Debido a la siempre existente corrupción del ser humano, surge la necesidad de una asociación supraindividual, o más allá de los individuos, capaz de limitar el accionar delictivo de personas o grupos alejados de todo principio moral. Así nace el Estado, de la misma manera en que nacen los bancos, ante la necesidad de proteger valores monetarios disponiendo de medios de seguridad no poseídos por individuos particulares.
Como el Estado surge debido a fallas morales sectoriales, se advierte que, si los seres humanos careciéramos de tales fallas, el Estado sería innecesario. De ahí la estimación de que se trata de "un mal necesario". Es decir, puede resultar un mal cuando, justamente por las fallas morales de quienes lo dirigen, termine perjudicando a quienes debía proteger, apuntando con su poder contra la gente decente. Thomas Jefferson escribió: "Un gobierno suficientemente grande para darte todo lo que quieres, es también suficientemente fuerte como para quitarte todo lo que tienes".
Cuando desde el Estado se olvida su función esencial de proteger a la gente decente de aquellos que no lo son, además de facilitar obras no accesibles a la capacidad constructiva de individuos particulares ("La unión hace la fuerza"), va surgiendo la idea de que el Estado, o quienes lo dirigen, tiene la misión de controlar y gobernar vidas individuales, limitando la libertad esencial para el libre desenvolvimiento de las potencialidades humanas. Leandro N. Alem escribió: "Dejad esa tendencia de esperarlo todo de los gobernantes y grabad en vuestra conciencia la convicción de que este proceder rebaja el nivel moral de los pueblos".
"Gobernad lo menos posible, porque mientras menos gobierno extraño tenga el hombre más avanza en libertad, más gobierno propio tiene y más se fortalece en iniciativa y se desenvuelve en actividad".
"Cuando un hombre está en el poder, necesita el consejo, el apoyo, el cariño y el aliento de sus gobernados, que han de ser sus amigos, no sus vasallos; pero si ese hombre olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, si no por la razón, por la fuerza" (De "Leandro N. Alem. El hombre de la multitud" de Álvaro Yunque-Editorial Americana-Buenos Aires 1953).
En aquellas sociedades carentes de suficiente cooperación social, muchos son los que esperan del Estado cierta protección ante la indiferencia generalizada. Tampoco los empresarios tienen la predisposición a dar empleo a gente irresponsable y poco ética. Además, la ausencia de un definido sentido de la vida y de una tendencia hacia cierta depresión anímica, impulsa a muchos a buscar en el Estado un intermediario que le permita vivir a costa del trabajo ajeno. De ahí la siempre atractiva tendencia a favor del Estado redistribuidor de riquezas ajenas.
Para justificar la existencia del Estado que interviene en las vidas individuales, por parte de los políticos que viven del Estado, se exageran deliberadamente los errores cometidos por los diversos sectores de la sociedad. Este es el caso del sector productivo, ya que se considera que el empresario es corrupto por naturaleza y que la función del Estado consiste esencialmente en proteger a la gente contra la maldad empresarial. Incluso se llega al extremo de proponer la confiscación estatal de los medios de producción privados.
Esta forma perversa de ver la realidad, apunta al totalitarismo, cuyos atributos negativos ya fueran advertidos por el propio Benito Mussolini, si bien cambió de parecer cuando le tocó asumir el gobierno de Italia. Al respecto escribió: "Con su monstruosa máquina da el Estado a uno la sensación de sofocamiento. El Estado era soportable para el individuo mientras se contentaba con ser soldado y policía; pero hoy el Estado lo es todo: banquero, usurero, propietario de casas de juego, navegante, rufián, agente de seguros, cartero, ferroviario, empresario, maestro, profesor, vendedor de tabaco, e innumerables cosas más, además de sus funciones anteriores de policía, de juez, guardián de prisiones y recaudador de impuestos".
"El Estado, ese Moloch con rasgos espantosos, lo ve hoy todo, lo hace hoy todo, lo controla todo y lo arruina todo. Cada función estatal es una desgracia. Una desgracia el arte del Estado, la navegación del Estado, el abastecimiento estatal, y la letanía podría proseguir hasta el infinito...Si los hombres tuvieran sólo un pálido presentimiento del abismo hacia el cual se dirigen, crecería la cifra de suicidios, pues vamos al aniquilamiento completo de la personalidad humana. El Estado es aquella terrible máquina que devora seres vivientes y los escupe luego como cifras muertas. La vida humana no tiene ya secretos, no tiene intimidad, ni en lo material ni en lo espiritual, todos los rincones han sido registrados, todos los movimientos medidos; cada cual es encerrado en su oficio y numerado como en una prisión" (Citado en "El hombre no es cuerdo" de Alejandro Raitzin-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1954).
Mussolini, consciente de los perjuicios que ofrece un Estado invasor de libertades y vidas individuales, cuando accede al poder propone y dispone: "Todo para el Estado; nada fuera del Estado; nada contra el Estado". En cierta forma se asemeja a Karl Marx, cuando Marx propone la abolición del Estado burgués para reemplazarlo por un Estado socialista hasta eliminarlo mediante el comunismo. Sin embargo, la abolición de la propiedad privada de los medios de producción (y a veces de todo lo privado) implica un totalitarismo permanente.
Es importante advertir que los excesos asociados a un Estado invasor de libertades individuales, son reconocidos por parte de todos los sectores políticos, es decir, por fascistas, socialistas y liberales. Sin embargo, y a pesar de las catástrofes sociales producidas por los totalitarismos del siglo XX, sigue vigente en la socialdemocracia la idea de un Estado en expansión permanente. Las ambiciones de poder de los políticos predominan sobre las necesidades y los deseos de las personas normales. Alejandro Raitzin escribió: "El estatismo (tanto el pseudo-democrático cerrado de cuño totalitario como el democrático liberal o abierto) se va entronizando, en efecto, de tal modo en el Poder y en los sistemas de gobierno que todos los derechos individuales y demás conquistas políticas y sociales en favor de la persona humana, y sobre todo de la libertad, tan trabajosa y dolorosamente logradas por la humanidad en largos años de lucha, se están convirtiendo casi en letra muerta, incluso en los países más democráticos".
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1 comentario:
No creo que las consideraciones de tipo moral tuvieran algún papel en el nacimiento histórico del Estado. Más bien debieron ser cuestiones prácticas las que lo hicieron cristalizar, seguramente obedeciendo a mejores resultados en el orden guerrero y logístico. Aunque no pasaría mucho tiempo sin que también se pusiera de manifiesto y se apreciara la vertiente moral conexa al régimen punitivo o penal que a buen seguro le acompañó desde su inicio. En todo lo demás estoy plenamente de acuerdo.
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