Cuando se habla de “pensamiento único”, tendemos a pensar en Fidel Castro, o en otros líderes totalitarios, que prohíben pensar de otra forma que no sea la admitida por el Estado; quien lo haga, o difunda ideas ajenas a la ortodoxia oficial, será pasible de algún tipo de sanción. Sin embargo, los marxistas emplean la expresión “pensamiento único” para asociarla a sectores liberales.
Las figuras representativas del liberalismo europeo, Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek, han sido economistas que han hecho aportes a la ciencia económica. Como en toda rama de la ciencia experimental, existe un consenso generalizado acerca de lo que ha sido suficientemente verificado; de ahí que exista un “pensamiento único” respecto de las hipótesis o de las teorías que concuerdan con la realidad descrita. Por ejemplo, todos están de acuerdo en que el mecanismo del mercado es un proceso autorregulado. Sin embargo, no todos están de acuerdo respecto a que el Estado deba corregir sus ocasionales perturbaciones, y otros aspectos relativos al mismo.
En todas las ramas de la ciencia experimental sucede algo similar. Así, en física, nadie ha de dudar de la veracidad de la teoría de la relatividad o de la mecánica cuántica, ya que son teorías suficientemente verificadas. Sin embargo, Albert Einstein y Niels Bohr discutían arduamente respecto del significado de tales teorías y de su validez definitiva. Puede decirse que existen acuerdos respecto de lo que ha sido verificado, mientras que aparecen distintas posturas en las fronteras del conocimiento experimental, especialmente en cuanto a los pasos a seguir en el futuro.
En otros ámbitos de la cultura y del conocimiento, no existe algo similar por cuanto, en lugar de emplear el método experimental, se utilizan descripciones de la realidad sostenidas por la fe o por la razón, lo que da lugar a que todo sea cuestionable, excepto aquello que resulta bastante evidente. Este es el mundo de las ideologías, que son esquemas conceptuales organizados que tienden a dirigir las conductas individuales. Este es el caso de la filosofía y la religión, incluso las ideologías penetran en la política y en la economía por cuanto algunas ramas de las ciencias sociales permanecen en una etapa precientífica, como es el caso de la sociología. Esto puede evidenciarse cuando coexisten teorías opuestas y contradictorias respecto de un mismo aspecto de la realidad. Edward Shils escribió: “La ideología es una de las formas que pueden revestir los diversos modelos integradores de las creencias morales y cognitivas sobre el hombre, la sociedad y el universo (este último en relación con el hombre y la sociedad) que florecerá en las sociedades humanas. Credos y concepciones del mundo, programas, sistemas y corrientes de pensamiento figuran también entre aquellos tipos de modelos integradores que es preciso distinguir de la ideología”.
“Estos modelos de integración se diferencian entre sí por su grado de: (a) claridad de la formulación; (b) integración sistémica lograda en torno de una creencia moral o cognitiva determinada; (c) afinidad admitida con otros modelos pasados o contemporáneos; (d) hermetismo ante los nuevos elementos o variaciones; (e) imperatividad de expresión en el comportamiento; (f) afectividad implícita; (g) consenso exigido a aquellos que los aceptan; (h) carácter autoritario de la promulgación; e (i) asociación con un órgano corporativo destinado a encarnar el modelo de creencias” (De la “Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1979).
Si consideramos que una ideología es un conjunto organizado de ideas (algo similar a una teoría científica axiomática), puede decirse que encontraremos ideologías con fundamento científico e ideologías sin ese fundamento; ideologías compatibles con la realidad e ideologías incompatibles (en diversos grados). De ahí que no todo lo que no esté sustentado en el método de la ciencia ha de ser necesariamente falso o erróneo, ya que la instancia superior, en estos casos, es la propia realidad con sus leyes naturales. En todo caso, una ideología acertada debe ser, al menos, compatible con los resultados verificados por alguna rama de la ciencia experimental.
La expresión “pensamiento único” constituyó una reacción ante la aparición del libro “El fin de la historia y el último hombre” de Francis Fukuyama. Así como existe un “fin de la historia” bíblico, profetizado en el Apocalipsis, existe también un fin de la historia profetizado por Marx, quien supone que será el comunismo la sociedad que adoptará la humanidad en el futuro.
De la misma manera en que la Biblia predice el fin de una etapa de la humanidad para dar inicio a otra mejor, y no un fin destructivo de la humanidad, Fukuyama sostiene, ante el evidente fracaso del socialismo, que ha de ser la democracia liberal la que prevalecerá en el futuro. Si se hubiese contemplado esa posibilidad, se habría evitado el sufrimiento del pueblo venezolano en manos del chavismo y se dejaría de perder tiempo con experiencias similares que se tratan de imponer en algunos otros países. Ya es hora de que dediquemos el tiempo completo a perfeccionar y a implantar, gradualmente, la economía de mercado y la democracia política. Francis Fukuyama escribió: “Los distantes orígenes de este libro se encuentran en un artículo titulado «¿El fin de la historia?», que escribí para la revista The National Interest en el verano de 1989. En él argumentaba que un notable consenso respecto a la legitimidad de la democracia liberal como sistema de gobierno había surgido en el mundo, durante los años anteriores, al ir venciendo a ideologías rivales, como la monarquía hereditaria, el fascismo y, más recientemente, el comunismo. Más que esto, sin embargo, argüía que la democracia liberal podía constituir «el punto final de la evolución ideológica de la humanidad», la «forma final de gobierno», y que como tal marcaría «el fin de la historia». Es decir, que mientras las anteriores formas de gobierno se caracterizaron por graves defectos e irracionalidades que condujeron a su posible colapso, la democracia liberal estaba libre de estas contradicciones”.
“Esto no quería decir que las democracias estables de hoy, como las de EEUU, Francia o Suiza, no contuvieran injusticias o serios problemas sociales. Pero esos problemas se debían a una aplicación incompleta de los principios gemelos de libertad e igualdad, en los que se funda la democracia moderna, más que a una falla de los principios mismos. Si bien algunos países actuales pueden no alcanzar una democracia liberal estable, y otros pueden recaer en formas más primitivas de gobierno, como la teocracia o la dictadura militar, no se posible mejorar el ideal de la democracia liberal”.
“Tanto Hegel como Marx creían que la evolución de las sociedades humanas no era infinita, sino que acabaría cuando la humanidad hubiese alcanzado una forma de sociedad que satisficiera sus anhelos más profundos y fundamentales. Ambos pensadores, pues, postulaban un «fin de la historia»; para Hegel era el Estado liberal, mientras que para Marx era una sociedad comunista. Esto no significaba que el ciclo natural de nacimiento, vida y muerte llegara a su fin, ni que ya no hubieran de ocurrir acontecimientos importantes o que dejaran de publicarse los periódicos que informaran sobre ellos. Significaba, más bien que no habría nuevos progresos en el desarrollo de los principios e instituciones subyacentes, porque todos los problemas realmente cruciales habrían sido resueltos” (De “El fin de la historia y el último hombre”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).
La gran diferencia existente entre las ideologías con fundamento científico, como el liberalismo, y las que carecen de ese fundamento (fascismo, nazismo, marxismo, religiones subjetivas, etc.) radica en que las primeras van progresando a medida que el tiempo transcurre mientras que las restantes tienden a ser rígidas y a combatir ferozmente a las demás, es decir, no admiten la posible validez de las restantes por cuanto no tratan de encontrar la verdad sino que buscan imponer sus propios criterios sectoriales.
Así como toda religión excluye a las demás, por cuestiones de fe y dogmatismo, las diversas ideologías totalitarias hacen otro tanto con el resto. Por el contrario, la ciencia económica, al tener valor universal (se pueden verificar sus conclusiones en cualquier parte del mundo), se difunde por sus valores intrínsecos sin necesidad de descalificar al resto, si bien resulta necesario advertir los errores inherentes a las teorías rivales.
Quienes tratan de imponer alguna “ideología única”, ya sea por la fuerza o por el engaño, muestran altas dosis de soberbia y de cinismo, ya que lo que pretenden masificar no tiene compatibilidad alguna con la ética natural. De ahí cierto paralelismo entre el totalitarismo marxista-leninista y el fundamentalismo islámico. La simpatía, disimulada muchas veces, que sienten los marxistas por el terrorismo islámico se debe a que éste está alcanzado éxito en su tarea destructiva de la civilización occidental.
Aunque la nuestra ha sido reconocida como una era científica, al menos desde el punto de vista de las aplicaciones tecnológicas de la ciencia, el pensamiento predominante dista bastante de fundamentarse y de ser compatible con ella. Por el contrario, se sigue considerando a la fe como la guía de nuestras acciones (como sucede en religión), o bien se considera al razonamiento y a la coherencia lógica (como sucede en filosofía), dejando un tanto relegado el criterio experimental de la ciencia.
Las ideologías que resultan perjudiciales al hombre y a la sociedad, parten de principios accesibles sólo a la fe, como es el caso de las religiones violentas y de las ideologías totalitarias. Luego, a partir de esos principios, desarrollan las consecuencias lógicas, que generalmente son incompatibles con la realidad y con la ética elemental, induciendo comportamientos absurdos y destructivos. Edward Shils escribió: “En relación a la veracidad cognitiva de las ideologías, habría que señalar que ninguna gran ideología ha considerado nunca la búsqueda disciplinada de la verdad, mediante procedimientos científicos y desde el talante característico de la ciencia moderna, como parte integrante de sus deberes. La misma concepción de una esfera y de una tradición autónomas de actividad intelectual disciplinada es ajena a las exigencias totalizadoras de la orientación ideológica. En efecto, las ideologías no acreditan los esfuerzos ni las capacidades cognitivas independientes del hombre”.
Se aduce que la religión debe ser compatible con la ciencia de manera de ir eliminando los conflictos que generan. También el método científico podrá ayudar a resolver los problemas generados por las falsas ideologías. Recordemos que las grandes catástrofes humanitarias ocurrieron cuando alguien “descubrió” que existían razas superiores e inferiores, sugiriendo que las primeras debían eliminar a las segundas para mejorar la humanidad. O cuando alguien “descubrió” que existen clases sociales correctas e incorrectas, sugiriendo que las primeras debían eliminar a las segundas para mejorar la sociedad y la humanidad.
El actual contenido de la Psicología Social permite disponer de un fundamento concreto y verificable, cuyas deducciones permiten establecer una ideología capaz de reemplazar a las ideologías pobremente fundamentadas, además de reforzar aquellas compatibles con la ley natural.
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