Los calificativos de derecha e izquierda muchas veces han sido denostados como imprecisos y anticuados, sin embargo su uso mantiene plena vigencia por cuanto nos dan una idea acerca de la opinión de las personas respecto del rol del Estado tanto en política como en economía. Debido a que en la base de toda postura al respecto predominan los aspectos psicológicos individuales, es oportuno vincular los calificativos de derecha e izquierda a actitudes predominantes en los individuos que conforman ambos grupos.
En forma general, puede decirse que el adherente a la derecha (liberal o libertario) adopta una tendencia hacia el absolutismo moral y la libertad individual en política y economía. Por el contrario, el adherente a la izquierda (socialista) adopta una tendencia hacia el relativismo moral y el colectivismo en política y economía. David G. Myers sintetiza ambas posturas escribiendo: "Los conservadores tienden a ser individualistas económicos («no me cobres impuestos ni me digas lo que tengo que hacer») y colectivistas morales («hay que legislar contra la inmoralidad»). Los liberales tienden más a ser colectivistas económicos e individualistas morales" (De "Exploraciones de la psicología social"-McGraw Hill-Madrid 2008).
Debe aclararse que la antinomia derecha-izquierda en EEUU se asocia a los conservadores y a los "liberales" (socialdemócratas), respectivamente, mientras que en Europa y Latinoamérica hablamos de liberales (o libertarios) y socialistas, respectivamente. En principio, esta calificación pareciera complicar las cosas ya que en realidad hay liberales (o libertarios) que adhieren al aborto legal y al relativismo moral, como también algunos socialistas que se apartan de la tendencia antes mencionada. Como siempre ocurre en estos casos, debemos considerar que en una sociedad real no existe una uniformidad de ideas y actitudes de tal manera que permiten agrupar a sus integrantes en dos grupos definidos. De ahí que el criterio clasificador tiende a poner en evidencia los aspectos psicológicos que subyacen a las posturas mencionadas.
Si alguien está convencido de que existe un Dios Creador, o bien un orden natural preexistente, seguidamente lo asociará a la existencia de una moral absoluta impuesta por ese Dios Creador o por ese orden natural. Luego, advertirá que si nos disponemos a acatar las leyes de Dios, o las leyes naturales que conforman ese orden, se excluye de inmediato toda forma de gobierno (mental y material) del hombre sobre el hombre. Esta sería la base psicológica de las posturas vinculadas con la derecha, es decir, la que incluye a libertarios y conservadores (que no son lo mismo).
Si alguien está convencido de que no existe un Dios Creador, o un orden natural preexistente, descartará la posibilidad de una moral absoluta y se verá en la "obligación" de crear, o adherir, a un "orden artificial", y de ahí la existencia de los colectivismos establecidos bajo el criterio de los que organizan la sociedad en base a un Estado totalitario, que abarca todas las actividades y manifestaciones humanas.
En muchas ocasiones se califica a los fascismos y al nazismo como tendencias de "derecha", cuando en realidad son tendencias muy cercanas al estatismo y al colectivismo socialista. De ahí que se haya distinguido entre "izquierda roja" (socialismo) e "izquierda negra" (fascismo). La confusión puede provenir del antagonismo que históricamente ha existido entre fascismo y socialismo, pero en realidad se trata de un antagonismo similar al existente entre la mafia china y la mafia siciliana que se disputan el predominio sobre algún sector de la sociedad.
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1 comentario:
Los nacionalsocialistas alemanes tenían tanto en común con los socialistas radicales rusos (comunistas) que, además de copiarles los métodos de control y eliminación de adversarios (campos de concentración y exterminio), llegaron a repartirse un país (Polonia) coordinando su ataque anexionista al mismo. Por otra parte, Mussolini era un dirigente socialista que nunca renunció al espíritu de esa doctrina, únicamente le añadió el adjetivo nacional para distinguirse de los socialista y comunistas que seguían más o menos abiertamente las directrices emanadas de Moscú.
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