Con la igualdad simbólica del título del presente artículo, se ha querido significar que los atributos asociados a una sociedad dependen esencialmente de las ideas y de las creencias predominantes en la misma. En este caso, a "ideas" se le asocia la información disponible y concreta sobre aspectos inherentes tanto a los integrantes de la sociedad como al conjunto, mientras que a la palabra "creencias" se le asocian aquellos aspectos de difícil verificación, aunque de gran influencia en el conjunto social, como la creencia, o no, en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos.
Las ideas y las creencias conducen a cierta escala de valores que, principalmente en forma inconsciente, presionará sobre las conductas individuales. Al existir personas mayormente influyentes en la mentalidad generalizada de la sociedad, y también personas influenciables, no existiendo los solamente influyentes ni los solamente influenciables, se establece un proceso en que los individuos influyen en la sociedad y simultáneamente son influenciados por la misma. Tales influencias, además, pueden beneficiar al conjunto o también perjudicarlo.
Si bien este proceso es bastante evidente, resulta llamativo que los políticos profesionales parezcan ignorarlo. Este es el caso de la Argentina, con una severa crisis moral, mientras que, en los distintos partidos, sólo se habla de política y de economía, aunque lo hacen, no para mejorarlas, sino para captar votos para futuras elecciones. Este comportamiento es propio de una sociedad en crisis, lo que confirma la mediocridad del marco social del cual los políticos provienen. Alejandro Raitzin escribió: "Es el estado de espíritu colectivo lo que explica la mayor parte de los fenómenos políticos y sociales, y tan locos o insensatos deben ser considerados los que comparten los desatinos y los desvaríos de otros como los que incurren en ellos" (De "El hombre no es cuerdo"-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1954).
La evidencia de lo antes expuesto puede advertirse observando algunas predicciones sobre procesos políticos futuros, que sólo repiten prácticas previas conocidas, con algunas variantes circunstanciales. Respecto de los procesos populistas o totalitarios, el citado autor agrega: "Todos los «gobiernos fuertes», los dictadores y tiranos han sido, en todas las latitudes del mundo y en todas las épocas, más o menos «protectores de los pobres», más o menos «padres de los desheredados» y más o menos abogados defensores de alguna «injusticia social» o económica, y más o menos «providenciales» y salvadores de algo o de alguien, por un lado, y, por el otro, más o menos perseguidores de los «abusos» de los ricos, de las clases elevadas o privilegiadas, y de las «élites» capaces de oponérseles, de juzgarlos y socavar su prestigio...".
"Con conocimiento de causa ha declarado (a posteriori) uno de los ex jerarcas del fascismo, el conde Dino Grandi (uno de los principales promotores de la caída de Mussolini, sea dicho en su honor) que el fascismo y el nazismo han sido, en su mayor parte, movimientos políticos y sociales que sólo pueden ser explicados por la psiquiatría, la criminología y la policía".
Si deseamos conocer con cierta precisión lo que ocurrió en alguna sociedad del pasado, debemos preguntarnos por sus ideas y creencias predominantes, en lugar de sólo hacer recaer nuestra atención en los efectos o las consecuencias de esas ideas y creencias. Este es el caso de la Edad Media europea, con sus ventajas y desventajas evidentes. Así, la preponderancia de las creencias religiosas hizo que las ideas políticas fueran dejadas de lado, es decir, algo bastante diferente a lo que hoy ocurre en gran parte del planeta. Raymond G. Gettell escribió: "La vida política de la mayor parte de la Edad Media apenas se desarrolla conforme a propósitos conscientes, o según una teoría deliberadamente formulada. Las ideas que sobrevinieron de la tradición romana, que fueron una consecuencia de las doctrinas del cristianismo o un resultado de las prácticas feudales, ejercieron escasa influencia en las instituciones políticas".
"Las ideas de universalidad, de una vida religiosa o mística, fuera de una sociedad humana determinada, satisfacían al individuo. El Estado concreto, con su existencia compleja, vigorosa, en la política y en la guerra, había desaparecido. El ideal de la unidad universal, de la autoridad imperial única estaban bien distantes de la anarquía y descentralización existentes en el mundo occidental" (De "Historia de las Ideas Políticas"-Editorial Labor SA-Barcelona 1937).
El aspecto positivo del medioevo europeo lo constituyó la idea básica de establecer la orientación humana en base a las leyes de Dios, o leyes naturales. Sin embargo, al establecerse una teocracia indirecta, con intermediación de los sacerdotes, seguía estando cerca del gobierno del hombre sobre el hombre, incluso con algunos aspectos similares a los totalitarismos del siglo XX. De ahí que una futura etapa podría establecerse mediante una teocracia directa, es decir, un orden social construido a partir del acatamiento directo de las leyes naturales por parte de todo individuo, sin la intermediación (y sin la distorsión) que caracterizó a la Edad Media europea. Gettell agrega: "El pensamiento en la Edad Media se desarrolla fuera de la órbita de la historia, del sentido científico, de la preocupación crítica. Se vale de la deducción, sobre dogmas y creencias, en vez de ser inductivo, sirviéndose de la observación, el experimento y la investigación científica".
"La enseñanza estaba a cargo de los clérigos, especialmente de los elementos monásticos; y la especulación intelectual giró en torno de las cuestiones de teología. La fe, desenvuelta y mantenida por la Iglesia, fue la base de todo conocimiento, disciplinado en el rígido proceso intelectual de la escolástica o aceptado ciegamente por un examen contemplativo de misticismo. El pensamiento estuvo encadenado por una ortodoxia severa, y cuantas ideas se le opusieron fueron consideradas como herejías y perseguidas rudamente".
La Iglesia y los monarcas establecieron los dos poderes principales que gobernaron durante el medioevo europeo, si bien ambos estaban supeditados al gobierno de Dios, bajo la creencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos. En el futuro, por el contrario, al identificarse la ciencia experimental con la religión natural, se intentará establecer un gobierno universal materializado en un autogobierno de individuos que acatan la ley natural descrita en forma accesible y clara. Esta vez sin considerar intervenciones de Dios, ya que se considera que el orden natural está regido por leyes naturales invariantes. Gettell escribió: "Aunque Estado e Iglesia constituían una sola sociedad, la existencia de ésta suponía la distinción de dos gobiernos. Estos dos sistemas de organización dieron origen al dogma de los dos poderes, mediante el fuerte contraste establecido por los escritores cristianos entre las cosas del mundo y las cosas del espíritu".
"Al terminar el siglo XV se establece ese principio, en una carta dirigida por el Papa al emperador, en los siguientes términos: «Existen dos sistemas bajo los cuales se gobierna el mundo: la autoridad sagrada de los sacerdotes y el poder de los reyes. La responsabilidad mayor reside en los sacerdotes, que han de responder ante el Señor, aun por los reyes, el día del juicio final». Este texto fue citado, frecuentemente, por los Padres de la Iglesia, añadiéndose en su apoyo la distinción entre el alma y el cuerpo, la analogía del sol y la luna, la doctrina de las dos espadas (una, del espíritu, y otra, de la carne) y el dualismo característico de todo pensamiento medieval".
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1 comentario:
La desaparición de facto de las ideas políticas complejas y articuladas durante la Edad Media tienen su origen en la desaparición del Imperio romano de Occidente tras la toma del poder por el general bárbaro del ejercito romano Odoacro, quien envió las insignias imperiales al emperador romano de Oriente y destituyó al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, el año 476. Esta separación y diferenciación en el orden político entre Roma y Constantinopla dio alas a los pontífices romanos para reivindicar su papel político por medio del cesaropapismo y la defensa de la superioridad del orden sobrenatural sobre el natural, lo que incluía la absorción del derecho del Estado por el de la Iglesia.
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