En cuestiones de economía se dice frecuentemente que "nada es gratis" (excepto el aire que respiramos) y que todo lo demás "tiene un costo", que alguien paga. Mediante una analogía, puede decirse también que, en cuestiones de moral,
nada es gratis, que todos los desvíos a la ética natural tiene un costo, generalmente "pagado" mediante alguna forma de sufrimiento. Posiblemente en ello consista la "presión" con que el orden natural nos exige adaptarnos a sus leyes.
Entre esos desvíos encontramos a los relativismos: cognitivo, moral y cultural. Por lo general, estos relativismos son aceptados o rechazados juntos, por parte de cada individuo. El relativismo cognitivo implica rechazar la idea de la existencia de una verdad única; el relativismo moral rechaza la idea de una moral objetiva e independiente de los planteos humanos, mientras que el relativismo cultural implica rechazar la idea de que una cultura pueda ser superior a otra y que no existe una escala de valores objetiva al respecto.
El negligente y el libertino son felices al suponer que no deben hacer ningún esfuerzo mental para averiguar la verdad sobre algo existente, ya que tal verdad no existiría. Tampoco deberían hacer el esfuerzo por adoptar una moral objetiva, que tampoco existiría. Por otra parte, las diversas sociedades no deberían esforzarse en emular a otras, posiblemente exitosas, ya que ninguna cultura sería superior a otra.
Desde el punto de vista de la ciencia experimental, se acepta que todo lo existente, incluido los seres humanos, está regido por leyes naturales invariantes. De ahí que no existe tal cosa como el relativismo cognitivo, ya que, una vez verificada la aproximación de una teoría científica, respecto de la realidad a describir, se advierte que no toda teoría resulta compatible con la realidad, por lo que existe una verdad objetiva a la cual nos aproximamos progresivamente. Es así que la electrodinámica cuántica admite una discrepancia entre teoría y experimento, en algunas predicciones, en el décimo lugar después de la coma decimal.
También los seres humanos estamos regidos por leyes invariantes, descriptas por la psicología. En forma semejante, no todas las descripciones resultan compatibles con la realidad. Aún cuando tales teorías no sean suceptibles de verificaciones tan precisas como las establecidas en la física, se advierte también la existencia de una verdad a la que nos aproximamos progresivamente.
La verdad moral no es otra cosa que una descripción adecuada del comportamiento humano que involucra las actitudes y sus efectos, advirtiéndose que no toda descripción al respecto ha de ser compatible con la realidad. En forma semejante, no todas las ideas y creencias predominantes producen los mismos efectos, por lo que alguna cultura, y desde algún punto de vista, es superior a otras, aún cuando la verificación respectiva sea díficil de establecer.
Al existir leyes naturales que rigen a todo habitante del planeta, no tiene vigencia el relativismo cultural. Incluso no existiría la evolución cultural de la humanidad como una medida del grado de adaptación cultural al orden natural, que, en cierta forma, implica ofrecer un sentido de la vida objetivo, válido para todos los seres humanos.
Los partidarios de los diversos relativismos a veces "juegan sucio" cuando incluyen como fundamento de sus creencias a la teoría de la relatividad de Einstein. El principio de relatividad implica que las leyes de la naturaleza son las mismas si son referidas a dos sistemas de coordenas en movimiento rectilíneo uniforme entre ambas, algo que no tiene ninguna relación con la inexistencia de leyes naturales objetivas.
El relativista cognitivo, moral y cultural, admite la inexistencia de un sentido objetivo de la vida como también la inexistencia de un sentido objetivo del universo, lo que se conoce como nihilismo, o como una forma de nihilismo, es decir, si no tiene metas como la verdad, el bien individual y el bien colectivo, tiende a rechazar la existencia de un sentido para su vida; al menos un sentido importante y trascendente.
Viktor Frankl describe la mayor parte de los conflictos personales, que se prolongan luego como conflictos sociales, en base a la carencia de un sentido de la vida individual. Y estos conflictos, con el sufrimiento correspondiente, serían "el costo" que pagamos como integrantes de una sociedad creyente mayoritariamente en el referido relativismo cultural.
Adviértase que tal inconveniente no se observa en individuos religiosos, ya que la creencia en Dios les provee de un sentido de la vida asociado a una moral establecida. El problema que surge, en el caso del cristianismo, es que cada vez son menos las personas que acceden a una creencia llena de misterios y contradicciones lógicas, aún cuando tengan la predisposición a adoptar tal creencia.
A continuación se transcribe un artículo vinculado al tema tratado:
MISERIA DEL RELATIVISMO
Por Jorge Martínez
El libro más famoso de Allan Bloom dio la voz de alarma contra la "corrección política". Hace tres décadas, The Closing of the American Mind denunciaba la decadencia cultural provocada por el espíritu igualitarista que se había adueñado de las universidades de elite. La obra tuvo un impensado éxito editorial.
El profesor Allan Bloom centraba sus críticas en tres pensadores alemanes: Nietzsche, Weber y Heidegger.
Fue el más inesperado de los best-sellers, un ensayo exigente sobre el declive de la enseñanza universitaria estadounidense que sin embargo se vendió como pan caliente y sacó de la tranquilidad de los claustros a su autor, el profesor Allan Bloom, y lo convirtió por unos años, hasta su muerte temprana, en millonario y figura habitual de programas periodísticos y del circuito de charlas y conferencias.
The Closing of the American Mind se publicó originalmente en 1987, pero su versión traducida apareció dos años después en nuestro país con el título de La decadencia de la cultura (Emecé, 375 páginas), hace ya tres decenios. Aunque su tema parecía bastante acotado, la repercusión de la obra excedió el público al que estaba destinada (llegó a vender un millón de ejemplares) y terminó por encarnar el rechazo acumulado contra décadas de permisividad, progresismo y relajamiento intelectual de las sociedades modernas.
El destinatario principal de sus críticas era aquello que hoy se llama "corrección política", esa tendenciosa prédica a favor de la igualdad y el relativismo cultural que se apoderó de las grandes universidades norteamericanas a partir de los años '60 y progresivamente se fue extendiendo al resto de la cultura del país del norte, primero, y luego a todo Occidente.
Formado en la Universidad de Chicago y en la Ècole Normale Supérieure (donde trabó amistad con Raymond Aron), traductor y estudioso de Platón y de Rousseau, Bloom (1930-1992) plasmó en su libro una descripción aguda del fenómeno cultural que conoció de primera mano durante toda una vida como docente universitario en las materias de filosofía o pensamiento político en universidades de elite como Chicago, Yale o Cornell.
"Existe una cosa de la que un profesor puede estar absolutamente seguro: casi todos los estudiantes que entran en la universidad creen o dicen que creen que la verdad es relativa", advertía en la frase con la que arranca la introducción del libro. El relativismo, la apertura y la tolerancia, constataba, habían llegado a ser las virtudes rectoras de la universidad. Su entronización, acelerada a partir de 1960, terminó por expulsar de las aulas nociones antaño veneradas como las de verdad objetiva, autoridad o bien común.
El igualitarismo quedó convertido en el ideal absoluto de las nuevas camadas de alumnos, convencidos de que con la aplicación de cupos y el dictado de cursos segmentados, hechos a medida, se obtendría la cura para males como el racismo, la opresión de las minorías o el sexismo. En algunos de los pasajes más repudiados por sus críticos, Bloom se animó a demostrar el fracaso de la llamada "discriminación positiva". Sostenía que la integración de los alumnos negros, una demanda clave del movimiento por los derechos civiles, no se había manifestado en la práctica, y quienes más hacían por frustrarla eran los mismos negros.
Este impulso integrador, que muchas veces se valía de la rebaja de las exigencias de admisión para cubrir el "cupo" negro, había creado un nuevo segregacionismo, esta vez adoptado por los presuntos beneficiados, quienes no podían ocultar el carácter artificial del favoritismo que recaía sobre ellos. "Así, pues, en el momento en que todos se han convertido en «personas», los negros se han convertido en negros", ironizaba.
EL FEMINISMO
Contradicciones similares emanaban del auge del feminismo. Aunque parecían aliadas, la revolución sexual y la militancia feminista terminaron enfrentadas. La primera, señalaba Bloom, "marchaba bajo el estandarte de la libertad", mientras que el feminismo reclamaba igualdad. El desenfreno sexual típico de los años '60 exaltaba las diferencias naturales entre los sexos, que precisamente era lo que el feminismo quería abolir. Era natural la colisión, el choque clásico entre dos aspiraciones rivales, ya previsto por Tocqueville, y un callejón sin salida en el que desde entonces parece haber quedado encerrada la civilización moderna.
Las razones de este abandono del ideal universalista y la adopción de un igualitarismo que contradecía el espíritu aristocrático de la universidad, Bloom las exploraba en la segunda parte del libro, la más densa de un ensayo de por sí cargado de opiniones e interpretaciones muy personales y discutibles acerca de dos mil quinientos años de pensamiento occidental.
Bloom creía que los grandes culpables eran alemanes. Pasando por alto a Marx, responsabilizaba a la tríada compuesta por Nietzsche, Weber y Heidegger, junto con el aporte menos subrayado de Freud, de haber sido los inspiradores de la deriva en la que habían caído los estudios superiores, primero en la Alemania de los años '30, y luego en los Estados Unidos de tres decenios más tarde.
En el autor de Así hablaba Zaratustra, Bloom veía al gran crítico dionisiaco del racionalismo socrático, al adalid del instinto noble y el sentimiento trágico de la vida, el impugnador de la existencia -sostenida por Sócrates- "de un espíritu puro, que sea transhistórico", en vista de que es el acto de creación "lo que forma las culturas y el espíritu de los pueblos". Con Nietzsche, según Bloom, los poetas ganaron su antigua disputa con los filósofos y el arte y la universidad posteriores fueron modelados a partir de ese resultado.
HEIDEGGER
A juicio de Bloom, Max Weber se había internado demasiado lejos en la senda abierta por Nietzsche. Su influyente reflexión sobre el papel de la ética protestante en el desarrollo del capitalismo, en la que destacaba la existencia de valores no racionales como fundamento de la acción humana, fue el camino por el que desembarcó en Estados Unidos el irracionalismo germano. Con Martin Heidegger el proceso había llegado a un extremo. En su adhesión al nazismo, Bloom detectaba la ruptura deliberada de Heidegger con aquel "despreciativo e insolente distanciamiento" que Sócrates había sentido respecto del pueblo ateniense, que fue el comienzo de la filosofía y de la universidad "en espíritu". Aquella entrega de la enseñanza a un movimiento de masas encontraría su eco en la militancia revolucionaria de los estudiantes occidentales en los años '60.
Trasplantado a Estados Unidos, el irracionalismo pervirtió las humanidades, impulsó la especialización, alentó el "profesionalismo y la avaricia" y reforzó -sin proponérselo- a las carreras científicas, que pudieron mantenerse inmunes a la presión de la "discriminación positiva". La modesta cura de Bloom para esos males era la vuelta a los Grandes Libros: "leer ciertos textos generalmente reconocidos como clásicos, simplemente leerlos, dejando que ellos mismos dicten cuáles son las preguntas y el método de acercarnos a ellos; no forzándolos a entrar en categorías que nosotros fabricamos, no tratándolos como productos históricos, sino intentado leerlos como sus autores quisieron que fueran leídos".
Allan Bloom murió cinco años después de la publicación del libro que le confirió una impensada fama mundial. Reclamado de inmediato por cierta derecha y objetado durante un tiempo por la izquierda académica, la muerte impidió el desarrollo de un pensamiento deudor en una peculiar tradición filosófica que está en la raíz hermética del movimiento neoconservador, que hasta antes de ayer era todopoderoso en Estados Unidos.
(De www.laprensa.com.ar)
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5 comentarios:
No sé si estaré metiendo la pata, pero el liberalismo también entra dentro del concepto de relativismo, siquiera cognoscitivo, porque considera que los individuos, sus intereses y experiencias son la base del conocimiento, y por tanto de la verdad. De esta premisa inicial se deduce que no existe una verdad objetiva ni unos valores universales. Para esta corriente de pensamiento, al menos en su versión primigenia o pura, la experiencia individual es el valor supremo, y las comunidades humanas se deben regir por la deliberación en reunión de las experiencias de sus miembros, pero sin apriorismos de ningún tipo.
Von Mises, se dice, discutió con Ayn Rand porque ésta creía en una moral objetiva y él no. Pero la moral objetiva de la Rand era "la virtud del egoísmo" (que no es virtud).
En cuanto a la asignación del valor económico, valor subjetivo, implica que muchos lo asocian con un subjetivismo generalizado, es decir, como un relativismo.
Es posible decir, sin embargo, que es una verdad objetiva que el valor económico de bienes y servicios es algo subjetivo.
Von Mises incluso creía que el mercado venía con una ética incorporada. Por el contrario, la ética necesaria para el mercado es algo que viene desde fuera de la economía.
Algo al respecto, en este blog:
https://pompiliozigrino.blogspot.com/2017/05/irracionalismo-en-la-universidad.html
El hilo recomendado me ha parecido muy bueno. Y me han venido ganas de leer algo de Mario Bunge.
Bunge resulta antipático por sus pocas simpatías por el liberalismo, pero tiene muchas ideas acertadas respecto de la ciencia. Recordemos que es (o fue) primeramente un físico que conoció muy bien lo que es la ciencia experimental y de ahí sus severas críticas a la anticiencia y el irracionalismo predominante en estas épocas...
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