Si buscamos adaptarnos al orden natural, debemos conocerlo para luego poder describirlo. Quienes lo hacen, son los intermediarios entre dicho orden y el resto de los seres humanos. La intermediación ha sido establecida por la religión, la filosofía y la ciencia. Ya que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, puede hacerse el siguiente esquema del proceso:
Ley natural ---> Intermediarios ---> Sociedad humana
Todavía no se han logrado resultados aceptables por cuanto existen diferencias notables entre las distintas versiones que los intermediarios nos ofrecen. De ahí que el proceso de adaptación cultural esté lejos de ser eficaz. Podemos denominar “conocimiento integrado” al que permita compatibilizar las distintas versiones hasta hacerlas formar parte de un sistema descriptivo similar a los sistemas filosóficos o religiosos de épocas pasadas, aunque esta vez deberá ser un sistema descriptivo científico. Esto se debe a que ha sido precisamente la ciencia experimental la que ha buscado conocer las leyes naturales; que son justamente las leyes de Dios considerada por la religión.
La compatibilidad de las descripciones parciales vendrá junto a cierta especialización de los intermediarios que contemplan la ley natural, siendo descripta por la ciencia y su sentido interpretado por la religión. El derecho la ha de explicitar para limitar la acción humana evitando ir más allá de lo permitido por la ética, que es la que orienta al hombre a partir del conocimiento de nuestra naturaleza humana. Luego, la política y la economía han de contemplar tanto la ética como el derecho para favorecer el ordenamiento de la sociedad.
El esquema anterior puede asociarse a la idea bíblica del Reino de Dios como una sociedad que surge como consecuencia de la aceptación, por parte del hombre, de las leyes naturales, rechazando todo tipo de gobierno del hombre sobre el hombre. El conocimiento integrado ha de ser justamente el que permitirá establecer el antiguo proyecto bíblico. Desde el punto de vista científico, puede decirse que este proceso apunta a una plena adaptación del hombre a la ley natural. Si bien no resulta sencillo llegar a tal tipo de adaptación, al menos es importante determinar cuál es el camino para lograrlo y cuáles son los escollos que se oponen. Un esquema equivalente al anterior será:
Ley de Dios ---> Conocimiento integrado ---> Reino de Dios
Una vez que se ha considerado a la ciencia experimental como el método para establecer el conocimiento integrado, debe adoptarse un criterio general para permitir que la información obtenida sea difundida entre los ciudadanos comunes. Debe tenerse presente que los razonamientos que hacemos sobre cualquier tema son por lo general sustentados por ideas básicas y sencillas, por lo cual el conocimiento integrado debe partir de tales ideas para facilitar el razonamiento del receptor. Jorge Luis Borges escribió: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario” (De “Ficciones”-Alianza Editorial SA-Madrid 1998).
En cuanto a los escollos que impiden el establecimiento del conocimiento integrado, puede hacerse una lista de los principales: a) Religión pagana, b) Religión sobrenatural, c) Religión del profeta (o del pueblo) elegido, d) El derecho positivo, que no contempla al derecho natural, e) El relativismo moral, cognitivo y cultural y f) Los totalitarismos y populismos.
En cuanto a la religión pagana, puede decirse que surge de ideas inspiradas en Dios aunque no contempla la ley natural. Al ignorarla, se ignora la voluntad aparente de la naturaleza. Jaime Balmes escribió: “Son muchas y muy variadas las religiones que dominan los diferentes puntos de la tierra: ¿sería posible que todas fuesen verdaderas? El sí y el no, con respecto a una misma cosa, no puede ser verdadero al mismo tiempo. Los judíos dicen que el Mesías no ha venido, los cristianos afirman que sí; los musulmanes respetan a Mahoma como insigne profeta, los cristianos le miran como solemne impostor; los católicos sostienen que la Iglesia es infalible en puntos de dogma y de moral, los protestantes lo niegan; la verdad no puede estar en ambas partes, unos u otros se engañan. Luego es un absurdo el decir que todas las religiones son verdaderas”. “Además, toda religión se dice bajada del cielo; la que lo sea, será la verdadera; las restantes no serán otra cosa que ilusión o impostura” (De “El criterio”-Editorial Difusión-Buenos Aires 1952).
Desde el punto de vista científico se admite que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes y que una sustancia única lo conforma. De ahí que suponer lo sobrenatural, lo que resulta inaccesible a la mayoría de los hombres, no puede formar parte del conocimiento integrado. Miguel Ángel Fuentes escribió: “Científicamente algunas de estas verdades [contenidas en la Biblia] no son alcanzables pues sobrepasan la capacidad de nuestro intelecto; estas verdades superiores a nuestra potencia natural son denominadas «misterios intrínsecamente sobrenaturales», y como tales sólo pueden ser conocidos por Dios y por aquel a quien Dios quiera manifestarlos (= revelarlos o des-velarlos)” (De “Las verdades robadas”-Ediciones del Verbo Encarnado-San Rafael-Mendoza 2008).
Quien ignora lo sobrenatural, por no estar tal conocimiento al alcance de su mente, ha sido descalificado como integrante de una categoría mental inferior. Considerando que el cumplimiento del mandamiento cristiano del amor al prójimo resulta esencial y prioritario para establecer el Reino de Dios, se concluye que los misterios alejan a las personas de la religión natural universal elevando muros intelectuales que impiden acercarnos a otras religiones, que a la vez elevan sus propios muros. El conocimiento útil es aquel que nos informa acerca de lo que resulta accesible a nuestras decisiones, mientras que el resto resulta válido sólo si constituye un “vehículo” capaz de conducirnos a la acción ética. Si al catolicismo se le quitara lo que es accesible sólo a los elegidos, es decir, lo sobrenatural, se llegaría a la religión natural, compatible con la ciencia experimental.
El derecho positivo, que no contempla las leyes naturales que rigen nuestra conducta, tiende a promover un orden social distinto al implícito en la ley natural. Así, el derecho argentino promueve la libertad de peligrosos delincuentes, por lo que no tiene en cuenta derechos naturales elementales, como es el derecho a la vida de las personas inocentes. Gustav Radbruch escribió: “La concepción tradicional del derecho, el positivismo que durante décadas dominó sin oposición a los juristas alemanes, y su doctrina de que «la ley es la ley», quedaron indefensas e impotentes frente a tamaña injusticia encubierta bajo la forma de derecho. Los partidarios de esta concepción se vieron precisados a reconocer como «justo» aun a ese derecho inicuo. La ciencia del derecho debe volver a tomar en consideración el milenario sentido común de la Antigüedad, de la Edad Media cristiana y del Siglo de las Luces y reflexionar sobre la existencia de una justicia superior al derecho (positivo), un derecho natural, un derecho divino, un derecho de la razón: en síntesis, una justicia que trasciende a la ley. Medida con la vara de esta justicia superior, la injusticia sigue siendo injusticia aunque adopte la forma de una ley. A los ojos de esta justicia superior, la sentencia dictada sobre la base de esa ley injusta tampoco es administración de justicia, sino más bien de injusticia” (Citado en “Fenomenología del derecho natural” de W. Luypen-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).
Los distintos relativismos, que ignoran la existencia del bien y del mal, de la verdad y de la mentira, o de una mejor o peor sociedad, impiden que busquemos el bien, la verdad e incluso la sociedad de la plena adaptación que surge del bien y de la verdad. Miguel Ángel Fuentes escribió: “El relativismo es el cáncer fatal que carcome la cultura contemporánea”. “Para el relativismo cada uno tiene su verdad, cada uno alcanza las cosas con una visión propia y personal basada en sus gustos, su educación y sus intereses. No solamente se hace difícil, para quienes así piensan, lograr comprender adecuadamente lo que piensan los demás sino que es imposible lograr un acuerdo, puesto que no habría propiamente hablando una verdad objetiva válida y obligatoria para todos. Así se empiezan a demoler los principios religiosos, los criterios morales por los que nos regimos, y la víctima de este aplastante ataque se sumerge en una auténtica «depresión intelectual»”.
“Un relativista puede enseñar el relativismo durante toda su vida con plena convicción (lo que sería contrario al relativismo); pero si llegase a ir a un restaurante «relativista» y pidiendo liebre le trajesen un gato porque el dueño del restaurante desde su punto de vista sostiene que el gato es igual a la liebre, no sólo puede ver derrumbarse su sistema en pocos segundos sino pasar el resto «relativo» de su vida en prisión por intento de homicidio de un propietario de restaurante. Todo relativista es, necesariamente, inconsecuente en la vida real”.
Los totalitarismos surgidos en el siglo XX se fundamentan esencialmente en el relativismo. De ahí que exista para los nazis una verdad aria y otra judía, o para los marxistas una verdad burguesa y otra proletaria. En todo escrito nazi, si se reemplaza la palabra “raza” por “clase social”, “ario” por “proletario” y “judío” por “burgués”, se obtiene un escrito marxista-leninista. Alfred Rosenberg escribió: “Toda manifestación cultural estaría determinada por la raza, que no hay que confundir con el grupo social, ya que una misma sociedad puede de hecho estar integrada por diversas razas. La filosofía, la ciencia, la moral, la religión, el arte serían la expresión de la raza, que en ellas plasma su fuerza vital. La raza sería el principio creador y el elemento condicionante de toda producción cultural, a la que habrá que valorar positivamente, si se trata de una raza superior, o negativamente, en los casos de las razas inferiores. Así, no habría nunca una verdad única, igual que no hay una raza única; habría sólo una verdad aria, otra eslava, otra judía, etc.” (Citado en “Las verdades robadas”).
Haciendo el reemplazo mencionado, se advierte la semejanza totalitaria: “Toda manifestación cultural estaría determinada por la “clase social”, que no hay que confundir con el grupo “racial”, ya que una misma sociedad puede de hecho estar integrada por diversas “clases sociales”. La filosofía, la ciencia, la moral, la religión, el arte serían la expresión de la “clase social”, que en ellas plasma su fuerza vital. La “clase social” sería el principio creador y el elemento condicionante de toda producción cultural, a la que habrá que valorar positivamente, si se trata de una “clase social” superior, o negativamente, en los casos de las “clases sociales” inferiores. Así, no habría nunca una verdad única, igual que no hay una “clase social” única; habría sólo una verdad “proletaria”, otra “burguesa”, etc.”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Es un verdadero placer mi: encontrarle, leerle, y comulgar con sus escritos.
Los mismos generan Paz.
Debo animarlo a seguir con fuerza , ya que la Naturaleza lo necesita.
Feliz noche.
Publicar un comentario