martes, 24 de enero de 2023

El Papa conservador

Entre los cambios en la Iglesia Católica de los últimos tiempos, se advierte una renuncia a la prédica de la ética implícita en los Evangelios para ser reemplazada por una prioritaria orientación hacia la "cuestión social". De ahí que algunos autores consideran a la Iglesia como una nueva ONG (Organización no gubernamental).

Ya no interesa tanto predicar las ideas y la actitud cristiana, bajo el criterio de "Busca el Reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura". Esta vez se busca, sin mucho éxito, la "añadidura", y se olvida lo del "Reino de Dios y su justicia", la creencia y la evidencia de la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar. Tal adaptación contempla, por supuesto, una actitud de cooperación que permite una exitosa respuesta a la cuestión social, en lugar de orientarse mediante la Teología de la Liberación, ideología cercana al marxismo-leninismo.

A continuación se transcribe una artículo crítico contra los cambios recientes de la Iglesia:

EL PAPA CONSERVADOR

Por Rubén Peretó Rivas

La muerte del papa Benedicto XVI ha sido ocasión para que las columnas de opinión de los medios de prensa del mundo entero renovaran los epítetos con los que fue calificado a lo largo de todo su pontificado: "guardián de la ortodoxia"; "rottweiler de Dios"; "PanzerKardinal", etc., haciendo referencia todos ellos a un adjetivo que se supone cargado de connotaciones negativas: Ratzinger era un conservador. Y eso implica, para el mainstream, algo necesariamente malo y reprobable.

Llama la atención que una falacia de este tipo, que ya los filósofos medievales conocían muy bien y llamaban "argumento ad novitatem", tenga aún pretensiones de validez. Que solamente sea digno de respeto y aprobación aquel que innova, que cambia las instituciones, que es "abierto" y que, en definitiva, es progresista, no tiene ningún fundamento lógico.

Y tampoco tiene fundamento racional que el calificativo de "conservador" pueda convertirse en una acusación. Y de hecho, en los últimos días, hemos visto como muchos representantes de la misma iglesia católica, obligados seguramente por las circunstancias, han salido a defender al difunto papa Benedicto asegurando que no era conservador.

No tiene sentido enzarzarse en tal discusión, pues sería otorgar entidad a un argumento falaz que no posee validez alguna. Sin embargo, sí es oportuno considerar las condiciones o el contexto desde el cual esa acusación es arrojada, tanto sea por periodistas o por eclesiásticos e intelectuales católicos cuyo empeño principal pareciera rendirle al mundo la debida pleitesía asegurándole que tanto la iglesia como sus jerarcas están dedicados y comprometidos con los mismos valores que promueve la cultura contemporánea.

Se trata de una actitud que viene de mediados del siglo XX y que ha demostrado ser no solamente inútil con respecto a los objetivos buscados, sino perjudicial para la misma iglesia, y la prueba está en que el mundo sigue rechazando los ideales cristianos y que la iglesia, que busca presentarse como progresista y acogedora de los ideales que pregona el mundo, está entrando en una agonía de la que difícilmente podrá reponerse.

Y tal diagnóstico está a la vista de todos: iglesias cerradas por la ausencia de fieles, congregaciones religiosas moribundas, seminarios vacíos, clero anciano y con escasas posibilidades de recambio, etc.

Fue justamente a partir de este diagnóstico, como resulta claro cuando se leen sus libros y demás escritos, que Benedicto XVI edificó su pontificado. Su divisa fue "Dios primero".

LITURGIA

En el prefacio a Teología de la Liturgia, el undécimo volumen de sus obras completas (que fue el primero en ser publicado, por su deseo expreso, en 2008), dice: "Cuando el enfoque en Dios no es claro, todo lo demás pierde su orientación. El dicho de la Regla de San Benedicto «Nada se debe preferir a la liturgia» (43,3) se aplica específicamente al monacato, pero como forma de ordenar las prioridades también es real para la vida de la Iglesia y de cada individuo".

Es por esto que el papa Ratzinger otorgó tanta importancia a la liturgia, un elemento que para el ala progresista de la iglesia es totalmente secundario e, incluso inútil.

La solemnidad y belleza de las celebraciones que él mismo presidía y la decisión que tomó de levantar todas las prohibiciones que pesaban sobre la liturgia latina tradicional -lo cual le valió innumerables críticas-, se orientaban en ese sentido: la iglesia tiene una misión eminentemente sobrenatural y consiste en transmitir a los hombres los medios que Jesucristo dispuso para su salvación eterna -los sacramentos y su misma Palabra revelada- y dar a Dios el culto debido.

La prioridad la tiene Dios. Luego, viene todo el resto; luego viene la atención a los pobres o la preocupación por los migrantes; luego vienen las advertencias a los gobiernos a fin de que respeten las reglas democráticas y breguen por la paz; luego viene la asistencia a los más desfavorecidos y todas aquellas actividades que la iglesia realizó desde sus mismos inicios como una sobreabundancia y derrame de su primera función sobrenatural.

En las últimas décadas, sin embargo, el activismo social ha pasado a ser, en muchos casos, la misión exclusiva de la iglesia católica, y sus sacerdotes y religiosas se han convertido en meros agentes de promoción comunitaria.

Cuando se lee la monumental obra del papa Benedicto XVI, sea sus escritos teológicos orientados a un público erudito, sea sus escritos de divulgación como su Jesus de Nazareth, se observa permanentemente esta tensión primera hacia Dios. Cuando ella desaparece, también desaparece la iglesia, que queda convertida en una ONG de dimensiones planetarias, como pueden serlo Greenpeace o Amnesty International.

Para las opiniones del mundo, y también de muchos obispos y sacerdotes católicos, la primacía de Dios sobre la que insistió el papa Ratzinger y sobre la que basó su pontificado, no es más que una rémora más o menos decadente de un pasado del que hay que desprenderse lo antes posible y abrazar los ideales secularizados que propone la cultura contemporánea.

Se trata de transformar a la religión, que por su propia naturaleza posee principios sólidos y no negociables tanto en cuestiones de fe como de moral, en una religión líquida, que se va adaptando a las cambiantes circunstancias sociales.

Desde esta perspectiva, entonces, es comprensible que Benedicto XVI haya sido considerado un papa conservador, otorgando al adjetivo una valencia negativa, y su pontificado haya sido el objeto de ataques permanentes no solamente de quienes previsiblemente adoptarían esa postura, sino también de miembros encumbrados de la misma iglesia católica.

El papa Benedicto XVI fue un hombre conservador, pero esta calificación de ninguna manera puede ser considerada una mácula o un aspecto negativo. Fue conservador en tanto fue fiel a la misión que se le encomendó como padre y maestro de la iglesia católica, una institución cuya finalidad va más allá de la inmanencia de este mundo y se orienta a la trascendencia del mundo venidero.

(De www.laprensa.com.ar)

1 comentario:

agente t dijo...

El anterior Papa, más que conservador, quiso conservar la institución que encabezaba, pero llegó a la conclusión de que su estado estaba tan degradado que nada podía hacerse ya en el sentido ortodoxo deseado por él. La elección de su sucesor vino a darle toda la razón.