Cuando las autoridades gubernamentales argentinas deciden limitar el uso de celulares en las cárceles de Rosario, los narcotraficantes todavía libres deciden, a manera de venganza, asesinar a cualquier inocente que circule por la ciudad y también incendiar automóviles. La gente está aterrorizada ante la posibilidad de caer bajo las balas de uno de estos sicarios.
En países como Brasil, el ejército nacional es el que se encarga de combatir a las poderosas bandas militarizadas de los narcotraficantes, pero en la Argentina las Fuerzas Armadas tienen prohibido, ley mediante, la participación en cuestiones internas del país. Tales leyes fueron dictadas por políticos simpatizantes de la guerrilla cubano-soviética de los años 70, posiblemente esperando un futuro renacer del terrorismo de izquierda.
Muchos rosarinos están esperanzados en la participación del Ejército, pero olvidan que los militares argentinos, por combatir al terrorismo cubano-soviético, terminaron en la cárcel, y no sólo los que cometieron infracciones a la ley, sino por el hecho de ser militares y cumplir con las funciones correspondientes ante la situación de extrema gravedad.
En los años 70, tanto Montoneros como ERP, mataban inocentes, casi de una forma similar a lo que hacen actualmente los narcotraficantes. Así, llegaron a cometer 1.094 asesinatos, cifra muy lejana a los cometidos hasta ahora por los narcotraficantes. Sin embargo, alguien calificó a los terroristas como “jóvenes idealistas” y los “intelectuales” escribieron muchos libros alentando el triunfo foráneo sobre las armas nacionales. Enrique Díaz Araujo da una lista de 814 libros editados estableciendo que 655 de ellos estaba a favor de la guerrilla cubano-soviética, 106 a favor del Ejército y 53 neutrales. Ello implica que 8 de cada 10 libros estaba a favor del terrorismo que pretendía hacer de la Argentina una nueva cárcel soviética. (Datos de “La guerrilla en sus libros” Tomo I-Buenos Aires 2008).
No parece que en las actuales circunstancias los militares tengan interés por defender a un pueblo que los detesta y que en el futuro pueda enviarlos a la cárcel aduciendo no respetar “los derechos humanos” de los narcotraficantes.
Se transcribe a continuación un artículo al respecto:
LO DEL APOYO LOGÍSTICO NO TIENE PIES NI CABEZA
Por CR (R) Jorge F. Tisi Baña
Estoy harto de escuchar políticos y periodistas opinando estupideces por los medios. Parecen jubilados reunidos en un bar hablando de cualquier tema sin saber nada. Lo malo es que estos son funcionarios públicos de cierto nivel, o trabajan en prestigiosos medios de comunicación. Tanto unos como otros cobran muy bien para decir las pavadas que dicen.
Las Fuerzas Armadas son elementos organizados, equipados e instruidos, en virtud de la estúpida Ley de Defensa Nacional, para responder acciones llevadas a cabo únicamente por fuerzas militares extranjeras que amenacen nuestra integridad territorial. Si no se trata de militares extranjeros que nos están atacando, no es su problema. Tan ridículo como eso.
Hasta acá nos trajeron los sucesivos gobiernos de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner y Alberto Fernández, con la inestimable cooperación de la sociedad, la Iglesia, los sindicatos, los empresarios, los educadores, la política progre, los legisladores y la Justicia. Embriagados de “corrección política”, nutridos por un relato mentiroso que los exime de sus responsabilidades, y llenos de prevenciones y temores paranoicos hacia las Fuerzas Armadas, como si ellas, justamente pensadas para la defensa, fueran la principal amenaza para la nación. Alguien podrá pensar que son una herramienta desperdiciada, pero las cosas son así. No se puede hacer lo que no está permitido por ley ni se está capacitado para hacer.
Es así que los militares, cada vez con medios más obsoletos, presupuestos asfixiantes, salarios reducidos, prestigio por el piso y absolutamente demonizados, nos dedicamos, de lástima, solamente a una de nuestras tareas más específicas, pero con el agravante que ni siquiera nos tiraron una hipótesis de conflicto con la que nos entretuviéramos trabajando y pudiéramos planear. Bueno, también repartimos locro, socorremos inundados, animamos espectáculos públicos con nuestras bandas, y ahora parece que vamos a desfilar el 9 de julio.
Hace algo más de veinte años fui Jefe del Departamento Políticas Institucionales del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (¡qué lindo suena!), y desde allí planteamos la necesidad de modificar las leyes de Defensa Nacional, Seguridad Interior, Movilización y Reservas, e Inteligencia. También trabajamos en la redacción de los decretos reglamentarios de esas leyes. Sobre todo, nos pusimos a trabajar desarrollando hipótesis en función de las entonces llamadas “nuevas amenazas”: narcotráfico, terrorismo transnacional (se acababa de producir el 11N), tráfico de armas, ciberterrorismo, crimen internacional organizado y migraciones ilegales. Ahora caigo en la cuenta de que nos dejaron trabajar para mantenernos ocupados, porque nada de eso vio la luz, es más, nada de eso fue ni siquiera considerado.
Lo del apoyo logístico no tiene ni pies ni cabeza, y nadie sabe explicar de qué se trata, pero si hay algo que las Fuerzas Armadas podrían hacer en las presentes circunstancias sería producir inteligencia sobre las organizaciones terroristas y narcotraficantes internacionales, cooperando con las fuerzas de inteligencia de otros países, pero, ¡oh sorpresa!, lo tienen expresamente prohibido por ley.
En Rosario, ciudad narcoprogresista por naturaleza, los sucesivos gobiernos nacionales, provinciales y municipales, se encargaron de disolver todos los cuarteles y organismos militares que existían en la ciudad. La tercera en tamaño del país no tiene infraestructura propia para albergar las fuerzas militares que vayan a apoyar logísticamente. ¿Van a dormir en los camiones y comer espalda con espalda en las plazas, como los gendarmes que fueron los años anteriores?
Lo voy a decir bien claramente una vez más. Usar uniforme no nos hace aptos para cualquier cosa. Mucho menos si desde hace cuarenta años se viene poniendo especial cuidado de mantenernos marginados de la política, del poder, y hasta de la defensa. Históricamente han conducido el área aquellos políticos a los que no saben dónde poner y les deben algún favor, o enemigos residuales de los ’70 para que nos apliquen aun más rigor. Debo reconocer que algunos como Horacio Jaunarena y Ricardo López Murphy, más allá de sus ideas, se preocuparon por aprender, y también le abro una cuota de esperanza a Luis Petri, pero lleva tiempo.
Las Fuerzas Armadas no hacen trabajos policiales, porque lo tienen prohibido y no saben. No pueden cumplir funciones de Gendarmería, porque no son gendarmes, no conocen la legislación migratoria, no han desarrollado inteligencia sobre el tema y no están en condiciones de controlar la migración ilegal y el contrabando. Las Fuerzas Armadas necesitamos hipótesis de conflicto serias sobre las que trabajar, planificar, organizarnos, desplegarnos, instruirnos y, de ser posible, equiparnos adecuadamente. No somos forros. Ya nos usaron de forros en 1975 con la declaración del Estado de Sitio y la promulgación de dos decretos de aniquilamiento perfectamente claros, dictados por un gobierno constitucional peronista. Esas herramientas fueron simplemente prorrogadas durante el gobierno de facto. ¿Cómo puede decir que 50 años después nos sigan juzgando por privaciones ilegítimas de la libertad producidas durante un período en el que las garantías constitucionales habían sido suspendidas por un gobierno constitucional? Parecería joda si no fuera verdad.
Ahora las papas queman. Ya quemaban en el mundo a principio de siglo, pero recién ahora nos dimos cuenta acá, cuando el narcotráfico extendió sus redes entre la política, las fuerzas del orden y la justicia, y nos agarra sin preparación y con el pescado sin vender. Que los responsables, de Alfonsín para acá, se hagan cargo. No nos echen el fardo a nosotros, que no podemos, no queremos, no estamos capacitados y estamos expresamente vedados para actuar. Y de paso, las Fuerzas Armadas tampoco son reformatorios de jóvenes descarriados, vagos, inútiles y drogadictos. El Servicio Militar terminó y ya no se puede volver atrás. ¡Ajo y agua! Mucho ajo y mucha agua. Algún día Dios y la Patria tendrá que demandar a los responsables por todo el daño producido.
Espero que quienes conducen las Fuerzas Armadas tengan esto así de claro y que se mantengan firmes en su postura de no intervenir con las presentes circunstancias políticas y legales, máxime teniendo mil camaradas septuagenarios presos, acusados de supuestos delitos de “lesa humanidad” y ochocientos cincuenta muertos en prisión, precisamente por haber cumplido con la misión impuesta por la política.
(De www.laprensa.com.ar)
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1 comentario:
En buena doctrina democrática, el Ejército es simplemente el pueblo en armas, su parte especializada y entrenada en el manejo de éstas para usarlas cuando el tamaño de la amenaza o la agresión rebosa la capacidad de la policía, asimismo la parte del pueblo que profesionalmente se dedica a combatir las agresiones a la convivencia civilizada comparativamente menores producidas en el interior de la nación, tanto por nacionales como por extranjeros.
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