En lugar de ocupar el tiempo en resolver los problemas que afligen a la sociedad, el sector oficialista lo utiliza en mantener o acrecentar su poder, mientras que la oposición trata de evitar que esa búsqueda siga profundizando la severa crisis social. Sucesivas formas de populismo han promovido un retroceso en los aspectos morales y culturales de la nación, ya que ha resultado bastante efectiva la posterior labor de encubrimiento de sus errores. Las consecuencias adversas, sin embargo, llegan en forma indefectible.
Una forma eficaz de revertir la situación consiste en retornar a los valores cristianos para dejar atrás los desvalores promovidos por los sectores populistas y totalitarios. Luego de asumir Francisco I al cargo máximo de la Iglesia Católica, hubo cierta esperanza de que este acontecimiento ayudaría a los políticos a reencauzar al país por la senda que nunca debimos perder. Sin embargo, aun los políticos opositores al cristianismo tratan de usarlo con fines netamente electorales.
La búsqueda de poder implica la búsqueda de cierta capacidad de determinar la vida de los demás, objetivo totalmente opuesto al del cristianismo, ya que éste se opone al gobierno del hombre sobre el hombre, promoviendo el gobierno de Dios sobre todos los hombres. Por lo que resulta llamativa la aparición de “peronistas cristianos” y “marxistas cristianos”; algo contradictorio e incomprensible, excepto si se trata de usar al cristianismo con objetivos ajenos a su finalidad.
Si se busca entender al peronismo, e incluso a su sucesor populista, el kirchnerismo, puede decirse que son movimientos políticos que buscan el poder, a cualquier precio y en todas sus formas, incluso promoviendo el odio colectivo. Luego, al existir una respuesta adversa en quienes tienen cierta dignidad, se los acusará de responder igualmente con “odio”, olvidando la secuencia del proceso. En realidad, las respuestas dadas al populismo por las personas decentes son motivadas por actitudes de repugnancia, o asco, hacia todos los que las agreden injustamente. Isabelle Filliozat escribió:
“Erich Fromm establece una distinción entre la agresividad defensiva, que es un proceso de adaptación innato al servicio del individuo y de la especie, y la destructividad, crueldad especifica del ser humano. Fromm llama a la primera agresividad biófila (bio = vida, philia = que ama). Es la pulsión que ama la vida, que la protege y, en consecuencia, no la destruye”. “La agresividad biófila es natural. La destructividad, por el contrario, no, y prácticamente no existe en la mayoría de los mamíferos; ni está filogenéticamente programada, ni es biológicamente adaptable” (De “El corazón tiene sus razones”-Ediciones Urano SA-Barcelona 1998).
Según lo anterior, el “homo populista” ocuparía el lugar inferior entre los mamíferos, ya que éstos, si son animales, sólo son agresivos por necesidad, ya que no poseen instintos de venganza o maldad. Así, el peronismo se caracterizó por destruir las instituciones políticas y sociales, tanto como las libertades y los derechos individuales, generando una ruptura en la sociedad que el tiempo fue cicatrizando hasta que fue nuevamente abierta por el kirchnerismo. Peter Waldmann escribió: “Dentro del ámbito estatal, los más afectados fueron los poderes legislativo y judicial, que fueron degradados a la categoría de órganos auxiliares del Ejecutivo. En el ámbito social se limitaron importantes garantías, como el derecho a la propiedad y a la libertad de opinión”. “El modelo constitucional peronista no veía campo de acción para los individuos y grupos que se oponían al régimen. El gobierno les impuso el rótulo de enemigos de la Nación y de traidores, cuya influencia era legitimo y necesario reducir por cualquier medio”.
“Sólo en casos muy raros, sus medidas implicaban daños físicos o la muerte de los opositores políticos. Por lo general se los encarcelaba y se confiscaba parte de sus bienes. A veces, en lugar de recurrir al encarcelamiento –una medida costosa-, Perón hacía llegar a los políticos opositores un aviso que debía interpretarse como invitación a que abandonaran sin demora el país”. “En lo que respecta al otro instrumento de control de la sociedad en su totalidad, es decir los medios de comunicación e información, Perón se esforzó desde un comienzo por concentrarlos en sus manos”. “De los dos matutinos más importantes que sobrevivieron después de 1949, sólo uno, «La Nación», pudo continuar apareciendo sin grandes interrupciones hasta la caída de Perón. Todos los demás eran controlados por el gobierno y dependían –al comienzo conservando una aparente autonomía, más tarde en forma directa y sin disimulo- de la Subsecretaría de Prensa y Difusión. Perón los hacía propagar constantemente sus ideas, opiniones y frases memorables, con lo cual ejerció una gran presión espiritual y política sobre la población durante los años que duró su gobierno” (De “El peronismo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1981).
Los recientes intentos de linchamiento de algunos delincuentes urbanos hicieron evidente el retroceso social hasta las épocas de la barbarie y el salvajismo. Sin embargo, debe recordarse que el personaje político de mayor influencia en la Argentina promovía tal tipo de ajusticiamientos para ser destinado a los opositores. Entre las consignas dirigidas por Perón a sus seguidores, podemos mencionar las siguientes, que por cierto son sólo una parte de todas las que les dirigió:
a) “El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2-8-46)
b) “Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quien” (13-8-46)
c) “Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre” (24-6-47)
d) “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8-9-47)
e) “Vamos a salir a la calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ellos ni los hijos de ellos” (8-6-51)
f) “Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos” (31-8-51)
g) “Vamos a tener que volver a la época de andar con alambre de fardo en el bolsillo” (16-4-53)
h) “Hay que buscar a esos agentes y donde se encuentren colgarlos de un árbol” (16-4-53)
i) “Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden contra las autoridades….puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten” (31-8-55)
j) “Y cuando uno de los nuestros caigan, caerán cinco de ellos” (31-8-55)
k) “Que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado” (31-8-55)
l) “Si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano” (30-12-72)
(Extractos del Diario “La Nación”, Domingo 4 de Marzo de 1973, página 11)
De la misma forma en que un judío raramente ha de tener amistad con un nazi, ya que éste clama por su aniquilamiento, el ciudadano argentino raramente podía tener amistad con un peronista, ya que para éste los no peronistas eran enemigos, traidores y otros calificativos semejantes. Actualmente ocurre algo similar entre los argentinos y los kirchneristas, calificando como “argentino” al que trata de adoptar los valores éticos básicos rechazando los agravios que cotidianamente le dirige el sector oficialista.
Durante el peronismo, como no ha de resultar extraño, los seguidores del tirano quemaron varios templos católicos. Lucas Lanusse escribió: “Los templos atacados durante la tarde-noche fueron numerosos: en Monserrat, a los asaltados originalmente se le agregó el de San Juan Bautista; en el barrio San Nicolás, las iglesias agredidas fueron Nuestra Señora de la Merced, San Miguel Arcángel y La Piedad; en las zonas más elegantes de Retiro y Recoleta, las Del Socorro, San Nicolás de Bari y Nuestra Señora de las Victorias. En esta última, el anciano cura párroco fue duramente golpeado por los asaltantes y un par de meses después murió a causa de las heridas recibidas”.
También en el interior del país, como en Bahía Blanca, se quemaron templos, ya que la prédica peronista llegaba a todas partes; el odio implica envidia hacia el que tiene mayor riqueza y burla en cuanto la situación es propicia para manifestarla. El citado autor agrega: “Los revoltosos realizaron su faena entre gritos y risotadas, provocando varios cuadros que quedarían grabados a fuego en la mente de los absortos testigos. Algunos asaltantes, por ejemplo, se calzaron hábitos sacerdotales y simularon celebrar misa, o desfilaron por la ciudad cubiertos de ornamentos y blandiendo objetos de culto. Como testimonio de estas prácticas quedó una foto tomada a un grupo de manifestantes ….. que dio la vuelta al mundo. Otros alborotadores hicieron gala de un refinado humor negro al alinear varias figuras robadas de Santo Domingo sobre una parada de ómnibus de la Avenida Belgrano, como si las estatuas estuvieran esperando el colectivo” (De “Sembrando vientos”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).
Luego de la caída de Perón, en 1955, desde el exilio siguió promoviendo la violencia. Lucas Lanusse agrega: “Las Instrucciones [enviadas por Perón] llamaban a la resistencia civil, a la organización clandestina del pueblo, a la guerra de guerrillas, a la intimidación mediante «acciones especiales» y al lanzamiento de huelgas y paros, con el fin de provocar un «estado de perturbación permanente». Se proponía además la agitación continua por la infiltración, la provocación y el ataque «a personas y bienes» de los que se servía «la tiranía»”. “Respecto a la guerra de guerrillas, el texto precisaba que el gobierno debía verse atacado por un enemigo invisible que lo golpeara por todas partes, sin que él pudiera «encontrarle en ninguna»”.
Por lo general, el pueblo apoya a los violentos siempre que éstos hablen “a favor de los pobres” y de la “justicia social”. Incluso está a favor de la “redistribución de la riqueza” suponiendo que le van a quitar al rico para darle algo a los que le siguen en la escala social, mientras que protestan severamente cuando le quitan a la clase media para darle a los más pobres (y para aumentar el patrimonio personal de los redistribuidores). Incluso no faltan algunos intelectuales que, a pesar de la etapa nefasta del peronismo, escriben elogios al populismo; luego salen por televisión a protestar por los excesos del kirchnerismo olvidando los escritos previos. Este es el caso de Tomás Abraham, quien escribía en el 2004: “Hay una campaña de notables en medios también notables contra el populismo. Llamo notable a un personaje que se siente superior por su nivel cultural. Es un ser que hace de la división entre civilización y barbarie una credencial para ser invitado a embajadas, convertirse en conferenciante de nota…..”. “¿A qué le temen estos personajes? A la demagogia y al clientelismo. No hay duda de que la famosa entelequia de la modernidad llamada «masas» los tiene a maltraer” (De “El presente absoluto”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2009).
En realidad, el hombre “civilizado” de la Argentina, que se destaca notablemente de la masa, no es alguien que haya hecho demasiados esfuerzos por mejorar su nivel cultural, sino que sobresale debido a la degradación del hombre-masa que el discurso populista ha promovido.
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