Si tuviésemos que elegir entre las ideas o creencias más nefastas para una sociedad, la que posiblemente ocuparía el primer lugar es aquella por la cual se afirma que "toda necesidad genera un derecho". En una época en que se habla sólo de derechos y casi nunca de deberes u obligaciones, se viola una ley tácitamente establecida y por la cual a cada derecho corresponde un deber, es decir, por cada derecho que nos favorece de alguna manera debemos compensarlo con un deber por el cual favoreceremos a los demás. Los derechos exigidos a los demás sin los deberes que nos debemos exigir a nosotros mismos, nos lleva a la egoísta y absurda postura de los nobles déspotas. Así, el fenómeno de la "rebelión de las masas" depende esencialmente del desequilibrio entre derechos y deberes, ya que el hombre masa se caracteriza por sentirse acreedor de derechos y no de obligaciones.
A los derechos individuales otorgados por la Constitución Nacional, que son derechos a la libertad de acción en varios aspectos de la vida social, se han ido estableciendo derechos sociales otorgados por el Estado en forma "universal", esto es, tanto para necesitados como para no necesitados, de manera de que nadie se sienta "desigual". Aún cuando sean justamente otorgados a los sectores más necesitados, debe tenerse presente que los medios económicos disponibles por el Estado y las empresas son limitados.
Al no tenerse en cuenta esta limitación de los medios económicos, los políticos irresponsables "redistribuyen la riqueza" más allá de las posibilidades económicas reales, creando serios deterioros económicos. Por otra parte, las masas creen que el Estado y las empresas disponen de reservas económicas ilimitadas, por lo cual las protestas y la conflictividad van siempre en aumento.
Las sociedades en decadencia presentan severos desequilibrios, como el mencionado entre derechos y deberes, por parte de la población, es decir, entre derechos exigidos a los demás y deberes exigidos a cada uno de nosotros mismos. Mientras que todo el tiempo se habla de "igualdad social", se promueve una desigualdad esencial por cuanto cada uno piensa en sí mismo y en sus derechos ignorando a los demás, materializando tal olvido en el desconocimiento de sus propios deberes.
A ello se le suma el desequilibrio del Estado entre lo que recauda y lo que gasta, aumentando ambos desequilibrios los gobiernos populistas por cuanto utilizan los derechos sociales, concedidos por el Estado, como un eficaz medio clientelista para la masiva "compra" de votos, lo que ha conducido a un aumento permanente de la deuda estatal y un aumento del impuesto inflacionario.
Ernesto Sandler escribió: "En Argentina la confluencia de derechos individuales y derechos sociales ha instalado la creencia de que ambos derechos son semejantes, lo que determina que los argentinos exijan su cumplimiento como si fueran lo mismo. Sin embargo, esta igualación no es correcta desde varios puntos de vista. Si bien ambos derechos se asemejan en cuanto a que el Estado los debe promover y proteger, no hay duda de que tienen características y contenidos que los diferencian de manera sustancial".
"La más relevante es que la vigencia de los derechos individuales básicamente requiere que el Estado impida que sean cercenados por la coerción del poder público o poderes privados. El derecho a trabajar, expresar las ideas, elegir representantes o comerciar requiere que el Estado garantice que ningún integrante de la sociedad tenga restricciones políticas o jurídicas que impidan su libertad de acción y elección".
"Diferente es el caso de los derechos sociales. En este caso la principal característica de esos derechos es que el Estado debe intervenir activamente con recursos económicos para poder concretarlos y hacerlos efectivos. Para acceder a los derechos sociales no basta con eliminar las restricciones a la libertad sino que es fundamental que el Estado cuente con los recursos económicos que se requieren para materializar esos derechos sociales".
"El otorgamiento y sanción de derechos sociales ha sido mayúsculo en nuestro país. A pesar de que Juan Bautista Alberdi -padre de nuestra Constitución- expresara que «pretender garantizar desde el Estado un trabajo a cada obrero es tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador o a todo abogado un cliente», los argentinos asumieron la idea de que con la mera sanción de leyes y derechos sociales se podía mejorar el bienestar individual y colectivo".
"Si bien el mismo Alberdi también dejó como legado la sentencia de que «la Ley no tine el poder de dar a cada uno lo que necesita», los legisladores no pararon de sancionar formalmente derechos sociales que materialmente ni el Estado ni las empresas estaban en condiciones de satisfacer plenamente porque carecían de recursos genuinos. Los argentinos se convencieron de que con buenos deseos, espíritu solidario y otorgamiento de derechos sociales se podían generar mayores ingresos a los trabajadores, multiplicar la producción, dar vivienda a los sin techo o entregar bonos de dinero a los sectores vulnerables para satisfacer sus necesidades".
"No comprendieron que en materia económica los deseos no son suficientes para producir los bienes que se requieren para satisfacer plenamente los deseos de la gente. La economía tiene sus propias leyes que establecen cómo se debe ordenar la producción y la distribución de ingresos para generar el mayor bienestar social posible dados los recursos disponibles. Si esas leyes económicas no se cumplen, se ignoran o se vulneran ninguna ley formal sancionada por el Congreso podrá generar por sí sola un solo bien, distribuir lo que no existe o asegurar que los derechos sociales prometidos puedan concretarse" (De "Creencias económicas"-MG Editores-Buenos Aires 2022).
En la Argentina parece reinar la ley socialista: "De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". Es decir, la obligación de producir es sólo del que tiene capacidad para hacerlo (el empresario), mientras que las necesidades son de todos. De ahí que en la mente de la gente queda grabado el derecho a recibir lo necesario pero no la obligación de producir, por lo que los parásitos que viven del reducido sector productivo, vía Estado, ya son una enorme mayoría. Así nos va.
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1 comentario:
En las mismas constituciones nacionales el desequilibrio entre derechos y deberes es patente, no hay casi ningún deber nombrado como tal. Eso las convierte en cartas a los Reyes Magos más que textos preceptivos porque obviamente ninguna ley puede garantizar que el sector productivo será lo suficientemente rentable como para hacer frente, previa exacción fiscal, a todos los derechos sociales reconocidos constitucional o legalmente.
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