrario, cuando adopta la actitud cooperativa, junto a la competencia que la favorece (compite para ser más cooperativo), la historia marcha en forma ascendente hacia la finalidad aparente implícita en el orden natural.
Lo interesante del caso es que el resultado del proceso de la historia depende de nosotros mismos, ya que somos quienes decidimos nuestra adaptación y nuestra supervivencia, o bien elegimos el camino del caos y la violencia. De ahí que la historia sea lineal (con avances y retrocesos) y no circular (como lo propone la hipótesis del eterno retorno).
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