Si el ser humano es esencialmente un "animal social", o un "animal político", es prioritario ponerse de acuerdo en cuál ha de ser el vínculo de unión entre los distintos seres humanos, lo que implica que tal vínculo constituirá la base de toda sociedad humana.
La característica principal de un vínculo de unión es su posibilidad de permitir ser compartido entre dos o más individuos. Debemos tener presente nuestros atributos personales a fin de vislumbrar el mejor vínculo para llegar a conformar el mejor grupo social y la mejor humanidad, por lo que ello ha de provenir, seguramente, de algo que el proceso evolutivo "instaló" en todos y en cada uno de nosotros.
Como disponemos de cuatro actitudes, o predisposiciones emocionales, básicas, la que se presenta como la mejor "candidata" es la empatía emocional, por la cual hemos de lograr una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Ello conducirá, seguramente, a establecer una sociedad acorde con el requisito de servir a nuestra supervivencia. Tal supervivencia implica lograr un satisfactorio nivel emocional, intelectual y material, y no sólo nuestra permanencia como simples seres vivientes. La ética cristiana, con el mandamiento del "amor al prójimo", responde al vínculo que nos exige el orden natural para tal plena supervivencia.
Debido al eficaz enmascaramiento que la ética cristiana sufre ante la supremacía de misterios, mitos y símbolos religiosos, han surgido otros posibles vínculos que la reemplazan como base de las sociedades humanas, tal el caso de algo más fácil de advertir, como es la propiedad (ya sea privada o estatal, junto a sus intercambios). Al desempeñar el rol de vínculo social, en cierta forma adopta un carácter "religioso", debido a la trascendencia lograda.
Los medios de producción, en manos del Estado, adquieren el significado de vínculo entre los seres humanos, de ahí que sea un objetivo irrenunciable por parte de los sectores socialistas, incluso aunque observen las evidentes desventajas que presentan las diversas economías socialistas. Henri Lefebvre escribió respecto del marxismo: “Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado; debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).
La hoz y el martillo, símbolo de unión entre la agricultura y la industria, es también el símbolo del vínculo social propuesto por el marxismo, que no sólo combate al cristianismo como rival, sino también al capitalismo. La difamación de los rivales y la mentira encubridora de las limitaciones propias, ha sido la principal causa del auge de la ideología socialista. En la Gran Enciclopedia Soviética podía leerse: “El crimen constituye la característica de las sociedades basadas en la propiedad privada, la explotación y la desigualdad social”. “El robo es una de las incurables concomitancias del capitalismo” (Cita en “La Kleptocracia” de Patrick Meney-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1983).
También los pensadores más representativos del liberalismo proponen vínculos asociados a la economía, y no a un atributo inherente a nuestra estructura biológica. Ludwig von Mises escribió: “En el marco de la cooperación social brotan, a veces, entre los distintos miembros actuantes, sentimientos de simpatía y amistad y una como sensación de común pertenencia. Tal disposición espiritual viene a ser manantial de placenteras y sublimes experiencias humanas. Dichos sentimientos constituyen precioso aderezo de la vida, elevando la especie animal hombre a la auténtica condición humana. Ahora bien, no fueron, como hubo quien supuso, tales experiencias anímicas las que produjeron las relaciones sociales. Antes al contrario, aquéllas no son más que fruto de la propia cooperación social, y sólo a su amparo medran; ni son anteriores a la aparición de las relaciones sociales ni tampoco semilla de las mismas”.
“En un mundo hipotético, en el cual la división del trabajo no incrementara la productividad, los lazos sociales serían impensables. No habría en él sentimiento alguno de benevolencia o amistad” (De “La Acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
Si bien el proceso del mercado, caracterizado por una competencia para la cooperación, resulta de una eficacia indiscutible, debe advertirse que tal proceso se ha de consolidar una vez que se haya logrado un adecuado nivel ético en las personas, ya que el mercado no genera hábitos morales, sino que los presupone como ya existentes. Tal postura, denominada culturalismo, puede sintetizarse en la siguiente recomendación bíblica: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.
Por su parte, Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).
El economismo, o economicismo, en sus diversas variantes, se ha impuesto en la actualidad como el reemplazante de la sociedad cristiana de antaño, no tanto considerada "cristiana" por su virtuosidad, sino por la aceptación implícita de que tal sociedad era la mejor para todo individuo. Salvador de Madariaga escribió: “Hemos procurado fundar nuestra opinión de la vida colectiva en reacción contra lo que hemos designado con el nombre de economismo, o sea, la tendencia a mirar las cosas bajo la especie de la economía, imaginándose que basta con haber demostrado que tal o cual sistema o medida es el mejor desde el punto de vista económico para que haya que adoptarlo sin más. Para nosotros, esta manera de pensar es nefasta y contraria a la naturaleza social; por lo cual hemos procurado siempre circunscribir con cuidado el alcance de los argumentos económicos”.
“En suma, equivale a decir que no aceptamos la supeditación de la existencia a la producción, sino que por el contrario creemos que hay que supeditar la producción a la existencia. A fuerza de repetir el axioma de Adam Smith «no hay más riqueza que la vida», las gentes han terminado por invertirlo en: no hay más vida que la riqueza. Nuestra ambición sería volver las cosas a su centro y forma echando las bases de un Estado liberal moderno”.
“El único dios universal del mundo moderno, el único que se yergue por encima de los dioses nacionales y mira desde arriba al águila de una o dos cabezas, al leopardo, al gallo, al león, al elefante, al canguro, al oso y hasta al unicornio, es el becerro de oro”.
“Suele concebirse la libertad económica como un deseo de deshacerse de toda traba oficial para ganar dinero, a reserva de acogerse a la protección del Estado en cuanto van mal las ganancias”.(De “De la angustia a la libertad”-Editorial Hermes –Buenos Aires 1955).
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1 comentario:
Si el intercambio económico es el único principio racional en las relaciones humanas ¿dónde queda la familia o el ocio, por ejemplo?
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