Entre las formas elegidas por el hombre para infligirse castigos aparece el resentimiento junto a la envidia. Mientras que la envidia surge de quienes se sienten perdedores en una competencia en que ellos mismos decidieron participar, el resentimiento surge de la necesidad de justificar el fracaso.
Por lo general, las masas tienden a culpar a un imperialismo extranjero por todos sus males ante la intensa proclama de algún líder populista. No se conforman con odiar a una persona, o unas pocas, sino a toda una nación. De ahí que cada éxito logrado por algún habitante del “imperio” sea un motivo más de infelicidad y de autocastigo. Cuando alguien intenta evitar que un individuo malogre su vida de esa forma, tratará de hacerle ver que en realidad el imperialismo no es tan malo como se piensa, o bien que no es tan culpable de nuestros males como se cree. Luego, el resentido ha de considerar a quien trata de sacarlo de su deplorable estado como un “traidor” a favor del imperialismo extranjero, por lo cual ya no tendrá efecto la ayuda mencionada.
El resentimiento es una actitud que implica tanto un aspecto emocional como cognitivo. Rafael Echeverría escribió: “Cuando los seres humanos luchamos contra lo que no podemos cambiar, cuando demostramos incapacidad para aceptar lo que hemos llamado las facticidades de la vida, generamos un espacio dentro del cual es fácil que se desarrolle el resentimiento. No estamos diciendo que el resentimiento sólo sea una resistencia a las facticidades de la vida. Para crear resentimiento se necesita más que el rechazo a lo que no se puede cambiar”.
“¿Qué es el resentimiento? Este estado de ánimo puede ser reconstruido en términos de una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta. Una conversación que sostiene que teníamos el derecho moral a obtener algo que nos fue negado o que simplemente merecíamos algo mejor de lo que obtuvimos. Alguien se interpuso impidiendo que obtuviéramos lo que merecíamos, negándonos posibilidades a las que consideramos que teníamos derecho. Alguien, por lo tanto, aparece en nuestra interpretación como culpable por lo que nos sucede”.
“En su reconstrucción lingüística detectamos el juicio en que alguien nos cerró determinadas posibilidades en nuestra vida, como también el juicio de que ello es injusto. Este alguien podría ser una persona, un grupo de personas, toda una clase de individuos (por ejemplo, todos los hombres, todas las mujeres, los jefes, los inmigrantes, los hispánicos, los judíos, los negros, los gitanos, etcétera). Se podría culpar incluso al mundo entero o a la vida como un todo” (De “Ontología del lenguaje”-Dolen Ediciones-Santiago de Chile 1995).
Las distintas tendencias políticas responden a diferentes actitudes personales subyacentes. De ahí que el resentimiento sea promovido por las tendencias populistas y totalitarias para ganar adeptos. Se trata de elegir a un sector para atribuirle todas las culpas, ya sea trate de los judíos, la burguesía o la oligarquía. Es por ello que el afianzamiento de la paz y la democracia se ha de lograr, no tanto con la promoción de una buena política, sino con el adecuado diagnóstico psiquiátrico de ciertas debilidades psicológicas proyectadas a un nivel masivo. El “secreto” para lograr un fracaso definitivo implica culpar a los demás por todos nuestros males impidiendo intentar algún cambio favorable.
Al resentimiento viene unida la venganza, y de ahí la violencia inherente a los distintos totalitarismos. El citado autor agrega: “Pero el resentimiento suele no detenerse allí. Además de los juicios subyacentes en los que podemos reconstruirlo, descubrimos también una declaración (o una promesa que nos hacemos a nosotros mismos). Sea quien sea el que hacemos responsable de la injusticia que se nos ha hecho, tarde o temprano pagará. En cuanto sea permitido, se hará justicia. Podrá tomar tiempo, pero llegará el momento en que nos vengaremos o alguien (¡Justicia divina!) nos vengará. El espíritu de la venganza es un subproducto habitual del resentimiento”.
La peligrosidad del líder que disfraza sus verdaderas intenciones resulta mayor que la de quienes abiertamente promueven ideas erróneas. “El estado de ánimo de resentimiento se acerca al de la ira. La principal diferencia reside, sin embargo, en que la ira se manifiesta abiertamente. El resentimiento, por el contrario, permanece escondido. Se mantiene como una conversación privada. Crece en el silencio y rara vez se manifiesta directamente”.
La violencia urbana es promovida por sectores de izquierda que incitan a las masas al resentimiento colectivo culpando a la “burguesía” de haber marginado de la sociedad a todo aquel que no trabaja o no consigue empleo. Desde la política se sugiere a los individuos exigir el cumplimiento de derechos sin apenas nombrar los deberes correspondientes, por lo que se sobreentiende que tales deberes serán asignados al Estado o a la sociedad. Cuando no cumplen, surgirá la “violencia legítima” de quienes optan por la delincuencia. “El resentimiento se nutre de dos fuentes. De las promesas y de las expectativas consideradas legítimas que, en ambos casos, no son cumplidas. Ambas contribuyen a conferirnos el «derecho» de esperar un determinado comportamiento de los demás para con nosotros. Es a partir de este «derecho» que el resentimiento aparece como una invocación de justicia frente a la injusticia de lo sucedido. Las promesas, como bien sabemos, generan deberes y derechos. Quien promete se compromete a cumplir. Quien recibió una promesa adquiere efectivamente el derecho a esperar que ella se cumpla”.
Ante las piedras que nos ponen por el camino, ya sea en forma accidental o premeditada, tenemos dos opciones:
a) Aprender a saltar más alto
b) Renegar por cuanto nos han impedido el paso
Como ejemplo de la primera alternativa puede mencionarse al fabricante de automóviles Enzo Ferrari. En su juventud, cuando quiso ingresar a trabajar en la empresa Fiat, fue rechazado. Al parecerle injusta esa determinación, trató de “vengarse” una vez que pudo ingresar a Alfa Romeo, desplazando a la Fiat del primer plano en las competencias automovilísticas. Finalmente logró establecer su exitosa empresa. En otra ocasión, fue Ferrari quien desautorizó una opinión adversa, sobre uno de sus autos, del fabricante de tractores Ferruccio Lamborghini, quien también optó por saltar más alto comenzando a fabricar autos deportivos para “vengarse” de Ferrari, alcanzando bastante éxito en ese rubro.
En cuanto a quienes optan por renegar toda su vida, puede decirse que, de la misma forma en que el complejo de superioridad aparece como una compensación al complejo de inferioridad, el complejo de persecución surge junto al resentimiento. De ahí que el principal síntoma de los izquierdistas sea el de sentirse agredidos por el imperialismo yankee, los empresarios o el sistema capitalista. Por ello disfrazan su resentimiento con una ficticia “lucha a favor de los pobres”, que en realidad es una lucha contra quienes lograron alguna forma de éxito. Puede considerarse al socialismo como una sociedad a la que se llega mediante el resentimiento inducido desde los ideólogos al pueblo, incluso promoviendo un complejo de persecución a nivel colectivo. Puede advertirse, además, que la habitual soberbia del débil surge de quienes suponen ser tan valiosos que sus imaginarios enemigos no tienen algo más importante a qué dedicar su tiempo, su mente y sus esfuerzos.
Así como existe una esclavitud del cuerpo, no necesariamente vinculada a una posterior esclavitud de la mente, quienes tratan de “liberar” materialmente a las masas induciéndoles la actitud del resentimiento, logran un resultado totalmente opuesto a lo que proclaman, ya que la dependencia mental y espiritual del resentido es la peor forma de dependencia que pueda existir, ya que implica un dolor moral permanente. Los gobernantes e ideólogos socialistas promueven, además, la huida de capitales desde los países emergentes hacia los países desarrollados, siendo los promotores indiscutidos de la dependencia que aducen combatir.
Quienes no tienen la posibilidad de saltar más alto pueden adoptar la alternativa del perdón, que se logra con un mejor conocimiento de la realidad, advirtiendo que gran parte del resentimiento surge de una creencia infundada y no de la excesiva maldad de quienes, se supone, quieren hacerle daño. Generalmente se asocia el perdón a una actitud débil que incluso puede favorecer al mal. En realidad, el perdón tiene efectos positivos cuando existe reconocimiento y arrepentimiento de la otra parte.
En los casos en que, en realidad, “no hay culpable”, sino que es el propio resentido el causante de su situación, la tendencia hacia el perdón lo ha de favorecer enormemente por cuanto su actitud errónea quedará eliminada en forma inmediata. Rafael Echeverría escribió: “El perdón no sólo libera al responsable del daño realizado de la culpa que le atribuimos, también libera al resentido de su propio resentimiento y de las consecuencias que éste tiene en su existencia. Insistimos: el principal beneficiado del perdón no es el perdonado, sino quien perdona”.
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