El descubrimiento de ciertas neuronas, denominadas espejo, abre la posibilidad de describir aspectos básicos de nuestra conducta, como es el caso de la empatía. Luego, como la empatía resulta esencial en nuestro comportamiento social, será posible fundamentar una ética objetiva a partir del nivel neurológico y comprender en forma detallada las actitudes básicas del hombre para permitirnos finalmente establecer cierta introspección psicológica que nos hará plenamente conscientes de nuestra naturaleza humana.
Por lo general, se tiende a describir lo desconocido en base a lo conocido. De ahí que se haya creído que nuestro sistema nervioso actúe en forma similar a un sistema de control automático en el cual se distinguen claramente los sensores de los actuadores y de la unidad de control, la que procesa la información y toma decisiones. Como ejemplo podemos mencionar el caso de una casa inteligente, es decir, una vivienda en la cual se han aplicado las técnicas de la domótica (control doméstico). Si se ubica en el jardín de la casa un sensor de humedad, cuando detecta que el pasto está seco, transmitirá esa información a una computadora ubicada en el interior de la vivienda. Luego, la computadora enviará una señal codificada eléctricamente a una electroválvula que se abrirá para permitir el riego del jardín. El sensor informará luego a la computadora cuándo debe finalizar la operación.
Como el sistema nervioso central del ser humano tiene neuronas sensoras y también neuronas motoras, se pensaba que los procesos vinculados con el cerebro humano habrían de realizarse a través de un principio similar. Recordemos que las neuronas admiten dos estados bien definidos: activas o inactivas, como si se tratase de una lámpara que admite dos estados definidos; encendida o apagada. Las modernas técnicas de investigación utilizadas en neurociencia pueden detectar el estado en que se encuentra una neurona particular y la zona del cerebro en donde está ubicada. Marco Iacoboni escribió:
“En la década de 1980, los neurocientíficos enarbolaban el paradigma que sostenía que las diversas funciones del cerebro –de los macacos o de los seres humanos- estaban confinadas en compartimientos estancos. En virtud de tal paradigma, la percepción (ver objetos, oír sonidos y demás) y el movimiento (alcanzar un alimento, asirlo, colocarlo en la boca) van por caminos totalmente separados e independientes entre sí. Existe una tercera función, la cognición, que está un poco «en el medio» de la percepción y del movimiento, y que nos permite planificar y seleccionar nuestro comportamiento motor, prestar atención a cosas específicas que nos atañen, no prestarla a cuestiones foráneas a nuestros intereses, recordar nombres y hechos, entre otras”. “En vez de ello, aplicaron a la investigación un enfoque fresco, abierto, al que denomino fenomenología neurofisiológica. Esta nueva actitud fue el único medio de reconocer que la percepción y la acción constituyen un proceso unificado en el cerebro”.
Las neuronas espejo fueron descubiertas accidentalmente cuando un grupo de investigadores, en Parma, Italia, estudiaban el comportamiento cerebral de ciertos monos. Un día ocurrió algo imprevisto, ya que se advirtió que algunas neuronas de un animal se activaban cuando éste realizaba un movimiento (algo normal), pero también se activaban cuando observaban un movimiento similar realizado por otro individuo (animal o persona). Era un indicio de que una misma neurona actuaba como “sensor” y como “actuador”, o como neurona sensora y motora a la vez. En cuanto al momento del descubrimiento, el citado autor escribe:
“Vittorio Gallese caminaba por el laboratorio durante una pausa del experimento. Había un mono sentado, tranquilo, en la silla, esperando que se le asignara la próxima tarea. De pronto, justo cuando Vittorio tomó algo con la mano –no recuerda qué- oyó una descarga de actividad en la computadora que estaba conectada a los electrodos implantados por vía quirúrgica en el cerebro del mono. Al oído inexperto, tal descarga le hubiera sonado similar a la estática; al oído de un neurocientífico avezado, señaló una activación de la célula pertinente del área F5. De inmediato, Vittorio creyó que la reacción era inusitada. El mono estaba sentado, quieto, sin pretender asir nada, y, sin embargo, esta neurona vinculada con el acto prensil se había activado”.
“Ni ellos ni ningún neurocientífico del mundo podría haber imaginado que las neuronas motoras se activan sólo ante la percepción de las acciones que realiza otra persona, sin que medie ningún movimiento. A la luz del conocimiento y de la teoría del momento, ello no revestía sentido alguno. Las células del cerebro del mono que envían señales a otras células que están conectadas anatómicamente a los músculos no tienen por qué activarse cuando el mono está en perfecto reposo, las manos en el regazo, observando qué hace otra persona. Y sin embargo, se activaron”.
“Veinte años después de aquel registro del laboratorio, una gran cantidad de experimentos bien controlados que se realizaron con monos y luego con humanos (en su mayoría, distintos tipos de experimentos, sin insertar agujas en el cráneo) confirmó el notorio fenómeno. El simple hecho de que un subconjunto de las células del cerebro –las neuronas espejo- se activen cuando una persona patea una pelota, ve que alguien patea una pelota, oye que alguien patea una pelota, y aun cuando sólo pronuncia u oye la palabra «patear», conlleva consecuencias asombrosas y nuevos modos de comprensión”.
“Durante siglos, los filósofos quedaron perplejos ante la capacidad que tienen los seres humanos para entenderse. Su perplejidad era razonable: no contaban con casi ningún elemento científico en el que apoyarse. En los últimos 150 años, los psicólogos, los científicos cognitivos y los neurocientíficos sí contaron con ayuda de la ciencia –y en los últimos cincuenta años, con muchísimos aportes científicos- y durante mucho tiempo no salían de su asombro. Nadie podía comenzar a explicar cuál es el mecanismo por el que sabemos qué hacen, piensan y sienten los demás”.
“Ahora sí podemos. Existen ciertos grupos de células especiales en el cerebro denominadas neuronas espejo que nos permiten lograr entender a los demás: algo muy sutil. Estas células son los diminutos milagros gracias a los cuales atravesamos el día. Son el núcleo del modo en que vivimos la vida. Nos vinculan entre nosotros, desde el punto de vista mental y emocional”. “Hace unos años, un investigador sugirió que el descubrimiento de las neuronas espejo prometía hacer por la neurociencia lo que el descubrimiento del ADN hizo por la biología. Es una aseveración muy osada, ya que, en esencia, todo en biología nos retrotrae al ADN. De acá a varias décadas, ¿todo en la neurociencia se considerará originado en las neuronas espejo?” (De “Las neuronas espejo”-Katz Editores-Buenos Aires 2008).
La importancia que tal descubrimiento implica en psicología es que permite fundamentar el fenómeno básico del comportamiento humano: la inducción, o cambio, de la personalidad. De ahí que la psicología general podría también denominarse psicología del cambio, considerando al resto como distintas derivaciones o especializaciones. “Con el nombre de «inducción de la personalidad» podemos denominar al cambio momentáneo que se produce en una persona ante la presencia o la referencia de otra. Este fenómeno psicológico es el fenómeno fundamental en el comportamiento humano. Cuando conversan dos personas, o aún cuando se miran fugazmente, existe en ellas un cambio en su estado de ánimo. El cambio puede ser ínfimo, o puede gradualmente llegar a ser grande. Este cambio depende de las circunstancias y de las personas que interactúan. El cambio en una persona depende de su capacidad para cambiar de actitud; a esto podemos llamarle sensibilidad. Además, depende de la persona que le produce el cambio”. “La inducción de la personalidad es un fenómeno momentáneo, pero debido a que tenemos memoria, se convierte en permanente. De ahí su gran importancia” (De “Una opinión sobre el mundo” (Teoría psicológica)-Pompilio Zigrino-Mendoza 1978).
La importancia señalada radica, además, en que un posible proceso introspectivo se establecerá a partir de la determinación del cambio que producimos en los demás y del que los demás producen en uno. Si advertimos cambios negativos, debemos tratar de que sean neutros en una primera etapa y positivos en una etapa posterior. “Si nos encontramos con una persona egoísta, nos sentiremos incómodos ante la indiferencia. Y esto puede hacer que centralicemos la conversación en nosotros mismos. El egoísta contagiará un poco de su egoísmo a los demás, y es posible que vea a todos como si fueran egoístas”.
La base de la ética natural es la actitud cooperativa por la cual compartimos las penas y las alegrías ajenas, implicando un cambio en uno mismo ocasionado por la influencia o la referencia de otra persona. Todo cambio, según se ha visto, tiene como fundamento neurológico a las neuronas espejo. De ahí que tengan una cercana vinculación con la ética natural.
La comunicación de las emociones se establece a través del lenguaje gestual. Sir Arthur Conan Doyle escribió: “Los rasgos le son dados al hombre como medio a través del cual expresa sus emociones”. Por su parte, Marco Iacoboni agrega: “Las áreas con neuronas espejo nos ayudan a entender las emociones de los demás mediante alguna forma de imitación interna. De acuerdo con esta «hipótesis de la empatía a través de las neuronas espejo», dichas neuronas se activan cuando vemos a los demás expresar sus emociones, tal como si nosotros estuviéramos haciendo las expresiones faciales que vemos. Mediante esta activación, las neuronas también envían señales a los centros cerebrales de la emoción que se encuentran en el sistema límbico para hacernos sentir lo mismo que los otros”.
“En su famoso cuento «La carta robada», Edgar Allan Poe escribe, a través de las palabras del protagonista C. August Dupin: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen de mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara». ¡Cuanta presciencia! Poe no podía haber elegido una mejor manera de penetrar en la vida interna de sus personajes. Sin embargo, no fue el único. En la literatura científica sobre las emociones, la teoría de que la experiencia emocional cobra forma mediante los cambios de la musculatura facial –la «hipótesis de la retroalimentación facial»- tiene muchos antecedentes”.
Todo proceso que integra nuestro organismo, en su momento fue incorporado como una ventaja evolutiva, de donde surge el interrogante de cuál es el objetivo aparente de tal ventaja. En el caso de las neuronas espejo, George Lakoff escribió: “Llegamos al mundo con las conexiones necesarias para la empatía y la colaboración [o cooperación], y la evolución nos preparó para cuidar, no sólo para competir. Entendemos la evolución como la supervivencia de los mejores cuidadores y de los mejores cuidados”.
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