Voltaire, polémico escritor, se caracterizó, en materia de religión, por criticar severamente a la Iglesia Católica de su época. Sin embargo, aceptaba el cristianismo de los Evangelios interpretándolos bajo la prioritaria valoración de la moral allí predicada. Su postura religiosa puede considerarse dentro del deísmo o religión natural. Si bien, desde el catolicismo se lo consideraba ateo, debe tenerse presente que toda postura ajena a la Iglesia se considera falsa, atea o pagana, por cuanto tal criterio de calificación no se refiere tanto al cristianismo en sí, sino a los preceptos propios de la Iglesia Católica. J. Marie Goulemot-Launay escribió: "Voltaire sabe que su Dios es el Dios de Locke, de Clarke, de Newton, ese Dios mostrado y demostrado por el orden del cosmos, que participa de la fría majestad de los trasmundos...La obsesión de un Dios mezquinamente vengativo es dejada a un lado; Dios permanece alejado precisamente por su propia sublimidad, y la vida es alegre, a pesar de cuanto diga Pascal".
En una carta dirigida a Jean L. D'Alembert, Voltaire expresa: "Sostengo la guerra a derecha e izquierda. Contra unos, cargo mi fusíl con sal, y con gruesas balas contra otros. Y sobre todo me bato desesperadamente cada vez que me acusan de no ser buen cristiano; pero después de la lucha, me echo a reír" (Citado en "El siglo de las luces" de J. Marie Goulemot-Launay-Ediciones Guadarrama SA-Madrid 1969).
Respecto de la violencia asociada a las acusaciones de herejía, Voltaire coincide con la opinión de cierto sacerdote, escribiendo: "He aquí cómo se expresa, respecto a los sectarios de una de las primeras herejías, un digno sacerdote de Marsella, apellidado el Maestro de los obispos, que deploró con tanto dolor los trastornos de su época, que le llamaron el Jeremías del siglo V. «Los arrianos -dice- son herejes, pero no lo saben; son herejes para nosotros, pero no para ellos, puesto que se creen tan católicos que piensan que nosotros somos los herejes. Estamos convencidos nosotros de que creen ellos una cosa injuriosa para la generación divina que el Hijo es menor que el Padre; en cambio ellos creen que nosotros tenemos opinión injuriosa para el Padre, porque creemos que el Padre y el Hijo son iguales; la verdad está de nuestra parte, pero ellos creen tenerla de la suya».
«Tributamos a Dios el honor que le debemos, pero ellos pretenden también tributárselo pensando de modo que piensan. No cumplen con su deber, pero precisamente en lo que faltan a éste es en lo que creen que consiste el mayor deber de la religión. Son impíos, pero siéndolo creen tener la verdadera devoción. Se equivocan, pero es por un principio del amor hacia Dios, y aunque desconocen la verdadera fe, consideran la fe que sienten como el más perfecto amor hacia Dios. Nadie sabe cómo los castigará por su error el día del juicio el Juez soberano del universo, que los tolera con paciencia, porque conoce que su error dimana de la devoción»" (Del "Diccionario filosófico"-Libería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1950).
Gran parte de las herejías se resuelven si se considera prioritaria la moral predicada en los Evangelios, acatando la prioridad indicada por el propio Cristo. Voltaire escribió: "Predicadores, charlatanes, controversistas extravagantes, recordad que vuestro maestro no dijo nunca que el sacramento era el signo visible de una cosa invisible; que no admitió cuatro virtudes cardinales y tres teologales; que no examinó si su madre vino al mundo maculada o inmaculada; que nunca dijo que los niños que murieran sin bautizar serían condenados. Proclamó esta verdad tan antigua como el mundo: «Amad a Dios y a vuestro prójimo»".
"La moral no consiste en la superstición ni en las ceremonias, ni tiene nada de común con los dogmas. Nunca repetiremos bastante que los dogmas son diferentes en cada país y que la moral es la misma para todos los hombres que usan el don de la razón. La moral nace de Dios, como la luz, y las supersticiones sólo son tinieblas" (De "Moral" en el "Diccionario filosófico").
A continuación se transcribe un fragmento de un diálogo imaginario entre Voltaire y Cristo:
Voltaire: ¿Por qué os pusieron, pues, en el estado que os encuentro?
Cristo: Eran muy orgullosos y muy interesados; comprendieron que yo los conocía bien, y supieron que yo haría que los conocieran los demás ciudadanos; eran los más fuertes, y me quitaron la vida; sus semejantes harán siempre lo mismo si pueden a todo el que les haga justicia.
V: ¿Pero dijísteis o hicísteis algo que pudiera servirles de pretexto?
C: Cualquier cosa sirve de pretexto a los perversos.
V: ¿No les dijísteis un día que habías venido a traer la espada y no la paz?
C: Eso fue un error del copista; les dije que traía la paz y no la espada. Como yo no escribí nada, pudieran equivocar lo que yo dije sin tener mala intención.
V: ¿Será preciso que me decida por la Iglesia griega o por la Iglesia latina?
C: Para mí no hubo ninguna diferencia entre el judío y el samaritano, cuando yo estaba en el mundo.
V: Siendo así, os reconozco por mi único señor.
(De "Religión" en el "Diccionario filosófico")
Voltaire expresó el típico pensamiento de los iluministas al observar las contradicciones existentes entre la existencia de leyes naturales y las supuestas intervenciones de Dios en los acontecimientos naturales y humanos. Al respecto escribió: “Aquel que no esté iluminado por la fe no puede ver en un milagro sino una contravención a las leyes eternas de la naturaleza. No le parece posible que Dios desordene su propia obra; sabe que todo está unido en el universo por cadenas que nada puede romper. Sabe que siendo Dios inmutable, sus leyes también lo son; y que ninguna rueda de la gran máquina puede detenerse sin que se descomponga toda la naturaleza”.
“Si el Ser eterno, que todo ha previsto, todo ordenado, que gobierna todo por leyes inmutables, se contraría a sí mismo trastornando todas sus leyes, esto no puede ser sino en beneficio de la naturaleza entera. Pero parece contradictorio suponer un caso en el que el creador y el dueño de todo el mundo pueda cambiar el orden del mundo para bien de éste, pues o bien ha previsto la pretendida necesidad que de ello tenía, o no la ha previsto. Si la ha previsto, ha puesto orden desde el comienzo, si no la ha previsto, ya no es Dios” (De "Milagros" en el “Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1959).
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1 comentario:
Compartía las ideas de la Ilustración con los iluministas, pero no fue hasta el año de su muerte, y a raíz de su traslado a París en medio de un reconocimiento general que le abrumaba, cuando entró en la Masonería. Y es que así pensaba de los grupos organizados: "esta inclinación natural por asociarse, juntarse, distinguirse de los otros, asegurarse contra ellos, produce probablemente todas esas bandas particulares, todas esas inclinaciones misteriosas que hacen en conjunto tanto ruido, y que caen finalmente en el olvido, donde todo cae con el tiempo".
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