El periodista, como comunicador social, debe buscar la objetividad en su tarea informativa, entendiendo como objetividad la capacidad de transmitir la realidad con muy poca deformación. Si bien el contenido de esa información ha de tener un carácter objetivo (igual para todos), la forma de comunicarla ha de depender necesariamente de aspectos subjetivos asociados a la personalidad de cada periodista, siendo un caso semejante al del docente que transmite conocimientos concretos en una forma personal; lo que constituye el arte de la docencia.
Uno de los errores que se cometen en materia de periodismo político proviene de la “militancia” del periodista en cierto sector partidario. Esta parcialidad generalmente genera un favoritismo hacia las acciones o las ideas asociadas al sector político al que adhiere, como también una actitud negativa hacia los sectores opositores. De ahí que ha de ser un periodismo sometido ideológicamente, y por propia voluntad, generando una distorsión de la realidad ya que así se pierde la objetividad.
Un periodista, si así puede denominarse, afirmaba durante el kirchnerismo, que la gente que vivía en una villa de emergencia lo hacía por conveniencia y por elección, y no por necesidad. Seguramente que en la actualidad criticará severamente al gobierno por “permitir” el crecimiento de ese tipo de asentamientos urbanos, sea o no verdad tal crecimiento. El relativismo cognitivo da para todo.
La defensa esgrimida por esta clase de “periodistas” consiste en afirmar que en realidad todos los periodistas de todos los medios de información tienen una militancia similar, sólo que muchos la disimulan. Esta es la típica actitud del adolescente que cree que una acción delictiva es ilegal cuando la practica un individuo, pero deja de serlo cuando se trata de la misma acción ejecutada en forma colectiva.
La existencia de periodistas subjetivos o parciales depende bastante de los ciudadanos, ya que los prefieren en lugar del periodismo objetivo. Es indudable que todo periodista ha de tener una postura política definida, pero ello no implica que haya de deformar la realidad, u omitir parte de ella, pensando en influir en la opinión pública de determinada manera en lugar de limitarse a transmitir una información fiel a los hechos, a pesar de que tales hechos no sean de su agrado, o puedan no coincidir con sus preferencias.
Para contrarrestar el error en que caen los periodistas militantes, han surgido los periodistas imparciales, que distan bastante de ser objetivos ya que sus intenciones son las de ser ecuánimes respecto de dos posturas en conflicto. Así, si un bando afirma que 2 + 2 = 4, mientras que el otro bando afirma que 2 + 2 = 5, el periodista imparcial afirmará que es probable que 2 + 2 sea igual a 4,5. Mientras que el periodista objetivo indica que uno de los sectores afirma la verdad y que el otro está equivocado, el periodista militante afirma que la verdad está en su bando predilecto y el error en el otro (lo que a veces puede resultar cierto). Luego, lo que logra el periodista imparcial es perpetuar el error por cuanto lo único que buscó fue adoptar una postura intermedia entre bandos en conflicto.
En nuestra época se pueden advertir algunos síntomas de este periodismo imparcial, como en el caso de quien advierte que en Venezuela la violencia viene de “ambos bandos”, dejando de lado el pequeño detalle acerca de quién comenzó con la discriminación contra la burguesía y contra los gringos, y quién promueve la violencia contra el que protesta por alimentos y medicamentos siendo “confundido” concientemente como un colaboracionista del imperialismo yanqui, con la intención gubernamental de justificar e incentivar la violencia que ha de padecer.
El periodista imparcial no adopta, por lo general, una evaluación moral de las acciones, por cuanto se trata de alguien que adhiere al relativismo moral. De esa manera favorece al inmoral por cuanto lo iguala al que actúa moralmente. Luego, cuando el periodista objetivo juzga la acción de la persona A tomando como referencia los valores morales elementales, y luego hace lo mismo con la persona B, llega a la conclusión de que uno está moralmente más cerca del bien que el otro, o que ambos están lejos de un comportamiento moral adecuado. Por el contrario, el periodista militante, que también adhiere al relativismo moral, justifica como “moral” todo lo que hacen los integrantes de su bando preferido y considera “inmoral” todo lo que hacen los integrantes del bando opositor.
Es muy difícil para una sociedad vivir en la verdad cuando pocos de sus periodistas son objetivos, ya que el ciudadano está inmerso en una confusión. Pocos ciudadanos son expertos en economía o en historia como para poder rebatir los errores y engaños frecuentes asociados al periodismo militante y al imparcial. De ahí que en la Argentina se mire con buenos ojos a los terroristas de los setenta que intentaron imponer el socialismo por medios violentos, o cuando la mayoría cree que lo que fracasó en el mundo no fue el socialismo, sino el capitalismo.
También el ciudadano habrá de advertir con cierto desconcierto que la inflación, durante el kirchnerismo, fue considerada como “algo bueno”, por lo cual el pueblo apoyó con un 54% de los votos a un gobierno que creó las condiciones para generar un 25% de inflación anual, mientras que bajo el gobierno de Macri se la considera como “algo malo”. Si se adopta como referencia a la ciencia económica, debe afirmarse que la inflación es mala en cualquier circunstancia, ya que es una “enfermedad” de la economía.
De la misma manera en que la economía se distorsiona cuando el Estado perturba los mercados, el periodismo se desvirtúa totalmente cuando un político populista y totalitario descubre que los medios de comunicación constituyen un poder. Como el objetivo de tal político es el poder absoluto, considera que tales medios deben caer bajo la influencia y control del Estado. Edi Zunino escribió: “Con prosa menos erudita, conspicuos kirchneristas coincidieron en describir el abecé de lo que, según Nestor Kirchner, significa gobernar. Dos de ellos juran haberlo escuchado, en rondas de whisky, de los propios labios del menos ex de los ex presidentes: «Primero convencer, después comprar y, recién entonces, destruir»”.
“Que nadie se llame a engaño: la persuasión, la cooptación y el último recurso de destruir al potencial oponente son tres acciones que, en materia política, suelen costar mucho dinero. Subordinar empresas periodísticas, condicionar libertades y adquirir diarios, revistas y radios a granel implican inversiones y esfuerzos carísimos. El tamaño de la «caja» sí que importa. Paga el contribuyente”.
“Sobreactuar liderazgos y fabricar enemigos para la tribuna no construyen ciudadanía, sino audiencias. Público. Rating. Es decir, lo mismo que los Kirchner les cuestionaban a los medios de comunicación. No han sido éstos los destinatarios últimos de una estrategia política basada en «seducir, comprar y destruir» al mensajero, sino a la sociedad argentina en su conjunto, a la que, como nunca antes y a través de mecanismos diversos y sofisticados, se pretende encolumnar detrás de un discurso único”.
Uno de los principales factores de la grieta social, que todavía divide a los argentinos, fue la aparición de programas televisivos como “6, 7, 8”, emitido por la televisión pública, que estaba usurpada por el partido gobernante. La ironía, la burla, la difamación y el desprecio hacia todo lo que no fuera kirchnerismo, hizo que las personas decentes se sintieran agraviadas, ya que fueron consideradas como enemigos, o algo peor. De ahí que, en forma natural, la respuesta fue una separación y un antagonismo absoluto respecto de quienes adhirieron a tan nefasta forma de hacer “periodismo”.
El empleo de los medios de comunicación concentrados en el Estado tuvo dos objetivos principales: cambiar la historia y también el presente. El citado autor agrega: “Arribé a la conclusión de que los Kirchner le adjudican tamaña importancia a la «construcción del relato» porque son precisamente eso: un relato construido. Una manera de contarse a sí mismos más allá de los hechos, o francamente a contramano. Son el espejo de su propia grandeza. Su antojadiza reescritura de la historia. Tienen una vocación incontenible: parecer lo que no son para permanecer donde llegaron” (De “Patria o medios”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2009).
La promulgación de la ley sobre medios de comunicación no fue pensada para beneficiar a la sociedad, sino para incrementar el poder de la pareja presidencial. Zunino agrega: “La falsa opción entre el triunfo de la pretendida Revolución K y la confiabilidad de los medios pasó a ser materia de discusión en el Parlamento, la Corte Suprema, los sindicatos, las universidades, diversos movimientos sociales y hasta las barrasbravas futboleras junto con el lanzamiento del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual por parte de las autoridades. «Patria o medios» es, de algún modo, la consigna estimulada por el Gobierno mediante el uso sin límites de millones y millones de pesos originados en el pago de impuestos, como si se tratara de la prioridad número uno del país o una versión remozada de las viejas alternativas setentistas «Liberación o dependencia» y «Patria o muerte»”.
Por lo general, los políticos adoptan como referencia a algunos pensadores, o bien se identifican con ellos y leen sus escritos para potenciar sus puntos de vista. En el caso de los Kirchner, se afirma que sus ideólogos preferidos fueron la pareja Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Edi Zunino escribió: “Respectivos autores de dos libros polémicos, «La razón populista» y «En torno a lo político», Laclau y Mouffe, cada uno a su turno, defienden las bondades del «populismo referenciado en líderes fuertes» y cuestionan la «idea errónea y peligrosa de que para ser democrático hay que buscar el consenso». Escribió Chantal Mouffe, la preferida de Cristina, en el citado ensayo: «Elegí a un pensador tan controvertido como Carl Schmidt para llevar a cabo mi crítica del pensamiento liberal. Estoy convencida de que tenemos mucho que aprender de él, como uno de los oponentes más brillantes e intransigentes al liberalismo. Soy perfectamente consciente de que, a causa del compromiso de Schmidt con el nazismo, tal elección puede despertar hostilidad. Muchos lo considerarán como algo perverso, cuando no completamente intolerable. Sin embargo, pienso que es la fuerza intelectual de los teóricos, y no sus cualidades morales, lo que debería constituir el criterio fundamental al decidir si debemos establecer un diálogo con sus trabajos»”.
Los Kirchner intentaron orientar a la Argentina hacia el mismo estado al que llevaron a Santa Cruz, luego de varios años de gobierno en esa provincia. En la actualidad, algo más del 70% de los trabajadores santacruceños son empleados públicos. Cuando se llegue al 100% se habrá alcanzado el socialismo pleno, como en Cuba y como peligrosamente se acerca Venezuela. El “vamos por todo”, como lema kirchnerista, no difiere demasiado del ideal de los diversos líderes socialistas que amargaron, troncaron y dificultaron la vida de quienes los padecieron.
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