Así como la antropología describe, entre otros, al homo sapiens, puede decirse que la economía describe al “homo economicus”, un hombre “promedio” idealizado, quien, al decidir con libertad, produce un ordenamiento autorregulado, que es el mercado. De ahí que pueda considerarse, como el fundamento de la economía, al proceso del mercado o bien al hombre tipificado actuando libremente. Por lo general, surgen críticas a la ciencia económica porque, se aduce, el hombre real difiere bastante del hombre idealizado y de ahí que la economía resulta “errónea”. Paul Samuelson escribió respecto de esta rama de la ciencia:
“Nuestras leyes pueden cumplirse sólo «por término medio», con considerable dispersión de las excepciones en torno a la media”. “Como no puede emplear los experimentos controlados del físico, tiene que solucionar importantes problemas metodológicos: elementos subjetivos de la introspección y los juicios de valor; problemas semánticos de significados ambiguos y emocionales; leyes de probabilidad de los grandes números, tanto del error normal como del error de tipo asimétrico; falacias de argumentación y de inferencia” (Del “Curso de economía moderna”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1978).
Según lo dicho, se puede sintetizar a la economía según la siguiente igualdad:
Economía de mercado = Naturaleza humana + Libertad en los intercambios
Este esquema implica a la economía positiva, o a la descripción de lo que hace el hombre cuando dispone de libertad para producir, para consumir y para hacer intercambios. Resulta evidente que si el nivel ético, o la capacidad para trabajar e innovar, son limitados, los resultados no serán los mejores. De ahí que la optimización del comportamiento económico provendrá esencialmente de valores extra económicos, por lo cual se advierte que la ciencia económica no presupone autosuficiencia alguna.
A partir de la síntesis anterior, se vislumbra su desarrollo histórico, que puede reducirse a tres etapas:
1- Estudio de los mecanismos de producción y de consumo de bienes materiales (Teoría tradicional de los mercados) (Economía real)
2- Estudio del conjunto de los fenómenos mercantiles, es decir, a los que daban lugar a una relación de intercambio monetario (Economía simbólica)
3- Estudio del conjunto de las conductas humanas y de las decisiones correspondientes (Homo economicus)
Se ha considerado como “naturaleza humana” a los atributos del ser humano real, que dependen de un factor hereditario como de uno cultural, y que han sido personificados en el “homo economicus” como una aproximación con fines prácticos, y que, en general, resulta suficiente para una aceptable descripción del comportamiento económico mayoritario. Henri Lepage escribió: “Los economistas no tienen la intención de reducir toda la naturaleza humana al homo economicus. No están suficientemente locos como para afirmar que el comportamiento humano es reductible a una única dimensión, la «económica». Afirmar que el homo economicus es un instrumento de análisis suficientemente eficaz como para aportar una explicación racional de un abanico muy extenso de problemas humanos y sociales no significa negar la existencia de otras dimensiones de la «naturaleza humana» (la dimensión política, religiosa, espiritual, etc.)” (De “Mañana, el capitalismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979).
El comportamiento racional del hombre implica una tendencia, antes que un accionar concreto. Es el mismo caso del “amarás al prójimo como a ti mismo”; que nos indica una tendencia a adoptar antes que una situación concreta, difícil de lograr. De la misma forma en que tal ideal no se cumple nunca, tampoco se cumple el accionar racional conjunto que llevaría a una economía con competencia perfecta, estabilidad plena y pleno empleo. Ludwig von Mises escribió: “El hombre en acción está ansioso por pasar de una situación menos satisfactoria de sus asuntos a otra que lo sea más. Su mente imagina situaciones que le van mejor, y sus acciones apuntan a la consecución de la situación deseada. El incentivo que empuja al ser humano a la acción es siempre una cierta insatisfacción. Un sujeto perfectamente complacido con su situación no tendría incentivos para cambiarla. Carecería tanto de aspiraciones como de deseos, sería perfectamente feliz. No actuaría, simplemente viviría libre de preocupaciones” (De “La Acción Humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
La postura mencionada ha sido duramente calificada por algunos sectores; incluso Mario Bunge la califica de “inmoral”. Ello se debe a que ha sido planteada en una forma dogmática, proviniendo de la economía en lugar de la psicología. Sin embargo, se advierte que puede fundamentarse fácilmente en el “principio de felicidad” o bien en la tendencia spinociana a “perseverar en su ser”, atribuida a todos los seres humanos. Sin embargo, una postura explícitamente carcelaria y negadora de la libertad, como la propuesta por el marxismo, no ha sido calificada tan duramente por Bunge, algo que sorprende. Henri Lepage escribió: “En la esfera de la conducta y de las decisiones humanas, la parte irracional es infinitamente más reducida de lo que generalmente se cree o de lo que nos hacen creer los científicos de las otras ciencias sociales”.
En cuanto a la postura del liberalismo, puede decirse que es la tendencia científica, o filosófica, que promueve la libertad del hombre tanto como un adecuado nivel intelectual y moral, para producir los mejores resultados tanto en el aspecto político como económico. Henri Lepage escribió: “En esencia, el liberalismo, no es otra cosa que una filosofía de la organización de los sistemas sociales que está basada en una determinada concepción del comportamiento humano: la concepción «económica» que considera al hombre, no como un monstruo egoísta, sino simplemente un individuo «racional» que toma decisiones coherentes en función de sus preferencias y de los problemas de elección o de asignación que le impone la escasez de recursos disponibles en nuestro universo. Por lo tanto, todo lo que contribuya a reforzar la validez científica de este instrumento de análisis que es el modelo «económico» del ser humano, consolida el edificio de las doctrinas y formulaciones liberales (en especial toda la teoría del mercado, que se apoya sobre el concepto clave de «intercambio» entre individuos «racionales»)”.
Mientras la descripción del homo economicus es susceptible de mejoras adicionales, que provendrán de desarrollos futuros, el “homo sovieticus”, el hombre nuevo del marxismo, sigue siendo un “hombre artificial” diseñado sin tener en cuenta la naturaleza humana, ya que el sistema no contempla su libre accionar por cuanto supone que es quien se debe adaptar a la planificación económica previa. Sin embargo, en nombre de la “ciencia”, los marxistas critican al homo economicus que durante los últimos años ha ido ampliando sus atributos gracias a los trabajos de investigación de varios economistas liberales. Puede simbolizarse la postura marxista de la siguiente forma:
Economía planificada (Socialismo) = Homo sovieticus + Obediencia
Respecto de la ampliación de los atributos mencionada, Henri Lepage escribió: “El resultado es una «nueva teoría del consumidor», cuyo punto de partida es que la compra de un bien o de un servicio no constituye un acto económico final”. “No se compra un coche por el mismo coche, explica de alguna forma Gary Becker, sino por los servicios y satisfacciones de los cuales es soporte: no se adquiere un automóvil, sino el medio para poder desplazarse cómodamente entre un punto y otro, o incluso el medio de «aparentar» ante los vecinos y conocidos. El acto de consumo no es, pues, más que un acto económico intermedio, utilizado por el consumidor para «producir» una satisfacción final; esta satisfacción, para un mismo objeto, puede ser diferente según los individuos: unos buscan sobre todo un medio de locomoción, mientras que otros, un elemento de ostentación”.
“En esa óptica, el consumidor no es solamente un ser que consume; es un agente económico que «produce». ¿Qué es lo que produce? Satisfacciones de las cuales él mismo es el consumidor. El consumidor es, pues, un «productor» que para producir las satisfacciones que busca, utiliza `inputs` que son eventualmente las compras que realiza en el mercado, así como otro recurso escaso completamente ausente de los esquemas económicos clásicos, pero fundamental: el tiempo. Al igual que cualquier otro agente racional, ejerce esa actividad productiva tomando todos los días una gran cantidad de decisiones individuales respecto a la asignación de los recursos con los cuales espera obtener la combinación óptima, la que teniendo en cuenta los precios relativos de sus diferentes `inputs` -en especial del valor que asigna a su tiempo-le permite conseguir el volumen de satisfacciones más elevado posible teniendo en cuenta sus restricciones en términos de renta y tiempo”.
La introducción del factor tiempo conduce a tres consideraciones especiales:
a- Permite explicar la aparente pasión irracional de nuestra sociedad por la acumulación de objetos
b- Esta introducción del tiempo en el análisis de las actividades del individuo nos aporta una nueva panorámica de la forma en que se modifica en el tiempo las compras y los modos de consumo (hipótesis de la «estabilidad de las preferencias»)
c- Esa consideración del factor «tiempo» nos ayuda a redescubrir por qué la «libertad del consumidor» es la libertad individual más fundamental (H. Lepage)
También se han establecido teorías económicas sobre el capital humano, el matrimonio, la demografía, la «demanda» de salud, las interacciones sociales, el altruismo, las costumbres y las tradiciones, la moda, la publicidad, etc., que desvirtúan todas las difamaciones que tratan de caricaturizar al homo economicus de la ciencia económica.
La tarea final de la economía ha de ser la de describir, en forma convincente, el comportamiento del hombre, en su aspecto económico, con la esperanza de que exista una mejora ética, reclamada en los demás aspectos de nuestro comportamiento social, para mejorar no sólo los resultados económicos, sino también el nivel de felicidad general. El citado autor escribió: “La reinvención del capitalismo no puede más que ser el resultado de una evolución espontánea de las mentalidades y actitudes de nuestros conciudadanos. Por tanto, lo que hace falta no es reformar, sino informar, convencer, desmitificar para poder entonces reformar”.
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