De la misma manera en que la ética nos exige conocer tanto el camino del bien, para buscarlo, como el camino del mal, para evitarlo, nuestras acciones cotidianas, al menos en el aspecto económico, son impulsadas por la ambición, por una parte, y también por el miedo a la pobreza, por otra parte.
Así como los alimentos son esenciales para la vida, mientras que un exceso de ellos son perjudiciales, la excesiva ambición nos puede llevar a perjudicar a los demás, mientras que el miedo excesivo puede llevarnos a una extrema inactividad.
La tensión motivadora de nuestras acciones se advierte en una diferencia entre lo que deseamos y lo que tenemos, constituyendo el motor que nos impulsa hacia adelante, y que puede sintetizarse de la siguiente manera:
Tensión = Lo que deseamos - Lo que tenemos
La insatisfacción permanente deriva de no saber valorar todo lo que poseemos, por lo que Arthur Schopenhauer escribió: "Nunca pensamos en lo que tenemos sino siempre en lo que nos falta".
Otro exceso posible implica orientar todos nuestros proyectos hacia las conquistas económicas dejando de lado los aspectos intelectuales y emocionales, o familiares, que necesariamente ocupan tiempo y dedicación. De ahí la necesidad de buscar un equilibrio entre lo material, lo intelectual y lo espiritual.
Si las metas que nos imponemos son inalcanzables, debido a nuestras naturales limitaciones, y no somos conscientes de ellas, surgirá la sensación de fracaso. Sin embargo, si apuntamos hacia objetivos inalcanzables, siendo conscientes de ello, es posible que nos sirva como una meta superadora. Así, el jugador de fútbol que sueña con jugar en un campeonato mundial, y se prepara para ello, aunque nunca alcance esa meta, al menos le habrá ayudado a alcanzar otras metas intermedias.
La ausencia de ambiciones personales conduce a la inactividad, ya sea que provenga de la propia elección individual o bien por imposición del sistema económico adoptado o impuesto. Así, en los sistemas socialistas, se considera "pecaminosa" tanto la propiedad privada como también las ambiciones y metas individuales, por lo que son desalentadas y prohibidas. Ello conduce a anular parcialmente el sentido de la vida individual, con todas las consecuencias negativas que han sido descritas por autores como Viktor Frankl.
Existe una posibilidad más amplia respecto de la descripción de la acción humana, ya que podemos considerarnos como un sistema complejo adaptativo, por lo que admitimos una descripción en base a un sistema de realimentación negativa.
Este proceso reconoce un objetivo a lograr (que será la causa), un resultado logrado (que será el efecto) y una posterior comparación entre causa y efecto a través del lazo de realimentación y del detector de error. La acción posterior del hombre será promovida esencialmente por el error detectado y apuntará esencialmente a que se lo reduzca hasta que la causa y el efecto sean iguales.
Lo que desea lograr (÷/-) => Hombre => Lo que logra
.............................<= Realimentación <=
El esquema anterior resulta representativo de la “acción humana”, ya que lo que motiva nuestras acciones cotidianas es la existencia de deseos y necesidades (Lo que desea lograr), con la consiguiente búsqueda de la satisfacción parcial de las mismas (Lo que logra), siendo la diferencia entre ambas el error (o la tensión básica) que nos impulsa a continuar con la acción emprendida buscando dar una plena satisfacción a nuestras necesidades y a nuestros deseos.
Tensión = Lo que desea lograr – Lo que logra
Cuando el resultado obtenido es similar al objetivo inicial, la tensión motivadora se anula y el sistema se estabiliza, cesando la acción humana (al menos en relación con el logro del objetivo considerado).
Este esquema permite describir el comportamiento básico del “hombre económico” que resulta esencial en la ciencia económica. Recordemos que Ludwig von Mises titula su libro básico como “La acción humana”, enunciando que el fundamento de la economía consiste en postulados no accesibles a la experimentación, como los adoptados por la lógica y las matemáticas, mientras que la descripción del hombre como sistema complejo adaptativo permite describirlo en base a un proceso evidente y accesible a la observación y a la comprobación directa.
El hombre dispone de una actitud o respuesta característica, diferente en cada persona, que puede definirse como la relación entre Respuesta y Estímulo; pudiendo simbolizarse de la siguiente manera:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
O bien:
Respuesta = Actitud característica x Estímulo
En el caso considerado previamente, se advierte que el estímulo que desencadena la acción posterior es la tensión mencionada:
Respuesta = Actitud característica x Tensión
La palabra que mejor define a la actitud es "predisposición", o disposición previa a la acción con cierta finalidad o significado.
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1 comentario:
Se debería valorar lo más justamente posible tanto lo que tenemos (para no disparar caprichosa y enfermizamente la insatisfacción) como nuestras posibilidades de mejorar y mejorarnos (para no dejarnos llevar por la comodidad o el temor). Y deben ser estas cuestiones que dependen para su desarrollo tanto de nuestro genuino e informado interés en ellas como de la atención social objetiva que merezcan.
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