Uno de los mayores errores que se advierten en religión, filosofía y política es la aceptación de que algunos individuos o sectores poseen la verdad absoluta sobre el hombre y la sociedad, siendo poseedores indiscutibles de una verdad que les ha sido acordada por revelación directa de Dios, o por alguna extraña fuerza de la naturaleza. Cuando alguien se enfrenta a uno de esos sectores, no puede surgir otra cosa que no sea el conflicto.
La situación empeora cuando un sector poseedor de la verdad absoluta trata de imponerla por la fuerza a los demás sectores, incluso por medios violentos, como es el caso de los terroristas islámicos. F. Brugueras escribió: “La religión musulmana es monoteísta, y sus cinco obligaciones fundamentales son: el rezo, el ayuno, la limosna, la peregrinación, por lo menos una vez en la vida, a La Meca, y la Guerra Santa contra los no musulmanes. Promete un paraíso de bienes materiales a los buenos y amenaza con el infierno a los enemigos de su religión”.
“Los sucesores del profeta fueron jefes de la religión y del Estado. Se llamaron califas, y los primeros lo fueron por elección; pero pronto este cargo se convirtió en hereditario. Y en cumplimiento de uno de los mandatos de el Corán, la Guerra Santa, iniciaron las grandes conquistas, que fueron favorecidas por la debilidad de sus pueblos vecinos” (De “La Edad Media”-Editorial Bruguera SA-Barcelona 1974).
Cuando nos enteramos de los aberrantes actos terroristas practicados por algunos musulmanes, que son seguidos de efusivos festejos o por el silencio de gran parte de los seguidores de Mahoma, se advierte que se han tomado muy en serio la sugerencia de la Guerra Santa y que están dispuestos a continuar por esa senda, ya que ello viene escrito en el Corán, mientras que los terroristas son quienes han elegido un método particular para poner en práctica una sugerencia que proviene del profeta enviado de Dios.
Para contrarrestar este error, que conduce a una violencia interminable, varios ideólogos han sugerido que es falsa la afirmación de que existe una verdad absoluta, poseída por un sector, y que en realidad existen varias verdades que dependen de la opinión de los distintos sujetos que las sostienen. Es decir, para contrarrestar en error, sugieren otro error, opuesto en apariencia, tal el del relativismo moral, cultural y cognitivo.
El avance del Islam en Europa ha sido favorecido por el relativismo imperante, cuando afirma que no existe el bien ni el mal, en sentido absoluto, ni tampoco existiría una religión mejor que otra, por lo que Europa ha abierto las puertas de par en par al fácil acceso ideológico de los expansionistas islámicos. Tal actitud fue promovida esencialmente en contra de la Iglesia y del cristianismo, por los excesos cometidos en otras épocas. El relativismo propuesto por las futuras victimas es justamente el que necesitan los partidarios del absolutismo religioso para afianzar la expansión universal sugerida por el Corán. El relativismo propuesto por la víctima colabora con el absolutismo del agresor. Europa está pagando un precio muy caro por su renuncia al cristianismo: la religión que ayudó a conformar la civilización occidental.
De la misma forma en que el socialismo penetra en algunos países por medios violentos (la revolución), y en otros por medios democráticos (como en Venezuela), la expansión del Islam emplea ambas estrategias, ya que lo esencial es el cumplimiento de las directivas propias de esa religión.
Desde el punto de vista de la ciencia experimental, tanto el absolutismo como el relativismo cognitivos son erróneos. La ciencia considera que la verdad parcial existe al final del camino, pero rechaza la posibilidad de una verdad revelada e infalible otorgada “desde arriba” y para siempre. Rechaza además el relativismo cognitivo por cuanto se pueden mostrar descripciones parciales de la realidad caracterizadas por un elevado nivel de aproximación.
En el caso del cristianismo, puede considerarse como verdad inobjetable que la actitud del amor al prójimo tiende a solucionar todos los conflictos sociales e individuales, por lo que el fundamento moral de esa religión es esencialmente una sugerencia simple y accesible tanto a la observación directa como a nuestras decisiones, siendo compatible con la metodología básica de la ciencia experimental.
Mario Bunge escribió: “El relativismo es la tesis de que no hay verdades ni valores objetivos y universales: que todo es del color del lente con que se mira, y lo que vale para una tribu no tiene por qué valer para otras. Y, al no haber estándares objetivos y universales, todo vale por igual: la filantropía y el canibalismo, la ciencia y la magia, mi virtud y tu vicio. Otra consecuencias es que tampoco hay progreso, ni siquiera parcial y temporario”.
“El relativismo está de moda entre los intelectuales que no hacen ciencia ni técnica. No es casual que sea desconocido en las facultades de ciencias, medicina o ingeniería. Los científicos buscan verdades, y los técnicos las aplican. El relativismo prospera, en cambio, en las facultades de humanidades, donde hoy día escasea el control de calidad”.
“No hace falta haber estudiado lógica para advertir que el relativismo es autodestructivo. En efecto, si todo es relativo, entonces también debe serlo el relativismo. Por lo tanto, los relativistas debieran de admitir que su tesis es idiosincrática, o a lo sumo tribal, de modo que no pueden aspirar a que todo el mundo se convierta al relativismo”.
“No se pregunte qué fundamento tienen las tesis relativistas, porque no lo tienen. El relativismo no siente la necesidad de fundamentar nada: se contenta con afirmar y negar. Todo sería cuestión de «discursos», nada sería cuestión de verdad ni, por lo tanto, de confrontar las ideas acerca del mundo con el mundo mismo”.
“La Ilustración y sus herederos promovieron la razón y la ciencia, a las que consideraron universales. Sus dardos apuntaban al despotismo y a la religión organizada, bastión del dogmatismo y la consiguiente intolerancia. Los ilustrados los enjuiciaban en nombre de la razón y la justicia…” (De “100 ideas”-Debolsillo-Buenos Aires 2009).
En cuanto a las causas por las cuales se ha ido afianzando el relativismo, el citado autor menciona las siguientes: “Mi hipótesis es que el relativismo actual tiene múltiples raíces. Una de ellas es el individualismo. El individualista radical sostiene que sus opiniones no son inferiores a las de ningún otro. Se niega a sujetar sus creencias a las pruebas aceptadas por la comunidad de investigadores. Si los expertos rechazan sus heterodoxias, se siente un Galileo incomprendido”.
“Otra raíz del relativismo es el inconformismo político acrítico, el de quienes rechazan la ciencia por creer que ha engendrado la bomba nuclear, pero no hacen uso de ella para diagnosticas males sociales ni, menos aún, para curarlos. (En cambio no tienen empacho en recurrir a la medicina científica cuando se sienten mal, o al menos cuando se les enferma la vaca)”.
“Una tercera raíz del relativismo es la creciente enajenación de las disciplinas rigurosas, que exigen un aprendizaje mucho más largo y arduo que el estudio de la literatura o la lectura de ensayistas populares como Nietzsche”.
“Una cuarta raíz es la tesis marxista de que las ideas son producto de las clases sociales y, por lo tanto, están al servicio de las mismas. Ésta es la fuente de la célebre fórmula de Michel Foucault, «otro saber, otro poder». También es la fuente de la tesis de Jürgen Habermas, según el cual la ciencia y la técnica serían «la ideología del capitalismo tardío»”.
“Una quinta raíz del relativismo es la tolerancia de tipo suicida, la que tolera la intolerancia. El multiculturalismo radical es una forma de la tolerancia de ese tipo. Quienes lo practican sostienen que, en el seno de nuestras sociedades industrializadas, debiéramos tolerar prácticas bárbaras, tales como la circuncisión femenina, el asesinato por «honor» y la quema de viudas, que infringen derechos humanos básicos”.
Los efectos destructivos del relativismo incluyen también a la educación. Bunge escribe al respecto: “Pasemos ahora de las raíces del relativismo a sus ramas. Una de ellas es la pedagogía relativista. Si no hay verdades objetivas, sino solamente opiniones equivalentes, el maestro no es un artesano docente sino un moderador, y sus estudiantes no son sus aprendices, sino sus interlocutores en un pie de igualdad con él”.
“De hecho, así es como viene funcionando la enseñanza en las facultades de humanidades de Europa Occidental y Norteamérica desde la rebelión estudiantil de fines de la década de 1960. No funcionan como escuelas sino como clubes de debates o miniparlamentos sin leyes. En algunos casos los estudiantes formulan sus propios planes de estudio: eligen las materias fáciles, descartan las difíciles y se autocalifican”.
“En resumen, el relativismo es suicida e inhibe la búsqueda de verdades cada vez más ajustadas a la realidad o a la justicia. Es tan malo como el absolutismo. La única vacuna eficaz contra ambas enfermedades es la investigación, ya que quien busque encontrará algo, aunque nunca todo”.
Resulta desconcertante que algunas expresiones, emitidas generalmente por “intelectuales” de izquierda, estén constituidas por una frase relativista seguida por una conclusión absoluta. En realidad, se trata de una actitud que trata de destruir al adversario relativizando sus postulados y conclusiones para imponer finalmente su propio absolutismo. Stephen R. C. Hicks escribió al respecto: “En el discurso posmoderno, la verdad es rechazada explícitamente y la coherencia puede llegar a ser un fenómeno raro. Consideremos los siguientes pares de afirmaciones:
. Por un lado, que toda verdad es relativa; por otro, el Posmodernismo dice las cosas tal y como son realmente.
. Por una parte, todas las culturas son igualmente merecedoras de respeto; por otra, la cultura occidental es excepcionalmente mala y destructiva.
. Los valores son subjetivos; pero el sexismo y el racismo son malos en forma absoluta.
. La tecnología es mala y destructiva; al mismo tiempo es injusto que algunas personas privilegiadas dispongan de más tecnología que otras.
Aquí hay un patrón común: el subjetivismo y el relativismo duran lo que un suspiro, y el absolutismo dogmático es lo que sigue” (De “Explicando el Posmodernismo, la crisis del socialismo”-Barbarroja Ediciones-Buenos Aires 2014).
Como conclusión, Hicks afirma: “El Posmodernismo no resulta ser en absoluto relativista. El relativismo pasa a formar parte de una estrategia política retórica, una forma de «realpolitik» maquiavélica empleada para sacar a los opositores fuera de pista”.
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