La evolución biológica nos ha provisto de la empatía emocional; el medio por el cual tenemos la posibilidad de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Dicho proceso constituye el más importante medio para asegurar la supervivencia individual y colectiva de la humanidad. El fundamento de la ética cristiana es justamente la empatía emocional. Sin embargo, muchos detractores del cristianismo se oponen abiertamente a la difusión de una ética que constituye la salvación de la humanidad, no en el sentido histórico de salvarnos de un castigo eterno en el más allá, sino de un castigo inmediato asociado a la disolución social provocada por una anulación de la empatía (con el predominio del egoísmo) o bien con la adopción de una contra-empatía (con el predominio del odio).
El camino para la solución de la mayor parte de los problemas humanos consiste en adoptar una actitud o predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, adoptando una moral social indistinguible de la moral individual o familiar. Con tal actitud no sólo nos aseguramos el logro del bien sino también alejarnos del mal; nadie tendrá la menor predisposición a perjudicar a los demás por cuanto, al compartir sus penas, será nuestro propio malestar.
A pesar de lo simple y elemental que resulta este proceso regenerador de las diversas sociedades, nos encontramos muchas veces con opositores extremos. Entre los argumentos esgrimidos se aduce una oposición entre cristianismo y ciencia experimental. Sin embargo, la empatía emocional ha sido fundamentada desde tiempos inmemoriales mediante una introspección personal; adicionalmente se ha encontrado en las neuronas espejo a las causantes que permiten tal proceso. Es oportuno mencionar que el cuarteto fundador de la mecánica y la astronomía fue adherente al cristianismo, tales los casos de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. También lo fue el terceto fundador del electromagnetismo: Faraday, Ampere y Maxwell.
Otros opositores niegan la existencia de Cristo, aduciendo que fue una persona ficticia creada por sus supuestos seguidores. En este caso, la validez de la ética cristiana mantendría su vigencia. Desde el punto de vista científico, poco importan los atributos personales asociados al creador de una hipótesis verificada, ya que lo importante es la compatibilidad de tal hipótesis con la ley natural.
Este tipo de oposición es común cuando se busca rebajar a alguien históricamente trascendente o muy popular. Así, algunos atribuyen a la primera mujer de Einstein, física de profesión, haber realizado las teorías que luego aparecieron bajo la autoría del notable físico. Sin embargo, el abismo mental existente entre Einstein y tales “rebajadores” se mantendría entre la mujer de Einstein y ellos, en forma similar.
Cuando The Beatles están en su apogeo, no faltaron las mentes dubitativas que negaban que Lennon y McCarney fueran los autores de la mayoría de sus canciones, sino que las comprarían a un “autor anónimo” para luego mostrar una falsa autoría. El éxito ajeno casi siempre resulta doloroso para muchos. No comparten penas y alegrías ajenas, sino que invierten las emociones entristeciéndose por las alegrías ajenas y alegrándose por sus penas.
Entre los detractores de Cristo se encuentran algunos que dudan de su capacidad mental. Juan José Sebreli escribió: “Jesús ignoró la filosofía helénica; no estaba capacitado para comprenderla, por su exigua formación, y por otra parte no se encontraba nadie en Galilea y en su modesto entorno que pudiera enseñársela” (De “Dios en el laberinto”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017).
En el ámbito científico, por lo general, se mide la capacidad intelectual en la habilidad para encontrar nuevas leyes naturales, y no en la habilidad para entender opiniones de otros seres humanos. Además, es absurdo medir la inteligencia de un individuo en función de la capacidad para entender escritos oscuros y sinsentido de algunos filósofos en particular. Afortunadamente, Cristo no conoció a los filósofos griegos, pero encontró perdido, en alguna parte del Antiguo Testamento, al “amarás al prójimo como a ti mismo”, rescatándolo de su lugar secundario.
Si Cristo hubiese conocido los escritos de Platón, uno de los principales filósofos griegos, habría advertido, posiblemente, que se trataba del ideólogo precursor de los totalitarismos, organización social que en el futuro habría de producir las mayores catástrofes sociales de la historia de la humanidad. Estas fueron dirigidas por Mao Tse-Tung, Stalin y Hitler, principalmente.
El citado autor escribió: “Tampoco dejó las bases para una teología ni filosofía cristiana; no conocía demasiado la teología judía pues la desdeñaba”. Sin embargo, Cristo intentó darle a la religión hebrea el carácter eminentemente ético que nunca debió perder, por lo que dijo: “No creáis que vine a abolir la Ley o los profetas; no vine a abolir, sino a dar plenitud” (Mt). Las opiniones del opositor Sebreli son de difícil comprobación; al menos muestran una tendencia a encontrar todo negativo en el cristianismo y poco o nada positivo. Sería interesante que opinara algo en contra de la empatía emocional y del amor al prójimo, en lugar de hacerlo con lo accesorio y lo secundario.
Sebreli, posiblemente, carece de la natural empatía emocional por tener una fe negativa respecto del mandamiento cristiano. Además, la idea de amar al prójimo a partir de una previa actitud poco favorable, resulta algo casi sin sentido. De ahí la expresión evangélica: “No se echa el vino nuevo en odres viejos, porque entonces se rompen los cueros, y se pierden el vino y los cueros; sino que el vino nuevo se echa en cueros recientes, y se conservan ambas cosas” (Mt).
La Unión Europea eligió darle vía libre al islamismo con su Guerra Santa y los atentados terroristas contra su población estable para dejar de lado la paz asociada al amor al prójimo. También en este caso la opinión de Sebreli es favorable: “La Iglesia Católica presionó a los redactores de la constitución de la Unión Europea, propuesta en Roma en 2004, para que mencionara explícitamente «las raíces cristianas» de esa comunidad. Los constitucionalistas, con buen criterio, decidieron suprimir toda identificación filosófica y religiosa que, con seguridad, traería conflictos y exclusiones”.
Muchos opositores consideran como “cristianismo”, no a los Evangelios y a las prédicas cristianas, sino a lo que hacen y dicen sus seguidores. De ahí que negar en una Constitución el agregado de la empatía emocional, como base sustancial de toda ética y de todo orden social, ha resultado desaconsejable, si bien ha de ser el tiempo el que verificará, o no, tal presunción.
También el citado autor niega la universalidad del cristianismo. Sin embargo, es fácil advertir que la palabra “prójimo” implica cualquier persona; cualquier habitante del planeta, por cuanto la empatía emocional es una ley natural que rige en todo ser humano. Y de ahí la evidente universalidad del cristianismo. Al respecto, Sebreli escribió: “Los Evangelios son apasionados panfletos de propaganda carente de objetividad. Las investigaciones históricas actuales más serias, acompañadas por los estudios arqueológicos, entran en conflicto con la mayor parte de lo narrado en los libros sagrados”.
Las opiniones adversas a los Evangelios ya están previstas en ellos. Cristo dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los listos y las has revelado a los insignificantes” (Mt).
Si reemplazamos la palabra “Dios” por “Orden natural”, se advierte una compatibilidad entre religión y ciencia experimental. Si ese Dios no interviene en los acontecimientos humanos, respetando la invariabilidad de la ley natural, se tiene una religión natural, que es esencialmente el cristianismo.
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