En toda sociedad existe un sector de personas que tienen pocas fuerzas anímicas para enfrentar la cotidiana lucha por la vida y prefieren cambiar su libertad por una protección que los libere de pensar, de tener responsabilidades y de tener que tomar decisiones. En cierta forma ello constituye una esclavitud voluntaria y es el sector de la sociedad que siempre votará a favor del socialismo.
Cuando este sector adquiere una dimensión importante, se instala el socialismo; de esa forma el resto de la sociedad, que no votó a favor del socialismo, pasará a constituir el grupo de los esclavos sometidos contra su voluntad. Como ambos sectores siempre existirán (socialistas y liberales) ambas posturas coexistirán en toda época y en todo país, si bien con distintos porcentajes en cada caso.
Si bien la esclavitud socialista no produce las penurias de la esclavitud vigente en épocas remotas (al menos en varios países), la esclavitud asociada a la pobreza generalizada es inducida conscientemente por los líderes socialistas en la búsqueda de la obediencia y de la abdicación total, siendo la inflación una de las armas utilizadas para esos fines, y que surge del desmedido gasto estatal orientado a la compra de votos, que es disfrazada como "justicia social". Así, mientras la riqueza es una posible forma de liberarse del dinero, la pobreza resulta eficaz para que todo individuo dedique todas sus fuerzas y pensamientos a luchar por la supervivencia cotidiana con exclusividad a otras actividades.
La esclavitud no voluntaria se la asocia casi siempre a la impuesta a los pobladores africanos, comercializados luego a Occidente, si bien los esclavizadores surgieron en la propia África, según algunas versiones. Al respecto se transcribe el siguiente escrito:
ÁFRICA PIDE PERDÓN POR LA ESCLAVITUD
Por Marcos Aguinis
Se necesita coraje y honestidad para afirmar que los mismos habitantes negros de África vendieron millones de personas a los traficantes de esclavos. Hasta el presente se había impuesto sólo la versión sobre la codicia de una sola parte, la blanca. Pero Philip Amoa-Mensá, un guía turístico de la lúgubre fortaleza Emina, sobre la costa ghanesa, dice que "mucho antes de que los europeos llegasen, aquí se practicaba la esclavitud". Añade que se vendían miembros del propio pueblo. Y sobre esta iniquidad "debemos pedir perdón".
La fortaleza Emina, helada y tenebrosa, construida con enormes piedras, recibe los golpes del mismo océano que vio un comercio incesante de personas cazadas como animales, encadenadas sin clemencia y puestas a esperar las naves que las llevarían a su destino misterioso, pero que intuían infectado de humillación y crueldad.
Ghana fue el primer país negro en liberarse del yugo colonial. Cuando celebró el medio siglo de su independencia lanzó la iniciativa de expandir por el mundo una campaña turística en torno al tráfico de esclavos. Pretendía activar el interés de las comunidades negras dispersas para reconectarse con el país de sus ancestros. Pero lo sorprendente es que la invitación venía acompañada de una conmovedora disculpa. No una disculpa de los países que se señalan como responsables del comercio vil, sino de los mismos residentes en África, algunos de cuyos antepasados fueron cazadores de su propia gente. Emmanuel Hagan, del ministerio de Turismo y Relaciones Diaspóricas, afirmó: "Debemos mirar a la cara; algo anduvo mal; se cometieron errores y estamos arrepentidos por lo que ha pasado".
La Unesco estima que 17 millones de niños, mujeres y hombres fueron tomados a la fuerza y hundidos en barcos que los llevaron hacia América. La travesía era un anticipo del horror que les esperaba. Muchos perecieron en el curso del viaje y pavimentaron el fondo del océano con alfombras de cadáveres. Los libros de historia se han concentrado en forma predominante sobre los negreros (horrible palabra) de origen portugués, holandés y británico, que compraban la angustiada mercancía en la costa de África y la vendían en los puertos americanos. Pero se marginaba casi siempre el dato de que jefes y jefezuelos africanos eran quienes secuestraban y vendían hombres, mujeres y niños para arrastralos a fortalezas sin retorno, desde donde se los embarcaba con el granizo de los azotes.
El gobierno de Ghana no se quedó en ambigüedades y asumió con dignidad la verdad entera. Los folletos que imprimió para este inédito y doloroso turismo, describen las junglas próximas al mar y también cómo se cazaban hombres y mujeres, arrancándolos de sus aldeas. Describe las columnas de gente golpeada con garrotes y látigos, asesinada ante la menor resistencia y sujetada con cadenas que desollaban la piel.
Ghana posee unos cincuenta monumentos que evocan esa época trágica. Funcionan como hitos del peregrinaje de los que van en busca de sus raíces. Es el primero y hasta ahora el único país de mayoría negra que formuló su pedido de perdón por el tráfico de esclavos. "Sólo queremos pedir perdón, sólo queremos pedir que nos calmemos ante tanto sufrimiento e intentamos repararlo", insistió Emmanuel Hagan. Quienes ya efectuaron estas visitas han tenido reacciones diferentes, desde una rabiosa devastación, hasta una serenidad nirvánica.
El proyecto se llamó "Joseph". Hace referencia a José, el novelesco personaje de la Biblia que fue vendido por sus propios hermanos, quien fue luego encarcelado en las prisiones del Faraón, de las que logró salir e iniciar un camino de prosperidad que finalmente lo llevó a reencontrarse con su familia. Lejos de guardar resentimiento hacia ella, la abrazó con lágrimas de felicidad.
Esta iniciativa ya ha desatado numerosas investigaciones. Es sabido que la esclavitud persiste hasta la actualidad. En países como Mauritania y Sudán fueron denunciados muchos casos. Pero la Comisión de Derechos Humanos de la ONU está controlada desde hace décadas por gobiernos dictatoriales, corruptos y reaccionarios, que se cubren unos a otros las respectivas fechorías. Por lo general nunca llegan a tratarse los hechos más horribles, de los que son responsables.
Además, contrariamente a la idea que impusieron los mitos, la esclavitud no empezó con los africanos trasladados a América. Tampoco la esclavitud tiene estricta vinculación con la raza. La Biblia se refiere a los siervos que provenían de pueblos vecinos y que, en realidad, no eran más libres que los esclavos de otras partes, aunque el monoteísmo ético imponía fuertes límites al abuso; los hebreos no dejaban de repetir que también ellos habían sido esclavos en Egipto.
Mucho antes aún había empezado esta institución nefasta, en la remota prehistoria, cuando el hombre se dio cuenta de que en vez de matar al enemigo derrotado, convenía hacerlo trabajar; en aquella época significó un progreso, porque se pasó del asesinato a cierto respeto por la vida. La esclavitud fue un fenómeno universal durante la antigüedad, en la que cabían todos los colores de la piel y todas las raíces de origen. Para Aristóteles, nada menos, era una institución aceptable.
La ardorosa polémica en torno a la esclavitud que se desarrolló en los Estados Unidos desde su independencia, creó la falsa impresión de que en este país tuvo una presencia más numerosa que en el resto del mundo. La Constitución sancionada por los padres fundadores determinaba que "todos los hombres nacen iguales" y esa frase la puso en escandaloso enfrentamiento con la realidad. Dinesh D'Souza, ensayista de origen hindú, escribió que "en muchas civilizaciones de Occidente y de Oriente la esclavitud no necesitó de defensores porque no tenía críticos". En cambio en los Estados Unidos sobraban los críticos y no se dejaba de debatir una cuestión que irritaba el principio constitucional. La consecuencia fue una sangrienta Guerra de Secesión, con el triunfo de los antiesclavistas.
En su libro Controversia sobre reparaciones por la esclavitud, David Horowitz señala que entre los años 650 y 1600, es decir antes de que Occidente empezara su comercio negrero, cerca de diez millones de africanos habían sido comprados por mercaderes musulmanes, que los usaban en las sociedades saharianas y para su comercio con el océano Índico. En contraste con ese lapso de siglos, la esclavitud en los Estados Unidos duró 89 años, desde 1776 hasta 1865, y el total de esclavos que ingresaron redondea las 800.000 personas, menos que las que fueron llevadas a América latina.
El debate continúa, porque existen organizaciones y personalidades que exigen el pago de reparaciones por la esclavitud de sus antepasados. Las demandas no han podido prosperar aún, ni siquiera en las organizaciones internacionales porque, como ya señalamos, casi todas están controladas por países que prefieren concentrarse en algunas cortinas de humo y no tener que asumir sus propios pecados. La iniciativa de Ghana echó sal a la polémica al introducir una cuña de sinceridad y de inédita coloratura, al margen de las reparaciones. El proyecto Joseph focalizará inequidades que no deberían persistir en este mundo.
(De "Incendio de Ideas"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017).
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2 comentarios:
El pago de reparaciones a los descendientes de esclavos no puede ser viable porque, en primer lugar, las culpas no se heredan y sería absurdo e injusto hacer pagar vía el correspondiente presupuesto estatal a las generaciones actuales, cuyos miembros en su inmensa mayoría no cuentan con antepasados esclavistas, los crímenes que estos últimos cometieron hace como mínimo más de un siglo, pero también porque por esa vía presupuestaria ya existen políticas que con otras justificaciones cargan sobre el grueso de la población, esa misma que acabaría pagando las reparaciones por esclavitud en caso de aprobarse, onerosos costos económicos y sociales por políticas que favorecen a los descendientes actuales de los antiguos esclavos y/o a personas extranjeras que han venido voluntariamente al país, en muchos casos vulnerando la legalidad vigente, procedentes de los mismos países de origen de aquéllos, circunstancias que todas juntas exacerbarían más allá de lo gestionable los agravios comparativos.
Tampoco estoy de acuerdo con las reparaciones propuestas; no es algo fácil de realizar ni de ser justo...
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